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Poetas en El Cairo |
--Llorar no es una palabra rosarina. --Ni porteña. --Ni alta, ni baja. --Ni rica, ni pobre. --Llorar es una palabra dadaísta. --Por supuesto, sobre todo cuando llorar no tiene sentido. --¿Cuando se llora en seco? --Llorar es llorar. |
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--Desde ya. Y vivir es vivir. Amar es amar. Morir es morir. --Tampoco te pongas tan melodramático. A veces vivir es amar y amar es morir. --Bueno, ¿el melodramático soy yo? --Digo que el sentido de llorar es la lágrima. --Las letras de la palabra lágrima. --Yo sé llorar lágrimas con otras letras. --Sobre todo los domingos. --Ah, sí, no concibo un domingo sin lágrimas. --"Los domingos tienen lágrimas de letras imposibles" --¿Por qué le ponés comillas? --Porque no es una frase coloquial. --Tenés razón. Pero conmigo no estás obligado a ser coloquial para sonarme verdadero. --Cierto. Fue un error de mi parte. Vuelvo a decirlo sin comillas: los domingos tienen lágrimas de letras imposibles. --Y no obstante, su realismo es indudable. --Cada letra de la palabra lágrima parece eternamente natural. --Sobre todo porque las lágrimas son, en efecto, lágrimas. --(...) --(...) --¿No conocés otro poema de ese escritor? --Mmm, autores hay muchos pero otro como ese no sé. --Yo soy un autor como ese. --No puede ser. --Que sí. --Que no. --La gente no lee a un autor como ese. --A mí tampoco. --La gente no te lee para respetar la vieja tradición de no leer a alguien que no es leído. --Sí, es institucional. --Hegemónico. --Yo me leo en voz alta para los que no me escuchan y me leo en voz baja para que no me escuchen. --Sos un lector dadaísta. --Eso no existe. --Cómo no, si te tengo aquí mismo, sentado en frente de mí, libando de mi copa. A propósito, llamá al mozo que ya nos hemos bebido toda la palabra vino. --Tu generosidad no tiene límites... Mirá que hacerme existir como lector que no existe. Y encima hacerme cargo de pedir más vino usando la palabra vino, como si lo que dijera pudiera ser exactamente igual a lo que ocurra... --Qué menos se puede hacer por un amigo. --Por la palabra amigo. --Te escucho hablar y siento algo en el centro de la palabra pecho. --La palabra amor. --Y la palabra miedo. --Siempre la palabra amor te ha llenado de la palabra miedo. --Y la palabra mujer. --Para la palabra mujer necesito más vino. --El mozo no me ve. --El mozo no ve a los lectores dadaístas que no existen. Lo llamo yo, mejor. --Sería imposible seguir hablando de la palabra mujer sin la palabra vino. --A mí tampoco me ve. --La realidad nos desrealiza. --¡Uf! --Basta con que se me ocurra escribir sobre algo real para que lo real se vuelva imaginario. --Y viceversa. --Si no estuvieras aquí seguiría atormentado por la palabra llorar. --Son los riesgos a los que nos expone la palabra mujer. --Mirá que pasan cosas, eh? --Grandes cosas. --Grandísimas. --Y todas las cosas que pasan, pasan con palabras. --Es una constante. --La palabra es la cosa más grande que pasa. --Ajá. --Pero la gente no lee poesía. --Porque le tiene miedo a la palabra poesía. --Hay palabras muy peligrosas. --Por supuesto. No es lo mismo leer la palabra asesinato que la palabra poesía. --Obvio. Uno tiene a qué atenerse con la palabra asesinato. --Desde ya. Asesinato es una palabra practicable. Poesía, es una palabra inverosímil. --Para mí, es muy peligrosa la palabra mujer porque me provoca cosas más extremas que la palabra muerte. --Obvio, provoca la palabra vida. Y es más difícil ser fiel a la palabra vida que a la palabra muerte. --Estamos jodidos. --Y sin la palabra vino por beber. --No terminaremos nunca. --En esta página, no. --¿Seguimos la próxima? --Dale.
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por Miriam Cairo
cairo367@hotmail.com
Originalmente en Página12 (Rosario)
Sábado, 9 de marzo de 2013
Link a la nota: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-38172-2013-03-23.html
Autorizado por la autora
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