¿Fe de Ratas o preludio en Fe de sol? Por Cristina Castello |
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¿«Fe de ratas» es sólo el nombre del grupo español de rock, o puede ser una metáfora de la crisis de la fe? Mundialización mediante, hoy la religión es el consumo y los héroes son los poderosos. ¿Muerte, o resurrección? Según las profecías mayas, el sábado 22 de diciembre del 2012, empezará el equilibrio universal. Para otros, vivimos el Apocalipsis. ¿Y la Iglesia Católica...dónde está? En Washington, con George W. Bush y una torta imperial, el Papa Benedicto XVI festejó sus 81 años, el último 16 de abril. La lujosa «Casa Blanca» escuchó sus elogios a las «raíces religiosas que forjaron el alma» del país que inventó la goma de mascar. En este 2008 que celebrará el 30º aniversario de la inmolación de novecientas personas sedientas de fe, en el «Templo del pueblo» —en Jonestown, Guyana— de la mano del Reverendo James Warren Jones, la visita del hombre de blanco disparó un alboroto de éxtasis. ¿Papamanía, hambre de fe, o reality show? Por cierto que no hay una sola religión, pero el cristianismo —católicos, protestantes y ortodoxos— es la más extendida: cuenta con unas 2.200 millones de almas. Tiene ese número aproximado, pero... ¿las alimenta verdaderamente? ¿Les ofrece un sistema de valores, que dé un sentido a la existencia? Hoy por hoy, ¿insinúa algún camino para plantarse frente a los grandes enigmas: la felicidad, la muerte, el dolor, las guerras, la pobreza...? ¿Predica con el ejemplo? «Pudiste cambiar el mundo, os creíais predestinados/ si pedíais ‘lo imposible’/ ¿Por qué os habéis conformao?»..., sentencian los cuatro roqueros de «Fe de ratas». ¿Será? El miedo. El pecado. Según el Mahatma Gandhi, si hay un pecado original, ése es el miedo. Los católicos viajan en un avión que —si ellos no siguen los dictámenes de la jerarquía eclesiástica— tendrá como único aeropuerto seguro el Infierno. Para la Iglesia, inspirar el miedo al poder de Dios y a las potencias infernales es el fundamento del culto. Y allí reside una de las razones por las cuales tantos fieles se convirtieron al islamismo, al budismo, a religiones alternativas y no reconocidas. O se quedaron vacíos. Sin fe. Mientras el Papa comía torta con un siempre sonriente George W., el mismo día de su Happy Birsthday, en la Franja de Gaza murió Fadel Shana, un cámara palestino de la agencia Reuters, por el efecto de piezas de armamentos conocidas como «flechetes»; y también otros dieciséis soldados palestinos y tres soldados israelíes. Pero las velitas ampararon el silencio, que ocultó que miles de seres humanos son asesinados a diario en Afganistán y en Palestina y que más de 4.000 militares norteamericanos murieron en las guerras que ordena el amo de la Tierra. Pidió a Bush, eso sí, que para resolver conflictos utilice la diplomacia y mostró su preocupación por la tragedia que viven los católicos en Irak. ¿Y los otros? ¿O acaso todos son católicos en aquellas tierras devastadas? Del resto — nada menos que del hambre creciente, de la falta de un lugar en el mundo y de la enfermedad, que azotan cada vez más al mundo—, ni una palabra. De ninguna manera... Esos no son temas para los dos hombres que acumulan más Poder en el planeta. Entonces muchos seres humanos, amontonados, desesperados y solos, se dicen: «Ése soy yo contra las cuerdas/, Ése soy yo en el punto de mira... ... Perdiendo mi religión...» Perdiendo mi religión... Losing My Religion, de Graveworm —el grupo de Black/Death melódico— parece tener más vigencia que cuando se grabó, en 2005. Pero el hecho de perder la fe y la posibilidad de poder dejar la Iglesia son dos cosas bien diferentes, pues ésta condena la apostasía: querer desasociarse de la Iglesia y del credo; desbautizarse de un agua bendita que los bebés no eligieron cuando fueron bautizados... por eso, porque eran bebés. Está prohibidísimo: junto con el cisma y la herejía, es uno de los pecados más terribles: en la Edad Media, el castigo era morir en la hoguera. ¿Y el amor? ¡Vaya! El amor es profano para quien no es bautizado, confirmado, casado ante los altares, y con una pareja de distinto sexo: la homosexualidad es casi una maldición bíblica, «una tendencia intrínsecamente mala». Mala, sí, perversa, sí... para los laicos. Mientras tanto, los sacerdotes beben o se dopan, y aun disimulan su homosexualidad o su pederastia (abuso de menores): total, la sotana es una máscara que todo esconde y todo lo santifica. Después de una de sus reuniones con Bush, Joseph Ratzinger —tal el nombre civil del jefe de la Iglesia— recorrió Washington en el papamóvil. Más tarde hizo frente públicamente, y durante tres días, al tema de los abusos sexuales más abominables, ejercidos sobre menores, varones y niñas en algunas diócesis norteamericanas y condenó sus conductas. Pero culpó de ellas a la pornografía y a la violencia. Finalmente, tuvo un encuentro a puerta cerrada con algunos de los sacerdotes acusados de haber cometido tales delicadezas. «Refinamientos» que obligaron a la Iglesia Católica de los Estados Unidos a pagar más de dos millones de dólares en indemnizaciones. ¿Fue sincero el Santo Padre? Veamos... Durante el proceso por paidofilia contra los curas que dieron el mal paso, había declarado que era una « campaña organizada en detrimento de la Iglesia ». Y si lo fue, ¿por qué trató veladamente de justificar estos atropellos a la dignidad humana, apelando al celibato? Como si, por estar obligados los sacerdotes a la soltería, tuvieran piedra libre para cometer abusos sexuales. Por otra parte, la mayoría se pregunta por qué la Iglesia como institución protege a los hijos de Dios que cometieron esas atrocidades. Y ciertamente, identificar sólo a algunos de ellos, más que una conducta ética y moral, parece un gesto hacia el afuera, una mueca; como lo es –y peor aún— esconder ingeniosamente a los abusadores: los manda a otras diócesis y a otros países... donde habitan seres que no conocen su destino fatal. El de ser las próximas víctimas. Una condena. Los Judas Budismo, judaísmo, islamismo, hinduismo, religiones indígenas, tradicional africana, sikh, espiritismo, febahá'í, jainismo... son muchas las religiones. El cristianismo es la religión con mayor número de miembros, entre la mayoría católica, los protestantes y sus diversas ramas. Y es en el catolicismo, donde está el récord de quienes están perdiendo la religión. Hay en la Iglesia nuevos «movimientos»: los Focolares, Comunión y liberación, Legionarios de Cristo, Neo-catecumenado y muchos otros. Como el Opus Dei, el ala más volcada a la derecha del Vaticano y a la cual pertenece y dirige, en su carácter de Papa, Benedicto XVI: es una suerte de Central de Inteligencia del Vaticano. Alguna vez sus miembros fueron llamados agentes de la «nueva evangelización». Alejada, en tanto jerarquía, del palpitar de la vida como expresión verdaderamente humana, creadora y creativa, la Iglesia católica bendice en los hechos lo mismo que la doctrina de Jesús condena. Por cierto que hay excepciones, pero la mayoría obedece ciegamente al Vaticano. Así es que no se critican las guerras, ni las injusticias del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, el G-8 y otras instituciones del llamado neoliberalismo. Y es precisamente por la crisis de la religión clerical, que ésta pasó a ser la del Dios Mercado. El consumo como ley y adicción... para quienes todavía pueden consumir. La economía —en suma—define el sentido de la vida humana. Creo en Dios, lástima pero... para nada en sus curas/ Se han deslizado en ellos los Judas y los traidores, cantaba el francés Serge Lama, cuyas palabras se hacen cada día que pasa más ciertas. La globalización necesita de productos siempre de una mayor sofisticación, de un mayor precio, de una mayor inutilidad, y que provoquen sensaciones cada vez más intensas para sus adictos. Necesita de una creciente desigualdad, una creciente concentración de la riqueza, y de más y más adeptos... o esclavos. Como el Reverendo James Jones, quien presentó su propuesta a los sedientos de alguna creencia, como si fuera una religión. Era una secta y no hay otro nombre. Una secta criminal. Él había reclutado a sus miembros, como una hormiguita laboriosa, paciente, cuidadosamente. Y con su cosecha humana se instaló después de un tiempo en Jonestown —California—, en lo que llamó «Templo del Pueblo». La tragedia que desencadenaría, fue lo que llevó a desconfiar con los años de cualquier cosa que tuviera tufillo a secta. El «Templo del Pueblo» es recordado universalmente por el suicidio en masa que ocurrió en Jonestown, Guyana, el 18 de noviembre de 1978, hecho también conocido como la Tragedia de Jonestown. Este cordero de Dios vivió, con quienes habían ido a buscar una fe, en doce kilómetros cuadrados de tierra que había arrendado con ese fin. A los novecientos miembros los esclavizó, los torturó, y finalmente los obligó a tomar veneno. Fue un suicidio-asesinato colectivo. Después el FBI lo encontró muerto, de un balazo en la cabeza. Un viento del este, glacial, desnaturaliza /Sus sermones inspirados por la autoridad, sigue resonando la voz de Serge Lama. Arriba el telón Hoy, mientras la Naturaleza reacciona enfurecida contra la especie humana depredadora, y tantas personas pierden su religión, la Iglesia Católica está más lejos que nunca del corazón del hombre. Por otro lado, entre todas las formas del cristianismo, quizás sean los Pentecostales quienes tienen más seguidores y más se extienden en América Latina, en los sectores populares. Sostienen la existencia de Dios y de Satanás; de los cielos, la tierra y el infierno; del pecado y los castigos divinos. Organizan encuentros masivos, como las reuniones «Homenaje a Jesús», en México. Ellos aprenden cada día más la forma del show y de la comunicación. Apuntan a despertar emociones colectivas fuertes, justo cuando todo sentimiento parece congelado. Son los que proclaman la unción, que ellos definen como la plenitud del espíritu; y de allí vienen caídas bajo la supuesta influencia del Espíritu Santo, temblores, ataques de histeria, de llanto o de risa incontenibles. Y la Iglesia Católica, ¿dónde está? Salvo excepciones de buenos ministros de Dios, sigue apegada a sus dogmas, a sus oropeles y al Poder. La jerarquía continúa reivindicando lo que llama la colosal evangelización de América, en la certeza que Dios se valió de España para llevar la fe. En una palabra: aquella masacre de indígenas, que hoy se calcula en alrededor de noventa millones de almas, ni siquiera es un tema a considerar. Si nada le importa la vida humana, ni su infinita soledad... Pensarlo sinceramente/ ¿Es rentable lo ganao?/ ¿La comodidad compensa un ideal traicionao?, insiste «Fe de ratas», en esta errata de la fe. |
Cristina
Castello
Periodista y poeta
1º mayo 2008
http://www.cristinacastello.com
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