En cierta provincia del Perú, la gente se jacta de tener la mejor fiesta de cortamonte, en las fiestas carnavalescas.
Una dama vestida con ropa típica de gala, golpea al árbol con toda su fuerza, con un hacha mohosa para hacerla sufrir. Cada golpe arranca un trocito de madera. Los otros danzan derrochando alegría al son de una orquesta.
El árbol en cada golpe se encoge de dolor, dejando saltar su sabía cual sangre humana.
-¡Mujer qué te hice yo, para merecer esto! ¿Acaso cuando me pediste sombra no te di?
La mujer escuchó y cambió de semblante. Dudó de la voz del árbol.
-Eres linda, pero tienes el corazón más duro que la roca azul.
La mujer no soportó más la protesta del árbol. Se retiró en silencio.
La gente alentó a la mujer no abandonar el acto. Ella se fue muda. No relató la historia para evitar que la califiquen de loca.
Si cuento la historia a la gente fanática me dirán en coro:
-¿No sabes qué el cortamonte es un acto ritual.
Si ritualmente hicieran las plantaciones este pueblo sería ejemplo para los demás pueblos; hoy tendrían la dicha de jactarse de sus actos honoríficos a favor de la ecología. |