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Antecedentes en el contexto musical
cubano-estadounidense para el Jazz Plaza |
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El jazz cubano (del que se erige el Jazz Plaza como representativo; foto del libro digital Jazz Plaza de Gonzalo Vidal, gentileza de Yasser Expósito, con agradecimientos muy especiales para Ángel Peña Fernández, Vladimir Hernández Hernández y Dorys Couceiro Arsis), sólo se comprende, a mi modo de ver, dentro del sistema tradicional de transculturaciones entre lo mejor de la cultura (en este caso, musical) del pueblo estadounidense, y la del pueblo cubano, lo cual se remonta, al menos, al siglo XIX, en las continuas experiencias de cubanos ya entonces en ese país (muchos de ellos, exiliados políticos), con las que regresaban en franca retroalimentación con no pocos estadounidenses que a ellos se vinculaban allá o incluso, en Cuba. Es consecuencia por tanto, de un proceso que trasciende mucho más integral, con cimas tan elevadas y tempranas (pero que también distan mucho de ser exclusivas) como lo serían el poeta romántico santiaguero José María Heredia y Heredia (1803-1839) con su Oda al Niágara, y los habaneros el presbítero Félix Varela y Morales (1787-1853) con su periódico independentista El Habanero (Filadelfia y Nueva York), y José Julián Martí y Pérez (1853-1895) que en Cayo Hueso fundó el Partido Revolucionario Cubano (1892) para la libertad de Cuba y Puerto Rico, todos ellos hitos de la más genuina cultura revolucionaria cubana. Tampoco puede pasarse por alto que este proceso, como demostrarán este y el próximo artículo, abarca las más distintas y distantes regiones de Cuba, y otro tanto similar entre los Estados Unidos de América, aun cuando en este último caso se mencionen algunos lugares como Nueva York, más que otros; pero se evidenciará mucho más allá. Como tercera observación preliminar, este artículo hurga en los valores más tradicionales, por lo que no se profundiza en las migraciones y otros fenómenos del último medio siglo que, sin la menor duda, también tiene sumo interés y connotaciones de gran valor si de transculturación musical cubano-estadounidense hablamos y que de hecho, merecen su propia monografía. |
Y ya centrándonos en este proceso musical cubano-estadounidense con toda su impronta para el proceso transculturativo de estas dos naciones, por supuesto, es menester mencionar los hitos que desde ambas han aportado al mismo, y en tan temprana fecha se destaca el músico estadounidense Louis M. Gottschalk[1]: el compositor habanero Manuel Saumell (1817-1870) considerado el iniciador del nacionalismo musical cubano, dedicó su contradanza Luisiana “a mi amigo L.M.Gottschalk”, muy amigo además del pianista y compositor habanero Nicolás Ruiz Espadero (1832-1890), a quien orientó y ayudó, y propició la edición y propagación en Europa de sus obras; también acompañó al piano en su primer concierto de violín en 1855, al compositor, violinista y profesor matancero José White (1836-1918), quien de inmediato embarcaría a Francia a estudiar, y fue por sus consejos que el profesor y pianista camagüeyano Carlos Alfredo Peyrellade (1840-1908) precursor de los conservatorios de su apellido en Cuba, fue enviado por su padre a París. Mientras tanto, el compositor catalán Antonio Raffelin (1796-1882) radicado en La Habana, se trasladó a Filadelfia donde editó la revista musical La Lira Católica y compuso fundamentalmente, música religiosa; en 1862 vuelve a EE.UU.; casi toda su obra es desconocida, puesto que se encuentra en EE.UU.; el profesor y compositor inglés Juan Metzler (Londres, 1800) radicado en La Habana desde 1826 como músico, profesor y periodista sobre música, viajó en 1836 a Nueva York con varios intelectuales cubanos, donde se relacionó con el anti anexionista bayamés José Antonio Saco y López-Cisneros (1797-1879), y fue tan interesante para el proceso de acriollamiento del bolero español. Y durante todo el siglo XIX, abundan los hitos de la música cubana aportando y nutriéndose en EE.UU., con las repercusiones consecuentes para ambas culturas[2], incluidos los minstrels (teatro de “negritos”) estadounidenses entre las raíces del teatro vernáculo cubano (1868), y los músicos independentistas[3], lo que por supuesto, ya con una República mediatizada por la Enmienda Platt (1902), continúa en el nuevo contexto entre siglos[4], sin olvidar las composiciones que explicitan tales influencias[5]. Entre siglos el baile de moda llega a ser el two steps, de origen estadounidense[6]. Sobre 1909, los soldados del Ejército Permanente (durante la triste Intervención Militar Estadounidense en Cuba) trasladaron el son (género vocal, instrumental bailable, una de las formas básicas dentro de la música cubana) de Oriente a La Habana[7] en un proceso de transculturación viceversa por el que también importaron la entrada de la rumba desde La Habana a la región oriental, y hacia 1910, llevaron la corneta china de las comparsas asiáticas (Los Chinos Buenos) del Barrio Chino de La Habana en el Carnaval capitalino, a las comparsas santiagueras, en cuyas congas es, desde entonces, protagonista. A lo largo del siglo XX, continúan las vivencias de los músicos cubanos en los EE.UU.[8], y se genera el lamento como variante de la canción cubana que trató de expresar el lamento conformista de los negros cubanos, y que algunos han inferido con presunta influencia del blues estadounidense[9], incluido el trascendental compositor y director de orquesta y de banda habanero Gonzalo Roig (1890-1970) que además de componer su “capricho afrocubano” Lamento Negroide (1943) y otras obras como Parlá sobre el Niágara, en 1929 funda la Orquesta Ignacio Cervantes, y en 1930 es invitado por la Unión Panamericana para dirigir una serie de conciertos en EE.UU. donde hizo una victoriosa gira como director de bandas de música norteamericanas (U.S. Army Band, U.S. Soldier´s Home Military Band, U.S. Marine Band y U.S. Navy Band) logrando que se reconociera mundialmente la riqueza rítmica de nuestros géneros musicales, mientras en Cuba se bailaba el charleston y los medios de difusión masiva (grabaciones, la radio desde 1922, el cine que incluye y desarrolla el audio desde 1929, y la televisión desde 1949), fomentan el gusto por el mundo sonoro estadounidense, entre ellos excelentes valores tradicionales del music hall desde Broadway y otros, incluso en el cine de animación. En 1931 la cantante guanabacoense Rita Montaner (1900-1958) viaja a EE.UU. contratada por Al Johnson para cantar en su Wonder Bar, y esta transculturación incluye terceras culturas cuando por ejemplo, en 1932, el guitarrista y compositor santiaguero Roberto Moya (1897-1971) con el cuarteto Trovadores Líricos viaja a Nueva York, donde luego se une al argentino Carlos Spaventa y se motiva al tango, trabaja en películas como El tango en Broadway y deja muchas grabaciones. Tampoco faltan pináculos de la música estadounidense cuya huella queda indisolublemente vinculada a algunos de estos cubanos eminentes, como es el caso en 1932, del eminente George Gershwin (Brooklyn, 1898-Hollywood, 1937) considerado como el lazo de unión entre el jazz y los intelectuales (había sido pianista y compositor de jazz y de jazz sinfónico, entre otros géneros musicales) con Ignacio Piñeiro y el Septeto Nacional[10], mientras en 1936, el compositor, pianista y director de orquesta habanero Eliseo Grenet (1893-1950) fue a Nueva York donde hizo positiva labor de divulgación de la música cubana e introdujo la conga, además de componer la canción Lamento Esclavo y el son Lamento cubano. Otros participan en eventos, discos y cine, en el coloso norteño[11]. Mientras continúan las vivencias de cubanos en EE.UU.[12], las charangas de raíz francesa, desde 1922, se sustituían por las orquestas de jazz band desde la tercera década del siglo XX, en un proceso que cualificaría este contexto musical cubano- estadounidense hasta la actualidad. Notas: [1] Nacido en Nueva Orleáns en 1829 y fallecido en Río de Janeiro, Brasil, en 1869, hijo de hebreo inglés y de criolla francesa, elogiado en 1844 por el eminente músico polaco Frederic Chopin (1810-1849) [2] Por sólo citar algunos ejemplos, entre los habaneros, el violinista José Domingo Bousquet (1823-1875) tocó en varias ciudades de EE.UU., y el pianista Pablo Desvernine (1823-1910) tras dar recitales en varias ciudades de EE.UU., desde 1869 fue profesor en Cuba; el pianista y compositor matancero José Comellas (1842-1888) fue muchos años, profesor de música en Baltimore, EE.UU.; el compositor habanero Gaspar Villate (1851-1891) nombre indispensable en la ópera cubana y otros géneros, en 1868, al estallar la Guerra de Independencia, emigró a EE.UU., y el santiaguero Pedro María Fuentes (n.1858) viajó a EE.UU. donde fue bien acogida su música. La compositora y pianista habanera Cecilia Arizti (1856-1930) ofreció conciertos en EE.UU.. En 1893, el pianista camagüeyano y profesor de canto Emilio Agramonte, fundó la Escuela de Ópera y Oratoria en Nueva York, donde durante 15 años dirigió la Gounod Society hasta 1902 cuando regresa, inaugura en La Habana la Sociedad Coral Chaminade y fue profesor en la Academia Municipal de Música. [3] El pianista y compositor habanero Ignacio Cervantes Kawanagh (1847-1905, máximo exponente del nacionalismo musical cubano) en 1875 fue obligado por el Capitán General de Cuba a abandonar el país por recaudar fondos con sus conciertos para los insurrectos, y contestó que iría a Estados Unidos por ser el país más cerca, para continuar haciendo lo que aquí hacía; en su obra, se encuentran dos transcripciones de Tarantella del ya citado Gottschalk, una para dos pianos, y otra para piano, cuerdas, trompa y flauta; su último viaje fue en 1902, como representante de la música cubana, a la Exposición de Charleston. El flautista Ramón Solís (Sagua la Grande, 1854-1891) dio conciertos en las principales ciudades de Norteamérica, con extraordinario éxito; fue amigo de Martí y ofreció conciertos para recaudar fondos con fines patrióticos; el compositor, pianista y director de orquesta camagüeyano José Marín Varona (1859-1912) tras estrenar su zarzuela El brujo (La Habana, 1896) marchó a Cayo Hueso, EE.UU., por sus ideas independentistas, donde además de su música, hizo periodismo, hasta regresar con la República a organizar y dirigir la Banda del Estado Mayor del Ejército. Y finalmente, se apunta la tradición familiar en los cienfuegueros, el compositor Tomás Tomás (1820-1888) quien estudió piano, armonía y composición en EE.UU., y su hijo, el director de orquesta y banda, profesor, musicólogo y compositor Guillermo Tomás (1868-1933) que en 1888 partió rumbo a New York donde continuó sus estudios y se doctoró en música; en EE.UU. llevó a cabo innumerables actividades para recaudar fondos a la causa independentista, con su esposa la soprano cienfueguera Ana Aguado (1866-1921) quien partió en 1889 a EE.UU. donde obtuvo por oposición la plaza de solista en la iglesia neoyorquina de San Francisco Javier y participó en numerosos festivales para recaudar fondos para la independencia, participó con el Héroe Nacional José Martí en otras actividades, y regresa en 1898 como profesora de música. En 1901 la Banda del Cuerpo de la Policía Nacional que había fundado Guillermo apenas un año amtes, participó en la Exposición Panamericana de Buffalo, haciéndose escuchar también en Roxbury y Wisconsin; al regresar, fue convertida en Banda Municipal de La Habana; en su revista quincenal Bellas Artes que fundó en 1908, colaboró Henry T. Fink, y entre otros conciertos, organizó “La Música de los Estados Unidos en la Paz y en la Guerra” (1919) El pianista Harry Ross nació en Nueva York en 1901, de padres cubanos emigrados durante la independencia; su niñez y adolescencia transcurrió en Cuba, pero pasa a New York donde trabaja al lado de Hoffmann, Stokowski y Pachmann. Tras varias estancias en Cuba, fijó finalmente su residencia en EE.UU.. [4] El violinista y profesor matancero Juan Torroella (1874-1938) ofreció conciertos en EE.UU.; el compositor, pianista y director de orquesta de baile Antonio María Romeu (Jibacoa, 1876-1955) viajó por EE.UU., donde amenizó fiestas cubanas, grabó numerosos discos para la RCA Víctor y obtendría Medalla de Plata en la Exposición de Filadelfia. El pianista, compositor y director de orquesta habanero Jorge Anckermann (1877-1941) al visitar varios estados mexicanos, extendió la gira a California. El director de orquesta de baile, compositor y figlista Félix González (Madruga, 1877-1967), también grabó para la Víctor y para la Columbia. El compositor, clarinetista, profesor y director de orquesta y banda José Urfé (Madruga, 1879-1957) viajó en diversas ocasiones a EE.UU. como integrante de orquestas de teatro. La violinista camagüeyana Marta de la Torre (1880) viajó a EE.UU., al igual que el guitarrista y trovador habanero Miguel Zaballa (1886-1965) en su popular dúo con Floro Zorrilla en la segunda década del siglo XX, el tamborero habanero Trinidad Torregrosa (1893-1977) y en diversas ocasiones, el compositor, guitarrista e intérprete trovadoresco santiaguero Alberto Villalón (1882-1955). El compositor y pianista habanero Narciso Sucarich (1881-1950) integró algún tiempo la Compañía de Ernesto Lecuona, con la que viajó a Nueva York y otros lugares. El compositor spirituano Miguel Companioni (1881-1965) viajó a Nueva York en 1911 para un examen médico en que le informaron que no recuperaría la vista. El compositor y director de orquesta santiaguero Alfredo Brooks (1884) estudió música en la academia de Víctor Herbert, en EE.UU., y luego fue director de orquesta en Santiago de Cuba. La pianista y cantante habanera María Cervantes (1885) hija y discípula de Ignacio, grabó magníficos discos en EE.UU.. El trovador y guitarrista spirituano Carlos Díaz de (“Tata”) Villegas (1886) marchó a EE.UU. a cursar estudios académicos y en ese país cantó, primero con un coro religioso, y luego con un cuarteto, madurando su estilo. El compositor y director de bandas camagüeyano Luis Casas Romero (1882-1950) que en 1922 inició la radio cubana, viajó por EE.UU.; el trompetista, compositor y director de orquesta trinitario Julio Cueva (1897-1975) marchó con don Aspiazu a EE.UU.. [5] Entre las canciones del guitarrista y compositor Alfredo Sánchez (Remedios, 1878-1969) se encuentra Luna en Maniatan, y entre los gustados danzones que compuso el cornetinista y director de orquesta típica o de viento Pablo Zerquera (Sagua la Grande, 1886-1966) sobresale Havana Park. [6] Introducido en Cuba por los hermanos Morales, hijos de los Marqueses de la Real Proclamación, en la Sociedad Anónima de Instrucción y Recreo del Vedado (Línea entre A y B, 1890-1907), cuya Orquesta dirigía José Martín Varona, que fue una de las obras interpretadas por la Banda Municipal en la I Exposición Nacional de Agricultura, Industrias, Artes y Labores de la Mujer (1911) en la Quinta de los Molinos, en la cual se destacó la exposición agrícola, casi toda de norteamericanos residentes en Cuba, y la primera exposición de razas caninas en Cuba, con ciertos ejemplares premiados en exposiciones norteamericanas y francesas, de lo que resta el monumento del Club Teckel, y se propuso convertir la Quinta, hasta entonces casi olvidada, en un soberbio Parque Público al estilo del Parque de Madrid, el Bosque de Bolonia o el Parque Central de Nueva York, aunque en escala mucho más reducida, todo lo cual demostraba el impacto norteño en nuestro país. [7] El complejo del son cubano ha transitado triunfalmente también por Norteamérica. [8] El compositor Mario Valdés Costa (Isabela de Sagua, 1901-1929) amplió sus conocimientos musicales en EUA, prometedor talento que murió muy joven en New York; en 1920 la orquesta Alemán viajó a Tampa, donde actuó en distintos bailes; la cantante, guitarrista y compositora María Teresa Vera (Guanajay, 1895-1965) en dúo con Rafael Zequeira, viajó en varias ocasiones a Nueva York, grabando discos, a donde en 1926 regresaría con su Sexteto Occidente y grabó sones; en 1923 nació en Nueva York la vedette de Cuba Rosalía Palet Bonavia (Rosita Fornés), hija de españoles establecidos en Cuba, a donde retornarían en breve, y ya profesional, ella viajó y trabajó en EE.UU.; en 1925 el bongosero habanero Agustín Gutiérrez hace una gira con el Septeto Habanero por EE.UU. y ha sostenido encuentros de percusión con grandes tamboreros cubanos y norteamericanos; en 1927 el trío Matamoros viajó a EE.UU., donde grabó sus primeros discos y obtuvo rápido triunfo, dirigido por el compositor y guitarrista santiaguero Miguel Matamoros (1894-1971) y con él, su coterráneo Siro Rodríguez (1899) va a Nueva York donde obtuvo éxito, grabando discos; Zoila Gálvez (Guanajay, 1902) entre 1927 y 1928 es la primera soprano de la Compañía Miller y Lyles (Nueva York), en 1929 recorre EE.UU. y en 1951 ofrece un memorable concierto en el Town Hall de Nueva York, que ella misma superó en 1953 en el Carnegie Hall de la misma ciudad. El bongosero y guitarrista habanero Alfredo Boloña (1890-1964) viajó en 1926 a New York y con su agrupación, grabó para la Columbia, y en 1915 había fundado en La Habana la Agrupación Boloña que ya sexteto, viajó a New York en 1926. El pianista y compositor guantanamero José Gallart (1890-1946) en 1900 fue a EE.UU., donde en 1905 se graduó de Ingeniero Civil y al regresar en 1907, estudiaría armonía y composición por correspondencia con el profesor Alfred Wooder, y obtendría después los títulos de contrapunto y fuga en Filadelfia, con piezas como Mable; el compositor y flautista habanero Florentino Herrera (1895-1929) obtuvo una beca para seguir estudios en Nueva York, con éxito en sus presentaciones en EE.UU.. El violinista manzanillero Diego Bonilla (1900) en 1931 inició una gira por EE.UU., y regresó como profesor a La Habana. El pianista y acompañante manzanillero Luis Borbolla (fallece en 1979) acompañó conciertos en EE.UU.; la cantante Ester Borja (Santiago de las Vegas, 1913) en 1943, dio un recital de música cubana en el Carnegie Hall, e hizo cinco giras por EE.UU. con Sigmund Romberg. [9] El compositor habanero Jorge Berroa (1938) compuso Lamento, “Shake dramático para actor, soprano y grupo instrumental”; y el bailador, tocador y cantador de rumba Benito González (Jovellanos, fines del siglo XIX-1950) es autor de la pieza afro Lamento de un congo real. [10] En 1926 el compositor habanero Ignacio Piñeiro (1888-1969) como contrabajista del Sexteto Occidente, de María Teresa Vera, viajó a Nueva York, de donde regresó en 1927 y fue cuando fundó el Sexteto (luego Septeto) Nacional. Entre otros géneros, cultivó el lamento. En 1927, el Septeto Nacional es contratado por la Academia Habana Sport; entre ellos estaba el barítono habanero Bienvenido León (1888) quien había marchado muy joven a Tampa (EE.UU.) para trabajar en tabaquerías, y allí empezó en 1909 como cantante hasta que regresa a Cuba en 1911 a un cuarteto, pero en 1924 viaja a Nueva York con Juan de la Cruz y Alberto Villalón, a donde regresaría ahora en 1927 en el Septeto Nacional, para viajar luego a España; en 1929 se les incorporaría el cantante habanero José Jiménez (1910-1929), quien fallecería de pulmonía en el barco Nueva York-Sevilla, a cuya Feria iba como integrante de tal septeto que en 1933 actuará también en la Feria Exposición de Chicago “Un Siglo de Progreso”, donde obtienen Medalla de Oro. Igual el compositor y guitarrista cienfueguero Marcelino Guerra tras integrar dicho Septeto, se radicó en Nueva York. En 1932 Gershwin visita La Habana y frecuenta la estación radial CMCJ donde trasmitía el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, con quien entabló amistad y recogió anotaciones musicales de las obras del genial compositor, fruto de lo cual, Gershwin en su Obertura Cubana, utiliza temas del son pregón Échale Salsita. [11] En 1934, al compositor, profesor, violinista y director de orquesta Amadeo Roldán (París, Francia, 1900, de madre cubana y padre español-1939) en el Town Hall de Nueva York, le estrena Nicolás Slonimsky sus Motivos de Son, sobre textos del poeta camagüeyano Nicolás Guillén (1902); de 1920 es su Lamento, para violín y piano. En 1937 el guitarrista José Rey de la Torre (Gibara, 1917) se radicó en New York, aunque con largas estadías en otros países brindando su arte por todo el mundo. El tresero, cantante y compositor matancero Isaac Oviedo (Sabanilla, 1902) en 1937 viajó con el Quinteto Típico en gira a EUA; en 1938 el pianista Mario Romeu (Regla, 1924) logra una beca en EE.UU., y el compositor e intérprete trovadoresco habanero Graciano Gómez (1895-1980) llevó su música a Nueva York, y con su Conjunto Matancero (constituido en 1929), al viajar por las Antillas, había grabado para la Víctor. El compositor, profesor y director de orquesta Pedro Sanjuán (San Sebastián, España, 1887-1976) radicado en La Habana desde 1924, representó a Cuba junto a García Caturla en el Segundo Festival de Música Norteamericana, Mexicana y Cubana, organizado por Nicolás Slonimsky, y en 1939 se radica en EE.UU., donde fallece. El compositor habanero Eduardo Sánchez de Fuentes (1874-1944) viajó por EE.UU. y en 1939 fue delegado cubano junto a Gonzalo Roig, al Congreso Internacional de Música celebrado en Nueva York. El compositor, guitarrista y cantante matancero Manuel Luna (Colón, 1887-1975) con el cuarteto Luna (1939), poco después actuó en la Feria del Tabaco de Tampa, en el Pabellón Cubano de la Feria de Nueva York y en diversos lugares de Norteamérica. La Orquesta femenina Anacaona, fundada en 1932, ha viajado también por EE.UU.; y también la Orquesta Aragón, fundada en 1939 en Cienfuegos; la pianista y profesora Margot Rojas (Veracruz, México, 1903, radicada en Cuba desde 1912) estudió armonía e historia de la música en Nueva York, donde recibió clases de piano de Alexander Lambert; la pianista habanera Margot de Blanck (1903) ofreció distintas temporadas en el Carnegie Hall de Nueva York, y en muchas otras ciudades de EE.UU., y su hermana Olga (compositora, pianista, arreglista y guitarrista, 1916) viajó en 1938 a EE.UU. para estudiar música. La compositora habanera Graciella Párraga (1905-1971) cuya música fue usada en películas norteamericanas, y grabada en diversas ediciones discográficas, falleció en EE.UU.. La soprano lírica y profesora habanera Carmelina Santana Reyes (1907) actuó en los EE.UU., donde brindó varios recitales privados; el profesor y compositor habanero José Luis Vidaurreta (1912) prosiguió sus estudios musicales en Nueva York. La profesora, compositora y directora coral Gisela Hernández (Cárdenas, 1912-1971) estudió con Gustavo Strabe en EE.UU.; la cantante y actriz habanera María de los Ángeles Santana (1914) ha actuado en películas norteamericanas. La pianista y profesora habanera Enma Badía (1915-1960) completó sus estudios de piano con Isabelle Vengerora y Carl Friedberg en New York, y en 1934 se graduó del Institute of Musical Art de la Juilliard School, dio numerosos recitales de piano en diversas ciudades europeas y americanas, y desde 1938 era profesora en La Habana. Otros han sido señalados con gran influencia por la música de EE.UU.: por ejemplo el pianista habanero Felipe Dulzaides (1917) que en los años 60 organizó el grupo de su nombre y varios discos con notables voces femeninas. la compositora, pianista, profesora y cantante María Álvarez Ríos (Tuinicú, Sancti Spiritus, 1919) en la Universidad de Michigan obtuvo el título de Doctora en Música, y entre sus traducciones se destaca su versión del Hello, Dolly de Barbra Streisand, para nuestra Rosita Fornés, que exhibirían en el teatro Karl Marx, del municipio capitalino Playa; el cantante pinareño Miguelito Cuní (1920) viajó por EUA. [12] El cantante habanero Panchito Riset (1906) marchó en 1940 a New York, donde ha impuesto su estilo original interpretando el bolero permeado por cierto modo soneado, muy solicitado en los ambientes latinos de New York. En 1942, el compositor, pianista y profesor santiaguero Harold Gramatges (1918-2008/9) fue a EE. UU. a estudiar en el Bershire Music Center bajo la guía de Aaron Copland y Serge Koussevisky. 1958 obtuvo el Premio Reichold del Caribe y Centro América, otorgado por la Orquesta de Detroit. En 1946 la cantante Radaeunda Lima (Vueltas, Las Villas, 1923) viajó a EE.UU.. El cantante habanero Miguelito Valdés (1916-1978) por los años 40 se fue a Nueva York, donde introdujo su novedoso estilo, haciendo de la conga cubana su carta credencial, gozando de fama durante años; hizo muchas grabaciones y apareció en filmes; llamado Míster Babalú.
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Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu
Publicado, originalmente, en el Portal Cubarte http://www.cubarte.cult.cu/ , el 27 de Febrero 2009
Link del artículo:
http://www.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/antecedentes-en-el-contexto-musical-cubano-estadounidense-para-el-jazz-plaza/7598.html
Autorizado por el autor, al cual agradecemos.
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