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Una colorada (vale más que cien descoloridas) |
La memoria humana
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¿Qué es lo que falla en tu empleada doméstica al extraviar las cosas aun cuando le enseñas donde y como almacenar los enseres que usa para sus labores? ¿Será posible que los niños y jóvenes “empiecen” a aprender y razonar como resultado de la reforma educativa? ¿No lo hacían antes cuando discernían, mediante los procesos de memoria, las tablas de multiplicar y los nombres de ciudades y capitales? En todo ello algunos padres, muchos profesores y ciertos alumnos reflexionan, frente a una campaña cuasi violenta que hace suponer que todo lo hecho anteriormente –libros de texto, cursos de actualización pedagógica entre otros- y utilizados en el pasado deben botarse a la basura. Auténticos maestros[1] reconocen en conversaciones privadas que a lo largo de 25 años recibieron capacitación de sus líderes sindicales - incluida la maestra con todos sus claro oscuros- aprendizaje que potenció su vocación; además de que desconocen a donde va el método que se pretende implantar a partir del 2018. Muchos niños de primaria preguntan ¿nos van reprobar si aprendemos cosas de memoria? ¿Qué es eso de discernir y aprender a pensar? ¿Qué conocimientos y habilidades adquirirán los niños que nosotros no tenemos; según promueve la machacona propaganda? ¿Si no entendemos nos vamos a convertir en inútiles? Lo que ya se sabía aun antes de la reforma que se promueve desde la SEP, es que uno de los sistemas más importantes del cerebro, es justamente la memoria, cuyas funciones más relevantes son ocasionadas por conexiones sinápticas entre las neuronas lo cual nos permite la capacidad de recordar. Por sendos estudios psicológicos, sabemos que las funciones básicas de la memoria son la codificación, el almacenamiento y la recuperación. Igual con la simple observación, quienes hemos visto la evolución de un infante aprendimos que el bebé memoriza sonidos, palabras, imágenes y experiencias todas que se almacenan y se empiezan a codificar. Todo eso en un momento determinado los seres humanos lo recuperamos, mediante diversos recursos, para beneficiarnos de lo que esté guardado en nuestra memoria. Es tan importante la memoria, que los especialistas se han enfocado en determinar como está presente en niños con diversos trastornos autistas[2] y de que manera se manifiesta para funciones ejecutivas del desarrollo, tanto para esta población como para menores con diversas limitaciones del aprendizaje. La medicina ha investigado lo que ocurre tanto en la demencia senil, como en los casos de Alzheimer, donde algunos especialistas aseguran que, dichos enfermos no han perdido la memoria, sino que tienen cierta dificultad para recuperarla, lo mismo la de corto que la de largo plazo. Muchos de los adultos afectados por tales pérdidas, se ven limitados en lo sensorial y no es que olviden sino que se les complica el recordar los efectos de una caricia, una palabra amable o el gusto de cierto alimento y, más allá de que carezcamos de las herramientas para identificar la memoria ecoica o la icónica, lo cierto es que resulta casi criminal pretender que esta función cerebral desparezca o en el menor de los casos se minimice. Con una visión positiva, hay quienes prefieren asumir, que esta no es la finalidad de la reforma educativa sino más bien que los mensajes publicitarios no fueron bien expresados por los creativos contratados por las instancias gubernamentales afanadas en convencernos a todos de que por fin alguien esta “descubriendo el hilo negro”. Disminuiría mucho la presión tanto a docentes como a educandos, el aclarar que no estamos en la fase de entrar de lleno a una etapa “Matrix”, para reservar la memoria solo a la inteligencia artificial, dejando a los humanos sin la posibilidad de recuperar recursos y con el único destino de sustituir lo olvidado por lo que interesa a los líderes del planeta. Si no fuera por la memoria declarativa, sería imposible para las personas normales, almacenar, nombres, fechas, rostros, domicilio, números etc. La procedimental se encarga de almacenar habilidades como las motoras –peinarnos, lavarnos los dientes, escribir, modelar o pintar lo que vemos en nuestro entorno- y gracias a la memoria semántica tenemos la casi divina posibilidad de usar el (los) lenguaje (s) para compartir conocimiento y experiencias que a veces no son tan generalizados como pensamos. ¡Hurra! por la buenas intenciones de quienes ahora dirigen las responsabilidades educativas de nuestra población, ¡que bien! que haya interés de enseñar a los estudiantes a “aprender a razonar y a discernir” y me pregunto ¿que fue lo que hicieron los maestros con métodos Piaget o los CCH de las UNAM? Muchos sabíamos que con tales metodologías se sacaron generaciones con habilidades socio-emocionales impulsoras del trabajo en equipo, la autoestima, la seguridad en sí mismo y toda una serie de herramientas ya conocidas que han permitido a varias generaciones “lograr sus sueños” ¿Cómo se espera que los niños aprendan a aprender, sin que acumulen en la memoria mucha información? ¿Cómo podrían la geografía, la filosofía, el civismo, la historia, la física, la biología, la química y aun las matemáticas ser aprendidas sin memoria? Que bueno que se promuevan ciertos conocimientos basados en la demanda laboral para aquellas habilidades como la capacidad de relacionarse con los sujetos de un equipo de trabajo; pero el ser humano es mucho más que una muñeca inflable por la cual un marido decidió divorciarse de su pareja o una voz programada para interactuar desde tu teléfono móvil, a fin de que no te sientas solo, mediante activaciones que solo requieren conocer el sistema de encendido y pagado. Notas: |
Lilia Cisneros Luján
3 de abril de 2017
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