Uno
Qué hacer con el asunto de la derecha en la izquierda, de la izquierda
en la derecha. Con las víctimas de los accidentes verbales, con las
interpretaciones aberrantes, con las vírgenes que lloran sangre, con el
inconsciente colectivo, con los siete aromas de tu cuerpo, con las siete
cicatrices de tu alma, con mi hambre de jazmines, con mi sed africana,
con mi nombre prohibido, con mis pies de gacela acuática. Qué hacer con
las rosas con cara de agapanto, con los agapantos con cara de rosas. Con
los planetas silenciosos que huelen a casuarinas, con las casuarinas que
huelen a planetas silenciosos. Qué hacer con mis demonios benditos, con
mis ángeles endemoniados. Poesía, qué hacer, poesía con estos versos.
Dos
Hagámonos cargo. Todos somos inmortales. No entorpezcamos más la marcha
de la creación. Cada vez que un hombre muerto va retumbando en la
intemperie, un hombre vivo se sale del camino y lo abraza. Vayan donde
vayan los muertos están vivos. Y esa es una de las razones por las que
el cielo cierra cada vez más a menudo, cada vez durante más tiempo, sus
ojos.
Tres
El silencio se pregunta cómo me voy a sentir cuando averigüe que es él
quien dice y no yo, que es él quien mueve los dedos sobre el teclado, y
escribe que, en el ciruelo, un arzobispo en miniatura salta de rama en
rama, véase o no.
Cuatro
Va y viene en forma de transcurso, en forma de elfo, en forma de
marqués, en forma de lejos, en forma de siempre, en forma de hombre, en
forma de hora, en forma de pausa, en forma de cajita dorada, en forma de
aullido, en forma de fuego, en forma de poema, en forma de lengua, en
forma de diamante, en forma de tirón, en forma de pelo, en forma de
catalepsia, en forma de vaho, en forma de crepúsculo, en forma
temblorosa, en forma de romero. Subido a las espirales de la tercera
dimensión, enredando himnos, vellones, encarnaciones, cáscaras de
mandarina, lirios, memorias, palabras.
Cinco
Más tarde gruñe en mi cuerpo como una garganta; brilla en mis pies como
una idea; se escabulle de mi vista como un rayo endeble que no enciende
nada más que mis ojos.
Seis
Los vientos alisios salen de una botella,
invaden el cuarto
y se arremolinan en torno de la silla.
Hay señales.
Hay pasos que reciben otros pasos.
El cuerpo se naturaliza en una gran escena viviente.
De la botella de ron brotan a caudales los recuerdos.
El sexo es una niña en su expresión más pura
o más irracional.
La niña siente,
aun cuando no pueda darle nombre a lo que siente.
No hay en este mundo fortuna comparable.
Siete
Las cenas de camaradería, el teléfono, las vendas en los ojos, los
tiempos insuficientes, y los impuestos, y el código de acceso, y las
empresas off shore del alma, y los testaferros del amor, el servicio
doméstico como efecto colateral de la revolución femenina, la cuatro por
cuatro de la catequista con su catequista adentro, las manzanas en la
frutera que no quieren aprender a hablar, las primas, las vírgenes
marías, las cenicientas, los barba azul, corren a esconderse debajo de
la cama, y me marcan un rumbo. Mi salvación está para el otro lado.
Ocho
Me puse a decir por primera vez, aquello que yo venía diciendo siempre,
que entre el ron y la noche hay una equivalencia vertiginosa, que entre
Praga y Kafka hay una equivalencia vertiginosa, que entre los objetos y
el misterio hay una equivalencia vertiginosa, que entre la palabra y el
resto de mí hay una equivalencia vertiginosa.
Nueve
De ahora en adelante voy a abrir la puerta, voy a detenerme en sus dos
sílabas deslumbrantes, voy a tener perseverancia, voy a abrir otra
puerta para que entren los besos que todavía no han nacido y voy a hacer
un mundo en torno a cada una de sus letras, es más, de ahora en adelante
sabré que después hay otra puerta que también abriré y dejaré entrar por
ella la palabra pasos, y entrarán los naranjos derramando su azúcar
continuo, entrarán los boxeadores con pollerita de plumetí, entrarán las
calandrias dando saltitos de vedette, entrarán rebotando sus tetonas
súper star, entrarán las muchachas que darán a luz ciento un dálmatas,
las viejas vampiresas, las caléndulas masoquistas, los nomeolvides
incestuosos, los maniquíes hermafroditas, las gitanas sagradas. De ahora
en adelante seré la puerta que invierta los pasos.
Diez
Los vientos alisios sostienen en sus dedos a las niñas que comen coraje
de la mano del miedo.
Un aleteo de pájaros se les mete en el cuerpo.
Un sol de diciembre las pone en cuatro patas.
Un principio de amor se les sube a la boca.
¿De qué otro modo podrían llenarse los agujeros del cielo?
Ellas, con sus otros labios
bien podría nombrar el origen del universo. |