El condenado, de Guillermo Saccomanno y Domingo Mandrafina (Doeyditores, Buenos Aires, 2011, 128 páginas) - reseña de Germán Cáceres (Argentina) |
Claudio Díaz comenta en el prólogo: “Luego supe que esa historieta estaba escrita por Guillermo Saccomanno y que los dibujos eran obra de Domingo Mandrafina. Pero para mí, quien contaba las historias era Clouzot, el Condenado. Era su voz la que me relataba los hechos, era su imagen la que protagonizaba sus vivencias. Era un personaje real. “ Y, en efecto, se tiene la sensación de que los sucesos son verídicos, de que se están leyendo las memorias de Marcel Clouzot, que se erigen en auténticos monólogos representados a través de la tipografía de una máquina de escribir. El suspenso es permanente y el lector se siente apresado por saber qué pasará. Además, cada aventura se inicia con una viñeta que parece una fotografía de Clouzot. Este mismo procedimiento Mandrafina lo repite en otros cuadritos. |
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Así, la saga principal del libro, “Los hombres de Carol”, participa del tono melancólico de la novela El largo adiós (1953), de Raymond Chandler, y del filme Casablanca (1942), de Michael Curtiz. Y hay frases y reflexiones muy interesantes: “La policía se inventó para cuidar a los ricos”/”Los dos pensábamos en lo mismo. En el pasado, en que el pasado siempre es presente”/ “La vida se parece con frecuencia a un melodrama”/ “Pero el destino tiene escrita otra suerte distinta a la que imaginamos”. Se crea un clima romántico alrededor de la empatía que surge entre Clouzot y Carol, una prostituta de alto vuelo que lo contrató como valet, chofer y guardaespaldas. Ella tiene un hijo, Jimmy, y Clouzot medita: “Si alguien nos miraba desde lejos pensaría en un cuadro impresionista. El sol, los reflejos en el agua, la brisa cálida. Porque a nadie se le ocurriría pensar que éramos una puta, un ex presidiario y un bastardito”. Los tres personajes adquieren una conmovedora dimensión humana, ya que forman un trío de perdedores natos. El libro ofrece como bonus un episodio de acción,”La tormenta del Dark Lady”, cuyo guión permite al dibujante lucirse con las peleas a bordo y, además, con las escenas del barco asolado por las olas. Los contrastes de blancos y negros puros, tan peculiares del estilo de Mandrafina (que traen a la memoria a Raymond y a Caniff) despliegan, junto a una diestra planificación que intercala primeros planos con generales, un estupendo placer visual. El artista demuestra su destreza caligráfica tanto con la pluma como con el pincel. Excelente la prosa de Saccomanno, propia del gran escritor que es. Los diálogos son breves y convincentes, y los globos que aparecen en off resultan funcionales. Su guión utiliza la elipsis con suma inteligencia narrativa. En definitiva: los golpes, disparos y personajes siniestros, no son más que una excusa para narrar, con bellas imágenes gráficas y escritas, una emocionante y dulce –pero imposible- historia de amor. |
Germán
Cáceres
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