Strip–tease, de Enrique Medina (Editorial Muerde Muertos, Buenos Aires, 2017, 144 páginas), reseña de Germán Cáceres - germanc4@yahoo.com.ar |
El libro lleva el subtítulo de «Traducción Visual» porque está acompañado por cuarenta hermosas imágenes de artistas que interpretaron según su óptica los distintos capítulos. Varias responden a la gráfica (alejada del realismo) de los jóvenes dibujantes de historietas de la actualidad. La magnífica edición ayuda a disfrutar las diferentes poéticas. Se encuentran epígrafes de escritores de la talla de Georges Bataille, François Rabelais, Philip Roth, Marqués de Sade, James Joyce, Henry Miller, Louis-Ferdinand Céline, William Bourroughs. Uno es regocijante: la artista de cine y stripper Gypsy Rose Lee, ante un individuo que la reconoce y le pregunta si es ella, contesta: “¡Qué ocurrencia! ¿Parezco yo una de esas sinvergüenzas que se desvisten ante el público?” La prosa de Enrique Medina se compone de párrafos cortos, mínimos (estilo agenda), con muchos puntos suspensivos, expresiones lunfardas y las llamadas malas palabras. La obra reúne capítulos breves, como apuntes sobre las vivencias del Pichón, un muchacho del interior que frecuenta –conducido por el Maestro– ámbitos y locales de bajísima categoría en los cuales se bebe sin control y se ofrece strip-tease, a la vez que se producen horrendos actos de extrema violencia. Los señalan como los sótanos, en donde también se encuentran revistas pornográficas tipo Playboy. El erotismo está dirigido al acto de la masturbación, que practican algunos hombres frente a ese espectáculo o viendo cine porno. No obstante el tono burlón y chispeante de estas crónicas y de sus escenas de violencia (que parecen aludir a una sociedad represiva), en algunas asoma la idea del suicidio como salvación y se agradece al asesino su acción: “Aprieto el gatillo y presta sale la bala (…) Me sonríe agradecido…”. El espanto y el horror terminan por ser determinantes: “En una esquina habían hecho una fogata hermosa con una pila de cadáveres; algunos todavía no poseían el certificado que los acreditaba como tales…” Un eco de disparos funciona con insistencia como música de fondo. Los textos destilan humor y sexo, pero hacia el final el Pichón le dice al Maestro: “Que muy en el fondo de mi almita sé, claramente sé, inteligentemente sé…que nos vamos a ir de este mundo de mierda sin haber agarrado ni una sola vez la sortija…” En el erudito y agudo prólogo («Strip–nacional») Carlos Marcos y José María Marcos citan a prestigiosos científicos que trataron seriamente el tema de la masturbación y a grandes escritores que lo incluyeron en sus ficciones, y afirman que “Enrique Medina construye con Strip-tease una novela que organiza posiciones y tensiones sociales en una historia que expresa implícitamente un punto de vista político”. Y citan los elogios que emitió acerca de esta obra el eminente investigador de la cultura urbana David William Foster. |
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Germán
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