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Los fabricantes de virus |
El periodista, escritor y poeta argentino Pedro Jorge Solans publica en El Diario de la Villa Carlos Paz, Córdoba, una entrevista realizada en las oficinas en Paraguay del Instituto de Investigaciones Epidemiológicas de América Latina (IIEAL) que trae de nuevo a la luz la introducción en Cuba en los años ochentas del virus de la fiebre del dengue y ofrece interesantes revelaciones sobre la actual situación epidemiológica en la zona del Chaco, Argentina; en Paraguay y en Bolivia. El entrevistado es el Dr. Oscar Paniagua, epidemiólogo que en 1979 participó en Fort Detrick, Maryland, junto con el coronel Phillis Rossell, en la obtención de la variedad del mosquito Aedes aegypti asociada al virus 2 que dos años más tarde entraría en Cuba, infestaría a cientos de miles de personas y causaría la muerte a 158 cubanos, entre ellos 101 niños.[1] Se recordará que cuando en 1981 estalló la epidemia, se mencionó en numerosos medios la sospechosa actitud de un científico norteamericano, el Dr. Charles Henry Calisher que, en 1975, había viajado a Cuba para recoger información acerca de la inmunidad de la población cubana a las distintas cepas del virus del dengue. El año pasado, en la edición de noviembre de “Nonproliferation Review”, Calisher, que esperó casi 30 años para defenderse, afirma que no estuvo implicado en una guerra biológica contra Cuba. No obstante, en la entrevista de Solans, Paniagua se refiere al Dr. Calisher como a su colega en Maryland y señala con admiración los trabajos realizados por éste como epidemiólogo en Cuba y en relación con “un mosquito que hacía estragos en Asia, y que apareció en Misiones [Argentina] años atrás”. Recientemente (2008) el Dr. Calisher fungió como editor de un libro del Dr. Jens H. Kuhn que compendia todos los aspectos de la investigación, durante 40 años, con filovirus, entidad taxonómica que incluye los más peligrosos patógenos conocidos hasta el momento. El Dr. Kuhn es el virólogo principal de la “Integrated Research Facility” (Servicio Integrado de Investigación) en Fort Detrick, Maryland, de tenebrosa historia, y donde existen laboratorios con nivel 4 de bioseguridad diseñados con alta tecnología que permiten trabajar con los más letales agentes biológicos. Kuhn fue el primer científico norteamericano que entró en instalaciones similares rusas después de la desaparición del campo socialista. El Dr. Calisher, por tanto, ha mantenido vínculos con científicos que en Fort Detrick han trabajado con patógenos y sus vectores, entre ellos el virus de la fiebre del dengue y el mosquito Aedes aegypti, como posibles armas de guerra biológica. Sin embargo, considerar que el eminente investigador (ya lo era en 1975), profesor actualmente en la Universidad de Colorado, en Fort Collins, haya estado en la nómina o bajo la dirección de servicios de inteligencia de Estados Unidos sería un ejercicio de especulación. Lo que sí podemos afirmar, porque toda la evidencia así lo indica, es que los resultados de sus investigaciones en Cuba fueron utilizados por la CIA para introducir la enfermedad en la isla, primero en 1977 con el virus 1 y luego en 1981 con el virus 2, como veremos más adelante porque, para que esta historia quede enmarcada en su adecuado contexto, debemos repasar los antecedentes de la utilización como armas biológicas, por parte de Estados Unidos, del virus de la fiebre del dengue y de su vector principal el mosquito Aedes aegypti. Desde 1956, los militares estadounidenses realizan experimentos con enfermedades transmitidas por mosquitos. En 1956 y 1957 fueron liberados 200,000 mosquitos sobre el vecindario de afro-norteamericanos muy pobres en el pequeño poblado de Avon Park, en el estado de la Florida. Se considera que como sistema de dispersión se utilizó el llamado XM28 que cargaba en cada lanzamiento 2,090 pequeñas bolsas de papel repletas de insectos hambrientos[2]. Al cabo de un día –revela un informe del “U.S. Army Chemical Corps”- “los mosquitos se habían dispersado a una distancia de una a dos millas y habían picado a numerosas personas”[3]. Los experimentos continuaron, utilizando siempre como blanco a comunidades pobres de negros e hispanos en Cayo Hueso, Panama City y otras poblaciones, de acuerdo a documentos parcialmente desclasificados de la CIA y al informe de un Comité del Congreso (1975). Poco se sabe de aquellos pues con cada experimento fue creciendo el hermetismo, pero sí se sabe que numerosas personas enfermaron y murieron. La serie de ensayos conocidos como “Bellwether” empleó también mosquitos como vectores. “Bellwether One” consistió de 52 experimentos (1959); “Bellwether Two”, 14; de “Bellwether Three” no se tiene información desclasificada. “Bellwether Four” fue “diseñada explícitamente para determinar la capacidad de picadura de variedades de mosquitos [Aedes aegypti] que estaban siendo producidos en Fort Detrick”[2]. En 1960, el “Chemical Corps” inició un “Entomological Warfare Target Analysis” (Análisis de los blancos de una guerra entomológica) que tenía por objetivo conocer la vulnerabilidad de los posibles objetivos de ataques con insectos. Entre los resultados de este estudio se logró determinar que los mosquitos de laboratorio presentaban su máxima efectividad cuando las temperaturas permanecían en el rango de 61 F (16 C) a 101 F (38 C). Es como si hubiesen sido diseñados especialmente para Cuba, donde la temperatura promedio es justamente 26 C y existe naturalmente el Aedes aegypti, de manera que sería prácticamente imposible detectar la introducción de ejemplares de esta especie ni determinar su origen. La insularidad de Cuba haría, además, que los mosquitos quedasen confinados con el mar como barrera. Por esa fecha, Fort Detrick mantenía ya un amplio inventario de artrópodos como vectores utilizables en la guerra biológica, entre ellos colonias de mosquitos infectados con dengue, fiebre amarilla y malaria, había desarrollado métodos para infectar los mosquitos sin necesidad de que picasen previamente animales enfermos y podía producir medio millón de vectores del patógeno por mes. Sin embargo, los militares consideraron que no eran cifras suficientes, por lo que fue creada una instalación con este fin específico en Pine Bluff, un tranquilo poblado de Arkansas, con capacidad para producir entre 130 y 400 millones de mosquitos infectados por mes, según diversas fuentes. En 1965 tuvo lugar la operación “Magic Sword” (Espada Mágica) para investigar los hábitos de alimentación del A. aegypti después de liberados de un barco anclado cerca de costas húmedas y tibias. Se constató que los mosquitos, ayudados por la brisa, podían atravesar hasta tres millas y media sobre el mar y establecer una cabeza de playa. Se comprobó también que los mosquitos podían conservarse enfriándolos a 64 F (17.7 C) y manteniendo una humedad de 80 % con el fin de reducir su metabolismo y prevenir la deshidratación, respectivamente. En estas condiciones se mantenían efectivos hasta 52 días.[4] La guerra de Vietnam proporcionó a Estados Unidos un inmenso campo de experimentación donde pudo poner a prueba y perfeccionar todas sus nuevas armas, incluyendo las biológicas y químicas. Durante estos años y los que siguieron a la mayor derrota que ha tenido el imperio, el gobierno cubano, en numerosas ocasiones, acusó al de Estados Unidos de introducir en Cuba plagas que afectaban a personas, animales y cultivos. Esta situación se prolongó hasta que, en mayo de l981 surgió de pronto en La Habana y simultáneamente en otras ciudades, ampliamente separadas entre sí, brotes de la peor forma de dengue, el dengue hemorrágico. En el clímax de la epidemia más de 10,000 pacientes por día acudían a los hospitales de la capital. Sin embargo, la formidable capacidad movilizativa del pueblo cubano permitió organizar en brevísimo tiempo una campaña masiva contra el Aedes aegypti, la cual impidió que la plaga se extendiera al resto de la isla. En esta ocasión, las condiciones anómalas que rodearon la aparición del brote epidémico no dejaban lugar a dudas de que había sido provocado artificialmente. Tres años después, en 1984, el terrorista cubano-americano Eduardo Arocena confesaría su participación, junto a otros de su calaña, al servicio de la CIA, en la introducción del dengue y otras acciones de la guerra biológica contra Cuba. La condición principal para que surja una epidemia de dengue hemorrágico es que una parte importante de la población haya sufrido con anterioridad una infección primaria con alguno de los tipos de dengue, digamos dengue tipo 1 (DEN-1). La forma hemorrágica aparece en personas que adquieren una infección secundaria con otro tipo de dengue (DEN-2, por ejemplo). ¿Cuál fue la información que obtuvo el Dr. Calisher en Cuba en 1975? –El virólogo norteamericano comprobó la existencia en una parte pequeña de la población cubana de anticuerpos para DEN-1 y la ausencia de anticuerpos para DEN-2 y regresa a Estados Unidos con esta excelente información para planificadores de agresiónes biológicas. La secuencia de acontecimientos es perfecta: visita de Calisher (1975), epidemia con DEN-1 (1977-79), epidemia con DEN-2 (1981) y la combinación produce la forma hemorrágica. A esto sólo tenemos que añadir que en el XV Congreso Internacional sobre el Océano Pacífico (1979), el coronel Philip Russell comunicó que Estados Unidos era el único país que había obtenido una variedad del mosquito Aedes aegypti estrechamente asociado con la transmisión del dengue tipo 2 (DEN-2). Pero hay más, en ese mismo año 1981 surgen en Cuba otras plagas que desde el punto de vista epidemiológico no tenían explicación alguna como fenómeno natural: conjuntivitis hemorrágica causada por enterovirus, disentería por Shigellosis (mueren 18 niños), y pseudodermatosis bovina nodular que infectó a centenares de miles de animales. La historia bíblica de las 7 plagas de Egipto queda pálida frente a lo que Cuba resistió, y no sólo en ese año sino en medio siglo de agresiones. Sin embargo, Cuba posee la virtud revolucionaria, que ya es tradición, de convertir los reveses en victorias, y respondió reforzando su sistema de vigilancia epidemiológica y su sistema de salud. Con la experiencia adquirida pudo ayudar posteriormente y continúa ayudando, a numerosos países del Tercer Mundo. Volvamos ahora a la entrevista con el Dr. Paniagua. A la pregunta de Solans: “¿Doctor, hay casos de dengue producidos por cepas de laboratorio?” Paniagua sonrió y se fue por una tangente ambigua: “Alguna vez surgió la posibilidad de que se modificaran serotipos. Pero luego se vio que los factores que inciden en la presión ambiental hacían el trabajo. Entonces, el esfuerzo giró hacia lo que sucedía”. La respuesta del Dr. Paniagua la entiendo de esta manera: en un comienzo se procuró crear nuevas cepas en el laboratorio, seguramente mediante métodos de Iingeniería genética, pero cada uno de los cuatro serotipos del virus del dengue tiene varios diferentes genotipos susceptibles a su vez de modificaciones en su genoma debido a “los factores que inciden en la presión ambiental”. El “esfuerzo giró” entonces no a producir sino a seleccionar en el trabajo realizado ya por la naturaleza. Pero el objetivo era el mismo: tener disponible la cepa con las características más convenientes para la guerra biológica. A este respecto debemos tener en cuenta que el virus más letal no es con frecuencia el arma escogida. La fiebre del dengue es una enfermedad incapacitante. La epidemia se extiende con rapidez a cientos de miles de personas pero causa relativamente (subrayo la palabra) pocas víctimas; menos aún en un país como Cuba, debido a la calidad de sus servicios médicos que cubren gratuitamente a toda una población con alto nivel educacional. Sin embargo, el estrago que causa en la economía, en el sistema de atención hospitalaria y en la capacidad combativa de la población crea condiciones ideales para desestabilizar gobiernos o proceder a cualquier tipo de acción hostil. Esta fue seguramente la intención fallida cuando se introdujo el dengue en Cuba en 1981 y que no se puede olvidar en Venezuela, Bolivia y otros países hermanos donde formas sutiles de ataque pudieran ser preferidas, ya que agresiones militares directas incitarían de inmediato feroz resistencia interna y repercusiones internacionales cuyo costo sería impagable para el imperio. En enero de 2008, un grupo de especialistas, encabezado por la doctora Nancy González, inmunóloga del Hospital Chiquinquirá de Maracaibo y profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad del Zulia (LUZ), advirtió que una nueva cepa de dengue que afectaba a Venezuela era una creación tecnológica. Una parte de su genoma –demostraron las investigaciones- corresponde a los virus que provocan el dengue hemorrágico mientras que el resto proviene del virus de la hepatitis. “Por eso en el Zulia –señaló la doctora- vemos tantas complicaciones hepáticas en los pacientes con dengue”. La presencia en Paraguay del Instituto de Investigaciones de América Latina (IIEAL), con dirigentes que han estado estrechamente vinculados a laboratorios de guerra biológica, debe ser seguida con atención. Como señala Solans en sus comentarios, los marines de la base militar estadounidense en Mariscal Estigarribia, disfrutan del status privilegiado de “funcionarios diplomáticos administrativos”, es decir, son intocables; y junto con la misión militar llegó James Cason “un notorio agente fanático de las experiencias biológicas”[5] . Poco después (2006) “entre técnicos, investigadores y toneladas de aparatología, se instaló en Paraguay el epidemiólogo Oscar Paniagua”. ¡Cuidado, compañeros! ¡Hay lobos con bata blanca en el corazón de nuestra América!. Notas: [1] Pedro Jorge Sonas: “Dengue, que parezca natural”, El Diario de Carlos Paz, Villa Carlos Paz, Córdoba, noviembre de 2010. [2] Jeffrey A. Lockwood: “Six Legged Soldiers”, Oxford (2009). [3] Robert Harris y Jeremy Paxman: “A higher form of killing”, Random House (2002). [4] Alastair Hay: “A Magic Sword or a Big Itch” (1999), citado por Lockwood. [5] James Cason fue en Cuba un agente provocador. Mientras estuvo al frente de la Oficina de Intereses de Estados Unidos (septiembre de 2002 a septiembre de 2005) promovió y financió a un grupúsculo de disidentes. Actualmente vive en Miami y es aspirante a la alcaldía de Coral Gables. |
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Salvador Capote - Nov. 20, 2010
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