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Cultura ambiental y cultura ecológica: |
“Cultura ambiental y cultura ecológica: propuestas metodológicas para su estudio”. Publicado dentro de la Sección “Filosofía, complejidad ambiental y territorio”, de CD-Gemas: Sociedad, Entorno-Cuba. Multimedia del Grupo de Estudios Medio Ambiente y Sociedad, Instituto de Filosofía de Cuba, en CD del Ministerio de Ciencias, Tecnología y Medio Ambiente. ISBN: 978-959-7197-00-3. 2010. Como parte del cd, reza desde el miércoles 27 de julio 2011 entre las Colecciones Especiales de la Florida International University (Miami, Fla, EUA) ----- Este breve texto pretende profundizar y resumir los resultados de las diversas investigaciones que sobre la cultura ambiental y la cultura ecológica he realizado durante más de 15 años, sobre todo desde el punto de vista conceptual y de la metodología para su comprensión como componente del resto del sistema cultural, con vistas a un mejor acercamiento y consecuencias en todas las aristas del urgente trabajo ambiental. Por tanto, comienzo por recrear el concepto de cultura en tanto “sistema de valores” que ya he fundamentado en textos previos (Couceiro: Ciencia y comunidad... 2004:51-54) y que se opone a otros al priorizar la esencia sistémica de la cultura en la relación de sus diversos valores, entretejidos con las valoraciones humanas, en doble acepción del valor. De particular interés al tema que ahora nos ocupa, destaca el devenir epistemológico de la Teoría de la Cultura hacia la Antropología Cultural y la Sociología de la Cultura, la Culturología y los Estudios Culturales, al debatirse el concepto de cultura en la relación hombre – naturaleza – sociedad, y haberse enunciado la cultura como todo lo que no es naturaleza... aun muy simplista, a mi juicio. No obstante, tal enunciado ya devela el protagonismo que “lo natural” asume en la comprensión de la cultura... aunque fuera por exclusión. Desde ya contrapropongo que la naturaleza existe para el ser humano sólo culturalmente aun por omisión, y que la cultura es, también, indispensablemente natural en el ser humano... aun más allá, abrazo la propuesta de que es natural no sólo para el ser humano, pues reconozco la existencia de la cultura animal por cada especie y por individuos, como ocurre en la especie humana; en su caso, como el sistema de hábitos y costumbres, instintos y comportamientos que identifican a cada especie animal. No es de extrañar, si recordamos entre el “sistema de valores” que es la cultura humana, el enorme espacio que ocupa el subconsciente, e implico en ello lo inconsciente o no consciente... no es objetivo ahora pormenorizar psicológicamente los grados de ese universo sin dudas, tan imprescindible de estudiar como todavía, escasamente estudiado. De tal suerte, todo el sistema de hábitos y los instintos (entre otros elementos que compartimos con el resto de las especies animales... no nos olvidemos que somos una especie animal, aun cuando el antropocentrismo todavía se niegue a reconocerlo) constituyen parte sustancial de la cultura humana, a menudo con mayor protagonismo que los conocimientos y actos concientes. Por supuesto que el ser humano es bien distinto de las restantes especies animales; pero también existen profundas distinciones entre todas ellas y aun más, dentro de cada especie, entre los individuos... precisamente la Humanidad es tal vez, el ejemplo más complejo y rico de que todos somos diferentes. Así pues, entre los animales, los ritos sexuales y de reproducción, la organización para cazar o evitar ser cazados, para defenderse de los desastres naturales, la comunicación animal cada vez más reconocida para conocerse, reconocerse y apoyarse entre ellos (a menudo más allá de la propia especie y hasta con el ser humano), sus hábitos de limpieza y para excretar y alimentarse, sus migraciones y relaciones con cada hábitat, sus memorias y afectos, temores y emociones, tristezas y regocijos, formas de educar a los cachorros para que sobrevivan, construcciones como los nidos de las aves, las madrigueras, los hormigueros y los panales de abejas, entre otros muchos, son exponentes de sus respectivas culturas en cada contexto, distintivas no sólo de la cultura humana, sino también entre sí e incluso, entre individuos. Ya se reconoce la inteligencia de muy disímiles especies, se hurga el talento del individuo al escogerlo para las diversas artes, y se trabaja la Sicología Animal; para reconocerles su cultura en otro orden de complejidades, no es necesario más conciencia... al menos no conciencia humana, lo que ya es antropocentrismo por definición. Incluso las especies más solitarias (al menos por períodos y en pareja o pequeños grupos) cuentan hasta con sus sistemas sociales, como demuestran las abejas y los machos dominantes entre los leones y otras especies, lo que remeda su suerte de “división social del trabajo”, de “cultura política”, etc. de donde “lo social” tampoco sería exclusivamente humano. Todo ello nos llevaría a concluir que la cultura humana surge en efecto, en la misma medida y grados del proceso de hominización, pero que cuenta con profundos antecedentes lógicos desde la cultura animal previa en evolución, que en buena medida, la determina ulteriormente. No sale de la nada, y es ineludible al profundizar en la historia, identidad, leyes y resortes por los que funciona la cultura. Vemos pues, que el tema de la cultura animal debiera ser mucho más importante al ser humano, y a los que estudian la cultura humana, de lo que el antropocentrismo les hace creer. En este caso, sin embargo, nos permite introducir, como componente sustancial de la cultura humana, el concepto de cultura ambiental, en tanto aquel sistema de valores en torno al medio ambiente que nos rodea, bien sea en su conjunto o parcialmente, incluido el propio ser humano en su relación con dicho entorno. Por supuesto, los antecedentes de esta cultura ambiental en la cultura animal, radican en la percepción que los animales tienen del entorno que les rodea y de sí mismos, lo cual la conciencia humana cualifica en infinito mosaico de potencialidades. En cuanto a la cultura ecológica, recordemos que la Ecología es, en sí misma, una ciencia nacida en la transdisciplinariedad, cuyos albores se fijan en 1866 cuando el alemán Haeckel aportó el término, y que mucho ha evolucionado hasta la actualidad. Por extensión, se ha abusado el vocablo “ecología” como sinónimo de “medio ambiente”, y como con tantas otras palabras abusadas ha ocurrido muy peligrosamente, se han vaciado de significantes algunos significados; pero justo el desarrollo de las ciencias nos exige reformular términos para reequilibrar tales disfunciones, en virtud de la rica diversidad que identifica a la realidad objeto de estudio y que los facilismos y simplismos reducen de tan dañina manera. Ya ahora urge retomar el acercamiento científico (al menos, desde el punto de vista de lo que son las ciencias para las academias occidentales, de las que no podemos desprendernos y cuyo aporte en este caso, debemos aprovechar) que implica decir “ecología”, para comprender como cultura ecológica, al sistema de valores fundamentados en las ciencias, en torno al medio ambiente que nos rodea, bien sea en su conjunto o parcialmente. Ya entonces, al operacionalizar conceptos, podemos comprender como cultura ambiental, la recreación del entorno y/o sus diversos componentes en las artes o en la religiosidad al margen de la ciencia ecológica, mientras que el conocimiento inducido desde la ciencia ecológica que exista a propósito del mismo entorno y/o sus diversos componentes, incluso cuando se induzca mediante las artes o la propia religión, ya introduce una cultura ecológica, en un proceso lógicamente gradual. Toda cultura ecológica es cultura ambiental, pero no toda cultura ambiental es cultura ecológica, ni tiene por qué serlo, por cuanto la ciencia ha de estudiar todas las formas de conciencia social, llámese arte, ética, estética o religión, pero nunca desplazarlas en sus potencialidades humanas y múltiples valores. La cultura ecológica, dentro de la cultura ambiental, queda signada pues, por la incidencia de la ciencia ecológica en su conformación. Por supuesto, aquí cabe cuestionarnos qué entenderíamos por ciencia, y de hecho, superar la estrechez academicista; en un recorrido histórico, las ciencias de las culturas antiguas para explicar el entorno, de alguna manera, serían los antecedentes para la contemporánea cultura ecológica, a conformarse como tal desde el advenimiento de la Ecología en tanto ciencia. Y ya que la ciencia adquiere tanto valor para distinguir la cultura ecológica, vale la pena detenernos un instante en el caso particular de la ciencia ficción, donde la ciencia, pero también la pseudo ciencia a menudo con fronteras desdibujadas y/o francos choques de diversas ciencias en perjuicio de unas sobre otras (sin el error de subvalorar la ficción como tal), han encontrado tanto refugio, y donde la cultura ecológica ha sido también tan explícita históricamente... ¿No se evidencia acaso desde el Dr. Frankenstein de la inglesa Mary Shelley, a inicios del siglo XIX y a mi juicio, según otras de mis investigaciones (Couceiro, 1986-1987;2001), el primer ejemplo de ciencia ficción, ya en los albores del mismo tránsito de la Revolución Industrial hacia la Revolución Científico – Técnica? El ciclo vital y la relación vida – muerte constituye una problemática, sin dudas, de interés a la ciencia ecológica, si bien ha preocupado y ocupado al ser humano (también a otras especies, por qué no? Siempre distintivamente) desde los tiempos más remotos, muchísimo antes del nacimiento de la ciencia Ecología. Cabría entonces puntualizar para estos casos, que es la ciencia Ecología, y no otra, la que le otorga su carácter en tanto cultura ecológica dentro de la cultura ambiental. Puede incluso una obra tener valores científicos que no sean ecológicos, y no ser cultura ecológica propiamente dicha, si bien cada vez es más difícil dada la retroalimentación que cada día se impone más entre todas las ciencias. Justo por la esencia sistémica de la cultura, podemos comprender la imbricación de todas las manifestaciones culturales, indisolubles unas de otras; de tal suerte, la cultura ambiental se refleja de muy diversas formas en la cultura culinaria, en todas las costumbres, en la cultura funeraria y de ciclo vital (por definición, de esencia ecológica), en la cultura vial, en los juegos, en el refranero popular y otros componentes de la literatura oral y de todas las artes, en los deportes, en las celebraciones y festividades, a menudo de forma más obvia como la jardinería y los jardines botánicos, los distintos tipos de zoológicos y los acuarios y los aviarios, los cementerios de animales, el Día del Perro en Cuba o la bendición de los animales en otros países, que como resultados de esta línea de investigación, Cuba logró en la Catedral Episcopal de Cuba (13 y 6, Vedado) en octubre de 1994, mientras este Autor concluía un primer ciclo de nueve películas llamado “Cine y Protección Ecológica” en el cine Yara entre otras introducciones y generalizaciones de estos resultados de investigación, y dedicaría el V Simposio Territorial de Estudios Culturales Plaza de la Revolución y Puentes Grandes, Actividad Central de la Semana de la Cultura en marzo de 1997, como homenaje al río Almendares y al Bosque de La Habana, a sus valores patrimoniales y por una cultura ambientalista; en todo lo cual me he extendido en varios de mis textos previos. El análisis no es, por supuesto, tan simple ni fácil (ni necesariamente) clasificable: a menudo, varias manifestaciones coinciden: así por ejemplo, el arte religioso a la vez suele explicitar valores culinarios, funerarios y ambientales a un tiempo e incluso, de otras manifestaciones de la cultura, y puede (o no) ser cultura ecológica, además de ambiental. Como acontece en la cultura, y en toda la realidad, enajenar unos de otros (contrariamente a lo que la realidad muestra) nos aleja de la realidad y por ende, pierde rigor científico, al no incorporar el análisis sistémico que exige el objeto de estudio, en su misma naturaleza cotidiana y real. Incluyamos en este sistema los antivalores o valores negativos, como aquellos que dañan en uno u otro sentido al entorno y/o sus diversos componentes, sin excluir el propio ser humano, pero que conforman parte del sistema y cuyo estudio, lejos de ser obviado, debe priorizarse, justo para reeducar valores (incluida la represión cuando sea menester) y evitar o al menos, amortiguar tales daños; citemos entre ellos todo abuso y violencia contra el entorno, antivalor que al profundizar estudios detectamos que ha sido condenado por toda una larga y saludable tradición, insuficientemente promovida: por sólo citar un ejemplo previo a la llamada era moderna, ya al iniciar el siglo XIV Dante Alighieri ubicaba a los violentos contra la naturaleza, en el tercer recinto del séptimo Círculo del Infierno. Es cierto: lamentablemente, los antivalores han sido mucho más promovidos que los valores, bien sea por los más mezquinos intereses comercialistas, por facilismos o por otras miserias humanoides a menudo vinculadas al antropocentrismo, o por puro morbo del más patológico: las lidias de animales (gallos, perros y otros que en tanto sistema, confluye en las más diversas lidias entre humanos, o entre humanos y animales, apuestas por medio), la cacería y la pesca como supuestos deportes de violencia por violencia y el insano placer de ver derramar la sangre; las corridas de toros, la tortura y sacrificio masivo innecesario de animales en laboratorios y en labores supuestamente docentes; no el uso sino el abuso en función de la culinaria, y en cultos religiosos donde el respetuoso y totémico concepto original de “sacrificio” ha sido sustituido por el de “matanza”; el abuso de animales en los juegos, fiestas y otras costumbres, como polemizable divertimento; en las artes y en múltiples actividades laborales, los arboricidios, la contaminación a todos los ambientes (terrestres, acuáticos, a la atmósfera, la contaminación sonora...) etc. No obstante, abundan los valores dignos de la mejor promoción que enaltecen la propia humanidad; su estudio, también abordado en los antecedentes, ofrece las bases científicas necesarias para su promoción ulterior entre el mejor patrimonio de cada pueblo, en contraposición con los antivalores cuya imagen se ha afianzado en el tiempo como la peor identidad. La mejor identidad, la que enaltece una auténtica humanidad mediante las mejores tradiciones ambientalistas y de respeto y amor al entorno, está llena de valores estudiados antes, pero que tristemente, aun no alcanzan el rango de imagen pues aguardan por su debida y necesaria promoción. No es fácil tampoco delimitar valores de antivalores: en la cultura sexual, por ejemplo, el ser humano porta e impone sus prejuicios y tabúes al mundo animal, sobre todo a las especies más allegadas por ser las de mayor acceso; por otra parte, suele presentarse también una cultura seudo ecológica, no sólo en las obras sino en el mismo análisis de las obras, de tal suerte que ha habido quien ha criticado que en las artes, los animales hablen las lenguas humanas, y devengan símbolos de valores humanos a promover, o antivalores a condenar y reeducar; una genuina ciencia comprende absolutamente válido y hasta necesaria en todos sus valores positivos, la imaginación y la creatividad humana en las artes y en el resto de la cultura, incluidas las ciencias, que no puede circunscribirse al cientificismo, sino que las ciencias deben ser lo suficientemente amplias y ricas como para asimilar casuísticamente el instrumental y potencialidades de todas y cada una de las restantes manifestaciones de la cultura. Así por ejemplo, es un excelente recurso para todas las edades (no sólo para los niños) utilizar animales y/o plantas y/u otros componentes del entorno, para enseñar valores y re educar antivalores, incluso para introducir resultados de otras ciencias que no necesariamente sea la Ecología (en tal caso, puede ser incluso cultura – y concretamente arte – científico y no ser ecológico), pero también, por qué no? De la propia Ecología, y devenir cultura, concretamente arte, ecológico. De tal suerte, puede ser científico en un sentido, aunque no sea estrecha - ecológicamente científico. Mientras, un documental estrictamente ecológico sobre la vida de una especie, puede estar narrada por el animal en cuestión; tal ficción no mermaría el rigor científico ecológico del documental, ni tampoco tendría, necesariamente, que apuntar a ser ciencia ficción. Sucede que existe por supuesto, como expresión de la cultura ecológica, el arte científico, la cultura culinaria científica y otros, todo lo cual se manifiesta en proceso gradual y no minimiza (no puede ni debe minimizar) en lo absoluto la fantasía y el lirismo que enaltece al arte, el placer implícito en la culinaria, etc. Para una mejor comprensión de toda la cultura ambiental, y no sólo la ecológica, es que en mis estudios previos (Couceiro y Perera: De la cultura ecológica universal...2002:10) he propuesto tres niveles que en ningún caso deben entenderse ajenos unos de los otros sino en coexistencia e interrelaciones, interconectados dependientemente: 1. Un primer nivel, elemental, básico, universal, dado en la mera existencia, y que consiste en la naturaleza ambiental de todos y cada uno de los sujetos así como de los objetos del propio entorno y las relaciones implícitas. Es eminentemente inconsciente, aunque por supuesto, susceptible de ser estudiado concientemente. 2. Un segundo nivel perceptivo en que esos elementos del entorno devienen símbolos, a menudo ajenos a sí mismos, pretextos para plantear otras problemáticas, comúnmente humanas; a menudo es inconsciente. 3. Un tercer nivel ya conciente, en que las problemáticas e identidad del entorno y/o cualesquiera de sus diversos componentes, constituyen el objetivo y tema central de la obra en análisis. Un caso particular en este nivel son las problemáticas humanas, que por razones lógicas y sobre todo, por el antropocentrismo, constituyen con toda su complejidad, la gran mayoría de estas preocupaciones, y pueden entenderse ecológicas en su relación con el resto del entorno. Todo genocidio implica, sin dudas, un ecocidio, no sólo por las víctimas no humanas, sino porque las humanas son también, parte del sistema ecológico. En resumen, la cultura ambiental, incluida la cultura ecológica, es base de toda identidad, y por tanto, indispensable en todo diagnóstico que se acometa de cualquier comunidad, institución, persona, etc. (Couceiro: Hacia una Antropología... y Ciencia y Comunidad...) Su entendimiento, para el que hemos propuesto una metodología, es además valor metodológico que no se puede obviar al tratar de comprender cualquier fenómeno y particularmente, humano, por muy distante que nos parezca del tema ambiental, toda vez que en el sistema conformado por la cultura, todas sus manifestaciones se retroalimentan unas de otras. El análisis realizado a propósito de la cultura ambiental, y entre ella la cultura ecológica, así lo demuestra. Parte de la obra del autor explícita sobre esta temática: 1. Couceiro Rodríguez, Avelino Víctor: 2000. La Cultura Ecológica en la Identidad Cubana. Tesis en Opción al Grado Científico de Doctor en Ciencias sobre Arte, 2000. Mención en el Premio Anual de Investigación Cultural 2001. 37 Avales Científicos (de ellos, 3 Consejos Científicos y 4 personalidades extranjeras) 2. ---: 1986-1987; 2001. La Ciencia – Ficción en las Artes Plásticas Cubanas. Recomendada a ser publicada por el Simposio de la Ciudad de La Habana 1987; Aprobada para ser publicada por el Consejo de Redacción de la Revista Cine Cubano, publicada por la Biblioteca Científico – Técnica de la Academia de Ciencias de Cuba el 7 de mayo de 1997. Revista 23 y C, No. 0. Noviembre 2001. 3. ---: 2002: Atisbos más allá del horizonte. Revista 23 y C, No. 1, p.4-5. Marzo 2002. 4. ---: 2002: Hacia una Antropología Urbana cubana: comunidades metropolitanas. Tesis de Maestría en Antropología, 2001. Mención en el Premio Nacional de Ensayo Cultural 2000. Premio Muy Relevante del III Forum Ramal de Ciencia y Técnica de la Cultura Ciudad de La Habana, 25 de septiembre de 2001. Resumen en Catauro, Revista Cubana de Antropología, Fundación Fernando Ortiz, año 3, No. 5. Enero-junio 2002. Publicado en Biblioteca Científico – Técnica de la Academia de Ciencias de Cuba, 31 de marzo de 2003. Premio Nacional Anual de Investigación Cultural 2006. En proceso de publicación por el Centro de Investigaciones de la Cultura Cubana Juan Marinello y por Ediciones La Fuente Viva de la Fundación Fernando Ortiz. 5. ---: 2001. Cultura ecológica y cultura ambiental cubanas. Seleccionado en representación de Ciudad de La Habana, Cuba al Concurso Internacional de Ensayo Cultural en Quintana Roo, México. 2001. 6. ---: 2001. Vigencia ambientalista de la literatura martiana. Presentado en el Simposio de Estudios Literarios, 2001. 7. ---: 2004. Ciencia y comunidad: propuesta metodológica al trabajo comunitario. 2004. Jornada Científica de Profesores Universitarios 22 de diciembre 2006, Sede Universitaria Municipal Centro Habana. En proceso de publicación por el Centro Provincial del Libro y la Literatura de la Ciudad de La Habana. Publicada en Biblioteca Científico – Técnica de la Academia de Ciencias de Cuba, diciembre 2006. 8. --- y Jorge Manuel Perera Fernández. 1993. Proyecto para la Promoción de la Cultura Ecológica en las Comunidades. Grupo Municipal de Estudios Culturales Plaza de la Revolución en función para la Asociación Cubana para la Promoción de Animales y Plantas -ANIPLANT-, 1993 1er Premio Comunidad 93, como tal propuesto para el Internacional Comunidad´94, e invitado a los Simposios Internacionales Todos unidos a una solución en Puerto Rico, 1993, 1994 y 1995. 9. --------: 1994. La Investigación como base de la Promoción Cultural: el Ecoturismo y otros Ejemplos. Grupo Municipal de Estudios Culturales Plaza de la Revolución. Seleccionado y debatido en la Jornada Pedagógica sobre Promoción Cultural Ciudad Habana, y como tal Ponente Invitado como Representante Capitalino al Simposio de Promoción Cultural del Centro Provincial de Superación de Cultura Villa Clara, 1994. 10. --------: 1995. Ecología y Folklore: Análisis Culturológico Grupo Municipal de Estudios Culturales Plaza de la Revolución. Seleccionado y debatido en el XI Simposio Internacional sobre el Hecho Folklórico; en Comunidad´95; en el I Coloquio Nacional Cultura, Comunidad y Medio Ambiente del Centro Nacional de Superación del Ministerio de Cultura, y Destacado a Publicar en el Extranjero por la VIII Conferencia de Investigaciones Científicas sobre Arte y Cultura del Instituto Superior de Arte, cuyo Consejo Científico le otorgó Aval Científico.1995. Múltiples resultados introducidos reconocidos oficialmente. Destacada para Publicación en el extranjero por el Instituto Superior de Arte en su VIII Conferencia de Investigaciones Científicas sobre Arte y Cultura, abril de 1995. 11. --------: 1996. Ecología, Identidad y Cultura: S.O.S. a la Protección. Equipo Municipal de Estudios Culturales Plaza de la Revolución. Propuesto por Ciudad Habana al Premio Nacional de Investigaciones del Centro de Investigaciones de la Cultura Juan Marinello, 1996. Representante por Cultura Provincial Ciudad Habana al Encuentro de Áreas Verdes 1996. Destacado a Publicar en el extranjero por la X Conferencia Internacional de Investigaciones Científicas sobre Arte y Cultura del Instituto Superior de Arte, cuyo Consejo Científico le otorgó Aval Científico, 1997. 12. --------: 1996. La Ecología en las Artes Literarias Cubanas: Historia y Esperanzas. Equipo Municipal de Estudios Culturales Plaza de la Revolución, 1996. Propuesto al I Encuentro Nacional de Estudios Literarios 1997. (Ensayo) 13. --------: 1996. Del Cine a la Realidad Virtual: en el Camino del Proteccionismo Ecológico. Equipo Municipal de Estudios Culturales Plaza de la Revolución, 1996.(Ensayo) 14. --------: 1997. Cultura Ecológica Cubana: Historia e Identidad. Equipo Municipal de Estudios Culturales Plaza de la Revolución. Propuesta por Cultura Ciudad Habana al Premio Nacional de Investigaciones del Centro Nacional de Investigaciones de la Cultura Juan Marinello, 1997. Recomendado a Publicar por Comunidad’97. Aval del Consejo Científico de la Dirección Provincial de Cultura Ciudad de La Habana con la Oponencia del Dr. Jorge Ramón Cuevas; 2do. Premio Fórum Provincial de Ciencia y Técnica de la Cultura Ciudad Habana 1999. Aprobada por el Consejo de Redacción de la Revista Catauro de la Fundación Fernando Ortíz para 1999; publicada por Resolución 60/92 de la B.C.T. de la A.C.C. el 22.4.1999. 15. --------: 1997. Cultura, Ecología y Sociabilidad: su Papel en la Formación de la Nacionalidad Cubana. Equipo Municipal de Estudios Culturales Plaza de la Revolución. 1997. Encuentro Internacional de Sociabilidad, Instituto de Historia de Cuba, evento que lo propuso a publicación, Instituto de Historia de Cuba, Agosto de 1997. 16. --------: 1997. Relación entre la poesía de Nicolás Guillén y la Música Popular Cubana a partir del entorno ecológico como valor de identidad. Equipo Municipal de Estudios Culturales Plaza de la Revolución. Seleccionado y debatido en el I Coloquio Internacional Nicolás Guillén y la Música Popular Cubana (en proceso de publicación en dichas Memorias) Fundación Nicolás Guillén. 17. --------: 1997. Agosto y Septiembre. Identidad Ecológica Municipal (I y II Partes) Boletín Cultural digital El Almendares # 2 y # 3. Dirección Municipal de Cultura Plaza de la Revolución. 18. --------: 1997. Agosto. Almendares. Boletín Cultural digital El Almendares # 2. Dirección Municipal de Cultura Plaza de la Revolución. 19. --------: 1997. El Día del Árbol en Cuba. Entregada a la publicación Siempre Verde del Parque Metropolitano de la Habana para su publicación por interés del mismo. 20.--------: 1997-1999. Una Voz de Mujer desde el Bosque a la Ciudad. Aprobada a publicarse en Siempre Verde, órgano del Parque Metropolitano de la Habana, y ya citada durante 1997 en artículos de la misma publicación y en 1999 en el diario Juventud Rebelde por Bárbara Avendaño. 21. --------: 1998. Trascendencia precolombina para la cultura ecológica cubana contemporánea. Maestría de Antropología, Universidad de la Habana, 1998. Adaptada al teatro, obtuvo 1er. Premio del Festival de Identidad Ciudad Habana 1999. 22.--------: 1998. Noviembre. El Malecón habanero: identidad, tradiciones, patrimonio… y mucho más. Gacetilla Municipal digital Plaza de la Revolución, # 9. 23.--------: 2000. De la cultura ecológica universal a una comunidad cubana. 2000. 1er. Premio Nacional Raúl Gómez García 2000, y 1er. Premio Nacional Rubén Martínez Villena, 2000. 2002. Ediciones Extramuros, Centro Provincial del Libro y la Literatura de la Ciudad de La Habana. En la Feria Internacional del Libro de La Habana 2003, obtuvo cinco lanzamientos en diversos municipios capitalinos como Centro Habana, Plaza de la Revolución y Marianao, presentados a cargo de prestigiosas personalidades como el Dr. Guillermo Rodríguez Rivera y el Dr. Mario Masvidal, y tuvo otros dos lanzamientos fuera de nuestra capital y fuera de Cuba, cuando representó a la Ciudad de La Habana en la Fiesta de la Nacionalidad ese año en Bayamo (octubre 2003), y a Cuba en la Feria Cultural Cubana en Ourense, Galicia, España, en junio del 2003. 24.--------: 2000. Educación Medioambiental. 25.--------: 2000, Mayo. Una institución nunca bienvenida en la cultura cubana: las corridas de toros. Boletín Cultural digital El Almendares # 35. Dirección Municipal de Cultura Plaza de la Revolución. 26.--------, María Elena González Delgado y Teresita Aleida Domínguez Vidal. 1994. El Ecoturismo: Tema urgente en las comunidades. Casiguaguas y otros Proyectos. Grupo Municipal de Estudios Culturales Plaza de la Revolución. Seleccionado como Ponente en el I Coloquio Nacional Cultura y Turismo del Centro de Investigaciones de la Cultura Juan Marinello; 1er. Premio Turismo Municipal, 2do.Premio del Palacio de Turismo, como tal Ponente Representante por Cuba en el IV Simposio Iberoamericano de Turismo, 1994. y en el I Coloquio Nacional Cultura, Comunidad y Medio Ambiente del Centro Nacional de Superación del Ministerio de Cultura, 1995.
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Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu
En Letras-Uruguay ingresado el presente trabajo el día 2 de mayo de 2013
Autorizado por el autor, al cual agradecemos.
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