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Por Hilda Cabrera
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Una significativa recopilación de cartas y documentos, relatos, interrogatorios y alegatos está en la base de Sacco y Vanzetti (Dramaturgia sumaria sobre el caso), de Mauricio Kartun, obra que regresa a veintidós años del debut, dirigida hoy por el actor y docente Mariano Dossena. Los italianos Nicola Sacco –de profesión zapatero– y Bartolomeo Vanzetti –vendedor de pescado– emigraron a Estados Unidos en busca de trabajo y libertad (Benito Mussolini era ya líder en Italia). Se unen a un grupo de anarquistas, y en ese tiempo revuelto, de pobreza y trabajos mal pagos, son acusados de asesinato y robo a mano armada. Encarcelados sin pruebas el 15 de enero de 1920, pasan años en prisión hasta que el 23 de agosto de 1927 son ejecutados en la silla eléctrica, en el estado de Massachusetts. Transcurridos cincuenta años, el gobernador de ese estado, Michael Dukakis, reconoce oficialmente la inocencia de estos trabajadores. La obra de Kartun se acerca a esta historia alternando espacio y tiempo sin que esa mecánica diluya la impresión de que las grandes y pequeñas emociones perviven en un presente continuo. De ahí la exigencia de concretar una “puesta ágil”, como apunta el director de este estreno en la sala María Guerrero del Teatro Nacional Cervantes. Apasionado por el teatro desde la escuela primaria, Do-ssena confiesa que esta disciplina artística fue su salvación: “Me integró al mundo, y en momentos muy terribles fue mi sostén. Me contuvo siempre, como el budismo, que es mi otra fe”. Se considera un lector obsesivo de piezas teatrales y sobre todo de aquellas que le “parten el cerebro”, como El tiempo y los Conway, de John Boynton Priestley, que lo fascinó a los 16 años, y siendo adulto logró dirigir. Entre sus puestas se encuentran La música, de Marguerite Duras; Los invertidos, de José González Castillo; Espacio escondido, de Paul Auster; Espectros, de Henrik Ibsen; Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca, unipersonal con Gustavo Pardi (en cartel), y ahora esta experiencia en el TNC. El origen del texto de Kartun fue una obra documento de Mino Roli y Vincenzoni y un pedido del director Jaime Kogan, quien estrenó el “reciclado” de Kartun en 1991, en el Teatro Metropolitan, conduciendo a un elenco y un equipo técnico que puso de pie al público. “Es una obra bravísima, un frenesí de imágenes”, se entusiasma Dossena, admirador de los clásicos y respetuoso de los textos, “porque el autor –dice– expresa allí el sentimiento de una época, en la que siempre hay algo valioso y rescatable en relación con el que escribe”. “Me molesta cuando me quieren contar algo que no es lo que está escrito, cuando se modifica una obra sólo porque el director o la directora cree ser más inteligente que el autor, el primero al que se le ocurrió todo.” –¿Cuestión de anteponer el “yo”? –De ser autorreferencial, aunque a veces el espectáculo no esté mal. La historia de los otros no interesa tanto y hasta parece un pecado. Contar una historia es difícil y, como decía Juan Carlos Gené, uno de mis maestros, eludirla es “sacarle el culo a la jeringa”. La expresión es un poco burda, pero es exacta. “Si está escrito es por algo –opinaba Gené–. Primero vamos a atravesar el texto y después vemos.” Parece que no tuviera importancia interrogarse sobre cuándo y dónde fue escrito un texto, si el autor fue o no fue presionado, si estaba angustiado o lo suyo era bastante más que un estado de angustia porque lo que le esperaba era la muerte. –¿Eligió Sacco y Vanzetti por el texto? –Necesito la palabra del otro para mis proyectos. Leí el texto y Mauricio me lo cedió generosamente. Quiero hacer esta obra –dije–, porque sin deseo el trabajo no tiene sentido. Me conmovió desde la primera lectura. Tengo horas de vuelo en la dirección, de modo que dirigir elencos numerosos como el de Sacco... no era nuevo en mí. Había hecho El otro Judas, de Abelardo Castillo. Sacco... tiene la estructura de un clásico, de una tragedia griega, donde todo está dicho en el comienzo. Un sino trágico precede a estos anarquistas que han quedado en la historia como si fueran personajes de una historia mítica. –Claro que ellos eran víctimas reales e inocentes en un país en democracia. –La obra rescata esa condición de víctimas, pero también la abnegación de estos hombres ante la propia fe. Ellos no claudican. Esa actitud está en el corazón de la obra y trascienden por ese acto de fe inquebrantable. Lo dice Nicola: “Nuestra idea llegará, en unos años o en un siglo”. –Sabían esperar... en su puesta, ¿la política queda en segundo plano? –No quise hacer pie en el tema político ni cargar a una puesta con una convicción política. Mi interés está depositado en las acciones de las personas y lo más honesto para mí es partir desde el lugar de la fe. Más allá de la disquisición anarquista, que es importantísima, lo valioso está en la fe puesta al servicio de lo que se piensa y hace. En estos personajes está en sus creencias anarquistas, como para otros pueden ser la fe en Buda o en Cristo. –¿Se refiere a la fe como sinónimo de compromiso? –A la fe en tratar de ser persona, ser digno y trabajar por la igualdad. La historia de Sacco y Vanzetti nos muestra también cómo se mata sin que el culpable o los culpables reciban castigo. Este es uno de los mensajes de una obra que tiene la estructura de un oratorio, de composición dramática y musical en la que intervienen el canto y la música, que es muy bella y fue compuesta por Gabriel Senanes. –¿Qué diferencia a este estreno de la puesta de Jaime Kogan? –Por lo que he visto en video, y por lo que recuerdo, la puesta de Kogan estaba más volcada a lo político. En los ’90, los años de la dictadura tenían –creo– una presencia más viva, pero también entonces se rescataba la fortaleza de la fe en lo que se piensa y dice. El tema es duro, aunque en el final la obra se abre a la idea de un futuro mejor. Los personajes que acompañan a Sacco y Vanzetti y estos mismos “tiran para adelante”. Como se dice en una escena, “el fin de la vida no es el fin de la esperanza”. Otros harán lo que ellos no pudieron. Teatro › Reflexiones del dramaturgo y director Mauricio Kartun –¿Qué lo llevó a rechazar en los ’90 el “reciclado” de Sacco y Vanzetti, una propuesta del director Jaime Kogan que después aceptó? –Además de la dificultad técnica del laburo, cierto prejuicio sobre la vigencia de esa temática. Y la duda sobre la efectividad de llevar al teatro lo mismo que una película tan exitosa había hecho años antes. Qué sé yo, el prejuicio de que los autores trabajamos sólo con temáticas nacionales también, por ahí. Sabía que otros autores habían rechazado el trabajo... Medio ingenuo todo si uno ve después los resultados. –¿Por qué dudó entonces del interés del espectador local por la ejecución de estos italianos anarquistas? –En un país como el nuestro con treinta mil desaparecidos recientes me parecía que aquello no tendría quizá la fuerza emblemática que luego mostró tener. Otra ingenuidad más: como siempre la singularización de una realidad, la condensación del mito, concentra primero la realidad y después la hace explotar. Como fuese, si hay aquí algo a destacar es el tesón de Kogan con el proyecto. Fue él quien me convenció bastante rápido, digámoslo, y me orientó luego. Y el que llevó adelante todo. Era una aplanadora. –¿Cuáles fueron sus planteos como dramaturgo en la puesta de 1991 y cuáles son los actuales? –En términos ideológicos los mismos. Para mi bien o para mi mal sigo bastante parecido a mí mismo... En lo técnico, si bien he revisado la versión, retocado algunas cosas, se mantiene aquella condición original de obra documento, ese género tan de los ’60. El guión de la película fue escrito entre otros por un dramaturgo, Mino Roli, basándose en una obra de teatro suya, un docudrama, como se dice, una dramaturgia de documentos, que incluso fue estrenada en Buenos Aires por Nuevo Teatro. Mi versión le hace los créditos, pero intenta una nueva mirada a esos viejos documentos y agrega unos cuantos otros y varias referencias literarias que fui encontrando durante el trabajo de campo. Hay que destacar que existen en Buenos Aires extraordinarios archivos sobre la cultura anarquista, la Biblioteca José Ingenieros y la de la FORA de la calle Brasil, sobre todo. –¿Imagina la reacción del público ante este nuevo estreno? –Ojalá, con emociones fuertes, como en versiones anteriores. –¿Qué idea tiene hoy de estos inmigrantes, de su época y de lo que entonces y ahora se entiende por justicia? –Han pasado casi cien años. La lucha bruta de aquella militancia consiguió a los bifes algunos cambios notables en las condiciones de trabajo. Absolutamente mejores. El siglo ganado, digamos. Cada trabajador que hoy luego de las ocho horas de trabajo se va de la fábrica, el que tiene vacaciones, salarios discutidos o descanso en el fin de semana, por tomar sólo las condiciones de superficie, se lo debe a los que antes pusieron el cuerpo. Pura y exclusivamente a eso, a la exigencia, a la impugnación. Persiste la injusticia porque el sistema es injusto, no digo ninguna originalidad. Pero si cada uno no asume ese acto solidario de ponerle hoy el cuerpo también, si se resigna a este estado, si no le pelea lo suyo a la acumulación obscena, dentro de cien años habremos perdido cien años. Y unos pocos lo habrán ganado en divisas. Detalles de la puesta Sacco y Vanzetti (Dramaturgia sumaria sobre el caso), de Mauricio Kartun. Elenco: Fabián Vena, Walter Quiroz, Magela Zanotta, Jorge D`Elía, Luis Ziembrowski, Cristina Fernández, Daniel Toppino, Gustavo Pardi, Matías Grinberg y Gaspar Scabuzzo. Voz en off: Horacio Peña. Iluminación: Pedro Zambrelli. Vestuario: Mini Zucheri. Escenografía: Nicolás Nanni. Música y dirección musical: Gabriel Senanes. Asistente de dirección: Matías López Stordeur. Producción: TNC. Santiago Carranza. Sala María Guerrero del Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815. Funciones: jueves a sábado a las 21; domingo a las 20.30. Tel. 4816-4224.
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Por Hilda Cabrera
Diario Página12 (Argentina)
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Miércoles,
11 de junio de 2014
Autorizado
por la autora
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