Fall River (Trece cuentos no reunidos), libro de John Cheever (Ediciones Godot Argentina, Buenos Aires, 2018, 176 páginas) - reseña de Germán Cáceres germanc4@yahoo.com.ar |
«Fall River» es un pueblo del sur de Boston y Cheveer narra que durante la Gran Depresión había una hilandería que estaba parada hacía dos años. Su estilo descriptivo es maravilloso y se nota que su maestro es Ernst Hemingway. El paisaje se asume como un personaje más y el autor pinta la naturaleza con una óptica cercana al panteísmo. «Concurrencia tardía» y «Cerveza negra y cebollas rojas» están situados en la misma zona rural: los tres cuentos conforman una suerte de nouvelle que por momentos transmite al lector la sensación de estar ante un enorme paisaje por donde se mueven los personajes. Las imágenes que emplea son muy personales: “Una voz aguda que viene de una garganta sin profundidad y que parece entrecortarse al llegar a la boca.” Curiosamente, un grupo de indios (o gitanos) que alquila un espacio grande para acampar relata el mito de la creación del mundo y comenta en esa historia que “La tierra es una isla colocada en medio de un gran océano suspendido por cuatro cuerdas del cielo”. «Autobiografía de un viajante» narra una vida común que culmina en un final amargo: una de las tantas víctimas de la economía norteamericana: “Hemos sido olvidados como viejas guías telefónicas (…) a veces me siento como si mi vida hubiese sido un fracaso total.” El tratamiento de Cheever destila ternura y humanidad. “Vivimos en un mundo podrido, forjado por manos muertas y gobernado por manos muertas. De nosotros depende cambiarlo”, afirma el idealista de «De paso», que al final del cuento termina frustrado como los demás personajes, algunos de los cuales están al borde de la miseria pero imaginan salir de ella mágicamente. Todos ellos tienen sueños e ilusiones que se estrellan con la realidad. «Bayonne» capta sutilmente la psicología de una mujer de poco más de cuarenta años, que advierte que está empezando a envejecer cuando ingresa a su trabajo una joven de veinte. La soberbia y el empecinamiento de una bailarina la hacen avanzar hacia su absoluto fracaso en «La princesa». Y «La stripper» es un cuento muy logrado en su franco optimismo. Los tres cuentos siguientes son de ambiente hípico. «Su joven esposa» es romántico y encantador, y se muestra agudo al señalar la psicología de los personajes. Esas mismas cualidades exhibe «Saratoga», y «El hombre al que amaba» desemboca en un inesperado desenlace sorpresivo. |
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En «Cena en familia» Cheever muestra tanto su astucia como su oficio con un final que ilumina al resto del cuento. El último, «La oportunidad», tiene un sentido esperanzador. Y su escritura exhibe un gran nivel de belleza: “Era una muchacha hermosa, con el pelo oscuro y una gracia discreta y llamativa, pero a veces, con tristeza, la señora Wilson pensaba que existía una discrepancia entre la noble frente de Elise y lo que se hallaba por detrás de esta.” La traducción de Ariel Dilon es magistral. El primer libro de cuentos de John Cheever (Quincy, Massachusetts, 1912/Ossining, Nueva York, 1982), The way some people live, es de 1943. Bullet Park, de 1969, recibió fuertes cuestionamiento de prestigiosos sectores de la crítica. Sin embargo, en 1979 ganó los Premios Pulitzer y del Círculo nacional de críticos por sus Cuentos. En 1987, cinco años después de su muerte, su viuda decidió hacer publicar los trece relatos inéditos comentados en esta nota. |
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