La nueva película de "Pino" Solanas se presenta como un análisis de la decadencia argentina en el período 1976-2001. En su estructura circular, los cacerolazos y las manifestaciones en la Plaza de Mayo en el terrible diciembre de 2001 abren y cierran la exposición. No es azaroso: para Solanas, esa explosión fue el estallido de una enfermedad largamente soterrada. Por lo tanto, fue el final de una época, pero también el comienzo de una esperanza, porque la sociedad dejó de lado el individualismo y la apatía y, movilizada, comenzó su camino hacia cambios presuntamente revolucionarios.
Es una tesis, como puede haber otras. Y promueve el debate, lo cual está en la esencia de lo político. Solanas ha dado a entender que concibió "Memoria del saqueo" como una suerte de continuación de la célebre "La hora de los hornos", que codirigió con Octavio Gettino. Allí también había material para la polémica, que se dio con gran fuerza en sus tiempos, ya que a comienzos de la década del 70 todo, hasta las cosas más inverosímiles, se prestaba para la discusión intransigente y la pelea.
El cine, en segundo plano
Pero, mientras tanto, ¿dónde queda el cine? Ocupa aquí un lugar de segundo o tercer orden en el extenso discurso ilustrado que es "Memoria del saqueo". Las imágenes, aun las de mejor factura, están sometidas al texto, y el texto es tan frontal, asertivo, claro, directo e intencionado como puede serlo el discurso de un dirigente en la tribuna. Solanas ha alternado entre la política y el cine, y en este trabajo se ha puesto a sí mismo en primer plano: la voz en off es suya, él hace las entrevistas y hasta se muestra en imágenes de archivo cuando, en los años 90, fue víctima de un atentado aún no esclarecido.
Se podría pensar que estamos ante un audiovisual de tono partidario. Las mencionadas entrevistas no aportan variedad, puesto que se ha elegido a personas que comparten o subrayan el pensamiento del realizador y que no confrontan con él en sus puntos de vista. Quienes hayan valorado la osadía de Michael Moore al dialogar con Charlton Heston en "Bowling for Columbine" deben saber que aquel documental -también militante, de denuncia contra la pasión del pueblo norteamericano por las armas- está prácticamente en las antípodas de éste.
Muy poco queda por descubrir cuando hay alguien que tiene todas las respuestas. Se puede coincidir o disentir con lo que dice, a lo sumo. En el caso de esta película, el agravante es que no sólo en lo que se dice, sino tampoco en lo que se ve, hay margen para el descubrimiento. Se trata de imágenes muy frescas, muy recientes, ya muy bien registradas por la televisión y por los diarios, y que tal vez contengan algo de sorpresa para el público extranjero, antes que para los espectadores argentinos.
Con todo, el doloroso reporte en los hospitales tucumanos, la inexplicable represión en la Plaza de Mayo y las imágenes de las fábricas paralizadas impiden cualquier indiferencia. Veámoslas una vez o mil veces, apelarán siempre a nuestro corazón. Lo que va más allá de esas imágenes -es decir, lo que hace propia a la obra en cuestión- es lo que, según nuestro criterio, pierde interés, por su falta de vuelo, de elaboración y de matices.
Desde "La hora de los hornos" el género ha cambiado. En el cine argentino, está el ejemplo reluciente de "Los rubios", de Albertina Carri, para demostrarlo. Es que también el mundo ha cambiado: se ha vuelto más complejo. El documental duro e ideológico de los años 70 parece hoy tan anacrónico como esos intertítulos que avanzan hacia el público y con los que Solanas divide su película en diez capítulos, en el fondo, intercambiables.