–¿El propósito es ofrecer, también en Cristo y Zoo, otro punto de vista sobre la historia y sus personajes?

–Lo nuestro no es la revisión histórica. Nos interesa hablar de la realidad. La pregunta es ¿hasta qué punto la realidad es una construcción ficticia? ¿La historia es una sola, es la oficial o puede ser reconstruida cada vez que la queremos contar? Muchas de nuestras obras tienen que ver con eso. Hasta qué punto la realidad es sólida y fija, o bien, absolutamente cambiable y flexible, con simultáneas versiones de sí misma. Para mí el tema de Cristo es súper contingente. Hoy está manoseado. Se habla de la realidad de la ficción, de la realidad virtual... En ese sentido, Cristo es una reliquia que seguimos dando porque interesa. Más allá de las reflexiones que pueda suscitar es una obra cómica, una superposición de documentales, reales algunos, falsos otros.

–¿La polémica que motivó la obra sobre Prat o la calificación de antidogma que recibieron Cristo y Juana (sobre la figura de Juana de Arco) se produjo en una etapa “sensible” de la sociedad chilena?

–Ultimamente, Chile es un país menos conservador, pero en la época de transición a la democracia había recelo entre la Armada y gran parte de la sociedad por las ideas de izquierda y las reelaboraciones sobre los héroes. Yo sentía que habiendo vivido la mayor parte de mi vida en democracia debía apropiarme de la historia, aunque a casi toda una generación mayor que yo le pareciera una blasfemia. En la historia del marino Prat, el juego era que los marinos adolescentes sabían qué iba a ocurrir, y ellos debían decidir qué hacer, si seguir o no la historia. Por lo tanto, no tenía nada de versión histórica.

–¿Zoo tiene una base científica? Lo pregunto por las referencias al cuaderno de bitácora de Charles Darwin y a las investigaciones del filósofo alemán Peter Sloterdijk.

–En nuestras obras trabajamos más con textos teóricos que con textos dramáticos. Creamos este espectáculo cuando en Chile era bastante buceado el tema de los “zoológicos o museos humanos”. Un tema y una práctica de fines de 1800 común a los europeos que exploraban América y Africa, continentes de los que se podían llevar “ejemplares de razas exóticas”. En Chile es muy conocido lo sucedido con los fueguinos de la Patagonia chilena, exhibidos “en gira” por Europa. Zoo fue creada después de recibir una invitación de Alemania para realizar una obra sobre el Bicentenario chileno. Y me pareció que el recorrido que hacíamos con nuestras obras tenía alguna semejanza con aquellas exhibiciones.

–¿Qué descubrió sobre los fueguinos en la bitácora de Darwin?

–Que en uno de los viajes en los que llevaban a los indígenas, estaba Darwin. La idea era mostrarlos en distintos países. Los fueguinos estuvieron en Inglaterra y adoptaron los modales ingleses y cuando los devolvieron a su lugar de origen, hablaban inglés. A Darwin lo impresionó esa capacidad de mímesis, y relacioné esa observación suya con los efectos de la adaptación. Inventé una etnia, tzoolkman, cuyo eje era mimetizarse para sobrevivir, diferente de la idea darwiniana de la lucha como forma de sobrevivencia. Creamos dos personajes científicos que descubren a dos exponentes de esa raza en extinción y deciden conservarlos. La cosmovisión de esos “ejemplares” les parece una preciosura.