Con
motivo de la publicación de la Antología de poesía costarricense
contemporánea SOSTENER LA PALABRA (Editorial Arboleda-Casa
Cultural Amón, 2007) se ha desatado una interesante polémica. El debate,
lastimosamente hasta ahora, se ha centrado más en la figura del
antologador que en las calidades de la antología. Acorralado por esa crítica,
me permito hacer algunas aclaraciones y reflexiones al respecto.
Se ha expresado en muchos lugares que toda antología es un error. En mi
caso, quisiera asumirlo así, pero esencialmente como ya lo decía el
maestro Carlos Rafael Duverrán en la Introducción a su antologia Poesía
contemporánea de Costa Rica, como un error necesario. Las antologías
(del sustantivo griego flor, y del verbo también griego escoger:
florilegio, colección de trozos escogidos: analectas, crestomatía,
epicilegio) son muestras, o colecciones, imperfectas, debido al criterio
personal que siempre priva en términos del compilador y sus gustos o
preferencias estéticas. Así, la antología que nos ocupa no podía ser
de otro modo: una selección imperfecta, por tanto proclive a la crítica
y a la polémica.
En SOSTENER LA PALABRA la “estética” (como insistía en
cuestionarnos un joven artista en el debate que sostuvimos con el poeta y
editor Gustavo Solórzano en la Casa Cultural Amón la noche del 10 de
octubre) de la misma es la posibilidad de mostrar las principales
propuestas estéticas que coexisten en la variada oferta poética
costarricense de nuestros días. Por esa razón es ocioso indagar cuáles
poetas fueron excluidos, a no ser como ejercicio crítico en el terreno de
los instituyentes culturales. Lo necesario es preguntar cuáles franjas
ideoestéticas de la poesía tica contemporánea fueron obviadas.
Debido a lo anterior, la selección es un tanto ecléctica. Obedece a
criterios de representatividad y no exactamente de “calidad”, como,
justificadamente, podrían exigir algunos. Una “buena” antología
debería ser más estricta en cuanto a sus criterios y seguramente se
restringiría a unos cuantos nombres. Pero en esta antología lo
importante es la panorámica, la idea de conjunto. Aquí si importa el
bosque, no tanto los árboles.
Los criterios de selección se señalaron en la Presentación de la
antología: poetas nacidos después de 1950, salvo siete excepciones (Mayra
Jiménez, Juan Antillón, Helio Gallardo, Rodrigo Quirós, Guillermo Sáenz
Patterson, Alfonso Chase y Osvaldo Sauma), incluidos porque sus trabajos,
de alguna manera, representan franjas importantes en la actual poesía
costarricense y han influido, de una u otra forma, en las promociones más
recientes. El otro elemento es que la mayoría de ellos (salvo Chase y
Sauma, hay que subrayarlo) no ocupan un sitial justo en el canon de la
literatura nacional.
La parte más polémica (toda la antología lo es, lo sabemos y lo repito)
de esa selección ha sido la inclusión de los “extranjeros”. Por
primera vez nos arriesgamos a incluir poetas no nacidos en Costa Rica,
pero que han producido, y siguen produciendo, su obra en nuestro país, al
cual adoptaron, por medio de la naturalización, como su segunda patria.
Es probable que el chauvinismo tico resienta este criterio de inclusión,
como ya se ha manifestado en algunos círculos. De hecho una de las poetas
incluidas, nacida en otro país, ha protestado por ello y hasta nos ha
“demandado” por admitirla sin previa consulta.
Un rasgo distintivo de la poesía costarricense es su proclividad hacia lo
interno, hacia lo endogámico. Por razones que muchos estudiosos han señalado
nos da pánico el exterior y nos refugiamos en nosotros, nos dirigimos
hacia el interior, aunque, por ello mismo, nos deslumbramos fácilmente
con lo extraño-extranjerizante. Ojala que esa minusvalía ideológica no
esté presente en las críticas que se nos hacen. Porque uno de los
objetivos tácitos de la antología es dar a conocer, más allá de
nuestras fronteras, la actualidad del quehacer poético costarricense en
su amplia diversidad y en su intensa producción.
Hechas estas aclaraciones con breves acotaciones-reflexiones, espero que
la polémica continué por sus diversos cauces y matices. La misma, bien
entendida y esperada, sin necesidad de ataques ad hominem, debe enriquecer
nuestra propuesta antológica, la cual, insisto, es imperfecta y por tanto
está sujeta a observaciones críticas y a reconvenciones teóricas, como
toda elaboración humana. Es un error necesario, como lo dije, dado que se
hacía imprescindible un corte temporal, una muestra antológica, en el
acontecer poé-tico para dilucidar los caminos de la creciente producción
lírica “nacional”.
Tienen la palabra los “críticos”, los autores nacionales e
internacionales, y todas las personas interesadas en tan apasionante e
incomprendido quehacer. |