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Una colorada (vale más que cien descoloridas) |
Tiempo
Lilia Cisneros Luján |
Dentro de los muchos misterios que entraña la vida y al margen de lo que la ciencia pueda explicar, el tiempo es algo que ha inquietado al hombre. Más allá del límite de la ciencia, se afirma que el tiempo de Dios, es distinto del de sus criaturas y si bien es cierto que desde la antigüedad se ha intentado medirlo –con relojes de sol, de arena, cronómetros, mecánicos y atómicos- la humanidad ha llegado convencionalmente a conceptos como: el segundo, el minuto, las horas -24 para cada día en el planeta- además de darle categorías, según la variación susceptible de ser observada a fin de definir el pasado, el futuro y hasta el presente en términos de la secuencia de sucesos, según la mecánica clásica. El principio de medición del tempus, está relacionado con una magnitud de carácter físico que permite establecer lo que dura algo susceptible de cambio. Hace 45 años eras un bebé de 52 centímetros y poco más de tres kilos de peso y en el 2006 fuiste una persona adulta, capaz de alimentarse por si misma, hablar, producir y hacer muchas cosas que antes no conocías. Cuantificar y medir cuanto ha pasado entre la realidad de un lago con calzadas en los cuatro puntos cardinales para llegar al islote y una macro concentración humana donde se construyen edificios de 40 pisos a los que hay que surtir con pipas de agua durante las noches, es justamente en términos humanos: El tiempo Muy al inicio de la historia los cambios materiales de los objetos en el planeta se median con relación al movimiento de los astros y así todos los instrumentos de medición han sido calibrados con el principio del “tic-tac” que en caso del reloj atómico supone 9 192 631 770 vibraciones del átomo de Cesio. Con muy poca conciencia y conocimiento esencial de las fórmulas matemáticas que permiten llegar a tales conclusiones, el sábado en la noche, se dio un cambio de tiempo: Concluyó el periodo denominado 2016, para iniciar otro. Los obsesionados con lo que habrá de ocurrir, ya difunden teorías relacionadas con factores macroeconómicos o políticos como sería la toma de posesión de un grupo de magnates millonarios que en medio de su ensoñación suelen olvidar que el tiempo trascurre sin esperar a conocer sus ocurrencias y tal cual nos lo recordó el canal de las estrellas, convierte en despojos cuerpos que fueron conocidos por muchos. La complejidad de estos conceptos se aumenta si dejamos la mecánica tradicional para medir o explicar el tiempo y nos trasladamos a la relativista, de la cual podemos tener una idea al reconocer que el mismo eclipse o la celebración de fin de año 2016, son distintos para observadores de Australia, Islandia o México. Además de la abstracción pitagórica y su invención del número, es pertinente recordar que en culturas como la maya, inca, egipcia, babilónica, hinduistas o budistas, entre otras, se consideró al tiempo como una rueda que cíclicamente repite entes, edades, nacimientos y extinción. Por su parte, la visión lineal del judeo-cristianismo, contempla un principio y un final del tiempo; en tanto que los presocráticos al trasformar el mito en logos e involucrar la razón en su interpretación advirtiendo que si bien lo físico es real, el tiempo está en continua trasformación, ligando al Ser en lo intemporal y al devenir en lo temporal. De todos los filósofos[1] que discutieron y estudiaron diversas alternativas para la explicación del tiempo, es bueno resaltar a Platón con su síntesis de los contrarios proponiendo un mundo abstracto y perfecto donde existen en el mundo ideal la eternidad y la incorruptibilidad. Sobre todas las interpretaciones filosóficas cristianas –de la escolástica y el Renacentismo- que abundan en intentos de explicación acerca de lo que es el tiempo, si fue creado o simplemente ya era o no es nada, florecen los conceptos científicos de: Kepler, Galileo, Francis Bacon, y otros muchos que influenciados por el racionalismo cartesiano, teorizan sobre la materia acerca del tema que hoy no ocupa. Pero independientemente de que cada cual crea que el tiempo puede ganarse, perderse o ahorrarse, su inexorable avance nos lleva a asumir que el 2017, supone el transcurso de 100 años de haberse promulgado la constitución mexicana que aun cuando poco le queda de su intención original nos sigue rigiendo. Así mismo con gran entusiasmo en países como Alemania, se recuerda que hace 500 años se consolidó la reforma evangélica cristiana[2], con personajes como Martín Lutero y Juan Calvino apoyada políticamente por algunos príncipes y monarcas de Europa occidental. De entonces a ahora, los cambios han sido drásticos no solo en el espacio sino en la interpretación del tiempo. Si en otras épocas, el fuego era usado para quemar brujas, castigar herejes o asustar a pecadores con el infierno, hoy se usa para deshacerse de cuerpos de familiares y amigos a los que no se desea visitar ni mantener como recordatorio de culpas. La interpretación luterana de que las salvación es gratuita combinada con el neoliberalismo ha sido usada por los cínicos, para convertir templos y organizaciones religiosas en negocios; los jóvenes –a veces consentidos por los padres- aceleran su ciclo de vida con experiencias sexuales tempranas, uso de drogas –desde el alcohol de la fiesta social, hasta el crack, pasando por marihuana y otros- y actividades riesgosas; en tanto que los viejos son arrumbados en un cuartucho –al final del patio o en la azotea- ignorando su experiencia acumulada. Sea cual fuere tu visión del tiempo, yo de todo corazón espero que tengas un 2017 muy feliz. Notas: [1] Los Pitagóricos con la metafísica del numero; Tales de Mileto en su idea del agua como principio generador; Heráclito de Efeso, con el perpetuo cambio o movimiento; Parménides de Elea que entendía la eternidad como negación del tiempo, entre otros.
[2] Conocida como protestante. Se extendió sobre todo en lo que se conocía como el sacro imperio romano germánico. |
Lilia Cisneros Luján
7 de marzo de 2016
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