La lírica popular de una canción de verbena da título a Granos de uva en el paladar, espectáculo con dramaturgia y dirección de las españolas Susana Hornos y Zaida Rico que se presenta en el Centro Cultural de la Cooperación. “Cuando yo me muera tengo ya dispuesto/ en el testamento que me han de enterrar/ en una bodega, dentro de una cuba/ con un grano de uva en el paladar.” Consciente de su fragilidad, este fiestero declama su deseo. El rescate de ese verso es simplemente para “aliviar tensiones”, dice Hornos, autora de los tres relatos (“Chusa”, “Adelina” y “Miguel”) que dieron origen a Granos..., donde se enlazan hechos que atañen a los períodos más oscuros de la historia española. Hornos y Rico, también actrices, parten del presente para remontarse a los años inmediatamente anteriores a la Guerra Civil Española, continuar por ésta (1936-1939) y la posguerra, con sus cuarenta años de franquismo y sus cárceles. “En el texto original me refería a un campo de concentración, pero cuando adaptamos los relatos al teatro pasó a ser una cárcel de mujeres”, cuenta Hornos, en diálogo con Página/12, junto a Rico. Las dos son miembros de Actores Españoles en Buenos Aires (AEBA), lo que explica la inserción en el medio teatral de la ciudad, la formación en varios talleres y la participación en producciones locales. Si bien el elenco está compuesto por actrices que se multiplican en distintos personajes, femeninos y masculinos, jóvenes y mayores, se ha buscado destacar el papel que jugó la mujer en los períodos históricos aquí rescatados. “En las guerras y las dictaduras se producen hechos que tienden a cebarse con el mundo de la mujer, transmisora de vida –apunta Hornos–. Nosotras pretendemos homenajear con este espectáculo no sólo a las mujeres españolas, sino a todas aquellas que han perdido a sus hijos o que estando presas se los quitaron, a las que debieron silenciarse, las que pelearon y resistieron y las que fueron fusiladas.” –¿A qué se debe el silencio de la mujer española sobre estos temas? Zaida Rico: –Hemos hablado mucho de esto con Susana, del miedo y el silencio que instauró la guerra y los cuarenta años de dictadura, y pensamos que se relaciona con una característica social común a otros países, como la del machismo. Hasta antes de la Segunda República, la mujer no tenía voz ni voto. Después, durante la guerra y la dictadura se retrocedió. Hay manuales de la época, libros con los que estudiaban nuestros padres que son testimonio de ese retroceso. Susana Hornos: –Existía un Manual sobre la buena esposa (de 1951), donde inclusive hay dibujos, que aconsejaba a la mujer no hacer ruido cuando el marido estuviera en la casa, ayudarlo a quitarse el calzado cuando regresara del trabajo... Tareas en las que la mujer debía mostrar sumisión. Aquello estaba relacionado con las concepciones clericales de una Iglesia mal concebida, porque entonces había otra Iglesia, la que había surgido durante la República con los “curas rojos”, muchos de ellos asesinados. La Iglesia del franquismo sigue estando presente y es oscura para la mujer. Z. R.: –Soy optimista y quiero creer que nuestras madres y las generaciones de jóvenes no aceptarán esa sumisión. S. H.: –No es casual que en Madrid se hayan cerrado cuatro o cinco centros de ayuda a la mujer maltratada. El gobierno y los funcionarios dicen que por falta de presupuesto, pero yo lo veo como un retroceso, aunque ésta sea otra época. Durante el franquismo se eliminaron muchas leyes, incluso algunas no han sido recobradas. La ley de divorcio de 1932 era mucho más avanzada que la promulgada en 1981, en democracia. Z. R.: –Los países evolucionan y retroceden, pero también tienen ejemplos de mujeres luchadoras, conocidas o anónimas, como pueden serlo nuestras madres, y eso va quedando en nosotras. –Hablaban del silencio y el miedo durante el franquismo, ¿qué opinan sobre el fenómeno de los “topos”, gente que permaneció escondida durante años? S. H.: –Mi abuela, que era carnicera, escondió durante cinco años a uno de sus sobrinos. Era maestro y lo perseguían por serlo. Vivió todo ese tiempo en la carnicería, donde se guardaban los chorizos. ¡Cinco años entre filetes! Salía de vez en cuando y sólo la familia conocía el escondite. Esto pasaba en los pueblos, yo soy de La Rioja, de un pueblo que se llama Fuenmayor. –¿En Granos de uva... optaron por personajes femeninos comunes? S. H.: –Sí, y tiene que ver con el origen de mis cuentos. Soy de campo, me crié en una granja, y hay algo de rural en esos personajes. Para esas mujeres el cambio llegó más tarde. Z. R.: –Mis padres agradecieron la recuperación que hemos hecho de un lenguaje que se está perdiendo. S. H.: –Son palabras con las que he convivido y que alguien criado en la ciudad desconoce. –¿Quedaron testimonios de las cárceles de mujeres? Z. R.: –Las mujeres se ayudaban entre ellas y hay pequeñas grandes historias y heroínas. El trato fue cambiando. En la primera época eran torturadas, se les quitaban los hijos y las fusilaban. Eso está en la obra. Nos basamos en hechos de la historia, sobre todo en Irredentas, libro del investigador Ricard Vinyes. Las mujeres eran llevadas a cárceles para 300 internas, que en la dictadura fueron ocupadas por 15 mil. Dormían por turno, unas permanecían de pie y otras se tumbaban, porque no había lugar para más. Les dejaban una lata de conserva para hacer sus necesidades y las mujeres dejaron de usar paños cuando menstruaban. Esto pasaba en las cárceles franquistas, donde se llevaba a una mujer por ser esposa de un republicano o maestra. Cuando el número de presas se multiplicó, comenzó la amnistía. –¿Cómo es la difusión de éstos y otros hechos? S. H.: –El Canal La Sexta transmitió el documental Del olvido a la memoria, de Jorge Montes Salguero, sobre las presas en las cárceles de la dictadura. Ese rescate tuvo su origen en una presa (Tomasa Cuevas, militante comunista durante la Guerra Civil) que al salir de la cárcel fue con una grabadora a la casa de cada una de sus compañeras sobrevivientes. Vinyes habló con ella. Presas, de Cuevas (que falleció en 2007), es para nosotras un libro/Biblia. La información está, pero es cierto que a nivel general no se conoce. Nosotras hacemos nuestro trabajo, y es casi seguro que el 29 de febrero tendremos aquí La voz dormida, una película del director Benito Zambrano. Pensamos organizar charlas y videoconferencias con ex presas de acá. Z. R.: –La película de Benito se basa en un libro de Dulce Chacón, sobre la represión a las mujeres que en la posguerra se mantuvieron fieles a la República. Chacón era de una familia de derecha, del pueblo de Zafra, en Badajoz, Extremadura, una región bastante azotada por la represión. Dulce salió de ese entorno y escribió sobre la vida de las mujeres dentro de las cárceles. Lamentablemente, murió por un cáncer de páncreas. Nosotras intentamos rescatar el pasado hablando con nuestros familiares y amigos. Un día me enteré por mi padre que mi tía había estado en la cárcel. Ella murió cuando yo era pequeña. Supe que las sábanas que mi padre usó de niño habían sido bordadas por la mejor amiga de mi tía en la cárcel. La llamaban Rosa, la bordadora. La memoria oral es fundamental, más allá de la escrita y documentada. –¿Qué saben los más jóvenes? S. H.: –Muchos desconocen qué pasó. Z. R.: –Los gobernantes tienen el deber de informar y subsanar y si no lo hacen lo haremos nosotros. S. H.: –Que no es venganza ni revanchismo. Me duele cuando la gente dice ¡qué ganas de venganza tenéis! España es un país poblado de fosas comunes. ¿Es venganza que el familiar de un muerto quiera llevarle flores al cementerio? ¿No entienden que es humano y ético? –¿Qué cambio experimentaron a partir de este trabajo? Z. R.: –Nosotras hemos estado involucradas desde hace tiempo en estos temas, pero a algunas de las actrices del elenco les ha cambiado la vida. A raíz de las querellas que se vienen dando sobre la represión durante el franquismo, Ruth Palleja se ha enterado de que su abuelo está enterrado en una fosa común, en España. Y se enteró estando en Argentina. S. H.: –La obra nos llevó más de un año de trabajo, un período que utilizamos también para “darles memoria”. Por eso estas investigaciones sobre los libros de Vinyes, los documentales de Montse Armengou y otros testimonios sirvieron para iniciarlas en una búsqueda personal. El padre de una actriz estuvo en la cárcel, nunca se lo dijo. Ella lo supo después de su búsqueda. Z. R.: –Tenemos cerca nuestro a gente muy comprometida con lo que sucedió en Argentina que se interesa también por España, como el iluminador Mariano Arrigoni, que es argentino. S. H.: –En realidad, la obra es una síntesis, una destilación. Lo que aparece en escena puede suceder en cualquier otro país y en cualquier época. La opresión es universal. Hicimos preestrenos para los familiares, amigos y los que nos apoyaron. Ensayábamos cuatro o cinco veces por semana y siempre tuvimos dónde. Nos abrieron la puerta sin tener que pagar en el Casal de Catalunya, el Centro Galicia, el Riojano y el Cultural de España. La Federación de Sociedades Españolas, que aglutina a casi todos los centros, ha sido muy generosa. –Y estrenan en un momento especial... Z. R.: –Como si lo hubiéramos planificado, y no es así, porque venimos ensayando en Buenos Aires desde hace dieciséis meses. S. H.: –Vivimos con mucho dolor lo que está sucediendo. Que la derecha le ponga una querella al juez Baltasar Garzón habla muy mal de nuestro país a nivel institucional. –¿Qué opinan de la actitud de la gente común ante el juicio? S. H.: –España está atravesando una crisis profunda y la gente está preocupada por el trabajo y la comida. El interés por lo que pase con el juez Garzón está en otro plano. En Argentina se tiene otro concepto del juez. Cuando vino a presentar el libro El alma de los verdugos, junto a Vicente Romero, abrió un camino. En España no hubo problema hasta que se refirió a los crímenes del franquismo como de lesa humanidad. |
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Por Hilda Cabrera
Diario Página12 (Argentina)
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/10-24364-2012-02-15.html
Miércoles, 15 de febrero de 2012
Autorizado por la autora
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