Amanecer de los ojos |
I En cada amanecer los ojos… solos; vemos ceguedad y una luz que nos invade, penetra, conmueve; estamos mudos, nos abandona el héroe que ha venido apagando el fuego, borra cada palabra que osa deambular por las calles, y se siente un extraño delirio de osarios, y se mira un rastro invisible que se apresura hasta el espíritu sepultado de la memoria; por eso nos acomodamos al trago, a festejar poemas que no van más allá de las cuatro calles de una portada y un usuario que pasa de lejos con cierto tedio, en una ciudad que atisba ruiseñores eruditos, o entusiasmo que da golpe contra muros y la lluvia en confusa corriente y peleas para extraviar las cofradías. II En cada amanecer se levanta el hombre que reniega de sus ojos; y no confía en lo que sucede, y busca en el registro de las defunciones claves para la reescritura; y cómo no asustarse de su invisible manera al enmudecer en los socavones donde los pabilos alumbran abismos y la muerte se renueva. El paisaje con su cuota de desamor llena el vaso y la ebriedad de suburbios que se declaran usureros. |
Carlos Calero
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