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Cartas de Juana de Ibarbourou a Mariblanca Sabas Alomá |
Es apenas conocida la relación de
Juana de
Ibarbourou, una de las más notables poetisas hispanoamericanas del
siglo XX, con los intelectuales cubanos de su tiempo. |
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Russell presentando a Mariblanca a los lectores
uruguayos, aludía a esa amistad inmarcesible diciendo: “nadie que haya
estado cerca de Juana ha podido ignorar quién era Mariblanca”, y parece
ser cierto, pues una amistad tan duradera y tan constante en su
comunicación no podía pasar inadvertida a terceros.
Porque detiene,
porque paraliza, porque estanca, porque obscurece, porque deforma,
porque mixtifica, para la Srta. Sabas Alomá el clero católico es la
rémora. Y después de anotar en estas páginas los medios de que se vale
la iglesia en su labor catequista, la estudia con respecto a la ciencia,
la mujer y la virtud; la sigue en su rastro por la Historia; analiza
cuán desastroso es el confesionario para la paz del hogar, y
principalmente para la familia cubana; pone de relieve el acristianismo
del clero; y termina examinando su situación personal frente a una
cuestión religiosa.
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Pero entremos en materia. La colección de
cartas manuscritas dirigidas a
Mariblanca Sabas Alomá por
Juana de
Ibarbourou, atesorada en los fondos del Instituto de Literatura y
Lingüística se inicia, cronológicamente, con una recomendación brevísima
de Tacuarí. Sólo le dice: “Te recomiendo mucho, para que escribas y
hagas escribir sobre él, este libro de un gran amigo y coterráneo.
Pronto te envío carta larga. // Interesa por “Tacuarí” a críticos de tu
país”, y al margen, en un adelanto de lo que sería habitual en sus
cartas: “Te pido esto porque el libro es buenísimo y hay que
difundirlo”. Escribir en los márgenes, sobrescribir incluso, es práctica
frecuente en la correspondencia de la poetisa uruguaya: su avidez de
comunicación y de cariño, de la protección que significaba para ella
confiarse en Mariblanca, se muestra en la gran profusión de notas,
anotaciones marginales y postdatas. |
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Luego, estas cosas dolorosas de mi casa
(la gran enfermedad de él) apagaron el resplandor. Y lo mío, lo único
mío, fue haciéndose más sombrío, pero no menos dichoso. Él ya exigía
todo y yo no podía arrojar mi casa, mi casa en desastre económico, por
la ventana, para ser feliz, cerrando los ojos a todo. Otra de las cartas sin fecha, seguramente de 1952, poco después de la estancia de Mariblanca en Uruguay, revela dos de las constantes de ese diálogo. Pasa de la añoranza por la amiga ausente a tratar con ella temas del mundo literario, en un tono cordial, completamente confiado: ¿Qué haces, Mary muy querida? ¿Cómo se te porta el fauno? Aquí, la casa parece saqueada. Le falta luz y aire. Le falta tu presencia, Mary, que es luz y aire para mí. Me había hecho el propósito de ir a Cuba en abril o mayo. Esto me consolaba y me ayudó, en las primeras horas, a ser fuerte. Ahora se nos levanta una muralla que me deja desolada. Parece que de la Embajada –y por boca de la futura Embajadora- ha salido una noticia pavorosa, que ya está festejando con la risa de los chistes sabrosos, medio Montevideo. Laura Cortina fue avisada por Rosa Conde de que diez mujeres “importantes” del Uruguay serían invitadas oficialmente por el Gobierno de Cuba para su cincuentenario -¡Vieras la lista! Juana misma había sido invitada por Dulce María Loynaz —por entonces presidenta de la Academia de Letras—, para hablar sobre Martí en enero de 1953 y, una vez frustrada esa posibilidad, se abre la de viajar más adelante. A propósito de esa invitación, es posible que Dulce María le ofreciera a Juana su hospitalidad y esta, sintiéndose más cómoda con Mariblanca, la rechazara amablemente. Quizás se refieran a la autora de Jardín estas duras palabras, aunque el encontronazo quedó, al parecer, feliz, o al menos educadamente resuelto: Esa señora me escribió una carta muy dura, resentida, agresiva y altanera. El que no aceptase su egregia hospitalidad le cayó como un rayo erizado de clavos. Le contesté pacientemente, serena, muy digna, desde luego, y me volvió a escribir completamente amansada. Aquí se comenta en forma aguda el desplante comunista de Gabriela. Para mí es cosa nueva. No sabía que nadaba en esas aguas. Pero dicen que también en otras… Y en otras… Ya que hace política, ¿cuál es su verdad?
Su obsesión por Cuba asoma una y otra vez,
fervientemente, en cada una de las cartas: «¡Como pensar en mi Cuba!
Agradécele por mí a los que han tenido esa idea, y dales cualquier
pretexto presentable. ¡Qué puedo hacer yo en ningún lado del mundo,
ahora!» dice en la carta que hemos fechado en 1937, antes aludida. Y en
una misiva de 1939 expresa: «Cómo me gustaría ir a Cuba, estar en tu
casa, vivir unos días a tu lado. Pero aún no es posible, Negra. Tengo
deudas sagradas a que hacer frente, antes que este tardío sueño de
enfrentarme con el esplendor de la vida» y más adelante, en esa misma
carta: «ya ves, Mary, qué poderosamente rica soy con el fiel cariño de
todos ustedes. Cuba me tira como si fuera cubana neta en exilio. Ha de
llegar un día… Yo ya sé que el tiempo tiene alas (Pongamos también que
tiene infalibles motores). Iré”» Mary mía; Mary del aire de mi casa; Mary de todos los rincones de mi casa; Mary de nuestra sangre; Mary del sueño en paz de mi madre… Mary, iré a Cuba (este es mi consuelo de tu ausencia y la extensión del continente). Pero no en las fiestas de abril, Mary. Sería un terrorífico tira y afloja con todas las gentes que quieren ir prendidas de mi vestido. Iré calladamente después, a estar con mi familia, a conocer Cubita bella, a estrecharle emocionada las nobles manos del Presidente, a darle de rodillas, en su santuario, las gracias a la Virgen de la Caridad, madre de milagros). Su amor por Cuba transita los largos años de cuyo transcurso da fe esta correspondencia, y permanece invariable hasta luego del triunfo de la Revolución. En carta de 1960, confiesa: «Tú sabes como quiero a Cuba. Tú me enseñaste a sentirme cubana. Noche a noche rezo por la felicidad de esa patria, como sigo rezando por la salud de Fidel». El destino de Cuba la desvelaba permanentemente, justo antes del fragmento citado anteriormente, declaraba la incertidumbre de la hora y sus aprensiones: Cuando Fidel pasó por Montevideo —una locura nacional— me hice llevar al aeropuerto, ya muy enferma. Ese poema que te adjunto, es la emoción de ese día inolvidable. Julito (tu Quique, Mary) se quería ir a Buenos Aires tras él. Es tal su magnetismo, su fuerza de caudillo, su atracción milagrosa, que enloqueció a todo el mundo. Ah, que no vaya a traer a América el comunismo soviético. No sé qué piensas al respecto, pero yo tiemblo pensando por mi parte, que eso pudiera suceder y que Fidel, el héroe por excelencia, el jefe que ha de quedar en nuestra historia rodeado de la adoración colectiva, pudiera errar, pudiera equivocarse o mancharse. Y concluye, esperanzada, pidiendo noticias frescas y veraces a su hermana del alma: Dime cosas verdaderas de Cuba y de Fidel. Las cosas se saben a medias o mal. Estoy orgullosa (y agradecida) de la conducta de nuestro Ministro de Relaciones Exteriores hacia Cuba, en la reunión de Cancilleres de Costa Rica. He visto que ahí ocupa esa cartera, brillantemente, Raúl Roa. Martí proteja a esos muchachos. He ido repasando la pervivencia de su amor por Cuba, la inquietud por los sucesos políticos de cada momento, expresa también en sus comentarios al que llama «el loco suicidio de Chibás» o en las recomendaciones a Mariblanca para solicitar respaldo al gobierno de Fulgencio Batista, en 1952, quien le causara buena impresión en una visita que hizo a su casa de Montevideo a fines de los años cuarenta. Al parecer, ignoraba Juana la carta que Mariblanca había dirigido en octubre de 1934 a Batista en la cual lo trataba como su adversario y que decía así:
Adversarios somos usted y yo desde que
usted, dándole la espalda a la revolución del pueblo de Cuba, escuchó el
canto de las sirenas y puso las fuerzas de que disponía al servicio de
la Embajada yanqui y del Gobierno de la reacción, ese que tantas veces
lo injurió, lo amenazó, lo calumnió y lo combatió sin piedad y sin
escrúpulos.
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En 1956 le llegaría a Mariblanca la jubilación forzosa y el mandato de que no podría desempeñar cargo público alguno. Ya en 1952, luego de un suceso desgraciado con los hermanos de Mariblanca, Juana la consolaba con ingenuidad: “es casi seguro que el Presidente Batista no está enterado”. Por esas mismas fechas, sueña Juana con ver a Mariblanca de embajadora en Montevideo. Y luego, dándose cuenta de que su ignorancia de la situación política de Cuba podría herir a su amiga, retrocede: Anoche, pensando en tu llegada, me decía a mí misma que el destino no quiso que te viese en el esplendor de tu rango de Embajadora, tan digna, tan nuestra como entonces, pero solo con el esplendor civil de tu presencia e íntimos valores. ¡Todo sea por Dios! ¡Ah, si el General Batista te mandara aquí de Embajadora! No podrías aceptarlo. Tú eres su amiga y la política no es un juego personal, sino nacional y universal. Hay que servir a la patria, y |
son sus gentes más valiosas las que tienen que hacerlo, sin que eso sea claudicar. Tú sabes, Mary, que por tradición familiar yo pertenezco al partido blanco y soy católica, apostólica y romana. El reverso absoluto del batllismo. Sin embargo, en las últimas elecciones voté con el batllismo, porque creía al pobre Mayo, el único hombre, de los candidatos en lucha, capaz de salvar al país en estos momentos cruciales. Yo sé que eres como hermana con el Dr. Prío, y cuánto él merece la lealtad de sus amigos. Pero aquí servirías a Cuba –tu Cubita bella, la de Martí, la de tus héroes-. Un sueño, el que pudieras venir de Embajadora. Pero a veces los sueños alcanzan las altas y poderosas voluntades. Perdóname si estoy equivocada. Jamás desearé sino lo que sea, para ti, digno y bueno. Su relación con la política cubana, siempre de la mano de Mariblanca, era más bien superficial, como puede verse. De hecho, en ocasiones confunde lealtades o siente que debe retractarse, por desconocimiento y para no herir a su querida amiga, como en esta misiva de diciembre de 1934, en que se aventuraba a hacer un diagnóstico de la situación cubana y luego justificaba su exceso de entusiasmo:
Cuba tiene el mismo destino trágico de las
mujeres hermosas y de las herederas millonarias. Debajo de todo el drama
terrible y multiplicado que están Vds. viviendo, solapada y codiciosa,
está, como en el Chaco, la garra yanki. ¿No lo creen así, Vds.? Esa
política norteamericana, esa degeneración de la Doctrina Monroe (América
para los Norte-Americanos), esas garras de tigre de la Enmienda Platt!
Quién sabe si no sería precisamente
Mariblanca Sabas Alomá, siempre activa en política, quien despertara la
sensibilidad de Juana por este tipo de conflictos, pero lo que sí podría
asegurarse a partir de la propia declaración de la poetisa uruguaya es
que su interés por el destino de Cuba proviene de la cercanía de tantos
amigos cubanos, y en ese conjunto Mariblanca ocupaba, quién puede
dudarlo luego de la lectura de estas cartas, un lugar primado.
Mary querida: no te comprometas por mí. Yo
veo que es cosa muy difícil, casi imposible (no lo percibí al pedírtelo,
tan alejada siempre de leyes, política y poderes) pero me está pesando
terriblemente sobre todos mis sentimientos hacia ti y los más
elementales, y los más sutiles, de la delicadeza. Tú y el Presidente
están luchando y exponiéndose tal vez por un imposible. Recuerdo el
cuento famoso de Madame de Beaumont “La Bella y la fiera” (¿Lo conoces?)
(Una de las princesas le pidió al padre, que se iba de viaje, que le
trajese una rosa. Lo hizo creyendo atenuar, así, la avaricia de las
hermanas mayores que le encargaban joyas, pieles, encajes. Y en el
desarrollo del bello cuento resultó la más exigente la humilde que pidió
lo menos costoso y difícil: una rosa. Por ello sufrió mucho.) Algo
distinto, esto; pero te doy mi palabra de honor que tuve la inconciencia
de que le pedía a Cuba apenas una simple rosa ¿Qué torre, qué cosa de
solución dificilísima ha sido en cambio?
La brevedad del tiempo que percibió el
salario como embajadora cultural de Cuba y la inseguridad inicial del
otorgamiento han contribuido. seguramente, a que sea éste uno de los
episodios menos conocidos de la vida de Juana de Ibarbourou. Como
decíamos, su relación con Cuba es un territorio apenas explorado, y los
documentos donde podrían encontrarse las pistas para definir más
claramente la profundidad y alcance de esos lazos, permanecen olvidados
y casi vírgenes en archivos de Cuba, Uruguay y Estados Unidos, entre
otros países. Mary querida: creo que te pasa como a mí. Tú no puedes escribirme, porque no te sientes feliz, y, sabiendo que estoy en una ergástula, padeciendo Dios sabe cuánto, no quieres darme un dolor más, que siendo tuyo jamás sería superficial. Mi gallarda: yo estoy en la misma posición espiritual. ¿Contarte luchas, penas, derrotas? Deja que vuelva el sol y ya los comentaremos como anécdotas pasadas. Porque todo pasará, Mary, en esta rotación vertiginosa de las horas. Hoy nos toca lo sombrío. Confiemos en que la misericordia de Dios nos acorte la condena… puesto que somos condenadas de buena conducta. La cercanía de estas dos mujeres, cada una popularísima en su ámbito, propició el encuentro de dos países que ya habían mantenido vínculos en el pasado —imposible eludir aquí la mención al consulado uruguayo que ostentara Martí en sus días neoyorkinos— pero, en el plano personal, donde no suelen penetrar las indagaciones políticas o literarias, también Mariblanca constituyó un sostén para Juana en medio de las tempestades por las que debía atravesar silenciosamente, casi en secreto. Luego de la segunda visita de Mariblanca a Uruguay, el encuentro se hace cada vez más necesario, cada vez más perentorios los pedidos de Juana, quien añora permanentemente la presencia, el consuelo de su hermana cubana, su refugio, su defensa ante la vida. No en balde la llama, en casi todas sus cartas, «Mi Gallarda”» como si de Mariblanca dependiera su bienestar, su sobrevivencia. La relación entre ellas asume, por momentos, el tono de un flirt —como solía decirse entonces— gustoso: Juana no sólo masculiniza un poco a Mariblanca llamándola así, sino que la piropea, por ejemplo, comparándola con figuras masculinas: «Estás muy bien, Embajadora […]. Más parecida que nunca al David de Miguel Ángel». Y su relación por momentos toma tintes levemente carnales: «Te beso las manos dedo a dedo”» Mariblanca, en cada carta, le hace llegar aliento, le da las fuerzas de que carece para enfrentar la vida dolorosa de su casa. En sus visitas, se encarga incluso de resolver contratiempos familiares, de sanar heridas: «Mary: Julito está más cariñoso conmigo. Obra tuya. Hoy se ha venido con una bandeja de pechuga de pavo y jamón dulce. Dulces cosas para mi corazón». Luego de la visita de 1951, en que Mariblanca le impuso la Orden Carlos Manuel de Céspedes, Juana escribe febrilmente, la sigue con cables y avisos, fotografías: a Río primero, a Lima después, y, finalmente, no pudiendo soportar por más tiempo la desazón de la falta de comunicación con su amiga, recurre a algunos fieles suyos para conseguir restablecerla: Mary, acabo de pasarte un cable. Estoy intranquilísima sin noticias. Llegaron a La Habana el jueves de madrugada y hoy es Domingo al mediodía y nada sé de Vds. Me he levantado estos días, pero hoy ya no he podido hacerlo, sin fuerzas. Mary, mi hermana: ¿qué pasa? Gente amiga (Pancho Nicola Reyes y Carlos Mir) buscan en Cuba una buena radio de aficionados para que yo pueda hablarte. Me desespera, Mary. Si no contestas mi cable me dirigiré a Secretaría de la Presidencia por noticias tuyas. Parece mentira lo que depende de ti mi fortaleza. Hoy no valgo dos céntimos. Otro tema sobre el que las cartas de Juana ofrecen información de interés, aunque no alcanzamos totalmente a establecer su relevancia por nuestro desconocimiento del contexto, es el referido al mundo cultural uruguayo. Opina sobre sus contemporáneas a raíz de la programada excursión a Cuba de un grupo representativo de escritoras uruguayas para los festejos de 1953; da cuenta de algunos malentendidos y conflictos de la Asociación Uruguaya de Escritores, como el controvertido asunto de las elecciones por la presidencia de la Asociación, en julio de 1951, que cito in extenso: Aquí no hay novedades. Mañana estamos de elecciones para la nueva Directiva de la Asociación Uruguaya de Escritores y me voy definitivamente de la Presidencia, pues se ha trabajado mucho y bien, pero Paulina Medeiros (¿la recuerdas, muy fea, con el alma tan fea como la cara?) se ha cortado con lista propia, una semana antes de concluir el período legal, acusando estrepitosamente a la actual Directiva, que estaba estructurando el plan de una editorial, de hacerlo para su propio servicio. Como consiguieron un libro mío, con el Gobierno (el Ministro de Instrucción Blanco Acevedo) para editarlo y con su venta fundamentar, cimentar los fondos para el futuro y no se llamó a la Asamblea, ella, que es muy populachera, de cafés de barrios bajos, ha soliviantado a todos esos seudo escritores que sueñan con publicar libros y no tienen cómo. Piensa que mis libros no me pertenecen ya, que no saco nada para mí y que accedí a esa gestión para ayudarlos en la difícil empresa de conseguir los primeros fondos. Como acepté la Presidencia a condición de no concurrir nunca a sesiones (consta en acta que di el nombre como punto de unión entre los escritores dispersos y peleados) ella en realidad no se ha vuelto contra mí directamente, sino en contra de la Directiva. Quería que encabezase las dos listas, pero yo elegí la de mis compañeros fieles y respetuosos de dos años. Está furiosa la fea mujer, y ha armado un escándalo enorme. Te mandaré nuestro boletín y el repartido que lanzó ella. Todo esto entristece, porque evidencia el mal barro de que está hecho el hombre. Ambiciones, envidias, luchas pequeñas y mezquinas. Nada bueno se puede construir así. Me da mucha pena estos trece compañeros, todos gentes de bien y de talento, que se tienen que enfrentar con una insultadora sin medida, pues como nada tiene ya que perder, ha adoptado una actitud descarada, plena de acusaciones falsas, que ha creado en la mesa de socios y en el pueblo un verdadero confucionismo [sic]. Mary: qué terrible es la ambición sin freno, el afán de publicidad a toda costa, el querer ser el personaje del momento, aunque después se derrumbe ella misma! Pero mientras tanto incomoda, “detiene una labor en marcha”, ofende.
Este episodio provocó aquella
desesperanzada pregunta acerca del mundo literario cubano y,
evidentemente, le hizo mucho daño a Juana. Aunque, como ella misma
aclaraba, no participaba en reuniones o asambleas, se estaba poniendo
en entredicho la ejecutoria de aquellos con los cuales se sentía
comprometida y, como de paso, se dudaba también de su propia honradez.
Hace treinta años, cuando empezó a ser mi
amiga -¡oh, fiel Mari!- hacía versos como yo y periodismo como tantos.
Por su talento, por su valentía democrática, por su ágil inteligencia
política y social, siempre al servicio de ideales definidamente limpios
y superiores, fue ganando peldaños en esa inconmensurable Escala de
Jacob, que es el éxito. Habría que agradecer a Juana esa cita pública de una carta privada, pues nos da el tono, el entusiasta cariño de Mariblanca por amigos comunes y compañeros de oficio. No cabe duda de que estas cartas incitan nuestra curiosidad y contribuyen a delinear no sólo la amistad entrañable y cercanísima que unió en vida a estas dos mujeres de Cuba y Uruguay, sino a perfilar el paisaje cultural, político, emocional y cotidiano de la época en la historia de nuestros países. Las cartas de Juana a Mariblanca ofrecen un amplio espacio de indagación y algunas posibilidades de resolver interrogantes acerca de la vida de Juana, pero también de establecer datos ausentes en los más documentados acercamientos a su biografía y a su obra. Queda aún mucho trabajo por hacer, muchas preguntas que responder, pero hemos avanzado un tramo del camino en el conocimiento de estas dos mujeres, de este par de sombras ilustres de nuestras respectivas tradiciones, desnudas aquí, tantos años después, frente a nosotros, en sus sinceridades u ocultamientos, en sus anhelos y necesidades. Se impone realizar una edición de la correspondencia cruzada entre ambas e, idealmente, de todas las cartas dirigidas a Cuba por Juana de Ibarbourou, de cuya sinceridad al declararse “cubana neta en el exilio” nadie podría dudar luego de leer esta correspondencia. |
Zaida Capote Cruz
Publicado, originalmente, en la web de Cuba Literaria
http://www.cubaliteraria.cu
Links: http://www.cubaliteraria.cu/articulo.php?idarticulo=17375&idseccion=32 - La Habana, 01 de octubre de 2011
http://www.cubaliteraria.cu/articulo.php?idarticulo=13477&idseccion=25 - La Habana, 18 de octubre de 2011
http://www.cubaliteraria.cu/articulo.php?idarticulo=13477&idseccion=25 - La Habana, 18 de octubre de 2011
http://www.cubaliteraria.cu/articulo.php?idarticulo=13682&idseccion=25 - La Habana, 10 de noviembre de 2011
En Letras-Uruguay ingresado el presente trabajo el día 13 de agosto de 2014
Autorizado por la autora, a la cual agradecemos.
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