Conmemoremos el descubrimiento de las ruinas de Copan |
El
8 de marzo debiéramos perpetuarlo en nuestra legislación como un hecho
memorable de nuestra identidad, pues en tal fecha en 1576 -¡hace 432 años!-
el español Diego García de Palacio descubrió las ahora famosas Ruinas
Mayas de Copán, declaradas en 1980 por la UNESCO Patrimonio Mundial; y atónitamente
escribía al Rey Felipe II de España en estos términos: “Cerca
del dicho lugar como van á la ciudad de San Pedro, en el primer lugar de
la Provincia de Honduras, que se llama Copan, estan unas ruinas i
vestijios de gran poblacion y de sobervios edificios, i tales que parece
que en ningun tiempo pudo haver, en tan barbaro injenio como tienen los
naturales de aquella provincia, edificios de tanta arte i suntuosidad; es
ribera de un hermoso rio, i en unos campos bien situados i estendidos,
tierra de mediano temple, harta de fertilidad, e de mucha caza é pesca.
En las ruinas dichas, hai montes que parecen haver sido fechos á mano, i
en ellos, muchas cosas que notar. Antes de llegar á ellos, está señal
de paredes gruesas i una piedra grandísima en figura de aguila, i fecho
en su pecho un quadro de largo de una vara, i en el ciertas letras que no
se sabe que sea”... Palacios
obtuvo de los indígenas la relación de “que en
tiempos antiguos vino desde Yucatán un gran señor quien construyó estos
edificios, pero que al terminar algunos años él volvió a su tierra
nativa, dejándolos completamente abandonados”. Como parte de su historia, en este breve trabajo debo hacer mención que fue un Coronel de Francisco Morazán, el señor Juan Galindo –irlandés nacionalizado centroamericano- en abril de 1834, el primero en hacer las primeras excavaciones en el patio Oriental de la Acrópolis, y descubrió una tumba -que hoy podemos ver en los túneles Los Jaguares- que muestra dos nichos en cada lado y con bóveda falsa, en los cuales y en el piso se encontraron ofrendas pintadas de color rojo, algunas de ellas contenían huesos, cuchillos de obsidiana, cuentas de piedra verde, conchas, caracoles de mar y estalactitas, procedentes de alguna cueva. También debo decir que, basado en el informe de Galindo, otro personaje relacionado con Morazán, el Arqueólogo John Lloyd Stephens, cónsul estadoudunidense en Centroamérica –el mismo que cuando Morazán marchó al exilio nos describió su rostro con lujo de detalles, lo que prueba que no le faltaba ninguna oreja- fue quien en 1839, con la ayuda del gran dibujante Frederick Catherwood, hizo exploraciones de cinco de las estelas de la Gran Plaza Central; y anticipó de que la escritura y el arte maya trataban asuntos históricos y asimismo, que algunos de los altares frente a las estelas habían sido utilizados para sacrificios. Y debo decir también que, según lo atestigua el mismo Stephens en su libro INCIDENTES DE VIAJES EN CENTRO-AMERICA, él compró las Ruinas Mayas –“mas o menos de seis mil acres” - al señor Don Bernardo de Águila, que se las alquilaba por ochenta dólares al año a un señor de nombre José María Acebedo. |
Lic. Miguel Cálix Suazo
Miembro del Consejo Directivo del Instituto Hondureño de Antropología e Historia
Vicepresidente de la Academia Hondureña de Geografía e Historia
Vicepresidente del Instituto Morazánico
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