Chucha, la lagartija |
Para Camilita, |
Chucha,
como la bautizaron los niños de este cuento, era una lagartija que vivía
en el aula de pre-escolar del Círculo Infantil Barquito de Papel. A
ella le gustaba pasearse por las paredes, la ventana
y el techo del aula. Cuando se posaba en la ventana, la luz solar
hacía que su piel se tornara verde, pero cuando se posaba en el techo, su
piel parecía de color oscuro, casi negro. Estos
cambios de color hacían que los niños se distrajeran de la clase y la
maestra tuviera que llamar la atención para que se concentraran de nuevo
en su actividad, porque hasta
hubo veces que algún niño
bellaco le tirara un taquito de papel, un pedacito de tiza o de plastilina. Un
día la maestra tuvo que salir del aula y se demoró alrededor de diez
minutos en regresar, los que aprovecharon los alumnos para lanzarle
objetos a Chucha para derribarla y cogerla. Un
pedazo de plastilina logró alcanzarla tan fuerte, que le desprendió su
colita, la cual cayó al piso y mientras continuaba moviéndose, algo
propio de las colas de las lagartijas, un niño la cogió entre sus dedos
para asustar a las niñitas. Al
llegar, la maestra regañó fuertemente a los niños y Chucha aprovechó
para salir corriendo, huyendo hacia el jardín de la escuela donde se
escondió en una cuevita entre las piedras.
Allí, adolorida y avergonzada por la pérdida de su colita, comenzó
a llorar. ¡Pobrecita
Chucha! ¡Como lloraba! ¡Como decía!: -“¿Por
qué me ha pasado estoa mí? ¿Por qué me han hecho esto los niños, si
yo no les hago daño y me gusta ver como cantan y juegan mientras me
alimento de insectos? ¿Cómo podré volver al aula a comer insectos sin
sentir vergüenza, si ellos son tan lindos y yo estoy tan fea sin mi
colita? Si tan siquiera la tuviera, yo volvería al aula a verlos sin que
ellos se dieran cuenta; pero, ¿y si me volvieran a hacer lo mismo? No, no
lo harían. Los niños son
tiernos, lo que pasa es que a veces tienen momentos de crueldad. Y
meditando entre sollozos, se quedó dormida por un largo tiempo. Mientras
Chucha dormía en su cuevita, los niños continuaban en el aula, pero no
muy cómodamente. Se daban
palmadas en los brazos y en las piernas, tratando de ahuyentar los
mosquitos y las moscas que los molestaban y no los dejaban concentrarse en
la clase. La
maestra que se percató de la intranquilidad de sus alumnos, les explicó
la importancia de los animalitos insectívoros en el medio circundante, y
les hizo comprender el error que habían cometido al ahuyentar a Chucha,
porque ahora no tenían quien exterminara las moscas y los mosquitos que
tanto les molestaban. Los
niños avergonzados bajaron la cabeza y continuaron dándose palmadas. Pero
como La Naturaleza es sabia y Chucha sentía tanto amor en su corazoncito
por los niños, hasta ser capaz de perdonarlos por su actitud, parece que
esta decidió recompensarla y cuando la lagartijita se despertó, después
de varios días de sueño, se dio cuenta de que su colita lentamente, le
había salido de nuevo, y le crecía poquito a poquito. Chucha se sintió muy contenta y al escuchar las voces de los
niños, corrió hacia el aula rapidito, pero, al llegar a la ventana,
recordó lo que le había sucedido anteriormente y temiendo perder su
colita de nuevo, se detuvo y empezó a entrar muy despacito para no ser
descubierta y poder observar a los niños sin ser vista. Pero como los niños
todo lo ven, pronto la vio un alumno y gritó: -“Miren
a Chucha”. A
lo que todos corearon muy contentos. -“Llegó
Chucha”. -“Regresó
Chucha”. Y recordando lo que la maestre les había enseñado sobre los animalitos insectívoros, comenzaron a comportarse adecuadamente y desde ese día respetaron su espacio vital y Chucha vivió para siempre en el aula de Pre-escolar, comiendo insectos y mirando a los niños jugar. |
Madalina
Cobián Madalina Cobián
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