Cabañas renuncia a un sueldo vitalicio |
San
Salvador, junio 30 de 1851. Señor
Ministro General del Supremo Gobierno del
Estado de Honduras: Tuve
la satisfacción de recibir la muy estimable nota de U. de 5 del que
expira, en que se sirve insertar el decreto que el 31 del próximo pasado
mayo se dignó emitir el Cuerpo Legislativo, concediéndome durante mi
vida el sueldo correspondiente a mi grado, y la mitad a mi viuda, madre o
hijos legítimos, si los hubiere en mi fallecimiento. Al imponerme de ese
rasgo de distinción y generosidad con que me han honrado y favorecido las
Cámaras, me he sentido penetrado de la más viva gratitud, e influido por
ella y por el vehemente deseo de dar testimonios de alto aprecio con que
veo las decisiones de los dignos representantes despueblo, aceptaría sin
vacilar aquella gracia: pero me determinan a renunciarla las
consideraciones siguientes. En primer lugar: todos los ciudadanos tenemos
la más estrecha obligación de ser útiles a la patria, y defenderla
cuando se ve amenazada de algún peligro; y, cuando hemos tenido ocasión
de prestarle algún servicio señalado no hemos hecho más que llenar
nuestro deber. Si
mis constantes esfuerzos en defender las instituciones democráticas, la
libertad e independencia de mi país, han podido llamar la atención de
mis conciudadanos, ellas por el órgano de sus apoderados me han dado ya
el más lisonjero galardón en el decreto de 11 de mayo, que me condecora
con el título de Soldado de la Patria: declaratoria que es un premio más
que suficiente por los servicios que yo haya prestado, y que deja mi
ambición superabundantemente satisfecha, no siendo después que esto
dable que acepte una pensión. También me impulsa a renunciar la idea de
que los enemigos del orden, que siempre están en acecho de cuantos pasos
dan los defensores de los derechos populares, para desvirtuarlos, no dejarían
de levantar el grito ya inculpando a las Cámaras por su benevolencia
hacia mí, ya calumniando mis intenciones, interpretando mis acciones
siniestramente, como hijas de miras interesadas en que el egoísmo
calculista hubiera cifrado su futuro bienestar... no olvido tampoco el
estado deficiente en que se halla el erario público; y yo, que desearía
tener cuantiosas riquezas que suministrarle, a fin de que cubriese tantas
y tan importantes atenciones a que no es posible acudir por falta de
medios, ¿Cómo habría de querer aumentar sus apuros gravándolo con
aceptar una pensión? Así
es que la renuncio formalmente. Sírvase U., Señor Ministro, elevar estas
rápidas indicaciones al conocimiento del Señor Presidente, suplicándole
se digne, en su oportunidad, trasmitirlas a las Cámaras, significándoles
mi eterno reconocimiento por las inequívocas muestras de estimación con
que me han honrado. Con
sentimiento de mi mayor consideración, me suscribo de U. muy atento
servidor. TRINIDAD
CABAÑAS (Oración del Hondureño, de Froilán Turcios). |
Lic. Miguel Cálix Suazo
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