«Irak es Vietnam» «La vida tiene la palabra» Por Cristina Castello |
Irak,
antes, parecía una leyenda, un lugar oscuro y misterioso, un espacio rico
en vestigios de relatos. / La patria nos parecía un enigma antiguo, un
paisaje nacido de la arcilla, hecho de adobes y arroyos de cúpulas
doradas. Irak antes de las guerras, era un lugar en pleno vuelo. Parecía
un lugar de los milagros. Jabbar Yassin Hussin |
«Podemos llevar la paz a Irak» [sic], dijo George W. Bush y la paz hizo estallar cerca de un millón de mártires. Su gula de Poder no apuntaba a asesinar las sombras sino el amanecer: Irak fue el alba, el primer susurro de la civilización. Allí nacieron la primera democracia, el arpa Real y la flauta de caña del pueblo; el calendario, la escritura y mucho más. Y esa cuna de la cultura suma hoy a sus cerca de un millón de muertos, millones de mutilados, huérfanos, o prisioneros. Es la consecuencia de la ocupación llamada guerra, por parte de los USA.
De
Irak son los primeros poemas épicos, como «Gilgamesh» o «La
creación». Allí y en la península de Arabia se festejaba el nacimiento
de los poetas, como se celebra la sonrisa de Dios; sus hombres y mujeres
huelen a almizcle y sus ojos miran hondo y color dátil, como el fruto del
árbol nacional. |
Aunque
el ataque a Irak estaba planeado y firmado desde el noveno mes del 2000,
fue al día siguiente del 11 de septiembre del ‘01 que el gobierno del
Norte lo decidió. Lo acusó de tener armas de destrucción
masiva y lo embistió en 2003; y aunque está demostrado que esas
armas no existían, nada le importa al invasor. Del mismo modo, antes del
apresamiento de Saddam Hussein, el secretario de Defensa norteamericano
profirió un disparate similar: «Nosotros no lo hemos encontrado [a S.H.],
pero nadie se atrevería a decir que él nunca existió», dijo Donald
Rumsfeld. ¡Vaya argumento y
vaya humor! Humor que se fundamenta en la ética
de este Donald que no es el de Walt Disney... ¡qué dolor!: «La gente
libre es libre de cometer fechorías», arguyó. Sí, la gente
puede perpetrar cualquier alevosía... si
la gente es el Poder.
La
geografía de Irak —atravesada de norte a sur por los ríos Tigris y Éufrates—
responde al significado de su
nombre, cuya traducción al
castellano significa literalmente «borde del agua». Sus valles, estepas,
montañas y desiertos deberían cobijar a los miles de poetas que su cielo
engendró y cuyo verbo alumbra el mundo. Sin embargo, la mayoría debió
exiliarse: la palabra poética puede ser una fechoría
imperdonable. Irak
—con las reservas de petróleo más importantes del mundo, después de
Arabia Saudita— resultaba un manjar para el hambriento Bush. Es, además,
un sitio estratégico para controlar el Medio Oriente, Irán y Afganistán;
y para limitar cualquier posible acceso de Rusia en Asia Central. Pueblo
estoico, doliente, siempre agredido, cultivado. Las bombas del Régimen
tañen un réquiem en la
misma tierra milenaria y al mismo tiempo que resuenan las primeras notas
de los instrumentos musicales milenarios de la humanidad.
Y también por doquier se escucha el Maqâm de Bagdad; ese concierto de cítaras, violines, tamboriles y
poesía, de una magia impensable en Occidente y cuyo deleite nunca será
tal para el invasor. Horizontes
fugitivos Soy
como la noche: callada, profunda, horizonte Soy
como las estrellas: incertidumbre, lejanía, destello (Nazik
Al Malaika) El
argumento de la «guerra preventiva» —que todo horror justifica— es ilegítimo
e inmoral, según el historiador norteamericano Arthur Meier
Schlesinger, Jr., y tantas otras voces; e ilegítimo
e inmoral consideraron los USA el ataque
preventivo de Japón contra Pearl Harbor, el 7 de diciembre del ’41.
Comprensible: la paz debe ser sólo
para ellos. Hoy, el gobierno de los EE.UU. es un régimen de ocupación y
—a pesar de que atraviesa una de las peores crisis de su historia—
sigue su huida hacia adelante. Como un animal en celo, su siembra de
muerte le pide más y más; como si su meta fuera un horizonte fugitivo,
que exige cada vez más sangre para ser alcanzada.
Frente
a la guerra yanqui en Irak, como en todos los casos, la mayoría de los
norteamericanos se mostraron casi como militaristas y chauvinistas, gracias
al engaño de las armas de destrucción masiva que su Gobierno había
inventado. Hoy, a cinco años de su comienzo, también muchos
norteamericanos la sienten como una pesadilla.
«Irak es el nuevo Vietnam», empieza a propagarse cada vez más en
el país de los Oscar, las hamburger y la gaseosa
multinacional.
Vietnam,
aquella otra guerra bestial, fue uno de los gérmenes que hizo brotar el Mayo
Francés, al que se sumaron millones
de jóvenes y pueblos de los cinco continentes, ansiosos de libertad.
¿Despertará
la ciudadanía yanqui, cuando el supremo
conciba una nueva mentira? ¿Cuántos pueden mantener la lucidez en
medio del caos, la pobreza creciente del Gigante,
los embustes de la prensa, y el desamparo ante la intemperie?
Todos juntos y solos en un Imperio que parece resbalar hacia el final de un abismo que no
parece tener final; el Estado de
Bienestar empieza a surgir ante sus ojos como un horizonte fugitivo...
otro más. Los memoriosos recuerdan aquel adagio según el cual «la
primera víctima de la guerra es la verdad».
Palabras que en 1917 pronunció Hiram Warren Johnson, entonces
parlamentario de los USA: hoy sería acusado de «terrorista» por el
presidente actual.
Los
iraquíes, por su parte, sacrificados en su patria o en el exilio,
recuerdan su ilusión de un futuro donde brillaba una aureola
luminosa. Soñaban un país donde los bosques formaran un cinturón
verde que abrazara las ciudades e impidiera el avance del desierto. Soñaban,
creían, creaban: Irak era un país de avanzada. Cada día se inventaba
una palabra, se abría un museo, había una biblioteca nueva; cada día más
esculturas poblaban las plazas y los parques, y más universidades se
ofrecían al saber. Pero la paz fue siempre sólo una tregua entre dos
violencias, entre dos guerras; un edén entre dos infiernos.
La
cultura es peligrosa: ¡Carguen,
apunten, fuego! [Un
festival] con gente cantando y bailando en las calles, /los músicos tocan
liras y tambores/ y hermosas sacerdotisas esperan frente al templo de
Ishtar (Gilgamesh)
La
poesía era un estilo de vida en Irak. Hoy, dispersos por el mundo, sus
poetas sufren porque el pensamiento
único los muestra —más que a todo su pueblo— como el eje
del mal. Como una amenaza.
Y
claro que lo son. Creo, con Rimbaud, que «la poesía no es prosa rimada y
gloria de innumerables generaciones de idiotas». Es un llamado a la
conciencia profunda, un susurro con potencia de grito. Al Hallaj fue
crucificado en Bagdad hace quinientos años, porque su poesía alumbraba
(alumbra). Federico García Lorca, Robert Desnos, Paul Celan, Paul Éluard,
Juan de Yepes —hoy San Juan de la Cruz—, Nazim Hikmet, Ovidio, César
Vallejo, y tantos más, fueron asesinados, recluidos en campos de
concentración, o estuvieron exiliados, por el pecado de la palabra. Por iluminar. Por eso el Poder la encierra en mazmorras o —en el mejor de los casos— la censura, pero... «¿quién encierra una
sonrisa, quien amuralla una voz?» (Miguel Hernández).
Irak
es poderoso en poetas. Después de Sapho de Lesbos (siglo VI antes de
Cristo), la primera poeta del mundo es la iraquí Angiduana (siglo III AC)
y se considera a la también iraquí Nazik Al-Malaika la
iniciadora de la poesía árabe moderna. Además, y más allá de
las religiones, ¿no es el «Corán» una obra cumbre de poesía? «Aunque
los humanos y los genios se reunieran para producir algo semejante a este
Corán, jamás harían nada parecido, aunque se ayudasen mutuamente»
(Corán 17:88).
Los
libros, la cultura... el arte, son terroristas,
para los tiranos.
Sí.
El 2 de febrero de 2007 los
diarios del mundo titularon: «Estados Unidos bombardea la biblioteca de
Bagdad». Hombres exiliados en su propio infierno, en la noche de los
tiempos ya habían cometido estas barbaries. Baste recordar que Fray Diego
Cisneros, quemó los libros de los musulmanes en Granada; o que el Corán
en árabe —en la edición de Paganini de 1537— fue destruido por orden
de uno de los papas más cultos
de su tiempo. ¿O acaso Fray Juan de Zumárraga, creador de la primera
biblioteca de México, no quemó los códices de los mayas en l530?
En
la destrucción de la Biblioteca de Bagdad hubo más de un millón de
libros asesinados, objetos antiquísimos sustraídos o destrozados, y mil
intelectuales iraquíes ejecutados. Aquella fue la cena, opípara. Antes,
había sido el tentempié: habían saqueado y quemado el Museo Arqueológico
de Bagdad. En «Historia universal de la destrucción de libros»,
Fernando Báez, doctor en Bibliotecología, asegura —y hay pruebas en
poder de la ONU y de otros organismos internacionales— que el
responsable de tal salvajismo fue el gobierno de Bush. Borrar
la memoria, de eso se trataba —se trata. Desaparecieron ediciones
antiguas de «Las mil y una noches», de los «Tratados matemáticos de
Omar Khayyam», de obras de Averroes, y otras joyas del patrimonio de la
humanidad.
En
Irak, donde tres mil doscientos años antes de Cristo se había inventado
la escritura, se pulverizaron los libros. Paradojas de la vida, cuando
cede su lugar al Imperio. Racimos
de arco iris No
asustéis a las nubes de Bagdad con vuestros aviones. No sembréis soldados en nuestro jardín (Muhsin Al-Ramli) Después
de siglos de monarquía, Irak se convirtió en república en 1958 y tuvo
varios presidentes, el último de los cuales fue Saddam Hussein, un
dictador brutal; derrocado, hecho prisionero y condenado a la horca en
diciembre de 2006 por crímenes de guerra. Lo sucedió Jalal Talabani,
quien es nada más que un nombre —sin poder— para la presidencia. El
primer ministro es Nuri Al Maliki, quien está de acuerdo con que las
fuerzas de los invasores continúen allí «para frenar la agresión
extranjera y por razones de seguridad interna» [sic].
Pueblo
el de Irak, conocido por la ley del
talión, por las amputaciones de miembros a los desobedientes, por las
lapidaciones a sus mujeres: por conductas
que parecen extrañas a la naturaleza humana. Son sus leyes, y están
contenidas en el Código de Hammurabi
—del año 1686 AC—, que aplica el decir popular: «ojo por ojo, diente
por diente».
El
Código está contenido en una
escultura tallada en un bloque de diorita [roca eruptiva granulosa] de
unos 2,50 m de altura por 1,90 m de base, y había sido colocado
originalmente en Sippar, el templo de dos ciudades de la antigua Baja
Mesopotamia, separadas apenas por siete kilómetros. Después de muchos
vaivenes, a raíz de las invasiones permanentes sufridas por los iraquíes,
la talla se exhibe hoy en el Museo del Louvre de París.
Pueblo
culto y sufrido, arrasado. Su agresor, los Estados Unidos de la América
del Norte, ejerce sobre él brutalidades aún peores que las del Hammurabi
milenario. Generosamente, le
envía racimos. Bombas de
racimo, contenedores que —a cierta altura del suelo— se abren y
disparan centenares de bombas más pequeñas, de alto poder mortífero.
En
Irak, el 98% de sus víctimas son civiles. Y la mayoría, niños que las
confunden con juguetes, por sus colores brillantes y llamativos. En busca
del arco iris, encuentran su final. ¿Hasta cuándo el hombre será lobo del hombre? El misterio lo sabe. Por su parte, los ciudadanos norteamericanos parecen despertar, estaba dicho; en una reciente encuesta, el 80% de ellos dijo que su país está controlado por intereses de unos pocos, que se preocupan sólo por ellos mismos; dicho de otra manera, por los menos que luchan por los menos. ¿Encontrará
Irak la paz a partir de enero de 2009, cuando George W. Bush deje el sillón
presidencial? El candidato republicano John Sidney McCain III ha dicho que
no retirará las tropas del país. Barack Obama, por los demócratas,
criticó la masacre tan sólo como un error
estratégico. El ministro Nuri
Al Maliki, de Irak pero no por Irak,
todo lo permite en detrimento de la paz. Kim
Phuc, Vietnam; Zahra, Irak: y ahora, ¿qué? La
guerra sigue trabajando día y noche/inspirando en los tiranos largos
discursos/dando temas a los poetas, /dibujando sonrisas en los rostros del
líder. /La guerra trabaja incansable/pero para ella no hay una sola
palabra / La vida tiene la palabra
(Dunya Mikhail). |
Cristina
Castello - julio 2008
Periodista y poeta
http://www.cristinacastello.com
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