El llamado a la puerta de mi casa, la sonrisa del amigo que me entrega su obra editada y el afecto de su saludo cuando me dice brevemente los motivos que lo
llevaron a escribir, hace un contorno amable en esa mañana de diciembre.
En ese momento aparecieron referencias de toda índole y pude revivir pasajes del que hace ya muchos años conociera como un adolescente, junto a sus
padres, y que después la vida llevó por otros caminos fuera de nuestro común lugar de
residencia, aunque muy cerca, esto es Villa Mercedes.
Hoy tocaba a mi puerta un escritor, y me entregaba el testimonio de su
vida hecho libro. ¡Qué mejor regalo para quien espera el fruto de estas agradables
sorpresas, que, como en este caso, se van produciendo de la mano de la causalidad para
regocijo del espíritu!
Cualquiera, conociendo a mi amigo, hubiera dicho: “Sé de qué trata el
libro...” y se habría equivocado de medio a medio.
Tener en mis manos la obra literaria de mi amigo, una fugaz referencia sobre el patrocinio por el que pudo editar, pero, fundamentalmente haber tenido la razón que llevó al visitante a dejar este testimonio, me anticipaba que ese libro, bellamente
ilustrado por un artista desde su Vía Vallone 1 en Sampeyre, Italia, y que por rara casualidad comparte el mismo apellido con el autor, lo que me hace suponer un parentesco, ese
libro, repito, ya alertaba sobre la calidad de su contenido, lo que me generó la avidez de su lectura, y estos días de finales del 2010, han sido mezquinos en sus ratos posibles para dar fin a lo consignado, a lo creado, a lo vivido, y que en esas más de 200 páginas me había entregado con tanto cariño Abel Celestino Bailone, llamándole con el más que
justificado nombre “ De puñetazos y utopías”.
Y es aquí, como dije, que un lector con algo de apresuramiento hubiera errado la apreciación sobre lo que estaba por leer.
Bailone, Abel Celestino Bailone, desde la dedicatoria que su alma grande me regala, ya define la obra, ya encuadra su libro, cuando dice, cargado de la humildad que lo caracteriza: “... pongo en sus manos este modesto intento literario...”. Sí, Bailone el escritor, desde el vamos ha sostenido que estamos ante una obra literaria, lo que tras su lectura podemos acompañar en ésta su afirmación. Ninguna duda cabe que “De puñetazos y utopías” es una obra literaria con toda justicia, con todo merecimiento, sin que por ello deje de ser el testimonio de parte de una vida dedicada al deporte, con más sus anécdotas, con sus crónicas, con su carácter autobiográfico, que revela la pureza de espíritu de un hombre que cultivó el deporte de los puños.
Pero esta crónica de vida que corresponde a la etapa en que Abel
Celestino Bailone le dedicó a su deporte preferido, tiene un prolegómeno con la formación técnica que el deportista nato fue adquiriendo a través de lecturas de los medios
especializados, habiendo llegado a la práctica del deporte con un caudal de información que le permitió aplicar al mismo, al que siempre consideró como la ciencia de la defensa y el
ataque, con total ausencia de cualquier manifestación de violencia, haciendo siempre
hincapié en la humanización del deporte y resaltando todo aquello que conduce a su
refinamiento, coincidiendo con la formación del carácter del individuo dedicado a esta expresión deportiva.
Lo predicho tiene directa incidencia con el leit motiv de la obra,
incorporado desde su primer capítulo donde está la justificación que Bailone hace de su tratado, y da comienzo a las enseñanzas de vida que a través de todo el libro es una constante, lo que enmarca la obra en un estudio ejemplar de ensalzamiento de las buenas costumbres y excelsitud de las ventajas de una vida sana.
Asimismo el escritor va referenciando esta actividad, la boxística, con las vicisitudes que le tocó vivir al hombre desde su aparición sobre el planeta, donde encontró que su primera arma de defensa eran sus propios puños, descubriendo casi por accidente que un pedazo de madera extraído por la fuerza o fortuitamente de alguna planta, podía transformarse en otra arma formidable: la maza, con todas sus variantes, hasta llegar en edades posteriores al uso de armas de otra naturaleza.
Este capítulo introductorio nos hace saber que el boxeo, en sus diferentes formas hasta llegar a la reglamentada con que hoy se lo conoce, fue practicado por
distintos personajes los que en más de una ocasión la posteridad los ha conocido por otras
facetas, tal el caso del filósofo y matemático griego Pitágoras.
Así también nos cuenta el afecto al pugilato del rey de Inglaterra, Ricardo I, llamado “Corazón de León”.
Actores de cine, literatos, estadistas, músicos, tienen lugar en el libro de Bailone, por su paso de una u otra forma por este deporte.
A partir de allí Abel Celestino Bailone retrotrae su escritura para dar
noticias familiares desde su nacimiento y de su hermana melliza el 20 de diciembre de 1952 en Almafuerte, provincia de Córdoba, regalándonos un hermoso perfil de su familia,
especialmente de su padre (a quien tuve la suerte de conocer junto a su señora esposa), hasta la radicación definitiva de la familia en la ciudad de San Luis.
Esta parte del libro nos da la clave de la formación humanista y literaria de Bailone, puesto que estuvo en las aulas de la Obra de Don Orione, a cuyos educadores dedica un especial reconocimiento.
El escritor le da tratamiento muy singular a sus adversarios boxísticos, muchos de los cuales han devenido en amigos que en la actualidad conserva.
El libro “De puños y utopías” contiene una serie de máximas por las que su autor quiere dejar plasmada la condición de ciencia de este duro deporte de los
guantes, y si bien relata toda su carrera boxística, con rigurosidad de oponentes, fechas y
lugares, desde sus inicios hasta su abrupto término por retiro de la licencia de la Federación Argentina de Boxeo ante el desprendimiento de retina del ojo derecho, en momentos que ostentaba los títulos de Campeón Argentino y Campeón Sudamericano de la categoría medio pesado, nunca el autor hizo ponderación excesiva de sus triunfos, sino que
simplemente se limitó a referenciar los acontecimientos.
La obra de Bailone contiene un justo reconocimiento al campeón mundial olímpico Arturo Jaime Rodríguez Jurado, que en 1928 obtiene el preciado galardón en Amsterdam (Holanda), y que no tenemos muchos elementos recordatorios de la hazaña del puntano.
Finalizo diciendo que el libro de Angel Celestino Bailone es un verdadero testimonio de vida, un reconocimiento permanente a su familia toda, comenzando por sus mayores, luego a su esposa Luisa Ana, más tarde a su primogénito Matías (hoy abogado y Doctor en Derecho Penal) y Ana Verónica (su hija menor, abogada y notaria).
Pero que además de todo lo expresado, ostenta un mérito que debió
destacarse desde el primer párrafo de este comentario. Es un libro con un cultivado léxico, donde todo el sentimiento de su autor ha encontrado los calificativos exactos, las palabras justas, y que contiene la elevación necesaria para transformar el lenguaje cotidiano en lenguaje literario,
condition sine que non para decir que estamos ante la verdadera
creación, la verdadera expresión de belleza literaria que nos entrega un paseo por la boxística universal hasta nuestros días, cargado de conocimientos y sabiduría.
Allí estuvo el Luna Park, allí estuvieron los grandes de la música que
incursionaron por el boxeo (Celedonio Flores, Atahualpa Yupanqui), allí los literatos
mayores (Byron, Cortázar, Arlt), allí también las crónicas de Herodoto, Juan Carlos Lorenzo
(Borocotó), Tití Otazú, los poemas de Luis María Bernárdez, Jaime Suárez Quemain,
Alcides Galdolfo Herrero, los propios del autor, lo que me lleva a ratificar que “De puños y utopías” es un libro de literatura y su autor, un escritor de fuste, que aún deberá entregar mayores obras, el que alguna vez fue boxeador.
Bienvenido Abel Celestino Bailone al mundo de las letras, donde siempre estuviste, donde ya has ganado por K.O. con éste tu primer libro.
|