Leopoldo Marechal, o la insularidad literaria |
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Para
comenzar: nuestro objetivo es delinear algunos contornos - lo
suficientemente esquemáticos - para que sean de interés general. Lograr
una primera aproximación, un diagnóstico, un perfil. Percibir síntomas,
reseñar líneas principales y sugerir algunas valoraciones sobre un
hacedor que, creemos, constituye un hito en la literatura del habla
hispana del siglo XX. El objetivo parece claro, pero también ambicioso. Trataremos de llevarlo a cabo. Para el estudio específico de las etapas de su producción, nos permitiremos remitir a los lectores a uno de los especialistas más destacados: Ángel Núñez.[1] Para
dimensionar la trascendencia citaremos a Juan Jacobo Bajarlía: “
Marechal abarcó todas las áreas del escritor, y en todas ellas fue un señor
de las letras. En la novela codificó el lenguaje de los argentinos, y en
el ensayo demostró que podía competir con los modernos teorizadores del
mundo en expansión, su ingente labor como poeta y dramaturgo le asignó
un puesto inalienable entre los creadores del mito”.[2] Nosotros, sencillamente, nos ajustaremos a cumplir lo enunciado. Para ello nos apoyaremos en antiguas lecturas y viejos recuerdos. Especialmente en estos últimos, que nos transmitieron amigos y compañeros suyos que lo trataron y que conocimos en la Biblioteca Popular “Juan B. Alberdi”, en la Escuela “ Juan B. Peña” del Distrito Escolar 7° y en la Escuela Normal de Profesores N°2 “ Mariano Acosta”.
Así,
nos decía Fermín Estrella Gutiérrez (su
condiscípulo de la promoción 1918) que
Marechal era un lector avezado de los poetas modernistas, en
especial de Darío y también un analista incansable de los clásicos españoles,
tanto medievales cuanto del Siglo de Oro, a los cuales se remitía
constantemente. Por
su parte, Ángel Mazzei acotaba: “A los veinte años conocía, en idioma
original, toda la obra de Hugo, Zola y Daudet. Recitaba a los parnasianos
y a los simbolistas, como nosotros a Hernández”.
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Con
su habitual vehemencia, M. Sánchez Sorondo insistía que lo fundamental
en la vida del Maestro (así
lo llamaba, nunca por su apellido) fue
su ingreso en los cursos de Cultura Católica, particularmente del “
Convivio” grupo de los
mismos dedicado a las artes y las letras. Para
Lorenzo Mascialino, lo importante era que: “ su hacer y su vivir
estribaban en la conjunción de la cultura y la filosofía greco-latina
( Platón, Aristóteles, San Agustín, Santo Tomás ) enriquecida
con su vuelta al catolicismo y el constante machacar el asfalto del
infierno porteño; no como otros que prefieren el de París”. Más
campero, Elías Carpena nos enviaba, de continuo, a la influencia que los
gauchescos tenían en la obra de Marechal. En fin: opiniones autorizadas y ópticas distintas que, en lugar de contraponerse, se imbrican y que - en general - coinciden con la sustentada crítica más rigurosa. Nosotros,
con sencillez y , casi , sin dudas creemos que si bien Marechal abreva en
tantas y distintas aguas, ellas no lo ahogan, al contrario, lo emergen
para ayudarlo a convertirse - tal vez - en el escritor más completo y
fecundo de la generación del 22. Lo
cierto, y no casual, es que este militante de múltiples desencuentros en
la Ciudad de la Yegua Tobiana es - por su obra - universal y - por su vida
- porteño, del 900; y de Almagro, barrio que junto a otros (Once,
Caballito, Villa Crespo especialmente) serán una constante en su
literatura. Bautizado
Leopoldo en la Iglesia de la Balvanera, fue - años después - en la “
remota edad dorada ” de su trajinar rural, motejado “ buenosaires ”
por los últimos, postreros paisanos de la zona de Maipú. ¿Premonición
acerca de quien, con el correr del tiempo, se convertiría en una ínsula
literaria en el caudaloso, riquísimo océano de la generación
martinfierrista ? Seguramente alguno de los que nombramos, y que se nos
adelantaron, sabría contestarnos. Hoy
a nosotros, sus fieles, bajo cuya advocación intentamos continuar aquí
su hacer fundacional, humildes pero firmes, nos alcanzan los versos de
quien fuera uno de sus alumnos en la escuela de la calle Trelles, José
María Castiñeira de Dios: |
Querido,
amado, maestro, dejar
así las cosas como
fueron y son -
“sólo es fatal en nuestra patria joven” – y
alzar mi vaso lleno de buen vino carlón y
decirte: Maestro ¡
hasta que llegue el día De
juntarnos allí donde nadie hace sombra ! (
Buenos Aires querido guárdalo en tu memoria). |
Notas [1]
“La novela experimental Leopoldo
Marechal”. “Capítulo” N°
47. CEDAL. Bs.As. 1967.
[2] “Leopoldo Marechal: Homenaje” Corregidor. Buenos Aires. 1995. Compilación, prólogo, notas y cronología de Juan Jacobo Bajarlía. |
"CEHYLAM" N° 3 de marzo-abril de 2009.
Boletín del "Centro de Estudios Históricos y Literarios Ángel Mazzei"
Editado por el editor de Letras Uruguay
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