En
busca de la integración americana a través del idioma [1] Por
Jerónimo Castillo San
Luis, Argentina |
En
busca de la integración americana Todo
punto de vista respecto del tema, supone previamente un buceo en el mundo
interior de quien acomete la tarea de focalizar los elementos comunes que
pueden ser mencionados y posteriormente usados para formular la teoría de
lo que implica integración, en este caso americana. Realizar
el trabajo de preconceptualizar, de formar un cuadro de situación para
que el individuo ya sea por sí o como integrante de una gregaridad
establezca previamente la conciencia de lo que significa integración, de
sus condicionantes, de su necesidad y consecuentemente de sus
obligaciones, ha de ser la tarea base para comenzar la empresa. Dicho
preliminarmente, conviene aclarar que se torna menester establecer una línea
de conducta en el pensamiento para que este estudio tenga un desarrollo
ordenado y dentro de lo que universalmente ha sido aceptado como lógico. Desde
la propuesta, vemos que ya las reglas del juego establecieron la necesidad
de la integración, lo que implica encontrarse con la temática resuelta,
más allá de las conclusiones a que la propia subjetividad pueda arribar.
Esto no nos exime de estudiar las propias vivencias que determinan la
aceptación de tal propuesta, como punto de partida en que habrán de
sustentarse los enunciados que posteriormente habremos de formular como
aporte a la temática en cuestión. Desde
antiguo, por no decir desde siempre, la base de una sociedad se asentó en
la conveniencia que los componentes entendieron que existía para
concretar el acto societario. La
idea génesis de que el hombre es un ser gregario, nos está señalando
que solamente en este estado es cuando puede el individuo desarrollarse
plenamente. Allí nos está explicado el término individuo referido al
ser, contrapuestamente al término colectivo, también referido al ser. Entonces,
si la conformación de los estados ideales del hombre a través de su
historia han sido en función de asociaciones que han pasado por todos los
rangos, primero familiares, luego tribales, regionales, etc., nominadas
políticamente también con diversas expresiones como estados, reinos,
naciones, es prudente enunciar que toda la historia de la humanidad ha
debido encontrar conveniente integrarse piramidalmente desde la sociedad
en su estado primario hasta llegar a las confederaciones de pueblos y
naciones. El hombre todo y desde siempre, estableció que solamente
integrado con sus semejantes podrá realizarse en todos los aspectos desde
y para los que ha sido destinado en su aventura sobre este planeta. Como
punto subsiguiente, vale pormenorizar cuales han sido los elementos que
conformaron a través de los tiempos, los nexos de toda integración, que,
a no dudarlo, han diferido por las características de integrados y sus
circunstancias. Primero
surgió la necesidad de protección y subsistencia en contra del medio,
cuando imitando el ejemplo que ofrecían los animales menores que
agrupados se defendían de los grandes animales habitantes del planeta, el
hombre debió abrirse paso codo con codo para salir adelante. Es la
primera muestra de integración a través de elementos comunes: su fuerza
e inventiva aunada en contra del resto circundante. Indudablemente
allí se habrá establecido que podían estar integrados en esta lucha
determinados seres humanos. En este caso solamente los hombres que poseían
características comunes de fuerza y adaptación a ese medio, donde lógicamente
las mujeres, los niños, los ancianos y forasteros que desconocían los
elementos naturales del lugar se excluían, podían estar integrados en
esas primeras luchas de la historia humana. Se
habían integrado a través de elementos comunes para determinado fin:
Subsistir. Luego,
y siempre ateniéndonos a la historia que hemos en gran parte adivinado
por los testimonios que aún tratamos de descifrar, la especie humana tuvo
una constante: la desintegración en todos los aspectos que, como la
primera concepción universal que se ha estatuido, tiende a la fragmentación
y dispersión en forma permanente. Aquí
podríamos decir que el ser humano es individualista por naturaleza y
gregario por conveniencia, o mejor dicho que mantiene su individualismo
dentro de la comunidad que lo contiene. En
los pantallazos que este breve estudio permite que le demos a la historia,
podemos vislumbrar ejemplos de integración buscando el equilibrio contra
aquellas otras corrientes que propendían a dispersar las fuerzas. Por
mucho que se ha dicho sobre el concepto de americano o americanismo, es válido
repasar su significado para dejar en claro qué acepción le puede caber
cuando se quiere encuadrar la integración en determinado aspecto. Inicialmente
cabe preguntarse si vamos a hablar de panamericanismo o americanismo
iberohablante. Si
vamos a transitar por los lineamientos de una conciencia continental, o si
debemos mantenerla dentro de ciertos límites políticos determinantes de
una regionalización del continente. Nótese
lo difícil que es la tarea cuando se trata de encontrar elementos comunes
integratorios en un grupo humano que tiene como características comunes
el lugar que habita, las costumbres, la lengua, las creencias y su propio
pasado que lo han conformado como pueblo, y se comprenderá que la extensión
de esta empresa para poder integrar pueblos donde esos elementos comunes
van disminuyendo, es más difícil aún. Si a ello le sumamos que la
pretendida integración debe contener a los pueblos de una parte
continental que difieren en la raza que fue formando la Amerindia y los
mestizó con una de las dos corrientes que se insertaron en esta parte
continental, sin extendernos hacia al otro hemisferio que con excepción
de los pueblos al sur del trópico de Cáncer, las diferencias se
acrecientan en casi todos los tópicos. En
busca de la integración americana a través del idioma Por
efectos de la colonización, nada más integrador que el idioma para los
pueblos que conforman el continente. Es, por así decirlo, un elemento
natural, en razón de que la lengua, a través de los quinientos años que
lleva la fusión de razas en América, ha constituido el punto de partida
de la tarea integradora. Sin
embargo, aquí también es necesario delimitar la parte que se estructuró
a través de dos lenguas de origen europeo, a las que se refieren estas páginas.
A modo aclaratorio se consigna que se está circunscribiendo el estudio a
la región iberoamericana del continente, y las razones son varias para
que ello tenga, a su vez, su razón de ser. Por
exclusión, diremos que la América anglosajona con el agregado del Canadá
bilingüe, formó por sí solo un polo de desarrollo basado esencialmente
en la metodología de la conquista. Mientras el resto del continente
mestizaba al europeo incluso con razas provenientes del continente
africano como el Brasil y centroamérica, y en los demás pueblos con los
naturales de cada lugar, la política practicada en el norte se basó en
la traslación del habitante insular de Gran Bretaña al nuevo continente,
y no hubo en ningún caso fusión de razas. Esto
le permitió al país del norte un desarrollo sin pérdida de tiempo, y no
creó, pruebas al canto, la raza americana que los pueblos ibéricos
realizaron en el resto del continente americano. En
consecuencia la prosperidad no tardó en llegar, mientras que la Amerindia
se debatía en un prolongado monopolio económico peninsular, para pasar,
con el grito libertario de cada nación, al sistemático cambio de
conducción económica, esta vez con sede en las islas inglesas. Con
las intentonas invasoras de los ingleses al sur del continente, abortadas
militarmente, aunque exitosas en las Guayanas, con parte distributiva con
franceses y holandeses, se pretendió también una extensión idiomática
hacia la América española, sólo lograda en los mencionados estados
caribeños. Hasta
aquí la crónica que debiéramos dar por conocida, pero que su mención
nos permite realizar ciertas consideraciones. Siendo
un proceso casi natural la expansión española y portuguesa, conforme la
legislación que acordaron aplicar, con total desconocimiento de los usos
y costumbres de aquellos pueblos que subyugaron por la fuerza del brazo o
de la fe, y que desde los Codices Romanos conocemos como Derecho
Consuetudinario, estas dos naciones se encontraron con un gran espacio físico
habitado por pueblos que no tenían como elemento integrador el idioma, lo
que posibilitó el desarrollo de una lengua común que cada nación
europea supo imponer en la parte continental o insular que los tratados
unilaterales, por cierto, le acordaron. A
partir de entonces, y completamente demarcados el español y el portugués
se consolidaron como lenguas oficiales por todo el territorio continental
al sur del trópico del norte. Como
los problemas de integración en muchos otros aspectos con los pueblos que
quedaron bajo sus jurisdicciones los mantenían demasiado ocupados, tanto
españoles como portugueses no pretendieron romper el equilibrio idiomático
que habían aprendido a respetar y mantener desde la península. Pero
tampoco se preocuparon en buscar un elemento común que americanizara
ambas lenguas, en razón de poseer un estamento político a imagen y
semejanza de sus patrias de origen, donde la independencia idiomática
llegó a veces a constituir el símbolo de las demás independencias. Nótese
que Europa, pese a su estrechez geográfica, está configurada por un cúmulo
de naciones que en algunos casos se han aferrado a su lengua para no pasar
por la experiencia de la anexión. Varios
han sido los intentos de homogeneizar el lenguaje, tanto en América como
en el resto del mundo, y así tenemos un lenguaje diplomático: el francés,
un lenguaje comercial: el inglés, un lenguaje musical: el italiano, pero
ninguno ha invadido la raíz de los pueblos que no los cuentan entre sus
lenguas madres. Podríamos acotar que para estos americanos, las
mencionadas son lenguas muertas. Agreguemos
los esfuerzos realizados para universalizar el idioma a través de un
lenguaje convencionalmente aceptado: el Esperanto, de gran difusión en
las pasadas décadas, pero de igual destino cuando de suplir lenguas
madres se trata. El
planteo, si bien no es nuevo, soslayó el problema durante la era
americana actual, creando la conciencia de que no es necesario integrarse
a través del idioma, más allá de los denodados esfuerzos integratorios
en otros campos: ciencia, economía, defensa, cultura, etc.. Pero
una cosa trae la otra, y, como dijimos al principio, la interrelación
entre las distintas disciplinas debe tenerse presente en todo momento y no
pueden dejarse cabos sueltos si se quiere una integralidad real y
efectiva. Los
mismos lineamientos de fijación acotados, hacen que la raigambre idiomática
sea profunda e inconmovible. Hemos
hablado de las dos grandes corrientes idiomáticas a las que responden la
totalidad de los pueblos de América iberohablante, pero cabe mencionar
una lengua que también ha entrado en la puja y que es común al chaco
argentino-paraguayo. Nos estamos refiriendo a la lengua guaraní,
idiomatizada a nivel oficial por todo un país, en este caso Paraguay, que
ha permitido la coexistencia con la lengua castellana, estructurándola fónica
y gráficamente a partir de su raíz, cambiando la trasmisión oral en los
pueblos por la simbología de uso corriente en los idiomas que se
afianzaron a posteriori en esta parte de América. Vemos
aquí una simbiosis que posibilitó la supervivencia de ambas lenguas, en
una saludable conjunción. Este
es el cuadro de situación de la realidad idiomática americana actual,
sobre la que debe trabajarse en todo intento que se realice en procura de
lograr la integración americana a través del idioma. Los
ejemplos de integración realizada por los pueblos del mundo son muchos y
frecuentes, y podemos citar algunos ejemplificadores que, si bien no se
han estructurado a partir del idioma, sirvieron para lograr los fines
previstos, y su proximidad hacen que no nos parezcan aislados ni anecdóticos. La
comunidad europea decidió, como medida de posguerra, integrarse a través
de la producción industrializada. Al principio surgió como idea que fue
paulatinamente ganando adhesiones, hasta haber logrado en la actualidad el
casi total funcionamiento dentro del marco delimitatorio de la decisión
tomada por sus miembros a través de más de una convención. Por
tanto, lo que uno de sus paises miembros pueda realizar, queda automáticamente
incorporado al mercado sin que deba fraccionar su producción en tantas
fronteras como paises integran el tratado, recibiendo a su vez los
beneficios de lo que también cada de sus asociados realice. En
materia de legislación ocurrió otro tanto, y aquí, interrelacionado con
la diplomacia y la seguridad, se ha avanzado en la confección de un
documento de identidad común que permita el libre desplazamiento por todo
el ámbito de los paises tratadistas, de ciudadanos integrantes de cada
uno de ellos. Las
razones para trabajar en una integración idiomática están en el
entendimiento de todos, en especial de los actuales gobernantes
americanos, y es por eso que la propuesta del entonces presidente
argentino, Dr. Menem, haya tenido inmediata aceptación, al punto que ya
los cuerpos diplomáticos de todos los países se encuentran abocados a la
tarea de implementar la política idiomática integratoria, procediéndose
en breve a tornar obligatoria la enseñanza del idioma portugués en los
países de habla española, y viceversa en el Brasil y también en
Portugal. Podríamos
decir que de la teoría desde siempre acariciada por los americanistas,
hemos pasado a la práctica por obra y gracia de una decisión anhelada y
finalmente tomada por nuestros estadistas. Y
ya que de practicidad hemos hablado, analicemos los elementos que a
ciencia cierta hacen necesario el bilingüismo iberoamericano. Los
distintos tratados en esta parte del continente, siempre, desde luego,
tendieron al bien común, a la economía común, y podemos mencionar
pactos de no agresión, pactos de no intervención, pactos andinos, y, más
recientemente el hoy promocionado Mercosur. Solamente
a partir del enunciado de este último esfuerzo conjunto, se habla de
incluir entre las cosas comunes el idioma. Se está llevando a la práctica
uno de los puntales del entendimiento humano: hablar el mismo idioma, o al
menos que cada cual hable su propio idioma y que el otro lo entienda. Las
fases del desarrollo de este plan se han convertido en el tema de estudio
primario e ineludible, partiendo de la base que se ha convenido en la
necesidad de su ejecución. Ese primer paso de lanzar la idea y que se
corporice, está dado. Ya nadie discute la conveniencia de su puesta en
marcha. Acto
seguido la visión del objetivo logrado que, aunque se entiende distante,
se presenta como el obligado corolario de la tarea; pero fácil es
imaginarlo y no tanto llegar a él. Si
se piensa en los modelos de enseñanza de ambas regiones, por así
diferenciarlas conforme la temática encarada, se comprenderá que
solamente a través de la educación podrá canalizarse esta enseñanza. Ha
llegado la hora de concientizar a los pueblos de esta necesidad, no ya
como solamente un trabajo pedagógico desarrollado por las estructuras
existentes, sino por la globalidad de medios donde nada queda conformando
una maquinaria de aprendizaje. Es
aquí cuando la interrelación tiene su rol fundamental, y si vamos a
desarrollar el proyecto en forma tal que no debamos esperar las nuevas
generaciones que hoy se nuclean en los educandos de todo el continente,
que son los receptores inmediatos de toda nueva norma de aprendizaje,
debemos reconocer los nuevos métodos de enseñanza que en forma masiva
permiten crear la conciencia colectiva de los pueblos que referíamos al
principio, y que difiere del aprendizaje individual canalizado por la
tarea docente en base a medios específicos para trasmitir el conocimiento
a cada uno de los individuos receptores de esta metodología. Esta
interrelación, como ya se ha dicho, juega su mejor papel, y desde esa
idea génesis trasmitida a través de
los medios de comunicación, ya pudo conocerse la noticia, evaluar los
considerandos del proyecto, y tomar partido en su prospección. Han
concurrido la técnica con sus aparatos transmisores y receptores de imágenes
y sonidos, la integracionalidad en materia de legislación para que
pudieran ser usados tanto elementos de propiedad de los distintos estados
signatarios, como aquellos que detentan alguna reserva patrimonial como en
el caso de publicaciones amparadas por sus derechos de autor. Todo ha sido
usado para el fin de hacer conocer primero la inquietud, y luego el plan o
proyecto de integración idiomática, explicado hasta en sus más pequeños
detalles, creando, de este modo, una conciencia continental de su
conveniencia. Distinto
hubiese sido si la puesta en marcha del proyecto se dispusiera a través
de normas, en muchos casos inexplicables, que llegaran a conocimiento de
los americanos cuando ya nada pudiera hacerse para siquiera disentir la
decisión. Habría faltado uno de los principales elementos que conforman
la buena gestión con respecto a sus administrados: la publicación de los
actos de gobierno. Pero
no el simple formalismo de dar a conocer este hito trascendente es
suficiente. También debe la información contener el sentido político de
la decisión. El por qué de lo que se realiza. La lógica que tal
proyecto tiene. Esta
primera dificultad en la metodización del aprendizaje del habla bilingüe,
debe ser concienzudamente evaluada. Recordemos
que estamos ante dos idiomas perfectamente estructurados, con igualdad de
posibilidades y con raíces comunes en la península. La
evolución del hispano hizo que fuera perdiendo arcaísmos e incorporando
terminología de cuanto pueblo tuviera contacto con España, ya sea por
medio de los españoles que se diseminaron por el mundo a partir del siglo
XVI, como de los pueblos que ya habían asentado sus reales en la península
desde varios siglos atrás: los árabes. Sabido
es que el español actual es el idioma natural de una de las regiones de
España, que, precisamente por consolidar su poderío mediante la
integración de dos reinos (Castilla y Aragón) y lograr la expulsión
morisca de la península, pudo imponer también su lengua a todos los
reinos que se sometieron a estas dos coronas. Pero
no es el único en ese país, y tenemos que reconocer que, si bien el
castellano es la lengua adoptada oficialmente por el estado español,
coexiste con otros idiomas configurados y estructurados como lenguas
oficiales de diversas regiones, como el vascuence, el catalán, el
gallego, y que asimismo existen otras variantes idiomáticas de ellos, tal
el caso del valenciano y el mallorquin. Cuando
nombramos al gallego, lo situamos en una región geográfica que
precisamente es vecina a Portugal. No resulta difícil imaginar que ambas
lenguas tienen terminología común, y que su fonía no resulta tan extraña
para unos y otros. ¿Por
qué se han mantenido estas lenguas en España cuando una legislación
decretaba la oficialización de otra que no era la propia? La
pregunta nos lleva a encontrar que para estos pueblos el idioma natural de
la región tenía una significación más profunda que la simple
diferencia idiomática. Significaba
que, junto con sus costumbres, sus tradiciones, sus creencias, la lengua
los conformaba como pueblos con un pasado común y un destino también común.
La pérdida de la lengua hubiera sido la pérdida de su identidad. Es
por eso que hoy, después de varias centurias, han logrado que se
reconozcan como lenguas oficiales en las distintas comunidades autónomas. Del
mismo modo obró Portugal, que al igual que los antedichos reinos, temió
siempre ingresar a esta corporación que hoy constituye el estado español. Por
ello la negativa sistemática de Portugal en modificar lengua, para no
seguir la misma suerte en su idioma que el pueblo español, que tuvo que
incorporar terminología de todas aquellas culturas que la fuerza de sus
armas le entregaron en custodia. Fue
para los lusitanos, juntamente con la famosa habilidad de sus diplomáticos,
un arma constante contra los embates anexionarios de los distintos
gobiernos españoles. Hubiera
sido simple para Portugal acceder a la bilingüidad, dado la proximidad,
pero peligroso teniendo en cuenta lo sucedido a los gallegos, vascos y
catalanes. Dijimos
que la pérdida de la lengua hubiera significado en el específico caso de
algunas regiones peninsulares, la pérdida de su identidad, pero vale
acotar que esta definición no es extensible a todo intento integrador que
se realice en esta u otra parte del mundo a través del idioma, ya que,
también este canal, afirma en los pueblos tanto idioma como identidad, y
lo que logra la tarea señalada es crear lazos de profunda afectividad
hacia al arraigo pudiendo comparar culturas y entender vivencias de los
pueblos convecinos. Para
el común de los habitantes que integran los diferentes estados
americanos, en forma especial los comprendidos dentro de la delimitación
sudamericana, existe una globalidad de elementos que se consideran
comunes, como la europeización, el aprendizaje de la fe católica, las
campañas emancipadoras, etc., y queda prácticamente allí el
conocimiento con respecto a los ahora paises vecinos. Si
bien es cierto que dentro de los métodos de enseñanza la obligatoriedad
de la misma implica que se homogenicen conocimientos históricos y geográficos,
también no es menos cierto que países de vastísima extensión, como por
ejemplo la República Argentina, pueden ser considerados un grupo de
regiones con características no del todo comunes. Ello, a no dudarlo,
estaría determinando la existencia de agentes que modifican la conducta
de los pueblos en cuanto a usos y costumbres, regionalizando lingüísticamente
el todo llamado país. Entonces,
si difícil es la integración de una estructura políticamente organizada
con nombre de país, véase cuanto más lo será integrar dos sectores
continentales con diferencia idiomática. Ahora
bien, delineados los argumentos históricos y parangonales de la actual
situación, más la voluntad puesta de manifiesto para comenzar una tarea
que no se sabe a ciencia cierta el tiempo que insumirá, queda otra labor
sobre la que debe acometerse el quehacer en forma inmediata, que es el
enunciado de las propuestas para llevar a cabo la integración. Los
estudiosos han visto y evaluado, y aún permanecen haciéndolo, los
problemas que la instrumentación de este plan trae aparejado, desde la
motivación por parte de ambos grupos poblacionales, hasta la concurrencia
de elementos tipográficos que actualmente son disímiles en ambos
idiomas. Ya
no pareciera estar a nivel de discusión la necesidad del desarrollo del
otro idioma en cada uno de los sectores, pero una amplia nebulosa se
cierne sobre el avance de los estudios. La
tarea, indudablemente, no es fácil, pero el punto de partida está muy
marcadamente a la vista a través de la firma de convenios que adhieren al
sistema. Nota: [1]
Ensayo publicado en la
revista Repertorio Americano N° 9/10 Año 2000, del Instituto de
Estudios Latinoamericanos (IDELA), dependiente de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Costa Rica y leído
como ponencia en el XV Encuentro “El Mundo de la Cultura” del 25
al 29 de octubre de 2010, organizado por la Sociedad de Escritores de
Chile (SAECH), Filial Gabriela Mistral, Región de Coquimbo – Chile.
|
Por Jerónimo Castillo
jeronimocastillo@yahoo.com.ar
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