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Contexto musical cubano-estadounidense en el Jazz Plaza
por Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu

 
 

Hacia mediados del siglo XX, mientras el jazz era un fenómeno cada vez más común dentro de la música cubana, las vivencias formadoras de músicos cubanos en los Estados Unidos de América continuaban hacia el apogeo[1], influencia que se evidencia incluso en las más populares composiciones cubanas, como es el caso del compositor, violinista y director Enrique Jorrín (Candelaria, 1926, creador del chachachá) entre cuyas obras se cuenta Silver Star, y el violinista, compositor y arreglista cienfueguero Rafael Lay (1927), con Charleston-cha.

La pianista Rosario Franco (1930) se perfeccionó en escuelas de EE.UU.; la cantante santiaguera Celeste Mendoza (1930) “la reina del guaguancó”, viajó por EE.UU., al igual que el trío Taicuba, fundado en La Habana en 1947. La pianista Ñola Sahig (Ciego de Ávila, 1930) sobre 1950 se trasladó a Nueva York, perfeccionándose en la Juilliard School of Music durante cinco años, y también estudió en Chicago. El compositor y tresero Arsenio Rodríguez (Güira de Macurijes, Matanzas, 1911-1972) integró un sexteto llamado Boston; en los años 50, abrumado por la carencia del clima propicio, marchó a Nueva York donde sostuvo su cubanísimo conjunto, y muere en Los Ángeles, California; el cantante habanero Bobby Jiménez (1938) ha interpretado canciones norteamericanas junto a las cubanas y de otros países.

En los años 50´s, mientras Arsenio Rodríguez parte a Nueva York, su conjunto, fundado en 1940 en La Habana, toma el nombre del trompetista habanero Félix Chapotín (1909), quien hacia la tercera y cuarta década del siglo dirigía un grupo infantil llamado (no por casualidad) Champán Sport, en el que cantó el reglano Roberto Faz (1914-1966). Nombres como este, de raíz estadounidense, son cada vez más frecuentes en el mundo musical cubano, y el pianista y compositor habanero Armando Oréfiche (1911) al quedar frente a la orquesta Lecuona al regresar a Cuba su director de Europa (a donde había ido en 1932), se llamó desde entonces Lecuona Cuban Boys, y al reorganizar su orquesta hacia 1955 la llamó Havana Cuban Boys, con la que hizo giras por el mundo. En 1956, el compositor cienfueguero Carlos Fariñas (1934) recibió clases de Aaron Copland en el centro musical de Berkshire (EE.UU.); de la época nos llegan aun hasta la actualidad, el hotel St. John´s en La Rampa (donde tendrá su sede “el rincón del feeling”), el Johnny´s Club (hoy Club Río, en La Puntilla de Miramar), etc. espacios que también, son musicales; y es el estadounidense Pete Seeger quien internacionaliza La Guantanameradel cantante habanero Joseíto Fernández (1908-1979).

La fuerza de la tradición no se contuvo por el triunfo revolucionario de 1959, aun en las rencillas y prejuicios consecuentes del nuevo contexto político; de hecho, la migración llamada “definitiva” llenará de nuevos acentos y matices este contexto musical, que la continúa trascendiendo. Así por ejemplo, en 1959, la soprano y profesora de canto Georgia Guerra (1940) fue a Nueva York becada por el Gobierno Revolucionario a estudiar en la Juilliard Academy y en la Julius Hart; el compositor santaclareño Héctor Angulo (1932) obtuvo una beca para estudiar en la Manhattan School of Music de Nueva York, de donde regresó en 1964 e incluye las más recientes técnicas de composición con el folklore cubano, luego asesor musical del Teatro Guiñol de La Habana; y el compositor, director de orquesta, guitarrista y percusionista habanero Leo Brouwer (1939) completó su carrera en la Escuela de Música Juilliard y en el Departamento de Música de la Universidad de Hartford (1959-1960), luego fue profesor en La Habana y tiene música en el cine. En el bolero (género cantable y bailable hijo del homónimo español pero con otra identidad), durante la invasión de la música beat hacia segunda mitad del siglo XX, se escuchó la modalidad con la percusión invirtiendo los acentos, o sea, destacando los tiempos débiles, pero siempre implícita la sensualidad ritmada del bolero cubano.

El cuarteto de voces y percusión fundado en La Habana en 1959, Los Papines, ha actuado en EE.UU., y el cuarteto vocal Los Zafiros, fundado en 1962 en La Habana, tiene influencia de los grupos vocales estadounidenses en un repertorio indudablemente cubano; y continúan estadounidenses notables que dejan su huella singular para los más genuinos músicos cubanos, y desde bien temprano, es el caso del profesor y compositor Federico Smith, nacido en Nueva York en 1929, quien llegó a Cuba en 1962, fue profesor de composición en la Sección de Música de la Escuela Nacional de Arte, y participó decisivamente en la orientación musical creadora de muchos músicos cubanos[2], además de haber hecho música para radio, TV y cine, y en sus últimos años una labor valiosa en Matanzas, donde fallece en 1977. Sus obras se insertan en la experimentación y la innovación constantes: Música para orquesta, Trío (para oboe, guitarra y percusión); Música para dos saxofones y orquesta; y la música de la revista teatral ¡Oh, la gente¡

En el repertorio de la soprano habanera Alina Sánchez (1946) hay negro spirituals (muy gustados por demás en los coros cubanos), y se conocen en Cuba pasajes de obras como la ópera Porgy and Bess (Gershwin, 1935) y de grandes intérpretes como Paul Robinson, al que en vísperas de la última década del siglo XX, rinde feliz homenaje el Círculo de Amigos de la Música de Concierto Mirta Aguirre que en la Casa de Cultura Municipal Plaza de la Revolución en Calzada y 8, Vedado, dirigían el bajo cubano Carlos Sócrates y la soprano Gladys Puig. En la Revolución el grupo Los 5U4 fundado por Osvaldo Rodríguez (Los Arabos, Matanzas, 1949) con Bertica, Juan, Leonardo y Jorge, conjunto eminentemente de ciegos y débiles visuales, experimentaba sobre la fusión de ritmos cubanos y música beat. En el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos) fundado en 1970, se vincula el guitarrista Pablo Menéndez Dean, hijo de la cantante y actriz revolucionaria estadounidense Bárbara Dean, y esposo de la actriz cubana Adria Santana. En línea similar se mueve paralelamente la obra documentalista de Estela Bravo, estadounidense de raíz latina, a favor de la Revolución Cubana, y en 1988, ya con una obra en Cuba, la bailarina estadounidense Lorsna Burdsall, introduce en la misma Casa de Cultura de Calzada y 8, los Felicicios, antecedente a la danza aerobia cubana. En la Universidad de La Habana se había destacado el grupo de Danza Universitaria que dirigía el panameño Faruks, muy distinguido en su interpretación del taps estadounidense. El pop, el rock (hito en “el patio de María” en 37 y Paseo, 1981), música disco y tecno, el break dance, el rap y más recientemente el reguetón, son quizás las más significativas sucesiones en los últimos años, de raíces o fuerte ascendencia estadounidense en Cuba.

Ha habido cubanos que, en efecto, apostaron toda una obra en EE.UU.[3] y no por ello dejan de integrar, siempre en disímiles dimensiones, tan largo y fructífero proceso transculturativo, al igual que sucede entre los tantos con mayor impacto en Cuba[4], donde la huella impregna incluso, géneros concretos como el feeling dentro del complejo de la canción cubana, que surge en la quinta década del siglo XX con notable influencia de la música estadounidense (más allá de la propia denominación) como necesidad de transformación en la manera de interpretar nuestro cancionero[5]; y tipos de agrupaciones como los combos[6], que heredan para la percusión cubana, de su ya antecedente el jazz band, los “drums” como tambores.

Cuba sería el primer país iberoamericano y el segundo del llamado Tercer Mundo (luego de China), sede de la ahora XXV Conferencia Internacional de Música por Computadora, a celebrarse del 17 al 22 de septiembre del 2001, evento convocado por la Asociación Internacional de Músicos por Computadora, que esperaba unos 500 delegados que abordarían toda tecnología aplicada a la música, con géneros como el rock, la fusión, el jazz, la música popular y la tecno, así como los principales disjocker (el propio nombre llega de influencia anglosajona) de América y Europa en el Encuentro Internacional[7]. Pero ya se podía hablar del jazz cubano y en particular, del Jazz Plaza, con nombres cimeros como Chucho Valdés (foto de Helio Ojeda, gentileza de Yasser Expósito, con agradecimientos muy especiales para Ángel Peña Fernández, Vladimir Hernández Hernández, Dorys Couceiro Arsis y Marta Rodríguez Díaz).

Notas:

[1] En 1934, al compositor, profesor, violinista y director de orquesta Amadeo Roldán (París, Francia, 1900, de madre cubana y padre español-1939) en el Town Hall de Nueva York, le estrena Nicolás Slonimsky sus Motivos de Son, sobre textos del poeta camagüeyano Nicolás Guillén (1902); de 1920 es su Lamento, para violín y piano. En 1937 el guitarrista José Rey de la Torre (Gibara, 1917) se radicó en Nueva York, aunque con largas estadías en otros países brindando su arte por todo el mundo. El tresero, cantante y compositor matancero Isaac Oviedo (Sabanilla, 1902) en 1937 viajó con el Quinteto Típico en gira a EE.UU.; en 1938 el pianista Mario Romeu (Regla, 1924) logra una beca en EE.UU., y el compositor e intérprete trovadoresco habanero Graciano Gómez (1895-1980) llevó su música a Nueva York, y con su Conjunto Matancero (constituido en 1929), al viajar por las Antillas, había grabado para la Víctor. El compositor, profesor y director de orquesta Pedro Sanjuán (San Sebastián, España, 1887-1976) radicado en La Habana desde 1924, representó a Cuba junto a García Caturla en el Segundo Festival de Música Norteamericana, Mexicana y Cubana, organizado por Nicolás Slonimsky, y en 1939 se radica en EE.UU., donde fallece. El compositor habanero Eduardo Sánchez de Fuentes (1874-1944) viajó por EE.UU. y en 1939 fue delegado cubano junto a Gonzalo Roig, al Congreso Internacional de Música celebrado en New York. El compositor, guitarrista y cantante matancero Manuel Luna (Colón, 1887-1975) con el cuarteto Luna (1939), poco después actuó en la Feria del Tabaco de Tampa, en el Pabellón Cubano de la Feria de Nueva York y en diversos lugares de Norteamérica. La Orquesta femenina Anacaona, fundada en 1932, ha viajado también por EE.UU.; y también la Orquesta Aragón, fundada en 1939 en Cienfuegos; la pianista y profesora Margot Rojas (Veracruz, México, 1903, radicada en Cuba desde 1912) estudió armonía e historia de la música en Nueva York, donde recibió clases de piano de Alexander Lambert; la pianista habanera Margot de Blanck (1903) ofreció distintas temporadas en el Carnegie Hall de Nueva York, y en muchas otras ciudades de EE.UU., y su hermana Olga (compositora, pianista, arreglista y guitarrista, 1916) viajó en 1938 a EE.UU. para estudiar música. La compositora habanera Graciella Párraga (1905-1971) cuya música fue usada en películas norteamericanas, y grabada en diversas ediciones discográficas, falleció en EE.UU.; el cantante habanero Panchito Riset (1906) marchó en 1940 a Nueva York, donde ha impuesto su estilo original interpretando el bolero permeado por cierto modo soneado, muy solicitado en los ambientes latinos de Nueva York; la soprano lírica y profesora habanera Carmelina Santana Reyes (1907) actuó en los EE.UU., donde brindó varios recitales privados; el profesor y compositor habanero José Luis Vidaurreta (1912) prosiguió sus estudios musicales en Nueva York. La profesora, compositora y directora coral Gisela Hernández (Cárdenas, 1912-1971) estudió con Gustavo Strabe en EE.UU.; la cantante y actriz habanera María de los Ángeles Santana (1914) ha actuado en películas norteamericanas. La pianista y profesora habanera Enma Badía (1915-1960) completó sus estudios de piano con Isabelle Vengerora y Carl Friedberg en Nueva York, y en 1934 se graduó del Institute of Musical Art de la Juilliard School, dio numerosos recitales de piano en diversas ciudades europeas y americanas, y desde 1938 era profesora en La Habana. El cantante habanero Miguelito Valdés (1916-1978) por los años 40 se fue a Nueva York, donde introdujo su novedoso estilo, haciendo de la conga cubana su carta credencial, gozando de fama durante años; hizo muchas grabaciones y apareció en filmes; llamado Míster Babalú; el profesor y guitarrista habanero Isaac Nicola (1916) investigó sobre la vihuela y la guitarra antigua en Nueva York; el director de orquesta y compositor habanero Félix Guerrero (1917) estudió en Nueva York en la escuela Juilliard. Otros han sido señalados con gran influencia por la música de EE.UU.: por ejemplo el pianista habanero Felipe Dulzaides (1917) que en los años 60 organizó el grupo de su nombre y hace varios discos con notables voces femeninas. En 1942, el compositor, pianista y profesor santiaguero Harold Gramatges (1918-2008/9) fue a EUA a estudiar en el Bershire Music Center bajo la guía de Aaron Copland y Serge Koussevisky, y en 1958 obtuvo el Premio Reichold del Caribe y Centro América, otorgado por la Orquesta de Detroit; la compositora, pianista, profesora y cantante María Álvarez Ríos (Tuinicú, Sancti Spiritus, 1919) en la Universidad de Michigan obtuvo el título de Doctora en Música, y entre sus traducciones se destaca su versión del Hello, Dolly de Barbra Streisand, para nuestra Rosita Fornés, que exhibirían en el teatro Karl Marx, del municipio capitalino Playa; el cantante pinareño Miguelito Cuní (1920) viajó por EE.UU.. La mezzosoprano habanera Alba Marina Fernández (1920) residió ocho años en Nueva York, donde estudió canto en la Juilliard Academy y actuó en la NBC, actuó con Nat King Cole y con Eddie Fisher. Del compositor, violinista e instrumentista trinitario Félix Reina  (1921), el danzón El niche nos remeda al epíteto “negro” difundido en la cultura popular cubana y en la estadounidense, en esta última con marcado acento peyorativo. El director y pianista manzanillero Carlos Faxas (1921) estuvo exiliado en EE.UU.; el contrabajista y profesor Orestes Urfé (Madruga, 1922) en 1947 obtuvo una beca por dos años en el Berkshire Music Center en EE.UU., donde fue discípulo de George Edmund Moleux y luego tocó en la Orquesta Sinfónica de Boston; recibió clases de contrabajo del maestro Serguei Koussevitzky, interpretando la parte de contrabajo solista, junto a la orquesta bostoniana, en el homenaje al maestro, ofrecido en 1949, en el Waldorf Astoria. El cantante habanero Vicentico Valdés (1921) viajó a Nueva York, donde con los años adquirió fama como intérprete de la canción, mantenido como una de las voces latinoamericanas más populares, producto de un estilo muy propio; casi todo su repertorio es de autores cubanos, y sus grabaciones han recorrido el mundo, respaldado por grandes orquestas y arreglos brillantes. El cancionero habanero Aurelio Reinoso (1924) viajó por EE.UU., y el bajo habanero Luis Pichardo (1925) se perfeccionó técnicamente en EE.UU. donde actuó en diversos teatros, entre ellos el Metropolitan Opera House de New York, casi siempre radicado en EE.UU.. En 1946 la cantante Radaeunda Lima (Vueltas, Las Villas, 1923) viajó a EE.UU..

[2] Fue profesor de composición del compositor habanero Carlos Álvarez Sanabria (1945); del compositor bayamés Pablo Milanés (1943); del guitarrista, instrumentista y director pinareño Rey Montesinos (1944); del guitarrista habanero Carlos Emilio Morales, 1939; del compositor, cantante y guitarrista habanero Noel Nicola; fue profesor de análisis integral y estadístico de la composición, para el musicólogo y profesor santiaguero Danilo Orozco, 1944; del compositor Calixto Álvarez (Santa Isabel de las Lajas, 1948); del compositor guanabacoense Carlos Malcolm, 1945.

[3] El pianista guanabacoense José Echániz (1905-New York, 1973) en 1920 fue a Nueva York para ofrecer conciertos que extendió a diversas ciudades de EE.UU, donde trabajó fundamentalmente y dirigió el Milliken Conservatory of Music en Decator, EE.UU.. El cantante santiaguero Desiderio Arnaz, desde muy joven vive en Miami, donde comenzó a cantar música cubana en cafés de los muelles, luego en un hotel floridano cantaba acompañado de su guitarra, más tarde con la orquesta de Xavier Cugat con la que ganó mucha popularidad en EE.UU., y en 1940 funda su banda, y después se casa con la actriz estadounidense Lucille Ball, con la que forma un espectáculo musical: I love Lucy, con lo que ganó la televisión y el cine de EE.UU. con el nombre Desi Arnaz. El musicólogo habanero Gilbert Chase (1906) radicado en EE.UU., estudió con Max Dritter y Max Wald, y en las universidades de Columbia y de Carolina del Norte, fue crítico musical en distintas publicaciones estadounidenses y europeas, editor asociado de la Enciclopedia Internacional de Música y Músicos, especialista latinoamericano en la División de Música de la Biblioteca del Congreso de Washington, EE.UU. y profesor de Historia de la Música Americana en la Universidad de Columbia, Director de la Escuela de Música de la Universidad de Oklahoma, miembro de la Sociedad Musicológica Americana, y en 1955 fue el primer Vicepresidente del Consejo Interamericano de Música, con prolífera obra de historia y análisis de la música latinoamericana, española y estadounidense.

[4] El cantante Barbarito Diez (Bolondrón, 1909) actuó en EE.UU.; el director, profesor y compositor habanero Alfredo Diez Nieto (1918) completó su formación en Nueva York con Steuermann, Wagenaar y Mahler. En 1951 Alicia Alonso lleva a escena “Fiesta negra”, con música de Amadeo Roldán, que luego muestra junto a Igor Youskevitch, en el Metropolitan Opera House de Nueva York, con el título “Pas de deux tropical”. El compositor Calixto Álvarez (Santa Isabel de las Lajas, 1938) estudió en EE.UU.; el barítono habanero Ramón Calzadilla (1934) actuó en EE.UU..

[5] Orovio, Helio: Diccionario de la Música Cubana, Edit.  Letras Cubanas, 1981:140-141), “lo que se ofrece  tiene sentimiento, emoción” y entrega a la música cubana nuevos elementos expresivos. Se reunían en la casa del trovador Tirso Díaz y sus hijos (entre ellos el cantante, guitarrista y compositor habanero Ángel, 1921) en el Callejón de Hamel, cerca de Infanta y San Lázaro, hoy municipio Centro Habana cerca del municipio Plaza de la Revolución. “La melodía abandona la quietud tonal, aborda las modulaciones y, armónicamente, se amplía el enlace de los acordes tonales y extra tonales” Al feeling se citan vinculados desde sus inicios, la pianista y arreglista habanera Aida Diestro (1928-1973), directora del cuarteto D´Aida que fundó en 1952 y viajó por EE.UU.; los cantantes santiagueros Miguel de Gonzalo (fallecido en La Habana, 1975) a fines de los 40; y Reinaldo Henríquez (1915) que en 1942, ante la penuria económica en Cuba, se radicó en EE.UU. y durante años se presentó en un programa de costa a costa de la Columbia Broadcasting Sistem; la cancionera santaclareña Moraima Secada (1930); y los compositores habaneros Rosendo Ruiz (hijo) (1918) que tiene obras grabadas en EE.UU.; Luis Yáñez (1920) desde los años 40; Jorge Mazón (1923), Armando Peñalver (1920, desde 1945) y César Portillo de la Luz (1922), que prioriza al feeling en sus charlas y recitales sobre el proceso de desarrollo de la canción cubana en distintos centros del país. Y en el feeling se mueven estilísticamente el cantante santiaguero Fernando Álvarez; el guitarrista y acompañante matancero Froilán Amézaga (1925; ha acompañado a Elena Burke) que ha acuñado una manera de cantar, especialmente en el feeling; Elena Burke ha sido intérprete sostenida del feeling, y viajó con sus cuartetos por EE.UU.; la cancionera habanera Marta Justiniani (1931) incluye en su repertorio muchas piezas del feeling; la cantante habanera Omara Portuondo (1930) ha viajado a EE.UU., y entre sus principales módulos cancioneriles se destaca el feeling; y los compositores habaneros Pablo Reyes (1928) y José Antonio Méndez (1927, también guitarrista y cantante) son representantes del feeling.

[6] Tipo de agrupación que se desarrolla en Cuba a finales de los años 50, de la recreación portorriqueña de los combinations estadounidenses (grupos donde se combinan las distintas secciones orquestales, poniendo uno de cada instrumento) En Cuba surge como necesidad de los pequeños nigth clubs habaneros, que económicamente no podían sostener una amplia orquesta; interpreta todos los géneros musicales, generalmente piano, trompeta, saxofón, contrabajo, drums, percusión cubana, guitarra eléctrica, con una conformación instrumental muy flexible, y desde 1960 proliferan más allá de los club nocturnos a todo el ámbito sonoro cubano. El compositor y pianista matancero Frank Domínguez (1927) trabajó como pianista acompañante de canciones cubanas en diversos night clubs capitalinos y dirigió un combo; el acordeonista, vibrafonista, pianista, compositor, arreglista y director argentino (Santa Fe) Eddy Gaitán (1929, en Cuba desde 1950) dirigía el combo de su nombre; en 1966 el compositor habanero Martín Rojas (1944) funda y dirige el combo Sonorama 6; Leo Brouwer compuso para combo y orquesta, en 1965, su Arioso “Homenaje a Mingus”. El guitarrista y compositor Senén Suárez (Manguito, Matanzas, 1922) en los años 60 organizó su combo, que obtuvo éxito al mezclar elementos musicales nuevos con los raigales modos cubanos.

[7] Cuba se vincula a tales eventos desde que Juan Blanco fundó el Laboratorio de Música Electroacústica en 1980 que actualmente dirige Enmanuel Blanco, y en 1981 se creó la Federación Cubana de Música Electroacústica, eventos a los que se vincularía el Hotel Cohiba donde sesionarían todas las conferencias, y en la Sala Che Guevara de la Casa de las Américas hubo muy buena acogida por su acústica.

 

Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu

Publicado, originalmente, en el Portal Cubarte  http://www.cubarte.cult.cu/ , el 2 de Marzo 2009

Link del artículo: http://www.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/contexto-musical-cubano-estadounidense-en-el-jazz-plaza/7611.html
Autorizado  por el autor, al cual agradecemos.

 

 

 

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