“Lamento del monte” |
RELATOR: Grita el monte su lamento, el padre de los matacos, le están cortando las venas pa´ que muera desangrado. Le están despintando el alma, el verdor de sus encantos, que sin piedad, ni clemencia día a día van matando. Grita el monte su lamento con cebiles y quebrachos, ese grito que se pierde sin ecos en el espacio. El algarrobo se agita con la corzuela a su lado, el monte sigue cayendo por todo el mundo olvidado. Cada rama y cada brote están perdiendo sus gajos, la fuerza de la espesura donde hacen nido los pájaros. La savia de cada tronco tiene los días contados, esa savia de otro tiempo que en el recuerdo ha quedado. La topadora prosigue como un Atila a caballo, atacando a la madera que se desgarra en pedazos. El puma con la culebra se refugian asustados, mientras ahoga el silencio, el dolor del palo santo. Sin detenerse un momento la topadora a su paso, va deshojando la vida contra el monte sin descanso. MADRECITA DEL MONTE: El hombre sigue cortando el corazón de mis hijos, que ciego que marcha el hombre sin razón y sin sentido. La topadora cargada de ambición y de egoísmo, viene talando los árboles con el peso de su filo. ¿Por qué se empeña en cortar, en arrancar de su sitio? Al monte con sus colores de lapachos florecidos. ¿No sabe el hombre que mata con su avance desmedido? Que si sigue desmontando se va a matar a si mismo. Por conseguir el poder se ha perdido en el camino, y trae sus topadoras aullando con sus rugidos. EL QUEBRACHO: Así es Madrecita mía estoy llorando de pena, por esos monstruos de acero que vienen con sus cadenas. Que resoplando con furia avanzan sin darnos tregua, contra la flora y la fauna que avasallan sin clemencia. A mí me han quitao los sueños y me han dejao esta tristeza, con ese chirriar de orugas que a cada rincón acechan. Con la pala hacia delante al horizonte aceleran, como si fueran centauros que vienen en montonera. Madrecita de los montes herido voy por la senda, con el tanino que escapa sin remedio por mis venas. Hacerles frente no puedo aún con mi dura madera, esas máquinas no paran ni un instante su carrera. ¡Ay! que será de nosotros que no tenemos defensa, pues seguiremos cayendo por la cruel indiferencia. RELATOR: Avanzan las topadoras rugiendo por los senderos, parecen un terremoto con el sonido del trueno. De la copa de los árboles caen los nidos al suelo, con pichones que jamás podrán remontar el vuelo. Herida tiembla la tierra con un profundo silencio, con ese grito que sólo entiende y escucha el viento. El monte suelta su llanto, la noche de su lamento, ese dolor invisible que lleva guardado adentro. Los coyuyos sin las ramas parecen niñitos huérfanos, que al son de las topadoras sus voces se van perdiendo. Las bumbunas y los loros ya se han marchado hace tiempo, deshojándose sin rumbo debajo del firmamento. Están quedando sin sombra los Matacos con su pueblo, están perdiendo su monte, la casa de sus ancestros. EL PUMA: Ya no tengo adonde ir me estoy quedando sin pago, el monte que conocía ya no es el mismo de antaño. Esos monstruos que rechinan y llegan de todos lados, parecen antas gigantes y es imposible enfrentarlos. Pechando monte sin tregua nada detiene su paso, y van triturando todo sin reparar en los daños. El monte por esos monstruos está quedando pelado, el verde de su follaje hoy sólo es polvo y espanto. Ayer donde yo cazaba vivía sin sobresaltos, aquel lugar se quedó en un rincón olvidado. ¿Mis hijos adonde irán sin este lugar sagrado? Que poco a poco se muere sin que le den una mano. Estos monstruos meten miedo y al monte lo están matando, consigo traen tristezas, la muerte para estos pagos. MADRECITA DEL MONTE: ¡Ay! Puma que está pasando con el rugir de estas máquinas, que van cercenando sueños, el verde de la esperanza. Que sin tener sentimientos contra la flora y la fauna, le tiran todo ese peso con el filo de sus garras. Están por cambiar el clima no se dan cuenta y avanzan, con esa fuerza invasora desmedida de la tala. Cada vez hay menos árboles por culpa de tanta rabia, menos verde y menos aire que al planeta le hacen falta. Están talando la vida desde la sangre hasta el alma, cortando cada raíz de la semilla a la savia. Caminan sin darse cuenta la senda de la ignorancia, y van convirtiendo al mundo en todo un valle de lágrimas. El monte cae en silencio contra el furor de las palas, que traen las topadoras con el rugir de su marcha. RELATOR: Se va perdiendo la magia que ayer el monte tenía, con las voces de los duendes murmurando noche y día. Herido resiste el monte con arrojo y valentía, ese monte, nuestro monte, otrora lleno de vida. El monte guarda recuerdos de antiguas tardes tranquilas, cuando las ranas croaban contentas por la llovizna. Cuando la fauna en tropel por sus senderos corría, y el Mataco libremente bajo la luna salía. El monte tiene memoria esa nostalgia encendida, ese canto milenario que bien adentro se agita. Cuando el monte con sus flores cada mañana vestía, y se alumbraba a la noche con mil estrellas furtivas. Esa magia va muriendo por culpa de la codicia, causando al monte está pena, este dolor sin medidas. QUEBRACHO: Yo soy el duro Quebracho y les quiero preguntar. ¿Qué motivo las empuja a venir a desmontar? ¿Por qué arriba de esos monstruos con coraza de metal, se abalanzan contra el monte sin vergüenza, ni piedad? Sólo dejan donde pasan una inmensa soledad, una herida y una brecha muy difícil de cerrar. Este sitio es paraíso cristalino y natural, donde el Puma y el Mataco tejen juntos un altar. Donde el río serpenteando con su eterno murmurar, siempre deja ese mensaje infinito de su paz. Donde el viento con sus alas cabalgando viene y va, con el monte en su montura expresando libertad. ¿Por qué llegan con sus palas decididas a cortar, cada rama, cada brote con temible frialdad? LA TOPADORA: ¿No te das cuenta Quebracho que está en marcha un mundo nuevo, de que somos la herramienta del futuro y del progreso? Que venimos hasta aquí para darle al mundo entero, a llevar a las ciudades la madera de este suelo. Para que quieres el monte si este monte tiene dueño, y a este monte me han mandado que lo tale sin remedio. Cumplo órdenes Quebracho yo no tengo sentimientos, sólo empujo hacia delante con la fuerza de mi acero. A este monte y a otros montes la sentencia ya les dieron, pues el mundo necesita más espacio y más terreno. QUEBRACHO: Que será del Puma entonces de la garza, del hornero, que será de mis hermanos que el futuro está corriendo. Que será de nuestra flora que a tu paso va muriendo. Dime ahora topadora ¿Qué será de todos ellos? LA TOPADORA: Que te puedo responder sólo cumplo mi trabajo, nadie creo se conmueve por la muerte de algún árbol. Además a quien le importa de la tala en estos lados, son muy pocos los que arengan con sus voces de reclamos. No conozco de razones, de lo cierto o de lo falso, sólo avanzo con la pala día y noche sin descanso. Es el hombre quien dirige el volante de sus actos, y es el hombre quien maneja las orugas cuando marcho. Es a él a quien tú tienes que enfrentar viejo Quebracho, es el hombre quien mutila a tu tronco y a tus gajos. QUEBRACHO: Muchos hombres están sordos marchan ciegos al ocaso, y no escuchan al planeta que hace tiempo está gritando. De que paren los desmontes pues el monte está llorando, por la pena, triste pena, que le causan los humanos. RELATOR: El Puma mira al Quebracho desde un rincón escondido, lo mira como a un guerrero rugoso, duro y altivo. Lo ve con la topadora con sus ojos de testigo, frente a frente cada uno con pabellones distintos. La topadora murmura con el motor encendido, y el Quebracho le responde presagiando su destino. El Puma siente la tarde con el cantar de los grillos, y el monte le cubre el rastro con el verdor de su brillo. La topadora acelera para afilar sus colmillos, con el puñal de la tala que al monte lo tiene herido. El Puma cierra los ojos y se muerde los rugidos, donde los ata al palenque callado del infinito. La topadora prosigue abriendo monte al camino, y el Quebracho con la pena, aún con pena sigue erguido. LA MADRECITA DEL MONTE: La pena me está quemando como un puñal las entrañas, con ruido de topadoras, de cadenas y de palas. En cada crujido siento la madera desgarrada, como la oruga de hierro deja en el monte su marca. Como la cruel topadora como un monstruo se agiganta, depredando cada metro desde el tronco hasta las ramas. La pena me está quemando con todo un volcán en llamas, por esa tala de muerte de topadoras sin alma. Adonde se irá la flora, adonde se irá la fauna, que cerquita del abismo están siendo acorraladas. El efecto invernadero viene afilando sus garras, con su calor envolvente que sin disparos ataca. Quebracho, madera fuerte, Puma, monte y esperanza, hijos míos de mi sangre que los llevo en las entrañas. EL PUMA: El monte me está llamando, me está nombrando en silencio, sus lágrimas son de sangre roja florcitas de ceibo. Hermano monte aquí estoy, aquí mi vida te ofrezco, mi espíritu combativo que va a jugarse el resuello. Hermano monte querido lugar de mi nacimiento, hogar de mi vida entera que ahorita te estoy perdiendo. Que voy a hacer sin tus sombras, sin tu inmenso sentimiento, sin ese abrazo de hermano eterno, fiel y sincero. Adonde irán mis instintos sin tu cobijo al acecho, en que Quebracho mis uñas voy a afilar en secreto. Hermano monte querido aquí en la sangre te llevo, retumbando entre mis venas con el rugir de tus ecos. Hermano monte soy carne encarnación de tu fuego, soy el Puma, soy Mataco y el Quebracho de tu pecho. EL QUEBRACHO: Hermano monte allá vienen con tenebrosos rugidos, las topadoras marchando sin dar, ni pedir respiro. Traen sus palas alzadas afilando los colmillos, dejando atrás un desierto, dejando todo un vacío. Taladrando sin descanso muestran ese poderío, esa fuerza que adelante se convierte en torbellino. Así no hay monte que aguante que pueda haber resistido, cada ataque de las palas que aniquilan con sus filos. Aquí te entrego mi savia el tronco de mis latidos, que aquí me voy a quedar a morir en este sitio. ¡Ay! monte de mis encantos que estás triste y malherido, que vas perdiendo el verdor aquel de tu antiguo brillo. Yo también soy el Mataco, el gran Puma combativo, soy tu grito monte adentro soy tu sangre hermano mío. RELATOR: Sangra el monte por la herida, se va apagando en silencio con la pena de su pena debajo de los luceros. Chistan los búhos cansados con un mensaje agorero, al ver que el monte despacio de a poco se va muriendo. Las luciérnagas titilan para alumbrar los senderos, pa´ darle al monte su apoyo en este triste momento. Sangra el monte por la herida por ese golpe siniestro, que el puñal de la codicia le asestó en el sentimiento. El Puma con el Quebracho montan guardia con respeto, y a su lado murmurando le brinda su mano el viento. El monte de pie resiste las embestidas de acero, que traen las topadoras al grito cruel del degüello. Su poncho verde esmeralda tiene estrellas en los flecos, ese poncho que es su vida, la tierra de sus afectos. Sangra el monte con su pena penita de su lamento, esa pena que de a poco lo va matando en silencio. |
José Cantero
© José Cantero Verni
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