Eduardo Bendersky o la pintura del silencio

Por Cristina Castello

«El arte y el amor redimen la vida y desde allí denuncian todo lo que conspira contra ella»

Durante una entrevista que mantuvimos con Eduardo Bendersky en 1980, a poco del regreso de su último viaje a Europa, lo descubrí austero en palabras. Pero, aunque pocas fueron las necesarias.

Hace unos días nos encontramos para este artículo cuyo tema requería un diálogo más intenso que aquel. Entonces dijo más palabras, pero también fueron las necesarias.

Porque no es proclive a hablar de sí mismo, no resultó sencillo conocer su historia personal. Sin embargo, la suya – lejos de ser una actitud neurótica o excluyente – parece responder a una conducta asumida hace tiempo. Todo en su vida confluye hacia el arte; no caprichosamente expresó, durante nuestra visita, que se nutre de sus obras, porque ellas le dan respuestas sobre sí mismo y sobre los demás. A partir de aquella impresión orientamos el diálogo, del cual bien podrían mencionarse como síntesis estas expresiones:

«El arte y el amor redimen  la vida y desde allí denuncian  todo lo que conspira contra ella».

Eduardo Bendersky
Foto Ramón Puga Lareo

Bendersky nació en Córdoba y formó parte –con Antonio Seguí, José De Monte, Pedro Pont Verges y Marcelo Bonevardi, entre otros – de una generación de artistas hasta ahora irrepetible en aquella ciudad. Estudió un corto tiempo en la Escuela Superior de Bellas Artes, y después hizo varios viajes, incluso vivió algunos años en Europa. Hoy, no es frecuente encontrarlo en vernissages ni en otras reuniones; sale poco, no fuma, toma alcohol solo excepcionalmente y vive dedicado al  taller, donde encuentra su alegría y su fundamento. Así es que después de hablar con él – y de apreciar su obra, claro -, se aprende cómo es un artista verdadero. Por eso importa poco calificar su pintura – como se ha hecho, en ejercicio de una manía común- para enrolarle dentro de algún «ismo». En cambio, vale la pena detenerse ante a ella: es una experiencia modificadora.

Libertad versus cultura 

«Nací en Córdoba en Marzo de 1932, y viví durante mi infancia cerca Plaza España, en un Barrio que se llama Nueva Córdoba. A los 20 años viajé por Latinoamérica y viví seis meses en Perú y Bolivia. ¿Si ya pintaba?....Claro, lo hice desde niño»

 

© Eduardo Bendersky

—Usted anduvo bastante por el mundo. ¿Qué buscaba en cada viaje?

—No sé, es como si a uno lo estuvieran llamando de algún lado. Es cierto que lo interno puede hallarse en todas partes pero es importante encontrar experiencias verdaderas, para poder reconocer las propias. Por otra parte, Europa permite tomar contacto con sucesos culturales importantes.

—A propósito, ¿qué me dice de la cultura argentina de hoy?

—Creo que, a pesar de los límites que implica la tensión social, así como la censura y otras situaciones que no son propicias, hay muchos que trabajan seriamente. Ellos son quienes pueden modificar esta instancia con su aporte.

—¿Las situaciones caóticas favorecen la creación?

 —Mire, hay una máxima que dice que «el sol quema o calienta». Yo creo que situaciones como las que padecimos desintegran a algunos e incentivan a otros en la búsqueda de respuestas mas sanas.

— ¿Cuál debería ser la función del estado en  materia de cultura?

—La función máxima sería la de promover el conocimiento, sin censura ni dirección previas, para que la ideologías no deformen los principios básicos de la conducta. Debería promover sin miedos, porque la búsqueda de la identidad necesita de la libertad... aunque acá estamos acostumbrados a la enunciación de valores y en ellos encuadrar las actividades. Yo creo que solo promoviendo el hecho cultural –y permitiendo que de él provengan los enunciados– podremos modificar nuestra realidad; y solo trayendo a la superficie el inconsciente colectivo, liberándolo encontraremos es e común denominador que hace a nuestra salud colectiva.  

El acto creador 

«De regreso de mi viaje por Latinoamérica, estuve un  corto tiempo en Córdoba y enseguida partí hacia Europa. Era todavía muy joven, pero sabia que de allí salen cosas muy importantes para el arte. No me equivoqué. Encontré respuestas a algunas inquietudes y ciertas hermandades, desde  el punto de vista de la pintura. Naturalmente no encontré, pues tenía pocos años, las mismas respuestas que ahora. Pero ese primer viaje significó un descubrimiento. Lo que más me impresionó entonces, fue el pensamiento surrealista. Viví dos años en París y conocí a mi primera mujer, con la cual tuve dos hijos: Ethel, hoy bailarina, y Alejandro, que está terminando el secundario...» 

— ¿Que significa el acto creador?

—La tarea de crear significa representar nuestro espacio, llevándolo a la tela; traerlo desde las tinieblas al campo de nuestra visión. Entonces, una forma, un color, son cruciales... ¿qué hay de más importante que el reconocimiento de éstos?

—¿Se puede hablar de un arte argentino?

—Creo que hay que hablar de arte de los argentinos, porque no hemos encontrado todavía nuestra identidad. Hay una gran dependencia cultural, que, curiosamente mucha gente no conoce porque hay una mala información.

—La información sin prejuicios, la buena información, es indispensable para la cultura...

—Absolutamente, hay que abrir las puertas a todo lo que pasa en el mundo, en la certeza de que ello no nos quitará las posibilidades de una expresión propia, sino que será un elemento muy enriquecedor. Hay planteos que pertenecen a la esencia del individuo, y que son semejantes en todos; entonces es muy importante entender esa hermandad espiritual, para poder entendernos a nosotros mismos.

—No entiendo bien eso de la hermandad aplicado al arte

—Hay hechos circunstanciales que modifican las conductas y dan una manifestación muy particular en las artes, en diversos lugares del mundo. Pero también hay algo inherente al hombre, que hace que ciertos signos aparezcan en la civilización incaica o en la egipcia, en los países del Este o de Occidente, porque hablan de nosotros mismos; y no permitir que lleguen a nosotros, es quitarnos la posibilidad de modificarnos.

© Eduardo Bendersky

La dialéctica entre los opuestos 

«Después de aquellos dos años en Europa, regresé a Córdoba –a Villa del Lago- y seis años mas tarde me fui a Centroamérica: estuve una año y medio en Trinidad y en Jamaica. Seguía pintando y mi obra de entonces era no figurativa. A poco de mi retorno de ese viaje, me radiqué en Buenos Aires...»

—A propósito de su respuesta anterior, ¿el arte modifica conductas?

—Sé, y los cambios ocurren a partir de cómo somos recreados por sus operaciones. Desde esa situación, puede haber modificaciones necesarias para nosotros y nuestro medio.

— ¿Marca rumbos?

—Sí, señala caminos y conductas; promueve la identidad perceptiva y la voluntad de obedecer a los impulsos más secretos; induce a la fidelidad a sus dictados, y nos lleva a no actuar solo coyunturalmente.

—Sin embargo, la actitud de muchos contradice sus expresiones...

—Es cierto, y eso lleva a la complicidad, a la cual adhieren muchos argentinos. A veces pienso que la acción creadora –y su comprensión-  cambiaría muchas estructuras sociales, de gente que solo participa del deseo de poder y de consumo. Es realmente muy doloroso ver el caos y la agresión en al estamos sumidos.

—Dentro de ese caos, ¿cuál es la misión del arte?

—Creo que el arte y el amor redimen la vida y, desde allí, denuncian todo lo que conspira contra ella. Se manifiesta a través de sus propias metáforas, busca las causas primeras, distingue lo real de lo ficticio, y encuentra su sentido en lo invisible, y viceversa.

— ¿Cómo es eso?

—Quiero decir que si no se admite la dialéctica entre los opuestos, entre el sí y el no –entre la luz y la sombra- no es posible crecer. Para poder conciliarlos y sintetizarlos debe existir el terreno adecuado, tanto para el artista como para la sociedad.

—Terreno que según parece no existe en la nuestra. ¿Dónde buscar al arte entonces?

—Donde se encuentra: la vida es rica en sentido y subyace a nuestro alrededor, esperando nuestra adhesión.

De la obra 

«En 1966 conocí a Betina, mi actual mujer, con la cual tengo una hija de dos años, Irina ¿Qué significó aquel encuentro, según su pregunta? En verdad, me resulta difícil decirlo ahora, porque nunca participé –ni quiero hacerlo- en cosas donde tenga que entrar mi vida personal....»

 

© Eduardo Bendersky

— ¿Qué cualidades o «des cualidades» debe tener una obra para ser considerada «un objeto vendible»?

—Calificamos así a las obras que no siguen el curso de su propio desarrollo. Es como hacer una pregunta cuya respuesta tenemos desde antes; entonces, no hay encuentro real, solo el resultado de las expectativas depositadas. Hacer una obra vendible, significa obedecer a a lo que consideramos el gusto, o las pautas del momento.

—Su obra es justamente lo opuesto y usted no se integra a los mecanismos comerciales...

—Yo sólo sé que la actividad creadora dicta conductas, y trato de obedecerlas.

—Si hablamos de pintura, ¿qué es un creador?

—Es una persona que ante la tela en blanco – que metafóricamente es su espacio interior- trata de ubicarse dentro de ella, de encontrar respuestas y de penetrarla.

— ¿Existe la inspiración?

—Pienso que casi siempre uno empieza a trabajar por el error; trabaja todos los días y a medida que lo hace, va a trayendo esa imagen hacia afuera, la va rescatando. No me interesa la inspiración como un advenimiento mágico, porque, además, a eso no lo manejamos; creo que lo único que puede hacer uno, es prestarse a las operaciones necesarias para que la situación advenga. 

Cada obra, un rito 

«En 1977, nos fuimos a Europa y aunque nos radicamos en París, viajamos por distintos lugares. Quise tomar contacto con cosas que había visto antes, y para salir del país, pues en ese momento me resultaba bastante abrumador....» 

— Usted se compromete con su obra...

—Sí, me siento muy comprometido. Cada obra es como u rito, como una oración, tendiente al esclarecimiento personal. De alguna forma, uno tiene que desaparecer como persona, para encontrarse en su propio y verdadero rostro. Hay que tener conocimiento de todo, pero dejarlo todo a un lado cuando se llega al umbral de esa experiencia: ése es el gran esfuerzo.

—Y el indicador de actitudes diferentes entre los pintores...

—Sí, están quienes quieren engrandecer la situación y parten desde la unidad hacia la multiplicidad, y quienes realizan el camino inverso. Esta última es una actitud significativa, que encuentro en pintores –los que me interesan– de todas las épocas. Por eso, encuentro una unidad muy particular entre artistas que –aunque distanciados geográficamente- se asemejan.

— ¿Entonces la tarea del artista se empeña en la búsqueda de la verdad?

—Es un poco difícil hablar de verdad, porque parece (mal) que uno se refiere a la moral. Yo creo que el artista tiene que abrir todas las compuertas, todos los mecanismos, para poder entrever aquello que los bloqueos personales y sociales le impiden descubrir.

No debe tener necesariamente determinada virtudes morales, me quiere decir...

—En ese sentido no me interesa la moralidad. Sien embargo, no hay actividad creadora que no lo comprometa a uno como persona, y que no lo obligue socialmente. Porque cuanto más se acerca uno a su propia interioridad, más compromiso tiene con su entorno, y más capacidad de cambio, en términos reales. Por eso creo que el arte, como la religión, es una gran posibilidad que tiene el hombre. 

Me cuesta hablar de mi obra 

«La experiencia de Europa me ayudo en la tarea de reconocer el origen de muchos sucesos culturales. Nosotros hemos tenido durante muchos años, una gran dependencia cultural e ideológica, cuyos orígenes no se conocen bien.....» 

—Usted mencionó hace poco a la religión ¿es creyente?

—No tengo una actividad confesional pero soy creyente. Por eso la comparación anterior, y porque creo que el arte es la posibilidad que uno tiene de reconocerse, igual que el amor.

— ¿Cómo logra reconocerse?

—En la acción de ir caminando hacia adentro.

— Algunos críticos hablan de la «sutil sensualidad de su obra» y otros insisten en su espiritualidad. ¿Qué piensa usted?

—Creo que calificar de sensual o espiritual a una obra, no es el camino cierto para penetrarla. Además, me cuesta mucho hablar de mi trabajo; uno comienza con una propuesta y a medida que camina pierde su sentido inicial. Va perdiendo a sus voces y lo hace con metáforas diferentes. Por eso explicarlas, es desvirtuarlas; lo que un hacedor de formas  necesita es llegar a su propio inconsciente, y asumir las formas y espacios donde se desarrollan.

—¿Por qué usted pinta figuración y no figuración, simultáneamente?

—Si yo soy no figurativo es en el sentido de haber buscado  y desarrollado formas que subyacen en mí; hay muchas que veo y a las cuales trato de recrear, sin representarlas. Quiero decir que no hay cosa más peligrosa en arte que la representación, porque implica el olvido de los impulsos propios y el rescate de formas no significativas. 

Una obra integradora 

«Es muy importante tomar las formas visibles y las que uno rescata de su propio inconsciente, con el mismo sentido. Llegado un momento, uno comprende que no son antagónicas...»

— Insisto en una pregunta anterior, ¿es cierto que vive aislado?

—No podría vivir aislado. Me muevo por afinidades, veo amigos periódicamente y ellos también me frecuentan, pero tengo pocas relaciones profesionales.

— ¿Por qué?

—Porque el artista está muy determinado por su propia actividad, Además, no  olvide que gran parte de nuestra vida transcurre en el taller.

— ¿Tiene horarios para trabajar?

—No tengo horarios, pero pinto todos los días... aunque quizá miro más el cuadro de lo que en realidad pinto. Quiero encontrar ciertas resonancias, que no quiero que me pasen inadvertidas.

— Guillermo Roux me dijo hace poco en una entrevista que usted, Ducmelic, Alfredo Hlito y Distefano son hoy los artistas argentinos principales. Por otra parte. Ambos coincidimos en que –curiosamente- no son los más promovidos,  ¿qué le parece?

—Lo que dijo Guillermo Roux es una apreciación de él, porque cada persona tiene sus propias afinidades. En cuanto a no estar promovidos, yo supongo que no hay nadie que este en términos absolutos – y como se dice popularmente – totalmente «tapado». Toda persona que trabaja en arte ocupa un lugar; un lugar que quizá no tenga mucho que ver con las expresiones o deseos del medio, o con la premura que los sucesos cotidianos imprimen a las cosas de la vida.

— ¿Lo más importante para un artista es desaparecer como identidad personal?

—Yo creo que lo más importante que le puede suceder a una persona –no sólo a un artista- es poder entregarse, por uno de esos milagros que suceden en el arte y en el amor. Porque uno «es» lo que siente, y el conocimiento no es algo fuera de uno mismo: es una forma integradora.

«Admiro lo que me conmueve»

«El artista no tiene en nuestro medio una buena implantación moral. Siempre fue relegado, y nunca considerado como en otros países, donde se esperan respuestas de él, como de los científicos e intelectuales...»

— ¿De dónde se nutre?

—De mis cuadros, porque hablan de mí, y de los demás.

—Usted se nutre del cuadro y éste es posible por usted... ¿Hay una interrelación?

—Sí, además llega un momento en que la antinomia consciente – inconsciente tiene que desaparecer, para dar lugar a un diálogo continuo.

—¿Qué admira?

Todo lo que me conmueve

— ¿Existe la felicidad?

—Creo que el propósito de la existencia no es la felicidad. El ideal es, para mí, el estado de armonía.

— ¿Teme a la muerte

—Ya no: es imposible separarla de la vida.

— ¿Tiene otras actividades, aparte de la pintura?

—Me dedico en forma exclusiva al arte, y mi relación con la pintura ha modificado muchas actividades cotidianas.

— ¿Hay algún escritor con el cual se identifique particularmente?

—Mi relación con la literatura ha sido bastante específica durante años. Me interesó mucho el orientalismo y el misticismo; y creo que es muy importante conocer los mecanismos personales –psicológicos y espirituales- para poder llegar a zonas más profundas de uno mismo. Entonces, ciertas disciplinas me parecieron medios idóneos para ello. Años después cuando pude tener una actividad mas profunda en el arte, trasladé mis inquietudes hacia al pintura. También me interesa la poesía.

— ¿Qué opina de Borges?

—Me interesa mucho, sobre todo en textos como «El Aleph»; de alguna manera da testimonio de una preocupación muy intima de él, a través de todo su recorrido existencial.

— ¿Le gusta el cine?

Mucho, pero soy bastante ecléctico.... me interesan Fellini, Bergman, Ferreri.

— ¿Cuáles son sus preferencias en materia de música?

—Escucho mucha música y me interesa mucho la barroca, y algunos románticos.

— ¿Qué hace los fines de semana?

—Pinto, como todos los días, estoy con mi familia y a veces visitamos amigos, o los recibimos.

— ¿Cómo es con sus hijos?

—Es difícil decirlo....Pero los quiero bien, y mucho. ¿No estamos entrando demasiado en el terreno personal?

—Está bien. ¿Qué le gustaría que dijeran de usted como artista, cuando ya no esté?

—Que hice lo que debía.

Publicado en el glorioso diario «Tiempo Argentino», donde trabajé desde su nacimiento en 1982 hasta el final, en 1986

Buenos Aires – Argentina, mayo de 1983

Eduardo Bendersky nos dejó el 24 de diciembre de 1993

Crítica de arte, y especialista en la entrevista periodística (3000 entrevistas en mi haber, además de otros artículos), puedo asegurar que Eduardo fue uno de los pocos seres habitados por el Absoluto.

*El Sitio de Eduardo, realizado después de su muerte:

http://www.eduardobendersky.com.ar/index.html

Publicado en el glorioso diario «Tiempo Argentino», donde trabajé desde su nacimiento en 1982 hasta el final, en 1986 
Buenos Aires – Argentina, mayo de 1983

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