Tornillo y destornillador en tiempos de palabra |
I Expectamos clavándolo, verticalmente infalible, madera paisaje de carne atravesada, o cielo horadado, sueño perforado; empuje y profundidad inmedible y ambigua idea de lo profundo sin que se altere el ritmo abismado de oficio y ojo brujo. ¿Y el espacio del alma indefendido? II Entonces por qué afán que se precise, estudie, tema, visione, intuya; oficie la sospecha del ritmo y fuerza con que fue hundiéndose hasta tocar el hueso del mundo. III ¿Y el danzaje sanguíneo de la duda? IV El tornillo en su ritmo de espiral loca calcina, lacera, quema, deja abismos rechinantes mientras avanza en hondura, ondulación infalible abajo o perspectiva hacia arriba si el ojo lo reclama. ¿Cuándo la estación final de la punta que no se augura? Y la mano, en palanca, con la otra lo hunde, lo gira, en rotación y deseo, ira o rencor para el cansancio que pretende dejar fijos los cuerpos de metal, madera, piedra o sintético bosquejo, y hasta el numen que ondula en los sueños. V Pero ahí queda como ranura en petroglífico, vestigio, marcha, ¿estigma?, paradoja al hundir un cuerpo ajeno y fijar otros sin vaticinar la felicidad. ¿Y si fuera alma, hombres, profecías de no atar las cosas inasibles, despojadas de ataduras? VI Lo vemos en giro y contratuerca, dispararse o retorno para mirar materias libres, ritmo opuesto al destino que empezó a la deriva para fijar ideas de agrupar cosas, por utilidad vacuas, sin beneficio estético de quien tomó el destornillador y por oficio manipuló de acuerdo con la arquitectura célica, maquinal matemática, hedonismo de los demonios, lúdico acomodo para sobrellevar el caos; estructura infinita del milagro para sujetar, controlar, con ahogo del infierno, control de profecías, máscara y universo o apariencia del gozo sujetado a los hilos de los emperadores. VII ¿El depredador que te repele? VIII Cuerpos en laberinto de ingenierías espirituales, deidades libres, obscenas estridencias para autonombrarse dueñas del mundo, molicie de la fama, imperfectas versiones del paraíso y la cosa, roto el ritmo del celeste sueño y la invisible; casi féretro de luminoso aliento mueve vértebras como esqueleto del vicio y el beneficio. IX ¿Cómo usaremos el destornillador en el gran silencio y la hecatombe mientras las palabras resucitan con garfios, oficiantes y ladridos afilados? |
Carlos Calero
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