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Sonámbulo
Cuento de Otto Miguel Cione
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Al subir la escalera que conducía a la habitación que había alquilado aquella misma tarde, detuvóme el portero y me espetó la siguiente extraordinaria pregunta: —¿El señor es miedoso, sobre todo, de noche? —No, señor portero: ¿por qué me lo pregunta usted? —Si efectivamente no tiene usted miedo, le dlré que en esa pieza ha fallecido una joven, cuya muerte todavía está en el misterio Se sospecha que murió envenenada... —Nunca está uno seguro de que al alquilar una pieza, no haya fallecido algún inquilino anterior en ella, — dije afectando una naturalidad que no sentía, porque, a la verdad, el tono del portero era alarmante; y agregué: Pero hasta ahora no veo lo del miedo. Quedóse muy serio el viejo portero, y hablándome con voz casi imperceptible: —Vea, joven, no se burle usted, -dijo. Todas las noches, desde la portería, oigo rumores y a veces palabras incomprensibles que parecen más bien lamentos. —Deberá ser fruto de su imaginación. —No, señor, lo que le cuento a usted es muy cierto: yo soy espiritista y nunca me he equivocado en esas cosas. —Ha dicho usted espiritista? — le pregunté algo repuesto de la emoción que sentía; y riéndome: — Vaya, vaya, ya sé qué espíritu es el que le aconseja a usted esas paparruchas. Que tenga muy buenas noches. Y subí precipitadamente la escalera. ¿Que hora sería? No lo sé; lo único que recuerdo es que a poco de haberme dormido sentí una voz tenue que me llamaba por mi propio nombre. Despérteme, — lo recuerdo bien, me sentí en el lecho en el colmo del estupor y la voz continuaba clarísima, cerca, muy cerca de mis oídos: —Luis, he muerto envenenada; véngame. Aquella voz me era conocida. —¿Quién eres tú? — pregunté aterrado. —Hasta de mi acento te has olvidado. Acuérdate de Amalia. ¿Amalia? Era la voz de mi novia, de quien no tenia noticias desde hacía mucho tiempo. —Véngame. Luis: mi hermana me ha envenenado. —Pero las pruebas. — no pude por menos que preguntarle. —En el zócalo de esta habitación, en el ángulo opuesto al en que está tu lecho, encontraras un papel en el que dejé escritas mis últimas palabras. Adiós. ¿Era presa de una alucinación mi espíritu, o resultaban ciertas las predicciones del portero? Encendí la luz. Nada como ésta para tranquilizar a un hombre azorado. Me hice varias reflexiones fundadas en raciocinio más o menos lógico, y me recosté nuevamente convencido que todo era producto de la insinuación del loco portero. Adormecime casi tranquilizado. A primera hora me arrojé del lecho, vestíme en un momento y bajé a la calle. En la vereda tropecé con el portero, que estaba con la escoba en la mano. ¿Que le decía yo, joven? No es bueno burlarse de las almas del otro mundo. — dijo sentenciosamente —¿Usted ha oído? —Claro que he oído, sino sería espiritista Señor, está usted más pálido que un cadáver. Ante aquella afirmación huyeron los razonamientos que me había hecho y le pregunté con ansia verdadera: —¿Como se llamaba la joven que falleció en mi habitación. —Creo que... Aam.... Amalia. En dos saltos estuve en mi habitación. En el ángulo indicado, en el espacio libre que había entre el zócalo y la pared, asomaba la punta de un papel. Lo saqué de allí nerviosamente, y mientras gritaba al viejo portero: suba usted, tengo el papel, el papel, lo desdoblaba con cuidado. En el estaban escritas estas palabras: "Muero envenenada po..." No pude seguir leyendo. El papel cayó de mis manos, y si no me enloquecí aquel día fue por un milagro.
;La letra del papel era la mía! |
Otto Miguel Cione
Revista "Tabaré" - magazine uruguayo
año 1 Nº 1
Montevideo, noviembre 15 de 1927
Fue digitalizado, editado, con el agregado de imagen, por mi, editor de Letras Uruguay
Twitter: https://twitter.com/echinope / email: echinope@gmail.com / facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce
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