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Antropología urbana: otra mirada a La Habana… y más allá Complemento al libro Hacia una Antropología Urbana en Cuba; Colección La Fuente Viva # 32, Fundación Fernando Ortiz, Ciudad de La Habana, 2009; y al artículo “La Ciudad de La Habana desde la antropología urbana”, en Catauro, Revista Cubana de Antropología, Fundación Fernando Ortiz. Año 9, No. 17, 2008:143-153; ambos del mismo Autor. Solicitado para un libro hispano-cubano: Habana a trasluz (2009) y para Centro Provincial de Patrimonio de La Habana (2012) Versión actualizada (2013).
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Para la Antropología urbana (antropología de ciudad, más que en la ciudad) el espacio citadino trasciende al mero escenario; sus estudios desde 1996 en la Maestría en Antropología (Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana), enlazándola con nexos vitales al resto del sistema científico (no sólo antropológico) desde su epistemología, ha devenido herramienta al trabajo comunitario aun muy insuficientemente promovida y por tanto, apenas aprovechada en nuestra capital (Couceiro, 2008b; texto que deviene el antecedente inmediato al presente), que valora la multietnicidad[1] y migraciones que distinguen las comunidades habaneras entre sí y de otras, en su cosmopolitismo y movilidad,[2] tanto las metropolitanas como las medias y las periféricas, distintivas hacia cada punto cardinal y sus variantes según los caminos.[3] |
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Capitolio de La Habana. 1930. Símbolo habanero, limita al actual municipio Centro Habana del de Habana Vieja. Paso obligado tradicional de todo el que se precie de visitar La Habana, hito fundamental de referencia local en el que confluyen otros muchos valores locales para toda la capital cubana, el país y todo extranjero en Cuba.
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Importan asimismo, los más diversos grupos sociales con sus respectivos espacios y “no espacios” (concesión a quienes así los definen, y que por el espíritu inclusivo y sistémico que impulsa estas cuartillas, tampoco se obvia), todos y cada uno de ellos en continua y compleja interacción de valores y anti-valores, tanto en la cultura ambiental (Couceiro y Perera, 2002)[4] y la más amplia tipología de espacios,[5] como en las relaciones inter e intrageneracionales[6] y las contradicciones a veces antagónicas dentro del ordenamiento jurídico orientado a la ciudad y aun más, sus tantas y tan polémicas interpretaciones, a menudo dañinas y traidoras al espíritu revolucionario inicial; las pautas marcadas por un imaginario frecuentemente lejos de estas identidades, y el papel de los medios de difusión masiva con su programación de factura nacional o no, con sus aciertos y desaciertos en todas y cada una de tales problemáticas. Algunos espacios religiosos trascienden del púlpito a las casas y La Rampa para “salvar ovejas descarriadas” entre la población flotante, con apariencia educativa que fluctúa entre lo proselitista, lo intolerante y hasta lo agresivo, y los santos patronos y fiestas patronales de cada comunidad perviven en la memoria histórica para la Antropología Comparada por ejemplo, en las procesiones marinas de la Virgen del Carmen en áreas costeras como El Carmelo, Casablanca y Guanabo, e incluso más allá, como Rodas en Cienfuegos. Imagen e identidad: los promotores. La identidad, tanto objetiva como subjetiva, es objeto de estudio también para la Antropología Urbana, que por tanto, se interesa asimismo por las imágenes (siempre subjetivas) que de ella se derivan y que llegan a conformar nuevas identidades, y en consecuencia, por la promoción en su más vasta acepción, que genera las imágenes y que tras estudiar científicamente la identidad se le acercan más, por lo que sus imágenes son más confiables, a diferencia de un imaginario que es objeto de estudio, fuente valiosa, pero nunca a asumir acríticamente como verdad científica;[7] entre otros promotores se destacan los artistas, los funcionarios y dirigentes, y los propios estudiosos, figuras públicas en general siempre generadoras de sus propias imágenes (casi siempre empíricas, con toda secuela positiva y negativa) sin olvidar la determinante promoción sin la menor profesionalización e incluso sin conciencia de sí en tanto promoción auténticamente popular, en las más disímiles esferas de la cotidianidad y hasta de la rutina diaria de cada comunidad: un niño que invita a jugar pelota, el ama de casa que avisa lo que llegó al mercado o la nueva telenovela, el anciano que lleva al otro al círculo de abuelos, etc. También importa el sentimiento (afecto) y el sentido (conocimiento, comprensión) de pertenencia, no necesaria ni mecánicamente implícitos, aunque ambos fehacientemente demostrados contra tanto imaginario en lo más genuino de las tantas comunidades habaneras, además de los que manifiesta todo el país (y otros) por su capital en conjunto o parcialmente. Como toda identidad, la comunidad es una integralidad que vive en evolución cada vez más retroalimentaria y dinámica, mientras más metropolitanas y cosmopolitas sean. De aquí que la Antropología Urbana convoca a otras áreas antropológicas y a otras ciencias en general para su estudio, a fin de educar a cada comunidad científica, sistémica y sistemáticamente, en sus propios valores antes empíricos, para que devenga protagonista de la preservación de su propio patrimonio, sin condenarla tampoco al estaticismo; el trabajo comunitario de más alcance no le “lleva cultura”, sino que se retroalimenta con ella para crecerse y ampliar de conjunto todos los horizontes; he aquí la esencia científica del Sistema de Programas y Proyectos Culturales implementado en la Ciudad de La Habana desde 1989 al calor de la introducción de los Estudios Culturales, cuyos resultados se aplican en los programas y proyectos, los cuales si obvian las investigaciones, no son tales, sino los antiguos planes de trabajo que dependían del gusto personal , a menudo arbitrario, de cada promotor. Ello aun no exonera a este sistema de errores e involuciones en una sociedad (Humanidad en general) muy insuficientemente científica, incluida la anti-ciencia de no asumir a un tiempo, teoría y práctica en indisoluble relación, y la seudo cultura (facilista) que reduce y tergiversa las ciencias al elitismo, y la comunidad al populismo, ambos extremos confluyentes. Se trata de trabajar la comunidad desde y con ella, y por supuesto, para ella, sobre sus demandas y necesidades (más que los manidos “gustos y preferencias”) ampliando sus horizontes (también el investigador y el promotor, si son tales, ampliarán los suyos en retroalimentación) y trabajar la población más que el público, que lejos de limitar a la comunidad, enriquece su interacción al resto, ya que si mucho importa estudiar los públicos, mayor interés implica estudiar la población que no ha devenido público, justo para detectar las causas y otras necesidades a atender, tal vez ignoradas hasta entonces. Se han reconocido por sus resultados en esta dirección, la Oficina del Historiador de la Ciudad en La Habana Vieja, y los eventos científico-comunitarios de la Dirección Municipal de Cultura en Plaza de la Revolución.
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Escudo de La Habana, según aprobación del Ayuntamiento de La Habana en 1938. Gentileza de Arista-Salado. 2006b, donde abunda en su historia, devenir, versiones y problemática en general, así como de tantos otros escudos de las más disímiles comunidades habaneras y de todo el país. con sus propias propuestas de solución.
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Los símbolos habaneros y los de cada comunidad habanera protagonizan el análisis de sus imágenes e identidades: el color azul, la historia de sus escudos (Arista-Salado, 2006b) , la Giraldilla, el Morro, la Catedral, y el Carnaval de La Habana, con notorias y ya históricas irregularidades desde el desarraigo de las tantas y disímiles comparsas de sus barrios de origen, cambios de fecha, de espacio… frente a la sublimación del ron, la pipa de cerveza, degeneración de la música en contaminación sonora y violencia como supuestos atributos para cualquier celebración, en virtud no solo del machismo, sino de todo sexismo, con la peligrosísima homofobia según patrones de género en el imaginario. Los medios de difusión determinan en cada contexto comunitario, para bien y para mal, en todos y cada uno de los renglones de la vida social, e impregnan en su interacción y desde su raíz, a los nuevos tipos sociales que surgen, como el cuentapropista, digno también de una monografía según cada labor a la que se dedique por focos, pues se ha extendido (para bien y para mal, cada uno con su identidad e incluso diversidad tipológica) a casi todos los servicios, la producción y la vida habanera, como lo son en el transporte, los boteros y los bicicleteros, entre otros. El capitalino es muy probablemente, el telecentro y canal de televisión[8] que menos satisface la promoción (que como vemos, tanto urge en la capital) de los valores locales, demorado convenio con sus expertos sobre identidades habaneras (y al margen de su obra), tan afectadas por la inmigración indiscriminada sin una política de preservación de nuestros valores, a la que estos medios están llamados a aportar de forma decisiva.[9] También identifica por zonas e incluso focos habaneros, la calidad de las disímiles recepciones (igualmente diversas según los canales) de las señales hasta dentro de un mismo edificio y en un mismo hogar, y algo similar ocurre con las trasmisiones radiales, a no descartar en ningún caso, los canales extranjeros que de pronto entran o hasta se sistematizan, casi siempre ilegalmente, con todo el impacto consecuente de valores y anti-valores, que básicamente exacerban el gusto por lo prohibido, a mejorar la política al respecto de forma más inteligente en cuanto a limitar las prohibiciones, que solo despiertan el morbo; otros focos comunitarios son generados por los estanquillos de periódicos, casas de cambio, cajeros automáticos y otros establecimientos, incluso los más esporádicos, como las ventas de refrescos a granel y los alquileres de películas y más recientemente digitales (cd y dvd) , hasta hace poco perseguidos pero ya legalizados entre los cuentapropistas, donde rara vez se promueve lo mejor, ni lo más educativo para una cultura integral de comprensión y aceptación de toda otredad, propiciando al infinito la seudocultura, la violencia por la violencia a menudo excluyente de todo pensamiento ni mucho menos, criterio; etc. De lo que los medios de difusión, de producción tanto nacional como extranjera, no han quedado exentos en más de una ocasión. Una ciudad que crece: otra tipología de espacios.
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Diversidad comunitaria inmediata desde el mirador en lo alto de la Plaza de la Revolución
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En la diversidad de comunidades que conforman la ciudad, los barrios antes marginados hoy son reconocidos como insalubres, toda vez que ciertamente, se les atiende; a veces en detrimento de otras comunidades, se evidencia lo que denomino “el marginador marginado” (no siempre uno ni otro), que daña a todos. Buena dosis de esta insalubridad radica en el imaginario (que en todos los casos lo lastra), en lo que Oscar Lewis llamaba “cultura de pobreza”; pero si bien tal insalubridad y marginación son relativas (lo que no quiere decir que no sean, al menos no siempre) y al avanzar al siglo XXI, raramente privativas de alguna comunidad al menos en Cuba, han crecido por la inmigración indiscriminada en múltiples zonas y focos habaneros tanto periféricos como metropolitanos, generando barbacoas en hogares, genuinos hacinamientos, y derrumbes en edificios sin la atención necesaria, en barriadas no clasificadas por el imaginario como insalubres ni menos aun, marginadas; se refieren comunidades supuestamente de nuevo tipo como las de tránsito, mientras los inmuebles desatendidos y sin condiciones amenazan vidas y otros bienes, numerosas joyas arquitectónicas han degenerado casas de inquilinato, y se ha perdido genuino patrimonio como el hotel Trotcha en El Vedado o la Casa de los Borrero en La Ceiba de Puentes Grandes (municipio Playa). Esta insalubridad la portan entre otras, las distintas formas de indigencia y mendicidad: los llamados buzos y otros deambulantes, a menudo con sicopatías personales, familiares y sociales, auténticos focos andantes de insalubridad que necesitan atención especializada, lejos de las miserias humanoides que hacen de ellos blanco de escarnio. Cabe distinguir entonces entre marginación y marginalidad, entendiendo por esta última aquellas actitudes que no necesariamente han sido marginadas (aunque pueden llegar a serlo), pero se colocan al margen de lo socialmente establecido y aceptable, para bien (como suele ser el caso de los auténticos revolucionarios en cualquier esfera de la vida, para mejorar el mundo en beneficio de todos en su sentido más amplio y casi siempre, contra anti-valores socialmente establecidos); para mal (como es el caso de la delincuencia, y lo han sido organizaciones como el Ku Kux Klan, la Mafia y tras la triste experiencia del nazismo que llegó al poder, los grupos neonazis y sus afines para quienes por su salvajismo anti-urbano contra toda regla de convivencia que exige la urbanidad, nació la denominación de “tribus urbanas“, hoy extendida a otros grupos muy diversos y totalmente distintos, casi siempre mucho más inocuos y hasta aportativos); o simplemente otra alternativa, actitud diferente que suele enriquecer la diversidad social y la realización y espacios de expresiones y otras necesidades de distintos grupos sociales, como suelen ser esos que hoy heredan la denominación de “tribus urbanas“, y tal es el caso cubano de los emos, los miky, los repas, etc. herederos de los rock and rolleros, los travestis, la prostitución, los bohemios, etc. En cuanto a la migración, la que identifica no solo a la especie humana sino a muchísimas más, casi ley de vida, téngase en cuenta que enriquece, pero también puede ocasionar daños fatales para todos y sobre todo, contra la gran riqueza que es la diversidad, como es el caso de los valores patrimoniales de las comunidades receptoras cuando carecen de (o se viola, o no se vela por) una política de preservar dichos valores y de educar científicamente a la comunidad en cuestión y a los inmigrantes al respecto. Es un tema álgido donde cabe voz y voto, derecho y deber de todos, no solo de los inmigrantes, como populistamente suele enfocarse (y abusivamente por cualquiera de ellos con algún poder), sino también de las comunidades receptoras cuya bienvenida no siempre ha sido debidamente retribuida, sino muchas veces, muy mal pagada y con genuinos retorcimientos en detrimento de sus propios valores de atracción que propiciaron tal migración y por tanto, en detrimento de todo el país y de toda la Humanidad, atentando contra el patrimonio y convivencia en estas comunidades receptoras. Todo ello corresponde a la expansión demográfica y territorial de la ciudad, mucho más allá de la otrora muralla que ya devenía obsoleta, y define así nuevas comunidades y paisajes urbanos cambiantes y en cada caso, sistémicos: arquitectura, diseño ambiental y urbano, medio ambiente que incluye la acción constructiva y destructiva humana que lo habita y visita, más allá de su mera presencia. Así por ejemplo en la Avenida Boyeros, en su comunicación al sur, dadas las comunidades separadas unas de otras por terrenos agrestes, a diferencia de otras vías rápidas , la población flotante es muy discontinua pues su transportación cotidiana es casi siempre por vehículos, salvo cada 17 de diciembre, durante la que es quizás la peregrinación más célebre en La Habana: la de San Lázaro hacia El Rincón, sin desdorar otras como la Santa Bárbara en Párraga, en Regla las de su Virgen, las de la Caridad y entre otras, las que se continúan realizando con mayor o menor impacto o al menos, perviven en la memoria histórica local.
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El farolero, que
aunque no privativa, era una de las tantas atracciones de Los Payasos,
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Tal desarrollo de la ciudad incuba los que llamo espacios ocasionales (aquellos que generan una identidad solo en determinadas ocasiones: el Carnaval con sus comparsas, congas y carrozas o vikingos, las rumbas improvisadas en solares, edificios sobre todo durante apagones, y otros contextos inimaginables hasta el salón, y el género musical de habaneras de raíz, historia y evolución; las fiestas de santería según fechas nacionales, locales e individuales, o los apagones, sobre todo cuando son frecuentes, generan una cultura de espacio ocasional según cada comunidad; etc.) y espacios andantes (cultura que identifica a un espacio dado, pero que de una forma u otra, es explícitamente portada por uno o varios individuos a otros espacios, distantes o no) que se evidencian mediante vestuarios, gestos, etc. y denotan cualquier espacio cultural (religiosidad, profesiones, sexualidad, etc.), sistema no exento de humor, ingenio y creatividad popular , por ejemplo, en la cultura comercial mediante el pregón (clandestino, condenado a disminuir y tal vez desaparecer en contextos oficiales, pero que renace ingenioso como el Ave Fénix en la medida en que se legalizan los cuentapropistas, ambulantes o no), y con el mejor y peor gusto, en la sensualidad, erotismo y cultura sexual, mediante el piropo, no necesaria ni exclusivamente de invitación sexual, tanto del hombre a la mujer como de la mujer al hombre (más explícito en los últimos años pero no tan novedoso como se pretende) e incluso dentro del propio sexo, con sus propios resortes de enmascaramiento dada la homofobia imperante, o más explícitos entre identificados, pero de no menor interés, reflejando siempre las relaciones entre e intra géneros y las modas de ambigüedad o distinción sexual, de interés igualmente para la Antropología Urbana según cada comunidad y contexto en general. Los espacios sonoros se identifican acústicamente e incluyen la contaminación sonora, y los olfativos según los olores, la contaminación por gases, sean todos ellos espacios ocasionales o relativamente permanentes, andantes o no… entre otros. Se entremezclan los tipos, y los espacios artísticos (que a su vez implican focos comunitarios en su diversidad de instituciones especializadas en las más disímiles artes y estas, por su parte, indisolubles de todo el resto del sistema cultural) generan espacios ocasionales más allá con los públicos en derredor por compra de boletos o durante funciones o en determinados horarios, sobre todo en su entrada y salida, o en las galerías que se han volcado a espacios artísticos extragalerísticos, todo lo cual apunta a la dialéctica complementaria (no excluyente) entre el espacio público y el privado, y el papel entre ambos, del espacio institucional, muy vinculado a la relación entre institución y comunidad, al margen de que cada institución suele generar comunidades propias que, lamentablemente, no siempre concilian total y a veces ni siquiera parcialmente con la comunidad de residencia en que se encuentran, con todas las situaciones problemáticas consecuentes, para las que la Antropología Urbana brinda sus herramientas científicas en busca de soluciones.
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Ciudad Deportiva
(1947). Municipio Cerro limítrofe a: extremo sur del municipio Plaza de
la Revolución, |
Existen otros muchos espacios en atención a la cultura que portan, sistémica con otras manifestaciones culturales pero distintiva al mismo tiempo: funerarios, escolares, lúdicos de diversas edades, culinarios, científicos, de la cultura física y deportiva (parques, el Malecón, gimnasios, etc.), todos ellos muy variados y cada uno con su propia identidad que a su vez, se matiza y, por ejemplo, en las ciencias médicas, son distintos los espacios generados por un gran instituto nacional o internacional, los hospitales con su población laboral diversa, y la flotante según horarios (además de aquellos que suelen “cortar camino” a otros peatones, como el Calixto y la Covadonga), el médico de la familia, el policlínico, y hasta por especialidades, como muestran las clínicas estomatológicas o la veterinaria de Ayestarán, y los dentistas y veterinarios particulares; si bien este tema nos invita a interactuar mediante la Antropología Urbana con los otros campos antropológicos, en este caso la antropología médica y a tono con el concepto actual de la salud no limitada a la carencia de enfermedades sino al bienestar integral, entendiendo en cada persona (incluidos los profesionales de la salud también como pacientes y allegados de pacientes) en atenciones casuísticas según lo que su espíritu, su cultura (no necesariamente extranjero para ser diversa… siempre es diversa por definición) y otras necesidades le determinan y requieren e incluso, la salud de cada familia y de cada comunidad en tanto convivencia y respeto intra e intercomunitarios, y también a sus respectivos entornos ambientales. Si como espacios turísticos consideramos el interés que suscitan, es prácticamente universal , puesto que los espacios creados para el turismo suelen ser inorgánicos por estereotipados en tanto seudo cultura o kitsch facilista, y los turistas (casi tan diversos como turistas hay) suelen interesarse por lo más auténtico justo por cotidiano, orgánico, natural y genuino. De asumir los espacios turísticos por la concentración de turistas (que es donde más los ubica el imaginario), son aquellos donde se concentran los hoteles e instalaciones similares, tales como La Rampa, La Habana Vieja, el complejo del Tritón en Playa, Playas del Este, el Malecón que según su incursión en el nuevo entorno ambiental o social, conduce a una polémica y a menudo, prejuiciada clasificación del turismo por ejemplo, en turismo “de sol y playa“, “ecológico“, “sexual“ e incluso, “ turismo cultural“ como una forma supuestamente superior del turismo que enajena del resto de manera peyorativa y olvida que las restantes, aun en sus anti-valores siempre a polemizar como tales axiológicamente, también integran el complejo sistema que es la cultura, pero en la coyuntura actual con alquileres particulares (legales o no) a extranjeros, se expanden sobre todo por los barrios más metropolitanos y en general, doquiera vaya un turista (nacional o no), a su paso, florece en interacción con el nuevo medio, un espacio turístico… aunque no sea tal en el imaginario, a menudo ciego ante lo que he llamado, “la trascendencia de lo cotidiano”. Pero con frecuencia no es el espacio el que determina a una comunidad, y en una misma familia, e incluso en un mismo individuo, confluyen diversas comunidades, en ocasiones de forma antagónica y hasta agresiva, cuyas soluciones la Antropología Urbana también propicia; no se pueden obviar entre otras, el teléfono (incluidos hoy los celulares o móviles, que al igual que los auriculares a veces afectan la necesaria atención en la vía pública) y el diseño, las vallas y otras señalizaciones urbanas, y ya mediante el ciberespacio crece la ciudad e interesa a la Antropología Urbana dado el acceso a información por disímiles vías promotoras, en las limitaciones idiomáticas, los perjuicios que sufre el idioma, los ecos de numerosos acontecimientos digitales como la “guerrita de los e-mail” entre diciembre del 2006 y marzo del 2007 con momentos climáticos en la Casa de las Américas y el Instituto Superior de Arte, y otros; ventana relativamente inmediata a todo el mundo, tan público como privado, tan veraz como falseado (como la literatura impresa) y con posturas tan antiguas como novedosas (igual, como la literatura impresa) y en una avalancha de información (repito: tan veraz como falseada) que requiere de mucha destreza para orientarse, y exige elevar el espíritu crítico de quien la busca, que en no pocas ocasiones ha propiciado violencia social, lo que no resta todas sus potencialidades para el más feliz desarrollo y forjar una mejor Humanidad; al menos en Cuba, dista mucho todavía de competir con otros espacios en el protagonismo, pero no ha de desestimarse, pues sus perspectivas son muy aceleradas y prometedoras, objeto de estudio tan interesante como necesario en la actualidad, así como insoslayable para el desarrollo de todo tipo, sin que por ello se pueda tampoco absolutizar acríticamente. Clamores y perspectivas de la Antropología Urbana. Una Antropología Urbana con este enfoque, retroalimentaria con toda antropología en la ciudad y con otros contextos no urbanos, urge para toda comunidad habanera, para toda Cuba y mucho más allá, para la mejor convivencia en el respeto y valoración de la riqueza que es la diversidad, la aceptación de todo “otro” y según cada caso, la alteridad, en una prevención social y educación sexual cada vez más científicas en la lucha contra el sida, el dengue y otras enfermedades del cuerpo y del alma, como son los sexismos y la homofobia; contra la drogadicción, el alcoholismo y el tabaquismo (no contra drogadictos, alcohólicos ni fumadores) y otras adicciones y patologías sociales; contra el abuso de poder en cualquier contexto (incluso familiar), extremismos y falsedades, intolerancia y marginación de cualquier índole; contra el verticalismo y la acrítica pasiva espera de orientaciones (promotores sin visión ni valentía para promover nuevos valores y cambios necesarios), sordos a las iniciativas del otro, sobre todo de “la base”; contra la delincuencia, los racismos de todo tipo y en cualquier dirección, los etnocentrismos, regionalismos y localismos; contra las tantas formas de violencia multidireccional,[10] el estrés y sus consecuencias, cada uno distintivo por contexto comunitario. La Antropología Urbana ha de ser protagonista en la preservación del patrimonio cultural y natural (incluida toda la riqueza de cada ecosistema), tangible e intangible (Guanche y Mejuto, 2008) de cada comunidad, contra la ignorancia y el regionalismo (inconfeso o no) y otras motivaciones[11] que ignoran lo que llamo “la trascendencia de la cotidianidad” y pretenden desdibujar la gran riqueza de las tantas comunidades capitalinas en la generalidad de lo cubano, con el perjuicio consecuente contra toda la cultura nacional; aporte o perjuicio que no depende de ser nativo o inmigrante, pues en unos y otros abundan virtudes, beneficios y tributos, defectos, perjuicios e indolencias, casi sin distinción, imponiéndose el análisis casuístico como método universal, contra toda receta dogmática por simplista, reduccionista, prejuiciada y hasta marginadora. Las liminalidades son frecuentes en las áreas más metropolitanas,[12] además de identidades construidas que desarraigan y dañan el genuino patrimonio local que pervive en la memoria histórica, por lo que son susceptibles de fácil revitalización contra el deterioro del patrimonio capitalino, la agonía de las instituciones llamadas a su preservación[13] y el silencio sobre las familias tradicionales (genuino “tesoro vivo” de cada contexto: edificios, solares, casas de inquilinato, áreas marginadas o insalubres, repartos otrora elitistas…), las otras evidencias de sus raíces (incluidos visitantes, inmigrantes, jóvenes…), y un mosaico riquísimo de identidades que incluye afectos e imaginario.[14] La Antropología Urbana es imprescindible para una adecuada división político-administrativa y decidir topónimos; garantiza mejores funciones de cualquier institución y sector, que a menudo no se reconocen en el sistema que es toda sociedad (cuyas disfunciones acarrean males mayores) en que viven, y contra este institucionalismo y sectorialismo aporta la Antropología Urbana, que por definición metodológica, implica trabajar una comunidad con las aledañas (y otras no aledañas, incluso de otros países) y el resto contextual, para lo que integra el tema familiar y toda institución y sector.[15] Aun al iniciar el siglo XXI, somos pioneros de este difícil (pero urgente e impostergable) proceso de educación científica para la promoción de patrimonio y valores comunitarios, en una Humanidad que aún no es científica; nuevas perspectivas abren el Proyecto Identidad (Rensoli , 2006) y la naciente Simbología en Cuba (Arista-Salado, 2006a) , sobre estas imágenes de identidades que con sus propias técnicas, estudian diversas disciplinas con distintos grados de desarrollo epistemológico: escudos, banderas, monedas, medallas, condecoraciones, sellos, cuños, uniformes, letras, nombres y apellidos, etc. a potenciar en una Sociedad Cubana de Simbología.
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Jueves 15 de marzo de
2007, 9.30 am. Desfile de Banderas que dejó inaugurado el X Simposio
Territorial de Estudios Culturales y Fórum Municipal de Ciencia y
Técnica de la Cultura Plaza de la Revolución, |
Finalmente, identifiquemos al habanero actual, mucho más allá del 68 % de nativos en la Ciudad de La Habana (Rensoli, 2006), por el sentimiento y sentido de pertenencia de todo el país y allende Cuba, que para con estas comunidades habaneras, y a pesar de algún imaginario demasiado empírico, improvisado y hasta retorcido, demuestran esta y otras investigaciones: es el nativo al margen del grado de tradicionalidad de sus ancestros en esta u otras comunidades habaneras, y considerando además sus vivencias y sus raíces, que porta doquiera vaya; es el habanero por adopción, también con sus vivencias y raíces propias y de sus ancestros, en las distintas comunidades habaneras, aun cuando no se auto reconozca habanero, en los diversos niveles de un misterioso proceso según cada sujeto; es la huella del no habanero, a menudo no cubano, al margen del tiempo de visita o por su obra o su memoria; es el imaginario de y sobre La Habana, extendido por toda Cuba y por todo el mundo; es la obra humana en La Habana y sobre La Habana, su historia, su flora y su fauna oriunda e importada, doméstica y silvestre, su identidad ambiental e integral. Ser habanero incluye la transculturación con otras identidades cubanas y de otros países, que si no se comprenden, no se entiende La Habana; la capacidad de amor no reconoce límites, y las tantas monografías aquí introducidas en la diversidad como su mayor tesoro, nos retroalimentan con otras culturas desde nuestras identidades objetivas y subjetivas en evolución transculturativa y en sus diversos grados de tradición y actualidad (siempre relacionadas), a las que solo las ciencias nos acercan para preservar y promover mejor, profundamente de cada comunidad, habaneros y cubanos a la vez, latinoamericanos y universales a un tiempo, toda la fastuosa identidad y riqueza de esta capital, en efecto: de todos los cubanos, y cuyas problemáticas aquí analizadas se reproducen, aunque siempre casuísticamente y según el nivel de complejidad, en el resto de las ciudades del país… y de todo el mundo. BIBLIOGRAFÍA MÍNIMA. 1. Arista-Salado y Hernández, Maikel. Introducción a la Simbología Cubana: Boletín Plvs Vltra, IX Fórum Municipal de Ciencia y Técnica de la Cultura Plaza de la Revolución, 2do. Premio. Marzo 2006a. 2. ---: Heráldica Cívica Cubana. Mención del Premio Nacional Anual de Investigación Cultural, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello. 2006b. 3. Couceiro Rodríguez, Avelino Víctor: “El Mercado tiene Cuatro Caminos”. En Catauro, Revista Cubana de Antropología. Fundación Fernando Ortiz, año 6 # 11/2005:95-123. 4. ---: Los Pingueros y sus Clientes, en VII y VIII Conferencia Internacional de Antropología, Multimedia Génesis CD. Instituto Cubano de Antropología, Ciudad de La Habana, noviembre 2006. 5. ---: Hacia una Antropología Urbana cubana desde comunidades metropolitanas. Estudio de caso. Biblioteca Científico-Técnica de la Academia de Ciencias de Cuba, 2004. Cámara del Libro, Ministerio de Educación Superior. ISBN: 978-959-16-0604-4, 2007a. 6. ---: Ciencia y comunidad: propuesta metodológica para el trabajo comunitario. Biblioteca Científico-Técnica de la Academia de Ciencias de Cuba. Noviembre 2006. Cámara del Libro, Ministerio de Educación Superior. ISBN: 978-959-16-0605-1, 2007b. 7. ---: Apropiación homosexual de espacios heterosexualistas en Cuba. Libro digital en CD, IX Conferencia Internacional Antropología 2008. COSUDE, Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación. Noviembre 2008a. 8. ---: “La Ciudad de La Habana desde la antropología urbana”, en Catauro, Revista Cubana de Antropología, Fundación Fernando Ortiz. Año 9, No. 17, 2008:143-153. 2008b. 9. ---: Hacia una Antropología Urbana en Cuba. Colección La Fuente Viva, # 32. Fundación Fernando Ortiz. Ciudad de La Habana, 2009. 10. --- y Jorge Manuel Perera Fernández. De la cultura ecológica universal a una comunidad cubana. Editorial Extramuros, Centro Provincial del Libro y la Literatura, Ciudad de La Habana. 2002. 11. Guanche, Jesús: Componentes étnicos de la nación cubana. Colección La Fuente Viva, Fundación Fernando Ortiz, 1996. 12. --- y Margarita Mejuto (comp.): La cultura popular tradicional: conceptos y términos básicos. Consejo Nacional de Casas de Cultura, La Habana, 2008. 13. Rensoli Medina, Rolando Julio (compilación). Proyecto Identidad. Publicitaria Imágenes del CIMEX. Comisión de Historia del Comité Provincial del Partido Comunista de Cuba, Ciudad Habana, 2006. FOTOGRAFÍAS Avelino Víctor Couceiro Rodríguez, Maikel Arista -Salado y Hernández y Fondos de Archivo de la Dirección Municipal de Cultura Plaza de la Revolución. Notas: [1] Incluye la racialidad, debate la existencia o no de comunidades por color de piel (distinta Cuba al caso estadounidense) y las tantas formas y multidireccionalidad del racismo; pero trasciende mucho más allá. [2] Intra e intercomunitaria por los diversos medios y vías, más dinámicas mientras más urbanas: incluye transportaciones, cultura vial, señalizaciones, accidentes incluso caseros e institucionales en su huella vial y urbana más allá; teléfonos públicos, correos, infraestructura urbana, baches, tupiciones, aguas albañales, rejillas de alcantarillas retiradas peligrosamente, urbanismo contra barreras arquitectónicas (entre otros) por mayor integración de los diversos minusválidos (sicoballet, teléfonos para sordomudos, etc.), el ambiente en cada parada de ómnibus, la vulgaridad en las relaciones cotidianas, la cultura y seudo cultura de colas en los más disímiles contextos, el cuidado o no con los animales en cada vía pública y su abandono casi siempre condenados a horribles sufrimientos hasta muertes atroces, propiciadas a veces por Zoonosis como institución destinada supuestamente a sanear así las calles aunque con todo el daño ambiental y moral consecuente; las distinciones del habitante de cada periferia entre sí y con respecto al de los barrios metropolitanos, más entrenados (por necesidad) que estos en combinaciones para moverse desde su periferia concreta, que viceversa, aunque no tanto ya entre periferias, a menos que esa periferia en particular le sea familiar por cualquier motivo; o los cada vez más comunes y gustados campismos distintos y la mucho más tradicional playa (sobre todo Playas del Este y costas de Miramar hasta la rotonda del otrora Coney Island) con la interacción implícita con que retornan; campismos que por razones de tiempo, inaccesibilidad y otras, a veces improvisan en la ciudad, no sólo hacia la alejada periferia en el Parque Lenin pese al difícil transporte, sino por más acceso, en el Bosque de La Habana, el Zoológico de 26, el Malecón… y transculturan para bien en tanto nuevos espacios de expresión al acceso de las hoy llamadas tribus urbanas entre otros, y para mal cuando se agrede el entorno ambiental o social, lo que no es su identidad esencial ni puede acarrear prejuicio alguno, a avenidas tan urbanas como la de los Presidentes o calle G, que para ello se prestan por su identidad raigal medioambiental y sus tradiciones de vías rápidas de comunicación y de relaciones sociales, bien cerca, pero al mismo tiempo apartadas de los focos de máxima atracción y por tanto de máxima población flotante, como La Rampa en este caso, entre otros que no son tan “campismos”, pero cumplen funciones similares. [3] Abundan zonas y focos “chinos” en toda La Habana mucho más allá del Barrio Chino (hoy tampoco tan chino), pero sobre todo se confunden (todavía más, culturalmente) con las distintas hispanidades y africanías, cuya mezcla inicial incluyó los distintos indoamericanos de Cuba y del resto continental, y luego otros asiáticos y europeos no hispanos que nos deciden en la cultura occidental de raíz greco-latina y esqueleto judeocristiano, y sus versiones caribeñas (anglófonas, francófonas, etc.) y otras americanas, así como árabes y hebreos desde los criptojudíos hasta los asquenazis y sefardíes… todos y cada uno de ellos en disímiles oleadas migratorias y transculturados, que distinguen raíces comunitarias y múltiples focos en toda La Habana al conformar nuevas identidades harto distintivas entre sí en sus orígenes y evolución, con las cualidades tal vez más complejas y ricas entre lo que se ha denominado “el etnos-nación cubano” (Guanche, 1996). [4] El Carmelo (de Paseo hacia el río, en el otrora Monte Vedado), en fecha tan temprana como 1859, combinó parques con avenidas en una urbe que nacía del bosque y aportaba la jardinería, el arbolado, el parterry (severa impronta de lo más avanzado del racionalismo francés e inglés del momento), y logró aquí lo que en Europa, mientras huían de la contaminación a los bosques cercanos, no era sino una quimera; aunque ya se manifestaba la depredación humanoide cazando las hermosas aves canoras locales, lo que culminaría con una muy amenazante contaminación del río Almendares hacia fines del siglo XX, hoy supuestamente en recuperación. La identidad ecológica y su cultura (incluida la seudocultura de anti-valores) consecuente, junto a la economía, la historia, los distintos grupos poblacionales humanos y la cultura en todas sus manifestaciones, constituyen los cinco aspectos cuyas relaciones entre sí, definen y diagnostican una comunidad (Couceiro, 2007b) [5] Para la problemática homosexual en Cuba entre los espacios erótico-sensuales y los espacios sexuales, en la urgente lucha contra la homofobia en tanto patología social, ver Couceiro, 2006 y 2008a, que en 2007a y 2009 trasciende a la diversidad de la prostitución sexual y su status legal e interpretaciones; así como para la cultura estética sin que se reduzca mutuamente con las artes, sino protagonista en todo el resto del sistema cultural determinando incluso para el placer de vivir y por tanto, mayor esperanza de vida; y para la cultura política en tanto poder (incluido sus extremos, su abuso y el caos de la anarquía) más allá del Estado, el Gobierno y los militares, incluyendo los poderes sicológicos de la religiosidad en tanto sicología religiosa que trasciende de la religión a toda la cultura incluso no religiosa, y otros poderes sicológicos: los de los prejuicios inculcados, el poder de la fuerza bruta, el de la inteligencia, el de la intriga, del chantaje, del miedo y el del carisma con su poder de convocatoria, de persuasión y otros, el poder del amor, la admiración y la valentía, de las emociones (positivas y negativas) y otros poderes sicológicos, conscientes o no, en general; el poder de la rutina, de la inercia, del cambio y de la sorpresa; el del ciclo vital y el de la Naturaleza, el de los medios, en cada comunidad y en cada grupo y colectivo, en cada institución y el del puesto según cada entidad incluidos los que supuestamente menos poder tienen, esto es: el poder de los supuestamente no poderosos; los poderes detrás de cada poder, en la familia e incluso, en la continua lucha intrapersonal por los más diversos motivos y contextos, y los poderes entre especies (incluida la humana) y en cada otra especie; el papel y vulnerabilidad de los espacios de miedo incluso para la marginalidad; la cultura militar, a la que no se limita la vida militar ni viceversa, y que trasciende con creces a dicho sector, y su problemática en cada contexto de La Habana; y los espacios religiosos en toda su diversidad y grados de privados o públicos, institucionales, etc.: las desembocaduras de los ríos (donde se unen “las dos aguas”: Oshún y Yemayá); papel de los cementerios y del Bosque de La Habana (antiguamente usado también para duelos), y otras áreas verdes; y más allá de la religión, como el yoga y todo el infinito estigmatizado en lo “parasicológico”: la Nueva Era y el universo que incluye distintos sistemas astrológicos, lecturas de manos y cartas, supersticiones, etc.; y 2005, recrea toda la cultura en torno a un espacio comercial en particular, método válido siempre casuísticamente para otros tipos de espacios. [6] No pueden equipararse mecánicamente edad, experiencia, madurez, pues esta última depende de cómo se haya sabido aprovechar (o no) las experiencias para la vida cotidiana, y no de la simple experiencia, que tampoco es igual por edades y depende de la experiencia con respecto a qué. Ha de evitarse todo dogma por edad, y enfocar la invisibilidad de una mediana edad a pesar de su protagonismo familiar y social, y los retos de nuestros índices generacionales que identifican a países con mucho mayor nivel de desarrollo, mientras ya se cuestiona el esquema de que ser joven (y solamente entonces) es tener jovialidad y vitalidad, así como el concepto simplista y dogmático de belleza que no hay que limitar ni absolutizar en una juventud siempre relativa al margen de las edades, igual que la alegría y menos aun, la felicidad. El tema generacional se extiende a favor de las modas lógicas y necesarias, incluso implícita y a veces, explícitamente revolucionarias que también trascienden edades, y contra los modismos que como toda seudo cultura, se asumen descontextualizada y acríticamente, a menudo mostrando personalidades dependientes de los otros en busca de una supuesta aceptación. [7] Se ha promovido que los habaneros somos sucios, simplismo que obvia los múltiples inmigrantes, las insuficiencias para depositar y recoger deshechos y las debilidades del ordenamiento jurídico al respecto y de su cumplimiento; un animador de TV cuestionó cómo es posible ser cubano viviendo en la calle 23, o imponía escoger amar la provincia de nacimiento o la capital en que vive, como si no fuera posible amar a ambas; un artista de cabaret (en su afán de caer gracioso) preguntaba al público cuántos eran habaneros, y al que levantaba la mano lo acusaba de mentiros. También se ha reducido bloques en absurdas y peligrosas oposiciones regionalistas y peyorativas (a veces racistas) como Regla-Guanabacoa (comunidades tradicionales) vs El Vedado, Alamar o Miramar (no comunidades sin tradición), lo que atenta contra todos al distorsionar sus identidades por múltiples omisiones y tergiversaciones, entre otros errores y horrores. [8] Actualmente Canal Habana; su antecesor, Lente Capitalino, con menos tiempo cubrió un poco más la rica diversidad habanera, pero nunca dio abasto, muy insuficiente para todo lo que es necesario promover de las comunidades capitalinas como su más genuino patrimonio y otros valores a preservar, análisis a extender casuísticamente a las emisoras radiales, radio bases, radioaficionados y el cine, incluido el llamado cine aficionado y cine clubes, sitios web y demás y sobre todo al Centro Provincial del Libro y la Literatura, donde el saludable slogan “capital de todos los cubanos”, no debe mal interpretarse marginando la literatura científica para preservar el vasto y fundamental patrimonio de las tantas comunidades capitalinas y sus otros tantos valores, lo que sí se prioriza con toda razón, en los restantes Centros Provinciales del Libro y la Literatura, pero queda más marginado en la capital, donde no siempre los supuestos promotores y otros funcionarios que producen imágenes públicamente, tienen el sentimiento ni el sentido de pertenencia que sí prolifera en sus más humildes habitantes, tradicionales y no, y en numerosos visitantes y otros, pero con menor acceso a publicitar sus imágenes. [9] No se cuestiona la calidad de su programación u otros valores, como el dinamismo o el acierto de coordinar horarios al televidente según los otros canales, aunque ya tan felices aciertos han perdido cierta regularidad; sino su misión y la realización de su propia identidad, de espaldas a numerosos acontecimientos locales que paradójicamente, han hallado más cabida en otros canales, aunque en estos, los espacios dedicados a las comunidades obvian o subvaloran más a las capitalinas (a pesar de su cuantía y complejidad) por su inmediatez y ser supuestamente más conocidas (imaginario totalmente empírico y polémico, a menudo peyorativo y dañino) y casi siempre las reducen a estereotipos en ocasiones anti-capitalinos. Otras veces la promoción que se prioriza es la empírica e improvisada, regida por el más triste concepto de “cultura de masas” y por franco abuso del poder de los medios vs los genuinos investigadores especializados en tales comunidades. [10] Se estudian los nexos de la violencia no solo con el machismo de ambos sexos sino con todo sexismo y la homofobia (violencia vs supuesta debilidad), así como el suicidio, el asesinato y el homicidio, el robo y el hurto, odios e iras, toda forma de marginación, de imposición y de expropiación de identidades, de realizaciones personales y de valores incluso contra otras personas y contra individuos de otras especies, los ecocidios, etc. [11] Incluida la salida del país por cualquier vía sin más interés en la capital, aunque para las salidas ilegales, al revés, muchos de la capital acuden fuera, a costas supuestamente menos vigiladas. [12] Entendida la liminalidad como esa identidad derivada de otras identidades en confluencia, que por tanto suelen carecer incluso de topónimo raigal general más que por algún hito local significativo para la comunidad y también, para sus exteriores. [13] Couceiro, 2007a: el estudio de caso fue el municipio capitalino Plaza de la Revolución, con la problemática de su diverso patrimonio comunitario y entre otros, los proyectos gestados para educar tales comunidades a protagonizar la preservación de su propio patrimonio (incluidos museos de cada cultura comunitaria), y las genuinas preocupaciones de sus habitantes por tales valores; sin embargo, el siglo XXI le ha deparado la pérdida de su Museo Municipal, única institución especializada al estudio y preservación de todo tipo de patrimonio, sin que todavía se afiancen soluciones, e Informática municipal de Cultura, con su sitio web que debiera protagonizar esta batalla, lleva más de diez años sorda a tales urgencias de promover el patrimonio y otros valores locales, que han hallado mejor eco en otras entidades y personas (incluso en otros países) mucho menos responsabilizadas pero mucho más sensibles al tema. Pero la problemática es similar en toda La Habana metropolitana, mucho más feliz en la periferia y en casi todas las restantes provincias, y no ha sido por deficiente trabajo, si recordamos la época de oro que alcanzó el Museo Histórico Municipal de Plaza de la Revolución durante (al menos) sus primeros 10 años, luego a tenor de los cambios en política de cuadros no siempre felices; y la activa vida con que se destacó el Museo del Cerro. [14] Entre otras muchas maneras, el profundo amor por sus comunidades (a menudo inconsciente) se aprecia también en las quejas por deterioro y suciedades, pues implican ansias de mejoría para dicha comunidad. Entre tantísimos otros ejemplos, 30 años después, los graduados del pre del Vedado en 1976 se reencuentran, localizan aquí doquiera estén (incluso los residentes en el extranjero), y recrean una rica memoria histórica local; y lo mismo sucede con la Lenin, y con otras muchas escuelas e instituciones diversas. [15] Valores que en Cuba pueden ser acogidos entre otros muchos, por las Sedes Universitarias Municipales, los Círculos del Adulto Mayor, trabajadores sociales, médicos de las familias, Museos Históricos Municipales y Casas de Cultura, secciones de base municipales de la Unión de Historiadores de Cuba, coordinadores de Cultura Comunitaria de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y el sistema de Educación, cuya asignatura Historia de la Localidad no debe subvalorar cada cotidiano y su más genuina y humilde comunidad, en virtud de lo que he reconocido anteriormente como “la trascendencia de lo cotidiano“, protagonista en cada comunidad pero aun tan marginada por el elitismo y el populismo, y por el facilismo y la inercia de los clichés heredados. Si los niños en esa asignatura entrevistaran a los adultos mayores que vivieron en su comunidad, aportarían numerosos valores para redescubrir y preservar sus propios valores comunitarios, afán en vano durante casi 20 años que a pesar de la concepción pedagógica, queda al arbitrio de cada sujeto maestro, en ocasiones indolente ante estas comunidades y a veces, hasta a su propia profesión, mal universal en todas las profesiones. Una feliz experiencia en el municipio Plaza de la Revolución ha sido, a partir de sus Simposios Territoriales de Estudios Culturales revitalizando patrimonios locales desde 1989 (ya 20 eventos hasta la actualidad) los Encuentros de Historia y Tradición de mi Barrio El Carmelo, bienales desde 1995.
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Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu
En Letras-Uruguay ingresado el presente trabajo el día 22 de marzo de 2013
Autorizado por el autor, al cual agradecemos.
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