A nosotros no se nos escapa ningún
detalle.
Una insiste.
Vuelve a preguntarse si ya no será demasiado tarde para que Otro
oropele. Y Otro oropela. Otro dice lo que Una necesita escuchar:
-Todavía hay tiempo para seguir esperando.
A algunos de nosotros, la palabra esperar nos lleva a la palabra
esperanza, pero otros de nosotros hace click con el botón derecho del
mouse y busca significados opuestos. El botón les dice: "hacer tiempo",
"dar tiempo al tiempo", "ir al encuentro", "estar por". Y no muy
satisfechos vuelven adonde estamos nosotros, porque son parte de
nosotros, aunque se nieguen a ir adonde nosotros vamos con la palabra
esperar, porque algunos de nosotros creen que alguna vez han esperado en
vano.
Otro que ficciona tiene una loca manera de representar el yo y el otro,
por lo que nunca lo convocarán a la Feria del Libro, ya que no hay
editor que vea un mercado consumidor para este maniático juego de
trasposición. Y si acaso el editor tomara coraje, mucho más penosa sería
la tarea del librero, incapacitado de hacer un cartel de promoción que
diga: "Ultimo libro de Otro", aunque el problema no está en el nombre,
porque nombres hay muchos, sino que la cuestión radica en esa confusión
de su escritura que para nosotros no es nada confusa, o, mejor dicho, no
es más confusa que nosotros, pero los libreros y los editores y los
feriantes, son seres muy diáfanos, muy límpidos, muy claros, y prefieren
los ficcionantes de al pan pan y al vino vino, o mejor al vino Toro,
porque siempre es necesario un auspiciante.
Obviamente.
Obviamente.
Ahora el que ficciona nos mete dentro de su ficcionar. Nos utiliza. Es
un narrador travestido de lector. Somos lectores travestidos de
narradores que pensamos lo que él piensa. Y mientras Otro nos cede su
lugar, Una que pupila no puede dejar de pupilar.
Otro que ficciona, es cierto, debería ir a la universidad. Debería
aprender cómo se representa el yo y el otro en la literatura
latinoamericana, pero Otro que ficciona duda de sus propias
posibilidades de entrar en el ruedo.
Y mientras Otro que ficciona duda, los que leemos no podemos dejar de
leer.
-También la lluvia es muy demandante, agrega Una, sin prestar atención
en nosotros, que seguimos aquí esperando el momento en que el que
ficciona la desnude. Porque si estamos aquí es porque deseamos ver de
una vez por todas las dos rosas de sus senos pupilantes. Si estamos
aquí, es porque anhelamos que Otro, y no nosotros, dadas las crueles
circunstancias, apoye sus labios donde los tiene que apoyar, en nuestro
nombre.
Pero otro es el padecer de Otro.
Otro quiere usar esta página para decir otras cosas. Así siempre ha sido
el ficcionar de Otro que ficciona. Nos muestra el almíbar mientras por
debajo nos dice otras cosas. Pone arriba lo de abajo y abajo lo de
arriba. Nos vemos envueltos en un 69 infinito donde la que pupila y el
que ficciona somos nosotros, o nosotros somos los que ficcionamos y
pupilamos a través del pupilar de Una y de las palabras que escribe
Otro.
Como sea.
Todavía no desnudó la rosa de los senos.
Todavía no.
Si le llenara de nuevo la copa, tal vez Otro que ficciona podría
acercarse, rodear los hombros de Una, y decirle: "hay una clase de
esperantes que sólo desea esperar, en ello radica su motivo". Pero Otro
no lo dice, porque se enfrenta, por enésima vez con el diccionario, que
no ofrece la palabra precisa para su ficcionar.
En medio de sus neologismos, con el perfume de las rosas apenas sugerido
por nuestro deseo, volvemos otra vez al relato.
-Ya me has dicho alguna vez que hay una clase de buscadores que no gusta
de encontrar lo buscado, dice Una que pupila tomando el último sorbo de
vino.
-Sí -confirma Otro que ficciona, mientras vuelve a llenar la copa-. En
realidad, había escrito "buscadores que no gustan encontrar lo que está
perdido", pero me gusta mucho más cómo lo has dicho vos.
Y al decir esto, Otro sonríe de un modo tan cautivador, que Una,
espontáneamente apoya la cabeza sobre el hombro de Otro. Y Otro hace el
primer movimiento de los labios, que luego lo llevará al otro movimiento
de los labios, y con la misma dulzura hará el otro movimiento, que nos
coloca siempre en el mejor lugar: labios que se mueven dentro de
nuestros propios labios.
Mientras nos dejamos llevar por ese sabor de manteca del primer
movimiento reconocemos, otra vez, que por debajo de lo que Una dice, hay
más de lo que dice. Con el sabor de las rosas, comprendemos que ese
buscar sin deseo de encontrar lo buscado, tiene algo que ver con
nosotros, con la lectura. Lo cual se confirma, cuando nos llenamos la
boca con el sabor de la menta, el humo y la sal del tercer movimiento de
los labios.
Hay formas y formas de escribir.
Formas y formas de leer.
Los libreros venden libros para que los buscadores tropiecen con lo que
están buscando. Libros donde la literatura encuentra formas doctas para
explicar el problema de las representaciones del yo y del otro y de la
mar donde se hundió el Andrea Doria.
Pero, sólo en la última página del diario Otro ficciona a Una que
pupila, y la oropela hasta hundirnos en sus senos fragantes.
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