Chutney 1
Es posible que los frascos de conserva estén llenos de ideas cerradas al
vacío para que no se echen a perder. Se las sirve como aderezo de alguna
conversación principal, para realzar los picantes de las sentencias, o
bien acompañar el dulzor de los acuerdos. A fin de que las ideas se
mantengan intactas, deben estar bien envasadas, de lo contrario, el aire
de los cuestionamientos las puede echar a perder.
Chutney 2
Sabemos que nada impresiona más que un alma desnuda, con sus pelos y sus
labios rojos e inmóviles que nombran sin pronunciar una sola palabra.
Algunos dicen que el alma desnuda es un llamador de ángeles, otros, una
red para atrapar dragones. Otros, un anillo en el que pueden entrar dos,
tres, cuatro dedos. Los más devotos afirman que el alma desnuda es un
monasterio indefenso en el extremo del cuerpo y la adoran de rodillas, a
la hora deseada.
Chutney 3
La calle está llena de maravillas aplastadas, trituradas. Chutney de
maravillas. Cheesecake de maravillas. Crèmme brûlée de maravillas.
Empanadas gallegas de maravillas. Locro de maravillas. Chimichurri de
maravillas. Calzones de maravillas. Bombachitas de multicolores
maravillas rellenas de almas desnudas en busca de adoradores.
Chutney 4
Se sabe que las guerras entre Roma y Cartago reciben el nombre de
púnicas, que el cubo tiene seis caras, que Perrault no escribió El
sastrecillo valiente, que no saber era el saber de Sócrates, que esto se
supo porque Querefonte preguntó al oráculo de Delfos si había en el
mundo alguien más sabio que aquél y el oráculo contestó que no, pero
esto extrañó muchísimo al filósofo porque él pensaba que no sabía nada.
Se sabe que algo similar ocurrió con la madrastra de Blancanieves, quien
consultó al espejo para saber quién era la más bella del reino y resultó
que era la mocosa, pero la madrastra no se quedó atrás, inventó el
chutney de manzana envenenada.
Chutney 5
En la novela de la noche, su protagonista, un crepúsculo de mediana
edad, que se pone de pie cada mañana como una presentación en power
point, animada de abajo hacia arriba, con una velocidad de transición
lenta y sonido de brisa, viento, succión, luego de preparar el desayuno,
traduce a su lenguaje de crepúsculo un libro escrito en el idioma de los
pájaros. Toda la trama de la obra tiende al azul cian, pero el epicentro
llega a niveles de aguamarina, hasta que las transformaciones carmesí de
los relatos colocan al crepúsculo en un lugar escarlata. Finalmente, se
da cuenta de que el idioma de los pájaros es el idioma del crepúsculo, y
que el chutney, como el libro, como los pájaros, como él mismo, son una
especia dulce y a la vez picante.
Chutney 6
Tal vez pensábamos en aquel verso de Aleixandre: "una tristeza del
tamaño de un pájaro", que nos llevaba a aquellos otros de Artaud: "El
verbo brota del sueño/como una flor o como un vaso/lleno de formas y de
humo", que a su vez nos llevaba a Mark Strand: "lavé esa mano,/la
restregué, la pulí,/ soñé que se iba a volver /diamante o cristal/ o
incluso, por fin,/una ordinaria mano blanca", que puso en evidencia
"este poema que se escribe delante de un obrero /que se afana en lo alto
de la casa vecina" para que Jacques Réda dijera también "A cada cual su
oficio". Tal vez recordábamos que los chutneys pueden ser muy variados,
y que llegan a tener una textura fina y homogénea o con tropezones, y
que algunos se pueden elaborar sin cocción y otros, necesitan horas de
fuego lento. Tal vez, la gastronomía, el sexo y los poemas eran nuestra
obsesión.
Chutney 7
Estábamos dentro del hemiciclo que llamábamos bebedero de pájaros, bar,
pretexto, pronunciando a la vez la palabra pública y la palabra privada.
Todo iba en dos vías, la aérea y la subterránea. Tendría que haberte
regalado un avión, dije, pero me alcanzó para una lapicera. El sentido
único de lo que se dice no existe, dijiste, antes de que el mozo nos
sorprendiera escribiendo nuestros nombres de izquierda a derecha. Lo
importante era que detrás de las cortinas había gente, y que debajo de
la mesa había fuego, y que adentro de los zapatos estaban nuestros pies,
y que plegadas en la memoria estaban nuestras alas, y que todo lo que
tuviéramos que decirnos podía decirse con las 27 letras del alfabeto, y
que en medio de todas ellas repetíamos las dos palabras de siempre que
se forman con apenas cinco letras: tres vocales y dos consonantes. Y que
además, ni siquiera nos hacía falta decirlas, porque ellas se hacían
solas mientras nosotros combinábamos hasta el paroxismo las cinco
vocales con las veintidós consonantes. Y yo te dije: se pueden hacer
chutneys de varios vegetales mezclados, hay tantas combinaciones como
ideas, y vos pensaste que otra vez hablaba de aquellas páginas
pornográficas, entonces, me cerraste la boca con un dedo. |