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(Con motivo de la retrospectiva de su obra en Paseo de los Museos Casa Santo Domingo, Antigua, Guatemala)
 

Roberto Cabrera: puente entre culturas, saberes y quehaceres
Adriano Corrales Arias
hachaencendida@gmail.com

 
 

Breve introducción:

Hablar de Roberto Cabrera es hablar de inquietud artística, iniciativa cultural, curiosidad científica, estudio riguroso y aguda reflexión intelectual. Tal y como los sabios renacentistas lo preconizaban, su quehacer se ha desplegado por múltiples campos, disciplinas, saberes, espacios y tiempos. Si uno revisa su extenso curriculum se percata inmediatamente de la variedad de intereses y preocupaciones, ya no solo en el terreno del arte, donde se desenvuelve como pez en el agua, sino en campos complementarios, e incluso incómodos y disímiles para la práctica artística contemporánea, como la economía, la comunicación (semiótica), la historia, la etnografía, la antropología... en fin, la pluralidad de quehaceres en el amplio marco de las ciencias humanísticas, o lo que los norteamericanos han bautizado como estudios culturales.

Por eso no voy a realizar un análisis de la producción artístico-intelectual del maestro Cabrera, mucho menos una reflexión investigativa de sus resonancias en la esfera estética o conceptual. Eso le corresponde a los especialistas. Sencillamente intentaré acercarme al Roberto Cabrera hombre, ese que me ha permitido interactuar para conocerlo desde la intimidad en largas conversaciones, encuentros con otros intelectuales y autores, y en sonadas aventuras organizativas en el terreno del arte y de las culturas populares. Y al Cabrera inter y transdisciplinario, ejemplo de la necesaria integración de saberes que, hoy como nunca, se impone para reinterpretar la compleja realidad en una época de globalización bajo esquema neoliberal.

Por supuesto, no obviaré referirme a su extensa producción artística y a su intensa labor como estudioso, educador, promotor, investigador, extensionista y crítico artístico-cultural. Pero me concentraré en su faceta principal: la de tendedor de puentes entre diversos saberes y campos culturales. Y entre dos países que se han reconfigurado en la región centroamericana como referentes indispensables e ineludibles de la actividad cultural y de las prácticas artísticas: Guatemala y Costa Rica.

Su producción artística:

 
   
 
   
 
   
 

El recientemente fallecido periodista y poeta polaco Ryszard Kapuscinsky decía, refiriéndose a la literatura, que la más auténtica es la que sabe narrar, no a través de la pura invención y ficción, sino a través de los hechos directos, de las personas y las cosas, de esas transformaciones desquiciadas y vertiginosas que impiden atrapar el mundo en su totalidad y ofrecernos su síntesis, permitiéndole únicamente al poeta, como un reportero en el caos de la batalla, atrapar unos cuantos fragmentos. En otras palabras, escribir en nuestros días significa decir lo que se ve, hablar de la realidad tal y como es, no “ficcionar” porque, definitivamente, la realidad supera a la ficción.

Pienso que la producción artística de Roberto Cabrera hace suya la afirmación de Kapuscinky, en tanto ha intentado recoger en sus dibujos, cuadros-objeto, grabados, collages, ensambles, objetos esculturados, escultopinturas, e instalaciones, la esquizofrénica y violenta realidad histórica de su país de origen, Guatemala, y en general de América Latina y del mal denominado Tercer Mundo, utilizando las técnicas formales de lo más avanzado de las vanguardias y transvanguardias de los países centrales o hegémonicos. Todo a partir de la investigación de campo antropológica y socioculural, del estudio como autodidacta y de la experimentación formal para apropiarse de los lenguajes de los productores de las metrópolis y reconfigurarlos en una temática donde los sectores populares son los protagonistas principales y las víctimas.

Como el mismo Roberto lo expresara en su Autorretrato integrado al célebre texto de Lionel Méndez Dávila (Roberto Cabrera, su producción artística, aproximaciones a la teoría de la dependencia y posibilidad de una estética en su contexto, Guatemala, 1976): El arte es, desde luego, una estructura compuesta de elementos contradictorios. Pero esa estructura está dentro de otra estructura mayor. Ser realista en el arte, o en cualquier manifestación práctica dentro de esa estructura de estrucuras, es lo que en mi trabajo trato de alcanzar. De esa manera, los rostros indígenas y ladinos, torturados, asesinados, desaparecidos o violentamente expuestos en las páginas rojas de diarios y telenoticiarios, deambulan y se mezclan con rótulos de tiendas, carteles populares, anuncios, arreglo de altares, adorno de muertos, equipajes, vestuarios, gestos y objetos de plazas, mercados, bares y pulperías; o entre objetos e imágenes procedentes de las culturas dominantes o hegémonicas.

Esa producción ha estado acompañada siempre por la búsqueda histórica, antropológica y etnográfica (“etnointerpretativa” como la llama él mismo) de los mitos fundacionales de Mesoamérica en colisión con la modernidad impuesta, para darle soporte conceptual, ya no solo a las mismas producciones, sino a la identidad de sus interlocutores, y lo que es mejor, a la del propio productor. Porque Roberto Cabrera hace de su trabajo visual una intensa búsqueda de sí mismo en una realidad abruptamente dividida por las contradicciones de su pasado histórico y de un presente confuso donde una supuesta posmodernidad se muerde la cola en países dependientes y no realizados desde el mismo punto de partida de la modernidad, con profundas asimetrías y violentas diferencias que no permiten, al parecer, la consolidación de un proyecto que aglutine la diversidad en la unidad y viceversa.

Así, muchas de las series que ha pintado (Personajes del solsticio, Personajes del Chilam Balam, Serie Popolh Vuh, Serie Maximón) van de la cultura popular al desciframiento de los mitos encerrados en los libros míticos (Chilám Balam, Popol Vuh, o Poh Wu, como pronuncian los lingüistas contemporáneos) y, especialmente, todo el ritual y la cosmovisión que se desarrollan alrededor de las estructuras y cofradías de los ritos frutales del Maximón de Santiago de Atitlán y de otras comunidades guatemaltecas, así como del San Simón apropiado por la cultura “ladina”. De allí pasa a las series que reflejaban la situación social, principalmente urbana, en la Guatemala de finales de los setenta (Serie Génesis, Transfiguración XV-XX, Serie El Muro, Personajes de Tierra Caliente, Personajes Cotidianos, etc.) que lo ubican dentro del arte documento o testimonial. Hoy, retomando, esa larga experiencia de búsqueda y aprendizaje, luego de su regreso a Guatemala tras una larga estadía en Costa Rica, continúa interviniendo la realidad con una perspectiva mucho más madura, pero siempre dentro de las grandes coordenadas que han delineado su producción estética.

El promotor y el educador:

Uno de los rasgos sobresalientes de Roberto Cabrera es el de promotor artístico y cultural. Desde las primeras armas juveniles como estudiante y coorganizador de grupos como la Asociación de Artes Plásticas, o de publicaciones universitarias como Color y forma, pasando por esa intensa experiencia organizativa y teórica que marcara su impronta en el arte guatemalteco, la conformación del grupo Vértebra, hasta la organización de la Asociación CERCA, la ACEIVPA (Asociación Costarricense para el estudio de la Vertiente del Pacífico) y la Asociación Nacional para el desarrollo y la promoción de las culturas Populares (ANACUPO), para poner tres ejemplos de su extensa residencia en Costa Rica, el artista ha desplegado sus dotes de organizador y promotor de organizaciones, galerías, talleres, exposiciones, publicaciones, encuentros, congresos, etc.

En esas lides organizativas costarricenses me ha correspondido conocer, compartir y reconocer su trabajo, el cual ha derivado en aventuras gloriosas como la organización de la exposición que denominamos Guaterica y que lograra implementar una muestra de arte costarricense en el Museo Carlos Mérida de Guatemala y otra de arte guatemalteco en la Galería Nacional del Centro Costarricense de la Ciencia y la Cultura. El vigor, la constancia y la camaradería que se expresa a veces en la observación crítica y en la reconvención fraterna, hacen del artista un emprendedor lúcido desde la sociedad civil como contraparte a la desgana de políticas culturales por parte de nuestros gobiernos mediatizados y cooptados por el capital transnacional y globalizado.   

 En otro terreno donde se ha desarollado el maestro Cabrera es en el de la docencia. Desde que partiera como profesor en la Escuela Preparatoria a nivel medio en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) pasando por la Universidad Popular, la Universidad de San Carlos, la Universidad Nacional y la Universidad de Costa Rica, su actividad docente se ha desplegado en diversas corrientes no solo estéticas o artísticas, como el dibujo o el diseño, la historia y teoría del arte o la estética, sino complementarias y transversales como el estructuralismo, los métodos de investigación, la semiótica, la historia en general, la teoría de la cultura, la antropología y la promoción sociocultural, entre otras.

Consciente de que la actual academia se ha burocratizado y se inmoviliza en compartimentos estancos, el maestro ha comprendido que la formación artística debe tener un ámbito más abierto y transdiscipliario. Por eso, desde que abriera su Estudio y Taller Cabrera, allá por el año 1972 en Ciudad de Guatemala, su interés por transmitir los conocimientos adquiridos a las nuevas generaciones ha devenido en una práctica docente de aula abierta, donde una plaza, un parque, una cafetería, un museo o galería, o su propia casa-taller-galería, son espacios propicios para el proceso de enseñanza-aprendizaje y cuya principal muestra es la notable actividad que desarrolla actualmente con jóvenes artistas urbanos e indígenas, con quienes implementa talleres libres de investigación y de actividad teórica, sin parar mientes en su nivel académico-escolar, sino, sencillamente, en su talento y en sus posibilidades de aprehensión conceptual.

Este tipo de trabajo docente imbricado con la investigación y la producción artística, no lo dudo en ningún momento, dará muy pronto sus frutos en el arte y la actividad intelectual guatemalteca. La academia, el sistema de enseñanza y las insituciones culturales, deberían tomar nota de este tipo de laboratorio docente extramuros, como un modelo a seguir en momentos en que, como ya lo señalamos, las mismas se estancan en estructuras burocráticas y poco flexibles para los cambios téorico-metodológicos que estamos observando en esta estapa histórica signada por la inter y trandisdisciplinariedad, así como por la cibernética y los avances tecnológicos en cuanto a la imagen y la reproducción audiovisual, herramientas imprescindibles para el desarrollo científico.

El crítico, el escritor, el investigador:

Como lo he venido exponiendo, Roberto Cabrera es mucho más que un artista, mejor dicho­, es un artista integral, o como se planteaba en los setenta y se continúa entendiendo: un intelectual orgánico. Su labor como crítico de arte, curador, mienbro de jurados de certámenes nacionales e internacionales, historiador, escritor e investigador, es igualmente cuantiosa. Son numerosos los textos de crítica de arte, teoría e historia del arte y estética que han salido de las manos del maestro. Muchos de ellos son fundamentales para comprender el devenir de la actividad artística centroamericana, especialmente guatemalteca y costarricense. Su labor como investigador, en esos terrenos y en el de las culturas populares, es innegable.

Pongo por caso la extensa investigación realizada sobre los últimos cien años del arte costarricense, proyecto que lastimosamente se vio truncado en la fase de edición y publicación del texto final, por razones inverosímiles que no viene al caso apuntar acá, porque se ha dado al traste con una de las investigaciones historiográficas más sólidas del período en el arte visual costarricense. Espero que en el futuro cercano, con ayuda quizás de algunas universidades e instituciones culturales, o tal vez de la empresa privada, se pudiese publicar dicha investigación para bien de la historia artística costarricense y centroamericana.

Sin ambargo, el mayor interés de Cabrera ha estado centrado en las culturas populares, especialmente de la región de la provincia de Guanacaste en Costa Rica. Uno de sus principales trabajos que analiza las culturas populares de esa región, desde la perspectiva histórica y antropológica de base y un planteamiento semiótico y comunicacional de la cultura en lo teórico y la práctica de campo es Santa Cruz, Guanacaste, una aproximación a la historia y cultura populares (Ediciones Guayacán, San José, 1989). Igualmente tiene en prensa con la Editorial Tecnológica del Instituto Tecnológico de Costa Rica, un trabajo sobre la ganadería y la hacienda guanacastecas, el cual combina la investigación de campo como acción y participación y la metodología de la historia oral y las historias de vida con la investigación de archivos y otras fuentes bibliográficas y documentales, dentro de una visón global, estructural y coyuntural, con interés en el trabajo interdisciplinario, sobre aspectos poco estudiados y analizados en una de las regiones más ricas y complejas de la historia y la cultura costarricenses.

Es de subrayar en el quehacer intelectual de Roberto Cabrera, su particular cruce e itercambio de intereses y saberes en una visión inter y trandisciplinaria que arroja resultados de una riqueza conceptual y metodológica inmejorables. Esa actividad parte de la convicción de que, en la contemporaneidad, por la crisis de la academia y de los sistemas de enseñanza, como lo hemos acentuado, y por la endogamia de la especialización en las ciencias, se hace necesario la complementariedad de saberes y disciplinas si queremos acercarnos a objetos de estudio como de los que se ocupan las ciencias sociales o las humanidades. Para ello se precisa de una revolución epistemológica que combine ciencias exactas con ciencias humanas y que acerque a la actividad científica, en un diálogo creador, a los saberes que han estado divididos y separados hasta ahora.

Se trata de una acción fronteriza que reúne la investigación en equipos inter y transdiciplinarios con criterio holístico y multicultural. He allí uno de los aportes más significativos del maestro Cabrera en tanto productor artístico, promotor y animador cultural, educador e investigador: el acercamiento de espacios socioculturales y geográficos en una visión compartida de la ciencia y el arte más allá de las fronteras conceptuales o políticas. Así, calibrar esa labor y sus producciones artístico-intelectuales, sobrepasa la mera enumeración de los logros estéticos en una retrospectiva, pues su actividad se hunde en una compleja red de intercambios y diálogos con la realidad artística, cultural y científica de América Central y de más allá, en los últimos cincuenta años.

Por eso quisiera proponer, para finalizar y como homenaje merecido, se le conceda simbólicamente la investidura, en el plano cultural y artístico, de el Mejor Diplomático que haya tenido Guatemala en Costa Rica y viceversa. Embajador por excelencia y constructor de puentes entre diversos lenguajes y géneros artísticos, así como entre ámbitos epistemológicos, filosóficos y culturales, su plural obra, en los terrenos mencionados y en otros que se me escapan por razones de tiempo y espacio, aguarda a que se le reconozca y se le promueva como corresponde a la altura y profundidad de la misma. Y por esa razón, y otras más personales, brindo por el maestro deseándole larga vida para que su labor traspase los cercos domésticos más allá de mezquinas capillas, estereotipos nacionalistas y esquemas románticos e idealistas. ¡Salud Maestro!

Adriano Corrales Arias
hachaencendida@gmail.com

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