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La palabra hombre
por Miriam Cairo
cairo367@hotmail.com 

Espía.

Estornuda.

Alguien anda por la calle.

Es de noche.

Es antihéroe.

Es melancolía del temor. Es un libro con sus raras palabras. Con su griterío. Es una voz con el sonido boca abajo. Al fondo. Es contrapunto.

Espero.

Es el hombre en el sentido de la palabra hombre. Es fonético. Espacio. Es héroe. Es un caballo trotando sin sentido. Con sus términos, con sus zapatos, con su ropa, con su vida, con su muerte.

No es un acribillado a balazos. Cualquiera puede adivinar que no es esa clase de muerto. Cualquiera puede, también, desconocerlo. Es desconocido. Humea cálido el aire.

Es el perro. Es el grillo. Es el sauce. Es la hormiga en la luna. Es la ciudad. Esquina.

Es el que dice algo sobre el ladrón y la noche. Es apenas más visible que la sombra.

Es lectura.

Es papel y es carne. Es un malestar en el estómago. Un soplo en el corazón. Espejismo. Es una tristeza que logra desviarse hacia lo sublime. Escruta.

Es el junco siniestro. Es el ladrón de velas.

Es el mismo ruido otra vez a esta hora de la noche. Es la voluntad del miedo. Es el muerto más perfecto que se haya visto.

Es desigual.

Es un instante.

Es un cráneo fracturado por los golpes.

No es un acribillado.

Es un gato gris. Un gato roto. Un remo hundido en el fondo de la taza de café. Es el desamparado al amparo de su intemperie. Es una tortuga blanca dando pasos de tortuga negra.

Escurre.

Esquiva.

Esponja.

Escribo.

Es el terror lo que crea lo terrorífico.

Es la mirada la que crea lo mirado.

Es la palabra la que crea lo nombrado.

Es el hombre pero tampoco es el hombre. Está visto que lleva la noche boca arriba.

Es la palabra hombre.

Estalactita.

Escucho. Mensaje de voz. Medias palabras. Matices de lo real que prescinden de los objetos. Escama. Así es como es. El cuerpo se acostumbra a eso. Se acostumbra a la palabra hombre antes que al hombre. No se puede evitar al hombre ni a su palabra, como no se puede evitar cruzar la calle si se espera en bar que está de este lado de la avenida.

Estalagmita.

Es el nombre del hombre escrito en la primera página de un libro. Es un libro. Con su amplio margen de error.

Escondo. Es el viaje que el viajero anduvo y desanduvo. Es lejos. Si se mira desde arriba es el abismo. Si se mira desde abajo es la hormiga caminando en la luna. Es todo. Está nublado. Pero no puede existir como todo. Existe como la palabra hombre. De todos modos bebo bajo la lona verde del bar. Sueño automóviles vacíos. Espero.

Spilimbergo.

Los muertos no necesitan aspirina. Es el viejo que busca a mi lado un lugar donde arder. Es confuso. No es el viejo en persona sino la palabra viejo mientras bebo debajo de la lona verde del bar y leo el libro.

Es la palabra hombre, no la palabra mar. ¿Qué es más grande, el mar o la palabra mar? Estoy contando automóviles. Podría dormirme contando automóviles vacíos. La realidad es lo que es. Estoy bajo la lona verde del mar. Estambres. La palabra mar es más grande porque en ella caben todos los mares.

Estuche.

Es un golpe de cubilete a imagen y semejanza de los distintos. Esparce su aroma como una ausencia de hombre, el hombre. Escojo. El hombre no es cojo. La palabra hombre tampoco. Exquisiteces. Ahora hago la cuenta regresiva de los autos vacíos que no pasaron.

Esmeralda. Un auto entra por la avenida ancha y corrupta. Es auto de un Dios automovilista.

Esdrújula.

Exvoto de las cuatro ruedas. Un rostro amarillo surge de improviso entre las mesas y pregunta la hora. No es la palabra hombre. Es un hombre entre tantos hombres que no saben la hora. Es difícil llegar a ser mayor del ejército inglés. Es el fantasma de Bolaño. Es imposible estar sola entre fantasmas, pero, ¿a dónde van los poetas un sábado por la mañana? Están metidos en los resquicios de las palabras.

Una mujer espera, bajo la lona verde, ser escrita por la mano de quien escribe. Es la que dice la palabra hombre. La que modula con lentitud y apenas cierra los ojos cae en la profunda grieta de la hache muda de la palabra hombre.

Espejo.

Small.

Snif.

La palabra hombre aparece y desaparece como la primera vez y sus huellas quedan impresas en el aire. Espolvoreo polvo de estrella. Estuve atinada.

Smog. La vida de la palabra hombre es fantástica. La palabra hombre es un organismo vivo que se pliega y se repliega. La palabra mujer observa la escena boquiabierta. Al final, el auto de Dios se estrella. Fin de lo divino contramano.

Es la hora.

por Miriam Cairo
cairo367@hotmail.com 
Originalmente en Página12 (Rosario) 

Sábado, 14 de mayo de 2011
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-28666-2011-05-14.html

Autorizado por la autora

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