El Pentágono
informó a la administración Obama que cualquier esfuerzo militar
para apoderarse de los depósitos de armas químicas de Siria
requeriría más de 75,000 soldados. Por otra parte, el New York Times
cita una fuente militar anónima que advierte: “El miedo a que estas
armas puedan caer en manos impropias es nuestra mayor preocupación”.
La administración Obama se ha pronunciado en contra de la
intervención directa norteamericana en Siria, pero señaló en agosto
que la raya roja para el cambio de sus cálculos sería la observación
de un movimiento de armas químicas o la utilización de éstas. Obama
reiteró esta posición el 14 de noviembre de 2012 y señaló que
mantenía estrecho contacto con Turquía, Jordania y “obviamente con
Israel”.
Algunos analistas dicen que el estimado del Pentágono tiende a
reforzar la renuencia de la Casa Blanca a participar directamente
con tropas en el conflicto sirio. No veo en que se basan, pues lo
que refuerza la afirmación de los militares es el argumento
esgrimido por los halcones de la guerra acerca del supuesto peligro
para la región de las armas químicas que, también supuestamente,
posee y utilizaría Siria.
La cifra de 75,000 soldados no es un impedimento para la guerra.
Cifras mayores han sido utilizadas por Estados Unidos en muchas
otras ocasiones. Mayor poder de disuasión tendrían otros estimados,
que con toda seguridad poseen, acerca del número de soldados que
serían necesarios para ocupar y mantener todo el país, para
enfrentar un Oriente Medio convertido en avispero, y para –nadie
podría descartar- un conflicto que se extendería más allá de los
límites regionales. Pero el Pentágono añadió a su cálculo,
precavidamente, la expresión “upward of” (más de) porque ciertamente
serán más de 75,000, muchísimos más, los soldados necesarios, y
nadie sabría cuántos.
Si se toman en conjunto las informaciones que publican los medios y
las declaraciones de los elementos más retrógrados dentro y fuera de
los círculos oficiales, vemos la tendencia de la administración
Obama a repetir la estrategia guerrerista de la administración Bush,
aunque el estilo pseudoliberal de uno y el mesiánico y
fundamentalista del otro presenten tantas diferencias.
La invasión de Irak, ordenada por Bush, no fue la respuesta a los
ataques terroristas del 11 de septiembre sino que constituía un
elemento esencial de una agenda de derecha extremista fabricada
mucho antes. Una de las mejores pruebas es que se fue justificando
de diversas y sucesivas maneras a medida que se desarrollaron los
acontecimientos.
Recordemos que la guerra con Irak se justificó primero con falsas
presunciones de vínculos entre Saddam Hussein y Al Qaeda y con las
acciones terroristas del 9/11. Como la acusación carecía de peso, se
inventó el peligro de un programa nuclear iraquí, ampliado casi
inmediatamente a la amenaza de “armas de destrucción masiva” que
incluían terroríficos depósitos de armas químicas y biológicas.
Cuando Irak abrió sus puertas a los inspectores, las “evidencias”
quedaron desacreditadas, y se demostró que las compras de uranio de
Niger eran burdas supercherías, la aministración Bush recurrió a un
argumento risible: el objetivo de Estados Unidos era el de instalar
un gobierno democrático en Irak. Esto lo afirmaba, sin sonrojarse,
una administración que apoyaba a cuanto gobierno despótico existía
no solo en Oriente Medio sino en todo el mundo, siempre que fuesen
sus aliados.
La invasión de Siria e Irán, además de Irak, está desde hace mucho
tiempo en las agendas de organizaciones ultraderechistas. Uno de
los principales voceros y representantes de estas organizaciones, el exdirector de la CIA James Woolsey, fue uno de los firmantes de la
carta de “Project for the New American Century” enviada al
presidente Clinton el 26 de enero de 1998, tres años y medio antes
del 9/11, pidiendo el derrocamiento de Sadam Hussein.
Woolsey se distinguió como promotor de la guerra contra el mundo
islámico. En 2002 pronunció un muy citado discurso en la convención
“Restoration Weekend”, conferencia anual de prominentes figuras
conservadoras, en el cual arguyó que los Estados Unidos estaban
peleando la IV Guerra Mundial (la tercera habría sido la Guerra
Fría) contra “el totalitarismo del Oriente Medio”.
En entrevista con Fox News en Julio de 2006, Woolsey abogó por el
bombardeo de Siria, uno de sus objetivos favoritos. Nada ha
cambiado, por consiguiente, en la geopolítica imperial. Las metas de
dominio están definidas y decididas desde hace más de una década. Ni
siquiera son nuevos los pretextos.
La guerra contra Irak fue solamente el comienzo de la aplicación de
la delirante “doctrina Bush”, cuyas consecuencias últimas podrían
ir, por cierto, mucho más allá del control absoluto -en contubernio
con Israel- de Oriente Medio y Asia Central, y no cesarían en sus
pretensiones hasta la conformación de una “Pax Americana”, es decir,
con el dominio planetario de las corporaciones. No existe límite en
las ambiciones geopolíticas imperiales.
Notas:
David E. Sanger y Eric Schmitt: “Pentagon Says 75,000 Troops
Might Be Needed to Seize Syria Chemical Arms”, New York Times, Nov.
15, 2012.
“American Foreign Policy Council”, “United Against Nuclear Iran”,
“Foundation for Defense of Democracies”, “Committee on the Present
Danger”, “Project for the New American Century”, y muchas otras.
El término fue acuñado por Norman Podhoretz, importante ideólogo
neoconservador, y por Eliot Cohen, del “Defense Policy Board”.
Entrevista de “Fox News” a Woolsey en “ThinkProgress.org”:
“Former CIA Director Woolsey: ‘I Think We Ought to Execute Some Air
Strikes Against Syria”, 17 de Julio de 2006.
http//thinkprogress.org/2006/07/17/Woolsey/