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Contranatura/dos
por Miriam Cairo
cairo367@hotmail.com 

 

1. Flor roja

El ave nocturna llega para silenciar los sonidos y calmar la agitación del cielo. Yo digo más con los ojos que con los labios. Pero con los labios encuentro lo que no puedo descubrir con los ojos. Doscientas veces sentí que una mariposa buscaba incesantemente mi carne abierta, pero sólo hallaba el corazón cerrado. Pura confusión entre nosotras. Cuando ella se alza, el llanto de los árboles se aflige detrás del viento. Cuando yo me alzo, el viento suelta las escamas de la luna. Ella hace reflejos luminosos sobre los muros familiares de la noche y descansa en mi tallo. Es complicado vivir en cosas que siempre he soñado pero no hay otro modo para mi roja sangre de lirio rojo.

 

2. Corazón Carcaj

El miedo siempre permanece, dijo Jack. Un hombre puede destruir todo lo que hay en su interior: el amor, el odio, las creencias e incluso la duda, dijo Jack. Pero mientras se aferra a la vida no puede destruir el miedo; el miedo sutil, indestructible y terrible que invade todo el ser, dijo Jack. Que impregna los pensamientos. Que ronda en el corazón. Que conserva en los labios la lucha del último aliento, dijo Jack.

El corazón de Jack estaba lleno de pelusas. No era tanto la absoluta y muda soledad lo que lo empolvaba sino la sospecha de que algo de él, de su profundo tesoro, se había esfumado y había impedido que la vida exuberante y plena se apoderara de su corazón. El gran silencio que lo rodeaba lo envolvía con un regodeo irreversible, familiar, pegajoso.

Sin embargo, Jack tenía ansias de arrancar el pegote. Miedo y ansias tenía Jack. Apoyaré las manos donde nadie pueda verlas, dijo, de lo contrario las tomarán las señoras y jugarán con mis dedos. No sé qué cosas horribles harán ellas con mis dedos, dijo Jack. Tal vez me incline por el balcón y grite, grite, grite, dijo Jack. Grite a todos que me están usando los dedos. Pero quizás mis dedos les repugnen, dijo Jack. Porque él tenía la autoestima hecha un ovillo. Bueno, tal vez no sea necesario que me ponga de pie y asome la cabeza. Tal vez permanezca sentado en mi sillón, dijo Jack, como siempre, agregó Jack. Quizás sólo diga algunas palabras. Quizás apenas las susurre, dijo Jack. Para que no las escuchen aquellas vampiresas tristes que no saben usar mis dedos, dijo Jack. Un hombre tal vez no pueda ponerse de pie pero hay tantas cosas que se pueden hacer de rodillas, dijo Jack, corrumpente.

3. Lagartos

La lagarta duerme en la cama del lagarto. Parece manoseado el acto de dormir en esa cama, pero ellos duermen. La lagarta mueve el párpado móvil y constata. Sube al ascensor en cuatro patas y verifica. A nadie llama la atención su color verdinegro porque es igual a todas las lagartas del mundo. La lagarta coteja. Como a todo lagarto, no le gusta el agua pero puede nadar si es necesario. La lagarta mide. El lagarto come junto a la lagarta sutiles bocaditos de alguacil. Al lagarto le gustan los ratones. Come alguaciles con desgano. La lagarta mira para otro lado y se pinta las uñas color rubí. Contrasta. Clava preciosamente los alfileres en la solapa y hereda las pulseras de su madre. La lagarta calcula. Cuando el lagarto da coses porque ella urde a su costa intrincadas rencillas familiares, la lagarta diapsida abre sus fosas temporales y hace valer su lugar en el nido. El lagarto queda en medio. De un lado la madre, del otro, la esposa. El lagarto debe elegir. Ya no puede optar por la madre. Qué van a decir los compañeros del pantano. La lagarta carea. Entonces el lagarto olvida su fastidio, se olvida de sí mismo y se sostiene con una amigable copa de vino saurio. El lagarto se fuga en su silencio apoltronado en el almohadón de paja y la lagarta confirma. La lagarta conoce de memoria el juego que juega. Sabe que el lagarto farfulla, gruñe y se repliega. Está acostumbrada a colgarse la corona de laureles. Está segura. Y está aburrida. La lagarta quiere sacarse su propia vida de encima pero como no puede, pide un viaje a los pantanos de Europa.

4. Peces

El pez ancla la válvula de escape en el desprendimiento de una jaba llena de niñas multicolores y se sulfura. Las bestias de esta especie tienen crías de otra especie. El hijo es un animal grande y bello que no canta y sólo adivina imágenes en la agitada quietud. Tiene el silencio de un animal glorioso y delicado. En la pecera, las niñas de colores aletean a más no poder. Parpadean como esperpentos dorados por la bruma. Están en peligro. La niña loca saca un frasquito del corpiño y se lo lleva a los labios. La niña mala le toma la aleta para impedirle que tome el veneno y luego la obliga a beberlo. La niña tonta tristemente, tristemente derrama muchas lágrimas. El pez entrevé en el fondo del agua un mundo anunciado por el sueño y la sed. Estira la mano en actitud de encontrar otra. Aquello que dijo primero sí, luego es no, como el autorretrato de un pescador solitario bajo de la luna. El pez busca niñas mansas y revuelve la pecera llena de palabras y lamentos. La niña ciega corta la flor azul de la locura y el pez la mira con sus ojos de color imposible. Sólo el silencio vive en las invertidas torres del aire. La niña muerta canta sobre las tumbas caídas. Sus huesos secos no dañan a nadie. Por la vereda pasa un trabajador de la construcción que imagina para todos una vida más provechosa.

5. Espejo giratorio

No sólo es necesario vigilar a la que roba sueños de la fuente de los sueños y obligarla a no divulgarlos, sino que además debemos exigirle que cuide de nosotros, de nuestro encanto, de nuestro páncreas, de nuestra crisma, mientras escribe con una mano y con la otra se suelta de los doscientos brazos de la noche nacarada.

 

por Miriam Cairo
cairo367@hotmail.com 
Originalmente en Página12 (Rosario) 

Sábado, 8 de enero de 2011
Link a la nota: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-26898-2011-01-08.html

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