Hernández y Marechal, o el rescate de la patriaÁngel Gregorio Cabello |
“Aquí soy extranjero porque nadie me entiende.” Ovidio, “Tristes”, V. |
Leopoldo Marechal |
José Hernández |
Anteriormente habíamos puesto de relieve la afinidad de pensamiento que ante aspectos esenciales de la Patria - concepto que en ambos implica la suma de Tierra más Gente - profesaron estos insignes maestros, cuyo accionar fue una constante convocatoria al despertar y a la resistencia de sus contemporáneos.
Convocatoria
que - no sólo sus vidas sino también sus escritos - revelan en primerísimo
plano. Recordemos, a título de ejemplo, los discursos parlamentarios o la
Carta a José Zoilo Miguens (del autor de “Instrucción del
estanciero...” y “Vida del Chacho...”) y “Los puntos
fundamentales de mi vida” o la “Carta a Eduardo Mallea” -
otro insigne y austero compatriota que, de seguro, todavía debe
encontrarse sentado en el banco de la paciencia - del padre de Adán y de
Celedonio Barral. No
es para nada eventual que ambos formulen en su obra una ideología
manifestada incansablemente en su quehacer inclaudicable en pos de la
verdad y la justicia. “Maestros
que enseñan sin tomar examen”,
los casi ochenta años que separan lo sustancial de su labor literaria
(recordemos: 1872 “El gaucho Martín Fierro”, 1879 “La
vuelta de Martín Fierro”; 1948 “Adán Buenosayres”)
no atenúan para nada - sino por el contrario, acentúan - su apasionada
prédica en favor de lo nacional y popular. Advierten
y aconsejan sobre los peligros que nos acechan. Previenen y exhortan
contra la iniquidad que se cierne sobre la Patria, tanto en sus aspectos
sociales y culturales cuanto en los políticos y económicos. Tengamos en cuenta que esta tarea no es para nada fácil. Al contrario, entraña un gran peligro.
Y,
más aún, cuando se lleva a cabo contra la corriente. Se corre el albur
de no ser entendido. O - lo que es peor todavía - de no querer
ser entendido. No
olvidemos que durante el transcurso de sus vidas encontramos años y períodos
en los cuales los hechos concretos de la realidad fueron sumamente
relevantes ( notemos: 1840, 1852, 1861, 1865, 1870, 1880; 1910, 1916,
1930, 1945, 1955, 1966 ). Recordemos lo que estas fechas implican en
nuestra historia. Creemos que los sucesos acaecidos en ellas nos eximen de
toda interpretación. Por tanto, volvamos a nuestros protagonistas y a sus
luchas; porque eso son - en síntesis - gran parte de sus escritos. Así,
nos señala Hernández: “Hace
muchos años que vengo viendo a una parte importante de la sociedad
argentina, lanzada en una peregrinación sin asilo, sin hogar, sin
protección, sin familia [...] Necesitamos, ciertamente, del elemento
extranjero. Pero también necesitamos cuidar con mucho empeño la condición,
la suerte de nuestros paisanos; porque es un axioma en los pueblos
modernos que las sociedades que olvidan la suerte de sus pobres están
condenadas a ser siempre pobres. El medio de enriquecerse es cuidar de los
pobres...”.[1] “...acostumbrar
al pueblo a que ponga en movimiento los medios que la Constitución
consagra para corregir los abusos del poder [...] hacer desaparecer el
divorcio entre los que ejercen el poder y los gobernados [...] hacer que
todos los ciudadanos cumplan con el deber de electores [...] combatir la
oligarquía para asegurar al pueblo el usa desembarazado, libre y pacífico
de todos sus derechos. Levantar por bandera [ ...] el
establecimiento del juicio por jurados [...] hacer efectivo por voto
directo todos los empleos importantes; buscar la renovaci6n de los
poderes, trayendo nuevos hombres independientes de los círculos y de las
influencias oficiales... Mejorar la situaci6n de los habitantes de la
campaña [...] Sostener las autonomías provinciales [...] Armonizar el
movimiento independiente de las autoridades Nacionales y
Provinciales...”.[2] “Los intereses de la campaña ¿son intereses distintos de Los de la ciudad? No, por cierto. La ciudad y la campaña es una misma población, con iguales derechos constitucionales, con idénticos intereses, con aspiraciones confundidas... [Entonces]¿Cómo se pretende que la campaña únicamente atienda el servicio de las fronteras? ¿ Por qué no se hace extensivo ese servicio a los hijos de la ciudad ?... Infatigables
y perseverantes en defender la causa de los oprimidos, no desmayamos antes
de ver que las garantías individuales se conviertan en una verdad
incuestionable y dejen de ser una simple y lujosa declaración de la
ley”.[3] Vemos que en el cosmos hernandiano contenido y comunicación son un todo inseparable e integrador.
Y
así lo dice Fierro: “Yo canto opinando
que es mi modo de cantar” Es
notorio que Hernández - como muy bien lo advierten varios autores, entre
otros, Rodolfo Borello, Enrique Bianchi y Adolfo Prieto - decidió contar
el suceder de los días de una clase social, que no otra cosa es el
gaucho: “Me
he esforzado, sin presumir de haberlo conseguido, en presentar un tipo que
personificara el carácter de nuestros gauchos, concentrando el modo de
ser, de sentir, de pensar y expresarse, que les es peculiar…”[4] Entendemos,
al igual que Rodríguez Molas, que: “Fue
el gaucho la resultante del contacto de españoles, indios, mestizos,
criollos y esclavos africanos y de diversos factores econ6micos, sociales
y geográficos como también sicológicos”.[5] El
gaucho y su destino último abruman a Hernández: “El
primer deber de los gobiernos es atender las necesidades más vitales del
pueblo, satisfacer su apetito, vestir su desnudez, garantir, en una
palabra, su vida y su propiedad…”[6] “Por
muchos años la campaña ha permanecido en el más completo abandono; bajo
el dominio absoluto de Jueces de Paz y Comandantes mandados por los
gobiernos como instrumentos electorales, y que se han preocupado bien poco
de establecer en ella una organización conforme con sus ingentes
riquezas, con sus necesidades y su industria”.[7] También,
contemporáneamente, Alberdi - inspirador en algunos aspectos de Hernández
- efectúa la defensa del gaucho y la crítica al régimen: “La
consecuencia de considerar bárbaras a las campañas, es que la
agricultura y ganadería se desdeñan por las ciudades donde nunca hubo
industrias [...] España consideraba que en las ciudades el hombre se volvía
más dócil y en las campañas más libre, por eso trató de concentrarlos
en ellas.”[8] “El
gaucho es el maquinista, que en este sentido es a la civilización
argentina lo que el marinero y el maquinista a la civilizaci6n inglesa:
rudo, inculto, áspero, pero brazo elemental del progreso que allí reside
en el desarrollo de su riqueza rural. Tales campañas y
tales campesinos no pueden representar la barbarie sino en libros que no
entienden lo que es civilización”.[9] Luego,
a su tiempo, otros profetas toman la posta -Raúl Scalabrini Ortiz, Homero
Manzi, Arturo Jauretche, etc.- y gritan, en prosa y verso - las verdades
del pensamiento nacional. Entre ellos se encuentra Leopoldo, profundo
conocedor de los sufrimientos de la Patria y de sus hombres.
Escuchémoslo,
en varios momentos de su prédica: “Desde
mi primera juventud, me cuento entre los muchos y reiterados profetas de
la Grande Argentina.”[10] “Creo
que actualmente hay dos Argentinas: una en defunci6n, cuyo cadáver
usufructúan los cuervos de toda índole que la rodean, cuervos nacionales
e internacionales; y una Argentina como en Navidad y crecimiento, que
lucha por su destino y que padecemos orgullosamente los que la amamos como
a una hija. El porvenir de esa criatura depende de nosotros, y muy
particularmente de las nuevas generaciones.”[11] “...
atravesé todos los infiernos de la Patria y roce además todos sus paraísos.
Y en todos ellos, con ellos o contra ellos, oí resonar los tambores de la
guerra posible.”[12] “Conozco
a los varones de mi tierra y mi siglo: inciertos en el mal y en la virtud,
son
como yo, tienen la misma cara”.[13] “Me
refirió sus viajes y sus oficios: había trabajado en las zafras de Tucumán,
en los algodonales del Chaco, en las vendimias de Cuyo, en los yacimientos
petrolíferos de Comodoro Rivadavia, en las cosechas de Santa Fe y en las
ganaderías de Buenos Aires. Le pregunté que buscaba él en esa laboriosa
peregrinación y adujo que había sintetizado en sí mismo una conciencia
viva del país y sus hombres”.[14] En
esta línea, con relación al “Martín Fierro” y a la crítica
hernandiana su “Simbolismos del Martín Fierro”[15] es
una interpretación personalísima que no ha tenido la debida difusión.
Así,
si recurrimos a la bibliografía específica, es muy difícil hallar, que
sepamos, el estudio citado en alguno de los muchos libros que se ocupan
del tema, lógicamente con posterioridad a 1955. Por ejemplo, en “Martín
Fierro y su crítica” excelente antología de trabajos que cuenta
con un calificado prólogo de las profesoras María Teresa Gramuglio y
Beatriz Sarlo (Buenos Aires. CEDAL. 1993.), leemos apreciaciones valiosísimas
- y, en su momento, muy difundidas - como las de Bartolomé Mitre y Miguel
Cané hasta las más modernas de Noé Jitrik y Adolfo Prieto, pasando por
la célebre encuesta entre numerosos “hombres de letras” propulsada
por la revista “Nosotros” (1913) y, además, los importantísimos
juicios críticos de Leopoldo Lugones, Ricardo Rojas, Ezequiel Martínez
Estrada, Carlos Alberto Leumann, Amaro Villanueva y Jorge Luis Borges. De
Leopoldo y sus “Simbolismos…”, nada. En “Genio y Figura de José Hernández” de Roque Raúl Aragón y Jorge Calvetti (EUDEBA. Buenos Aires. 1972.) - Primer Premio del Concurso Centenario de Martín Fierro propiciado por la Universidad Nacional de Buenos Aires - algo menos que nada: cuatro renglones. No
importa. O sí. Y mucho. Nosotros trataremos - gracias al Dr. Ángel Núñez,
quien desenterró dicho ensayo marechaliano - de ocuparnos, próximamente
del destacado estudio mencionado. NOTAS
[1] “ Personalidad parlamentaria de José Hernández”. Homenaje de la H.C.D. de la Provincia de Bs As. La Plata. Cía. Impresora Argentina. 1947. ( T. II pp. 452 – 453 ). [2] “ El Río de la Plata”. Bs. As. 26 – XI – 1869. [3] Ibídem . 3 y 6 – X –1869. [4] Hernández, José. “ Martín Fierro”. Estudio de Eleuterio F. Tiscornia. Bs. As. Ed. Losada. 1953. [5] Rodríguez Molas, Ricardo. “ Historia social del gaucho”. Bs. As. CEDAL. 1994. [6] “ El Río de la Plata”. 30 – IX – 1869. [7] Ibídem. 8 – VIII – 1869. [8] Alberdi, Juan B. “ Palabras de un ausente en que explica a sus amigos del Plata los motivos de su alejamiento”. “ La Tribuna Nacional” . Bs. As. 1866. [9] Ibídem. [10] Núñez, Ángel. “ Capítulo” N° 47. CEDAL. Bs. As. 1968. [11] Rosbaco, Elbia. “ Mi vida con Leopoldo Marechal”. Bs. As. Ed. Paidós. 1973. [12] Marechal, Leopoldo. “ Megafón, o la guerra”. Bs. As. Ed. Sudamericana. 1970. [13] Marechal, Leopoldo. “ Heptamerón”. Bs. As. Ed. Sudamericana. 1966. [14] Marechal, Leopoldo. Conferencia ( leída por el autor ) por LRA Radio del Estado. Bs.As. 1955. [15] Marechal, Leopoldo. “ El beatle final y otras páginas”. Prólogo y selección de Ángel Núñez. Bs. As. CEDAL. 1993. |
Ángel Gregorio Cabello
"Centro de Estudios Históricos y Literarios Ángel Mazzei"
Editado por el editor de Letras Uruguay
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