Los versos son modernos y transmiten imágenes propias del mundo contemporáneo. Se trata de un poemario vigoroso, bien construido, que ofrece hallazgos sensibles (“el poema se resiste a ser espejo/ de mi descenso al miedo”; la oscuridad se mueve/ o es una fragilidad de luz/ que no puedo apresar”).
Transmite la angustia creativa del poeta al emprender su trabajo (“que la hoja en blanco/es un demonio abierto”; “la inquietud de abandonar un poema/ una luz indefensa/ que pueda entristecer a los amigos”).
Su poesía vive el amor como algo contingente, difícil de alcanzar y más aún de hacerlo perdurar (“presiento que los dos/ bebemos del mismo vino/ con un brillo de lágrimas”).
Se percibe una soledad latente, que no proclama en clave de lamentación o desgarramiento, como si aquella fuera una inamovible condición humana que ni el amor pudiera superar (“de todas las instancias del amor/ elijo el poema”; “una sola cosa temo/ oír los latidos del corazón”).
Para María Elena Rocchio el transitar por la vida es doloroso, pero sumamente enriquecedor.
La autora demuestra en este excelente libro una intensa vocación literaria acompañada por una fino sentimiento (“escribir es ver el sol/ con espíritu ávido/ con el deseo intacto”; “escribir es el milagro/ de hundirse en el oleaje/ con los ojos abiertos”).
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