Entrevista |
Por una gramática de la fantasía "La musa y el poeta”, de Eduardo Rovner
por Hilda Cabrera |
Alterar una situación cotidiana para dar curso a la fantasía, con un toque irónico y a veces cruel, es una elección que abarca casi a la totalidad de los textos de Eduardo Rovner, autor de numerosas obras y últimamente premiado por la Universidad de Palermo y distinguido por la Legislatura porteña como Personalidad Destacada de la Ciudad de Buenos Aires. Ingeniero electrónico (UBA), egresado de la Escuela de Psicología de Enrique Pichon-Rivière; docente y músico (intérprete de violín) con estudios en el Conservatorio Municipal Manuel de Falla, advierte sobre lo que considera carencias en las obras que suben a escena. Inquietud que retoma en esta entrevista, realizada en su casa del barrio de Palermo, poblada de libros, compactos y cuadros que resguardan pinturas y fotografías. Uno de esos cuadros recupera la imagen del maestro Pichon-Rivière, quien lo asesoró en Una pareja, obra de 1976 que estrenó en el Teatro Payró; y, entre otros, el que muestra a los actores José María Gutiérrez y Julio Chávez interactuando en una escena de Último premio, (1981), ofrecida también en el Payró, con escenografía de su admirado amigo Antonio Berni, inolvidable creador de Juanito Laguna y de tantos otros personajes plasmados en óleos y collages.
Rovner señala la escasez de metáforas potentes, lo que no le impide mostrar entusiasmo al referirse a su próximo estreno: La musa y el poeta, obra de títeres para adultos inspirada en los cuentos del escritor, músico y pintor E.T.A. Hoffmann (nacido en Königsberg en 1776, entonces Prusia Oriental); y en la ópera del compositor y violonchelista alemán Jacques Offenbach (1819-1880), donde Hoffmann es personaje. Una puesta que dirige la titiritera y actriz Adelaida Mangani, y que, a pesar de estar incluida en la programación de este año del Complejo Teatral San Martín, pasará al próximo. Según Rovner, porque la obra irá al Teatro Regio, donde se viene ofreciendo con éxito El avaro, de Molière, espectáculo al que se decidió no bajar de la cartelera.
El tema del “discurso vacío” lo lleva a trazar un paralelo con algunos de los conceptos vertidos en el libro La era del vacío, por el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky. “El discurso vacío es habitual en nuestro país -advierte Rovner-. El narcisismo es necesario en el que debe exponerse, como en el teatro, pero ese narcisismo debiera expresarse a través de la obra de arte y no de la persona. Sin embargo, lo importante no es hoy la obra de arte sino el narcisismo personal. Son mayoría los que suben a un escenario para mostrarse... ¿Y qué dicen? Nada. No es necesario que haya un mensaje claro, pero sí planteos, preguntas... Y cuando los hay, lo que se ve es que al supuesto receptor no le importa. Me resisto a que el teatro deje de ser, además de un fenómeno estético, un testimonio del mundo en que vivimos.”
¿A qué se debe ese desapego por el testimonio?
El pragmatismo, la búsqueda de la utilidad dejó atrás otros valores. Insisto en la circulación de ideas potentes. Cuando lo primero es “mostrarse” surgen espectáculos hechos especialmente para tribus o grupos que se sabe lo irán a ver. Es probable que haya surgido de un fenómeno cultural más amplio, pero nuestra escena lo está representando. Parece que no importara la crítica sobre lo institucionalizado. Y no me estoy refiriendo a declaraciones supuestamente rebeldes. En lo que se ofrece puede que haya obras exitosas, y hasta con un buen trabajo, pero son “nada”. Estoy convencido de que esta carencia es una reacción frente a una generación que quería decir algo, como fue en su momento Teatro Abierto, que sin duda pisó fuerte. Es como si hoy nos dijeran que a diferencia de aquellos que quisieron decir mucho, ellos decidieron decir “nada”.
Son etapas. Tal vez un experimento. Lo que siga dependerá de la aptitud de cada uno...
Es la dialéctica, ¿no? Tesis, antitesis... Puede que estén tratando de ver qué pueden decir ellos.
¿Influye en ese “vacío” tomar conciencia de que son otros los que deciden?
Cuando sabemos qué hacen y dicen los que tienen poder, o nos enteramos que por sus ambiciones peligra el mundo, es probable que nos preguntemos qué valor tienen nuestros conflictos y nuestras penas. Porque pequeños fuimos siempre. Recuerdo que mientras participaba en una manifestación supe que Nikita Kruschev y John Kennedy se habían reunido por el tema de los misiles en Cuba. Aquella situación fue para mí semejante a esos momentos ilusorios de la vida en los que uno piensa que tiene poder de lucha sin reparar que los poderosos son los que negocian qué hacer con nosotros y con un país.
Una realidad que no destruye la voluntad de hacer...
¿Y qué otra cosa nos queda? Seguimos con nuestras ideas, nuestro trabajo, nuestros afectos... Yo sigo escribiendo: tengo cinco obras en carpeta, y reconozco que el teatro argentino tiene valores, pero no puedo ignorar que la mayoría de las obras que se muestran son pobres. Lo experimenté también en la docencia, siendo titular de dos cátedras en la Escuela Nacional de Arte Dramático, que obtuve por concurso. Una materia era sobre dramaturgia y otra sobre el proceso creador. Después de modificar varias veces los programas, las autoridades concluyeron que Dramaturgia no era importante para la Escuela. Y no era por la paga, porque mi sueldo era de 100 pesos y mi trabajo, por amor al arte. Porque mi idea ha sido siempre devolver aquello que recibí de las instituciones públicas en las que estudié.
¿No insistió?
Me fui, porque me sentí maltratado. Pasé por estudios rigurosos, con buenos profesores, y no entendía a esos alumnos que entraban hasta una hora después de iniciada la clase, porque -decían- se les había hecho tarde; o se negaban a corregir sus errores, porque, según ellos, el texto “perdía frescura”. No se puede desconocer que tenemos un altísimo porcentaje de gente que no sabe escribir, aunque admito que hay algunos buenos. En teatro me interesa el trabajo de Claudio Tolcachir, por ejemplo; y pienso que Javier Daulte es un excelente autor y director.
¿Por dónde va su versión de los cuentos de E.T.A. Hoffmann?
Cuando repasé el texto de Hoffmann y busqué inspiración en la ópera de Offenbach, advertí que el conflicto principal era Hoffmann y las mujeres de las que se enamora. Hay un personaje pequeño al comienzo de la obra, la Musa, enamorada del escritor, a la que él no puede aceptar porque no es corpórea. Esa situación se mantiene hasta que la acepta, convencido de que lo ama y nunca lo abandonó. Me interesó eso de enamorarse de la inspiración, y Adelaida estuvo de acuerdo.
En otra época se decía que la mujer amada era la musa...
Y era así porque despertaba metáforas. En esta versión hay tres historias donde la fantasía y el misterio son protagonistas. Hoffmann, el autor, es real y la Musa una fantasía. Este planteo está en mis obras; en Volvió una noche, por ejemplo, donde una madre muerta sigue vigilando a su hijo... Aquella fue una de mis obras más estrenada en Praga y en otras ciudades checas. Y en Montevideo, donde también se dio Cuarteto. Sergio Renán había hecho la primera puesta con el título de Concierto de aniversario, en Teatro Abierto '83; y en 1991, dirigió la versión ampliada (Cuarteto), en el Teatro San Martín. El elenco era extraordinario: Aldo Braga, Juan Manuel Tenuta, Jorge Petraglia, Marcos Woinsky, Hilda Bernard y Gastón Marbelli. Sergio era muy exigente.
¿Compartió estudios de música con Renán?
Los dos tocábamos violín en la Orquesta de la Universidad. Era otra época. Después de años sin tocar, llevé el violín a un luthier para que lo arreglara. Lo dejó fantástico, pero no continué... Mis notas eran comparables al maullido de un gato. Mi hermano es pianista. Habíamos tocado juntos sonatas para violín y piano, y quedamos en volver. ¡Imposible! Seguía en el teatro y algo tenía que dejar. El teatro exige y yo buscaba que mis obras conectaran con la fantasía. La obra en tierra no me atrae. No pretendo mostrar una verdad ni muchas verdades. Me atrae el misterio. Acercarse al misterio es una pulsión de vida en el ser humano. La ciencia intenta acercarse, pero aún así el misterio perdura. |
Homenaje al Teatro Argentino | Eduardo Rovner
Publicado el 22 mar. 2014
Programa: Homenaje al Teatro Argentino |
Hilda Cabrera
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