Para un debate de altura
Respuesta a Gustavo Solórzano
Adriano Corrales Arias

Con motivo de la Antología de Poesía costarricense contemporánea SOSTENER LA PALABRA (Editorial Arboleda, 2007), el poeta Gustavo Solórzano publicó una diatriba, primero como mensaje de correo entre sus amigos, luego en forma de artículo para las revistas Redcultura.com y Culturacr.com. El primer mensaje también se publicó en Culturacr.com, y ahora (¡reiterada y asombrosamente!) aparece en el suplemento Los Libros del Semanario Universidad. Invocando el derecho de respuesta respondo a los planteamientos e invectivas del señor Solórzano a quien invité a un debate en la Casa Cultural Amón el pasado 10 de octubre donde se retractó públicamente de algunas de sus embestidas. Por ello esta respuesta es iterativa, pero obligada, pues contiene algunas referencias que se discutieron ese día como respuesta también a la segunda versión del escrito (www.culturacr.com).

Debo reconocer su valentía al asumirse como excluido de la antología, exigiendo el derecho a estar en la misma. (Sería mejor decir ofrecimiento: Si me preguntaran ahora si aún quiero estar, diría que sí. Es decir, me habría sentido a gusto y orgulloso de estar en una antología, como asumo, lo están todos aquellos que sí fueron incluidos. La invitación queda hecha: me ofrezco, me vendo, me entrego a cualquiera que quiera hacer una antología, escribe). No recuerdo fenómeno parecido: despotrica públicamente para que se le reconozca su lugar en la muestra. Laudatorio, pero lastimosamente patético.

Lo segundo, nobleza obliga, es expresar las gracias a Gustavo por reconocer mi actividad literaria en los preámbulos laudatorios.

Entremos en materia:

1. El descarnado ofrecimiento se contradice en el segundo punto de la segunda diatriba: Solórzano nos dice que prefiere las antologías críticas. Llama la atención que desee participar en una antología que no lo es, como queda establecido en la Presentación de la misma. Puede ser que, como lector, prefiera las críticas, y como escritor, las “no críticas”. Debo subrayar lo siguiente: SOSTENER LA PALABRA es una antología de poesía, no de poetas. Porque hay antologías de poetas, pongo dos ejemplos: la Antología de una generación dispersa (1982) de Jiménez, Bustamante y Gallardo, y las antologías de las Lunadas Poéticas (2005-2006) acopiadas por Armando Rodríguez. En la primera se reúnen los poetas de una “generación dispersa” y en la segunda a todos aquéllos que leyeron en las mencionadas Lunadas de la Casa de la Cultura Popular José Figueres Ferrer. SOSTENER LA PALABRA pretende, en cambio, presentar una muestra amplia de la actual poesía costarricense y sus principales vectores formales e ideo estéticos. No es la selección maniquea de los mejores poetas de Costa Rica, como sugiere maliciosamente Solórzano, sino una muestra de la poesía tica contemporánea, que procura ser lo más representativa posible. En la Presentación por eso aludo a los criterios de selección, que fueron muy amplios (poetas nacidos a partir de 1950, salvo siete excepciones de acuerdo a la importancia de sus poéticas y a su influencia posterior), para que se comprendiesen, en esa línea, las necesarias exclusiones y los excesos.

En ese punto Solórzano me pone a decir cosas que no he dicho: Eso se puede desprender del optimismo que emana (sic) Corrales en su introducción, y que peligrosamente se asemeja al mito de la perfección tica: somos lo mejor de Centroamérica, afirmación que hace el antologador en la nota inicial del libro, señala. Pero lo que escribí en la Presentación (que no introducción) fue lo siguiente: “Por ahora, al margen y a la espera de estudiosos e investigadores que aborden integralmente el proceso, pretendo, sencillamente, reunir en una muestra a quienes considero l@s principales actores de ese movimiento que, dadas sus expectativas y coordenadas históricas, probablemente podría conceptuarse como el más intenso, sorprendente e innovador de la actual poesía centroamericana”. Nunca aseveré que fuésemos lo mejor de Centroamérica. Reitero, no es una antología crítica ni “de lo mejor”, es una muestra de lo que considero relevante en nuestra actual poesía a partir de sus “poéticas”, búsquedas y aciertos, tratando de evitar las repeticiones y los lugares comunes.

2. Insinúa Solórzano que la selección de los poemas es arbitraria por la cantidad en cada autor. Acá, para evitar suspicacias, debo decir que sencillamente debimos eliminar algunos poemas largos por razones de espacio. Y en cuanto a las notas biobibliográficas, respetamos, en lo posible, las que nos enviaron los autores seleccionados, siempre y cuando, también, no absorbieran demasiado espacio. Pero pienso que la recopilación por autor, aunque no le agrade a Gustavo, es distintiva de la producción general de cada poeta.

3. Intuyo que Corrales dejó por fuera al mismo Debravo, a quien idolatra (como lo hace la mayoría de poetas ticos), para poder dejar por fuera también a Laureano y que nadie le reclamara, pues la otra pasión de Corrales es denostar a Albán, dice capciosamente Solórzano. No idolatro a nadie, tampoco a Jorge Debravo (ver mi artículo Jorge Debravo el hermano  mayor, revista Comunicación, ITCR), ni pierdo tiempo hablando del señor Albán a quien solamente he citado y analizado, como digresión necesaria, a propósito del artículo sobre Debravo. Son inferencias sesgadas y mal intencionadas de Solórzano. (A cambio acusa a Alfonso Chase, Luis Chaves, Osvaldo Sauma y a la Editorial Perro Azul de ser oficiales (¡?) protestando por la presencia de los tres primeros en la antología. ¿Quién utiliza el verbo denostar?). En todo caso, Debravo y Albán quedaron fuera porque su corpus poético ha sido altamente reconocido y antologado, además, el trascendentalismo está representado por Rodrigo Quirós y la poesía social por la testimonial-exteriorista de Mayra Jiménez, o la sarcásticamente política de Helio Gallardo, entre otras vertientes “realistas” o de “la experiencia”.

4. El quinto punto de la segunda versión (incluida en la primera) nos muestra a un Gustavo Solórzano desconocedor del movimiento poético nacional, léase vallecentrista, josefino, para no ir muy lejos. Con intención aviesa asegura que la muestra recoge autores que se han formado en diversos talleres: como en selección de fútbol: Francisco Zúñiga aporta buena cuota, las lunadas poéticas del TEC aportan bastantes jugadores; Eunice Odio anda por ahí; hay otros más nuevos, como Libertad bajo palabra y La merula del mango; y también se ve gente que estuvo en colectivos destacados en los noventa, como Octubre Alfil 4. También, hay gente que estuvo ligada al “Círculo”, pero esto, evidentemente, no se anotó en las reseñas y se invisibilizó por completo. O sea, da la impresión de que es necesario estar adscrito a alguno de estos grupos para poder ser tomado en cuenta. A Adriano no le gusta que los demás invisibilicen (para seguir usando uno de sus verbos preferidos), pero él sí puede hacerlo. Bien se sabe que las Lunadas Poéticas se organizan en la Casa de la Cultura Popular José Figueres Ferrer de barrio Escalante. En la Casa Cultural Amón del ITCR organizamos los Miércoles de Poesía. Ninguna de las dos actividades son talleres o grupos, sino espacios para la lectura poética, la presentación de textos y el diálogo literario. No cuentan con membresía alguna como detalla Solórzano. Por cierto, en ambas han participado casi todos los poetas seleccionados y muchos más, entre otros Laureano Albán, Julieta Dobles, Ronald Bonilla, etc. En la Casa Cultural Amón del ITCR funciona un Taller Literario que dirijo, pero ninguno de sus miembros aparece en la antología. Para tranquilidad de Gustavo, debo decir que, a vuelo de pájaro, cerca de 40 de los 66 poetas seleccionados no pertenece, ni ha pertenecido, a grupo o taller alguno.

5. En el punto 6 de la segunda versión Solórzano vuelve a poner palabras que no he escrito: Dice Corrales que en este país ya casi no hay padres simbólicos contra los cuales cometer parricidio, y que por ello la poesía tica se ha diversificado tanto: perdón, pero no sé dónde está la diversidad… Lo que dije: “Probablemente la juventud de la poesía costarricense y la relativa ausencia de maestros con quienes lidiar para cometer parricidio simbólico, hacen que la lira nacional contemporánea se despliegue por múltiples vías estéticas y formales sin que el peso de la tradición la agobie”. Es un enunciado absolutamente distinto al que me endilga Solórzano. Luego, con un reduccionismo chato, trata de hacernos entender que acá la mayoría de escritores entran a jugar dentro de las mismas estéticas ya superadas, lo cual ha sido uno de nuestros males por más de cien años. Aquí ni siquiera llegaron las transvanguardias. He aquí un lugar común para la reseña escolar, porque si se investiga un poquito se puede uno llevar ciertas sorpresas (ver El vanguardismo literario en Costa Rica de Carlos Francisco Monge (Euna, 2005) o Voces tatuadas, crónica de la poesía costarricense 1970-2004 de Jorge Boccanera (Perro Azul, 2004). Nuestra poesía, en realidad, tiene cerca de cien años, pero ello no obsta para que haya asistido a una serie de discontinuidades, es decir, de búsquedas y concreciones experimentales. Nos recuerda, más adelante, que acá todos imitamos a Benedetti y a Gelman, incluso en su forma de leer. Semejante visión, tosca y vulgar, de la poesía costarricense, me niego a aceptarlo, no puede provenir jamás de un poeta. Esas generalizaciones, abusivas e irrespetuosas, caen por su propio peso. Basta con acercarse más a menudo a las diversas lecturas que se hacen en el país y leer bien a nuestros poetas (así como la Presentación de la antología) para no malinterpretar ni caer en burdas apreciaciones. 

6. Pregunta Solórzano: ¿Por qué no haber concentrado esfuerzos en unos veinte autores, realmente los más relevantes? La pregunta queda abierta. Respuesta: fue precisamente lo que intenté al principio: una antología de la nueva poesía costarricense. Pero en poesía lo nuevo puede ser muy viejo y lo viejo muy nuevo, por lo que el espectro se amplió en aras de un esfuerzo panorámico con ciertas transiciones “generacionales”, por eso el rollo de SOSTENER LA PALABRA se acrecentó visiblemente.

7. En el Posludio Gustavo pierde la dulzura de carácter y la visión de conjunto para alcanzar el clímax de su diatriba. Los preámbulos laudatorios se van al carajo. Me entroniza, de un porrazo (con Sauma, Chaves, Chase y Perro Azul, como vimos) en la “oficialidad del país”. Pero no define qué es la “oficialidad”. Argumenta que como trabajo en una entidad del estado y he publicado en editoriales oficiales, no hay ninguna duda: ¡soy oficial! No mira la viga en su ojo: resulta que Solórzano labora como editor en la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia (EUNED), en la cual publicó su segundo libro de poesía. ¿Será ello motivo válido para tildarlo también de oficial? (En ese fragmento, en un momento de lucidez, escribe algo con lo cual coincido: Eso llamado “trascendentalismo”, que a la postre nadie entiende ni defiende). Y me endosa un discurso “maldito” que nunca he profesado ni defendido (aquí inician las risas). Lentamente, como quien se “carbonea” a sí mismo, va perdiendo los estribos entre Debravo, Lennon y McCartney. Y entonces viene el sarcasmo: la poesía costarricense está “acorralada” en diversas “arias”. Con tan ingeniosa frase llegaron las carcajadas. Una vez repuesto, hube de desconstruir la hipérbole: además de falacia ad hominem, se debe decir, en honor a la probidad conceptual e histórica, que la poesía no se puede acorralar. Ni los regímenes más sanguinarios (el Nazi o el Estalinismo soviético) pudieron contenerla. Sí, la censuraron y denigraron, asesinaron, mutilaron, exiliaron muchos poetas; pero la poesía siguió resistiendo, ¡se sostuvo la palabra! Por lo demás, no deja de ser curiosa la forma en que Solórzano sobrevalora mi actividad literaria. Para calmar su angustia y desasosiego, confieso que no soy ningún perpetrador (eso sí, esa acusación que lanza es muy dura y debe comprobarse, en esta parte le exijo que lo haga, o se retracte). ¿Acaso seré un simple hacedor por lo que gano gratuitamente insultos y diatribas de personas que siquiera conozco? Seguidamente, y ya exaltado, me acusa Solórzano de querer llegar a ser maestro por medio de la alcahuetería (que no del látigo). Nada más lejano a mis convicciones y a mi quehacer que esa irrespetuosa aseveración. Por suerte nadie tiene la estulticia de dirigirse a mí con ese título, salvo en términos de chota o broma. Solórzano se enreda en sus cordeles, emborrona inexactitudes y gratuidades, hasta que coloca una frase reveladora: No sostengamos las palabras falsas del oráculo: traicionemos la palabra. He allí el meollo semiótico de la diatriba: se trata de traicionar la palabra, es decir, de traicionarse a sí mismo traicionando a los demás. Ese desparpajo, facilismo o lapsus linguae (espero sea lo tercero para no hablar de cinismo e irresponsabilidad intelectual), lo delata y lo retrata, porque el poeta que traiciona la palabra se envilece.

8. No voy a referirme a la coda (si al anexo y posdata) por la grotesca manera de entender la poesía contemporánea costarricense y el deplorable bochorno que causa su parodia de la “vanguardia”, irrespetando, tal vez por ligereza, incomprensión, o desavenencias ideológicas, a uno de los mejores poetas vivos de nuestra lengua, ese sí Maestro, el argentino Juan Gelman. Los poetas aludidos deben, por decoro, pronunciarse al respecto; ello, por no decir menos, es un tremendo desaguisado. Sobre el anexo le envié a Gustavo una lista de más de 30 poetas excluidos de la antología, que no reproduzco para no abusar del espacio que se me otorga. Recordemos que lo que excluye, dialécticamente incluye (los Impresionistas son un ejemplo en las historias del arte) y, quien quita, en el futuro los excluidos, entre ellos Solórzano, podrían ser los poetas canónicos. La nota al anexo, con la posdata, culminan la perorata, cual cereza que le faltaba al pastel. Dicen: lo que me resiente, me duele, me hiere y me lastima de Adriano no es que no me haya incluido, es que me haya dejado afuera (sic) (subrayado mío), a la par de Camilo (Rodríguez)… si alguien llega a leer esto, me veré hundido para siempre en el canon de los poetas oficiales y jamás leídos. No hay comentarios, solamente, por respeto a la salud emocional del aludido, el deseo vehemente de que don Camilo no haya leído la diatriba.

Finalizo: el  poeta nunca está sólo: converso con el hombre que siempre va conmigo… mi soliloquio es plática con este buen amigo…, decía Antonio Machado. Siempre estamos y vamos a dos voces, nuestra relativa soledad es dialógica. Por eso no podemos devolver la palabra a su origen. Está con nosotros, nos acompaña siempre. Nos agobia y nos sostiene.

Ah, don Gustavo, no excluí su poesía, sino sus poemas.

Adriano Corrales Arias

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