Morazán y los costarricenses de hoy |
Un
día de 1991 - no por obra de la casualidad sino en cumplimiento de una
misión histórica que me estaba reservada- fui a vivir a Costa Rica
durante cuatro años, en seguimiento de otras cuarenta visitas anteriores
en las que estuve participando en el proceso de integración y unión de
Centroamérica y conocí lo que pensaban los costarricenses acerca de
Morazán, su gobernante de cinco meses en 1842 en momentos en que San José,
la capital desde 1823, contaba
con unas dieciocho mil personas.
En esa nueva oportunidad –en que me desempeñé como Subsecretario
Ejecutivo del Consejo Monetario Centroamericano- investigué
a fondo lo relacionado con tal gobierno y sobre la vida de LOLITA, la hija
póstuma de Morazán y de sus 663 descendientes, basado en documentos
irrefragables del Archivo Nacional. Hoy
he vuelto, invitado por la Fundación Friedrich Ebert de Alemania y la
Universidad de Costa Rica por intermedio del Centro
de Investigación en Identidad Cultural Latinoamericana (CIICLA), a hablar
por espacio de tres días sobre “El legado de Morazán a la sociedad
centroamericana y su vigencia en el contexto de la integración y unión
regional”
en el marco del
Foro “La
integración política, social y cultural de los pueblos centroamericanos”,
con vistas a
constituir la Asociación Cívica-Cultural Hondureña-Costarricense, que
se ha propuesto organizar nuestro compatriota Darío Núñez y su esposa
costarricense Cecilia Vega. En mis participaciones en la Radio de la Universidad de Costa Rica, el CIICLA y la Cooperación Española, mencioné que llegaba a devolver a los ticos los miles de folios de centenares de documentos que obtuve en su Archivo Nacional, con los cuales escribí y publiqué una obra de seis volúmenes que he intitulado “La posteridad nos hará justicia”, en recordatorio de unas de las últimas frases de este Jefe de Estado Provisorio y que fue nombrado por su Asamblea Nacional Constituyente Benemérito Libertador, lo que sin embargo no ha hecho Honduras durante 181 años, pese a que nos libró del yugo de la esclavitud en el Sitio de Comayagua, el Combate de La Maradiaga, la Batalla de La Trinidad y la Capitulación en las Vueltas del Ocote, entre otras acciones gloriosas. Destaqué
en la semana pasada en la Patria de Juan Mora Fernández, entre otras
cosas, mi confianza
en que ahora todos –hondureños y costarricenses- podremos contribuir al
inicio de un estudio serio de la actuación de Morazán en Costa Rica, que
fue bienhechora
y nunca perjudicial, como se ha inculcado por la Historia oficial. Por
fortuna ahora no estoy solo, pues otros tres estudiosos hondureños, con
voz elocuente y convincente, contribuyen y contribuirán a reivindicar al
epónimo Héroe, cuyo pensamiento está más vigente que nunca en esta era
de la globalización en la que el inhumano mercado sigue enriqueciendo a
sus propulsores, a costa de una mayor pobreza y miseria de los pueblos.
Esos compatriotas que me acompañaron en esta lucha son Don Matías Fúnes,
Ethel García Bouchard y Darío Núñez y por razones ajenas a su voluntad
no pudo ir Don Livio Ramírez Lozano. Y debo destacar que se han unido a
nuestra labor el panameño-colombiano Enrique Andrade, el chileno Gastón
Gaínza y la uruguaya Juliana Martínez, aparte de destacados
intelectuales costarricenses, todo lo cual nos hace pensar que se abre un
nuevo amanecer para reconstruir la Patria Grande. El trabajo que realizamos nos parece que fue muy positivo y por tal razón regresaremos el 25 de junio del presente año a constituir la Asociación que he mencionado, cuyo perfil quedó presentado, en el que se destaca su razón de ser, los principios en que se fundamenta, los objetivos, los ejes de trabajo, la modalidad de sus miembros y los órganos de la misma. También regresaré en julio al IX Congreso Centroamericano de Historia, ocasión en que presentaré tres ponencias sobre la labor de Morazán en Costa Rica, para que ya no se le siga ignorando en ninguna parte, como hasta ahora; y Dios quiera que algún día lo entiendan las autoridades educativas y culturales de Honduras, así como el Congreso Nacional para que al menos lo declaremos “Benemérito Libertador de Honduras y Centroamérica” y restauremos pronto la casa en que vivió desde de la edad de los dos años y 8 meses y que erijamos un Museo digno de su memoria. |
Lic. Miguel Cálix Suazo
Vicepresidente del Instituto Morazánico
Vicepresidente Academia Hondureña de Geografía e Historia
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