El viento nocturno te trajo
de regreso,
esa noche de resurrección
las palabras no alcanzaron
para recobrar los días extraviados
en las arrugas del alma,
pero abrió las puertas para trascender juntos
los tiempos venideros,
¡Cómo imaginar que pudieran ser tan escasos!
La luna sonríe cuando los viejos amigos se encuentran.
Contaste en veladas de tinto, cariño y quesos
los ires y venires de tu lucha eterna, sentido de tu vida,
ante nuestros ojos de sorpresa y tragos urgentes
compartiste las desventuras de tus amores perdidos.
Con los bolsillos llenos de sueños de libertad y justicia
caminabas aflojando el cuerpo en las mañanas junto al mar,
el camino te daba piedras para alimentar tu espíritu
la tierra náhuatl, con sus aromas nutrió tus convicciones
para cantar a Silvio, Pablo, los Beatles y Sabina
acompañado de las olas incansables,
tan incansables como tú, querido hermano.
Frente al mar, al calor de las tardes del recuerdo
salpicaste tu visión del mundo indígena,
contagiaste tu indignación por todos los muertos,
luchadores que siguieron a sus ancestros,
que eligieron perder la vida a entregar a su pueblo
a los sátrapas con fusil, a los cobardes con dinero,
a los emisarios de la desesperanza
agazapados como acostumbran, entre su propia mierda.
En cada instante compartido llenaste los corazones,
con tu aliento de congruencia y esperanza
nos incluiste en tu compromiso de vida
pudiendo ver a través de tus ojos
a los niños descalzos de Xayacalan y la Ticla
estirando sus manos, suplicando ilusiones.
Ventanas, montes y mares
te inspiraron a pintar con grandes letras
el gran deseo libertario y tu amor a la vida
en quienes caminamos a tu lado.
En la tierra que te adoptó
la historia avanza con tus ideas
floreciendo cada mañana;
son la herencia de los hombres imprescindibles, que como tú
buscan el encuentro del libre albedrío y la pertenencia.
Nadie puede culminar con su destino,
nadie puede terminar con las palabras,
nadie puede acabar con tu legado.
Hombres como tú no pueden irse nunca,
pasan y se quedan para siempre.
Seguirás vivo,
seguirás tan Amaranto como te conocimos,
cuando cualquiera de nosotros
te convierta en la voz que sale de su pecho
para gritar:
¡Hasta la victoria siempre!
¡Patria o muerte…Venceremos! |