Lengua de toro y voz de camelia poema de Miriam Cairo
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I. La primera palabra no debe hacer ruido. Pensá en tu nombre que viaja a la primera visión que el universo tiene de sí mismo y después te mira a vos, te piensa a vos y se desova mucho mejor letra por letra. II. Para desentrañar la belleza acrecentada, inevitable, dije la canción de las palabras, suerte para mí y si no es para mí será para tu sentimiento estío, porque lo que te perpleja tanto de mi mente y de mi sexo habla de tu propia naturaleza. III. El cosmos está ante nosotros, sobre la meza de luz, dentro del vaso con agua. No hay una mecánica aplicable a la interpretación de los objetos que contienen el mundo. Humo de meteorito a nuestro alcance, aunque otro pudiera decir, apenas burbujas en el vaso con agua. IV. El sigilo puede interpretarse desde diversos ámbitos y esto no significa ninguna objeción sobre la exactitud del silencio, pero contra viento y marea sale el sol, sale el sol en la esquina de mi casa y voy soltando el aire de gitana solitaria. V. Yo, una realidad de la que ya no puedo prescindir, llena de noches diciéndome "ape‑ten sem‑brei, pase lo que pase, mama mí surtí, me pondré a escribir, me pondré a escribir". VI. En la zambullida me he golpeado el pecho y he creído a más no poder en mis fantasías nocturnas y en mis delirios diurnos. Hace años que paso con naturalidad del agua ilimitada a la arena infinita. De la dulzura ilimitada al sexo infinito. De la palabra ilimitada a la poesía infinita. VII. Como un número, ¿ves? Dos y dos son cuatro. Como metáfora. Como coincidir tan pronto en un período de la vida en que una buena palabra está por surgir. Una palabra como destino. De la misma manera en que del fondo del mar sale una boca. No hagas preguntas. Por una extraordinaria ley de profundidad se puede tener viva un alma pequeña tirada 3884 veces a un remolino de fuego. Sabrás que las geometrías pasivas de la semana apenas pueden comer la mitad de todo el esto. VIII. Al contemplar las estrellas, la autora íntima que viene en su platillo volador de llama indiscriminada, me enciende la sinceridad estética y el desenfreno onírico. Sea en grado menor o en monólogos de calandria cósmica, su voz de pájaro no puede ser ya una simple operación de reflejo, un arroz con leche, una fruta que se deshace en mi lengua. La dejo en mí, la reverbero, la hermafrodito. La autora macha con ojitos hembras no puede ser ya una simple operación reflejo. A ciertas horas, la poesía infunde horas sin calma. IX. Un mundo tengo en la cabeza y en las endorfinas, a propósito de un ser amado de alarmante sexo opuesto que se atreve también al sexo mismo y se confía a cualquier locura que involucre a la farolera enamorada de un revolucionario con lengua de toro y voz de camelia. X. ¿Pero cómo me reconocerías al llegar? La fotografía en la que anduve muy ansiosa me vuelve extraña, un artificio de cordura y capacidad para afrontar los peligros naturales de las fiestas familiares y las rondas infantiles. XI. Es sabido que el polvo de las begonias ha firmado un pacto con la desmesura. A pesar de tener tallo, hojas, flor, es intangible. Está en la otra parte del otro mundo. Es tan nítida y tan convincente como un presagio. La begonia no es triste ni alegre, es flor. Vos no sos triste ni alegre, sos vos. Humano, ya por tu materia. Algo más que una maquinaria psicológica que pone en movimiento las leyes más seguras. La begonia toma el rocío con la mano izquierda y desmigaja la luna con la mano derecha. Vos tomás el rocío con la mano derecha y desmigajás la luna con la mano izquierda. La begonia tiene en sí un proyecto. La begonia es exacta. XII. Convertida, entre tus manos, en fe corro en busca de lo necesario. Déjame sola, sola y solita, para que las dos mariposas me reciban como una absurda flor entre humana y divina. Te prometo que tu voz me traerá de vuelta con otras aves de altos tacones simétricos y sin tormento proyectaré paz, proyectaré calor, proyectaré polvo de estrellas sobre el universo desovado eróticamente. XIII. Como todo el mundo, estoy llena de bríos. Eso es lo que estoy tratando de decir. Que he visto esta mañana a tu animal interior detenerse en el silencio, sentarse en sus patas traseras, levantar las orejas y contemplar el horizonte. Y lo he dejado brincar, saltar, andar por los aires y moverse en el cuerpo de la narradora íntima con mucho donaire... XIV. Tiritando hago la reverencia final, pero no, pero no, pero no, porque me da vergüenza, pero sí, pero sí, pero si tomamos la muerte para ir a una estrella, llevemos el cuchillo para abrir el cuerpo porque tenemos que llenarlo de pájaros. |
poema de Miriam Cairo
cairo367@yahoo.com.ar
Originalmente en Página12 (Rosario)
Link: https://www.pagina12.com.ar/47320-lengua-de-toro-y-voz-de-camelia
01 de julio de 2017
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