Hernández y Marechal, o el magisterio del poeta |
“La Tierra se alimenta con la sangre del justo y con la del injusto se purga sabiamente. “ Leopoldo Marechal. “Heptamerón” |
No
son para nada casuales, obviamente, los alejandrinos que hemos elegido
como inicio de la colaboración solicitada por los compañeros de la
Biblioteca Popular “Leopoldo Marechal” y el Centro de Estudios de
Nivel Terciario Nº 19, dedicados con fervor envidiable (¡en estos
momentos!) a la difusión - entre otras actividades - de la obra
marechaliana.
¿
Por qué Hernández y Marechal ? Porque nos encontramos ante dos
personalidades en las que muchos aspectos de su visión de la Patria (la “Tierra”)
y de su Gente denotan una óptica propia y similar. Lo cual motiva una
estrecha relación de vida - en cuanto acción - y de pensamiento - en
tanto obra - en la que confluyen motivos definitorios de la problemática
cultural y de la realidad nacional. Ambos
formulan - como otros argentinos - el rescate del Pueblo como camino para
aclarar en su integridad nuestra cultura, precisando decididamente una vía
fecunda del pensamiento nacional. Refulge
en ellos una labor taxativa: un incuestionable profesar en su quehacer
que, trasladado a su literatura, manifiesta un reencuentro - nítido y
privativo - con nuestra legítima prosapia y peculiar idiosincrasia.
En
su magisterio se destaca la analogía de juicio - nacional y redentor -
dirigido de manera perenne a la apropiación y al planteamiento de las
enormes dificultades del hombre de su tiempo. Planteamiento que proviene
del profundo conocimiento de la verdadera sensibilidad popular, y que nos
muestra al escritor inmerso en las necesidades de su pueblo.
Cuando
asumieron que su tarea les trazaba un destino personal y literario por
sobre toda parcialidad, resaltaron su visión del país - en tanto nación
y no en cuanto geografía - y de su época. Con simpatía y agudeza, que
no era en ellos pose sino comprensión, deber e inclusive riesgo,
caminaron
con sus compatriotas - por vocación destinal - la huella y la historia en
conocimiento de que una trayectoria sin contacto con la realidad y sin
arraigo existencial verdadero queda “reducida a una simple
acrobacia”.
Fueron beligerantes,
vivieron apasionados por el acontecer político e institucional y tomaron,
ante el mismo, posiciones transparentes y precisas. Amaron
a su pueblo y aceptaron a su tiempo. Sirvieron a su tierra y a los desposeídos.
Esto les acarreó injuria y rechazo, no sólo personal sino también
literario. Así,
hechos concretos de sus biografías, como la emigración a Santa Ana do
Livramento (luego de Ñaembé) o el exilio espiritual en el barrio del
Once (tras la derrota de septiembre), no se deben, ni más ni menos, que a
la firmeza de sus convicciones. Hernández,
Marechal y “el pueblo” : Por ahora comparemos un
aspecto - sólo para citar uno entre tantos - singular e importantísimo,
que se repite constantemente en ambas producciones. De este modo expresa Hernández: “El
Pueblo es siempre guiado por la conciencia del bien, y la tarea del
escritor es hacer que esos gérmenes fecundicen, es cooperar por la
propaganda de las buenas ideas, por la generalización de los sanos
principios, a arraigar en su seno, esos mismos sentimientos, ilustrándolos
en las cuestiones teóricas, e ilustrándose en las cuestiones prácticas.”[1]
“El Pueblo... conoce mejor que nadie sus propias
necesidades, valora con fidelidad los acontecimientos, prevé los
resultados, compulsa los sucesos de ayer, para deducir de ellos los que
vendrán mañana; y el escritor que va a recibir de ellas inspiraciones,
lleva consigo cuando menos la ventaja de estar en posesión de sus
necesidades, de tener un conocimiento perfecto de la opinión dominante, y
en aptitud por consiguiente, de formar una conciencia plena, por el
estudio, de la materia sobre que debe ocuparse...”. [2] “La tarea del escritor consiste en dar a las concepciones y sentimientos del Pueblo, Las formas de que carecen...”.[3] Consecuentemente,
Marechal sostiene: “Creo
que un poeta lo es verdaderamente cuando se hace la voz de su pueblo, es
decir, cuando lo expresa en su esencialidad, cuando dice por los que no
saben decir y canta por los que no saben cantar. Todo ello lo hace el
poeta en una función unitiva...”.[4] “El hombre de letras es un
manifestador de su pueblo y de las virtualidades de su raza […] El
escritor es un ser expresivo por vocación, que
tiene la virtud de comunicar a los otros lo que hay en el mismo de
comunicable”.[5] “A
decir verdad el pueblo se manifiesta como creador mediante las vocaciones
individuales que se patentizan en su seno [...] Todo creador manifiesta no
sólo sus propias virtudes, sino también las virtualidades creadoras de
su pueblo, del cual el sabio y el artista son la expresión concreta,
paradigmática...”.[6] “Desde hace algunos años, oigo hablar de los escritores comprometidos y no comprometidos. A mi entender, es una clasificación falsa. Todo escritor, por el hecho de serlo, ya está comprometido: 0 comprometido en una religión, 0 comprometido en una ideología política 0 social 0 comprometido en una traición a su pueblo, 0 comprometido en una indiferencia 0 sonambulismo individual, culpable 0 no culpable…”.[7] “La
mayoría de los hombres que integran el pueblo entran en el panorama de su
cultura sólo como asimiladores, cada uno en la medida de su receptividad.
Entre la minoría creadora y la mayoría asimiladora debe existir, pues,
un contacto efectivo y permanente, una relación que llamaríamos amorosa,
gracias a la cual el creador sale de su mundo para trascender a los otros
y lograr un objetivo humano, y gracias al cual el asimilador participa de
iluminaciones que no está en su naturaleza producir”.[8] Notamos claramente que ambos
eran contestes de lo
que tenían que hacer, de lo
que reclamaban con sus escritos. Los que debían
concretar toda una ideología nacional expuesta a macha martillo a lo
largo de su
vida; acusando un contexto social, una situación política
y una realidad
económica que juzgaban inicua, disforme e inmoral. Veamos lo que dice Fierro:
“Que he relatao a mi
modo,
males que conocen todos
pero que naides contó”. Igualmente, Hernández expone con claridad:
“...Para mí, la cuestión de mejorar la condición social de nuestros gauchos, no es sólo una cuestión de detalles de buena administración, sino que penetra algo más profundamente en la organización definitiva y en los destinos futuros de la sociedad, y con ellos enlazan íntimamente, estableciéndose entre sí una dependencia mutua, cuestiones de política, de moralidad administrativa, de régimen gubernamental, de economía, de progreso y civilización...”[9] “...Pero ese gaucho debe ser ciudadano y
no paria; debe tener deberes y también derechos, y su cultura debe
mejorar su condici6n..”[10] ...Para abogar por el
alivio de los males que pesan sobre esa clase de la sociedad, que la
agobian y la abaten por consecuencia de un régimen defectuoso, existe la
tribuna parlamentaria, la prensa periódica, los clubes, el libro, y por
último el folleto […] Me he servido de este último elemento, y en
cuanto a la forma empleada, el juicio sólo podría pertenecer a los
dominios de la literatura…” [11] Y Fierro manifiesta que existe
en el gaucho -en tanto y en cuanto le permitan trabajar pacíficamente -
una clara voluntad de sumar su vigor al desarrollo y mejoramiento que el
nuevo espectáculo del país le ofrece. Escuchémoslo:
“Al fin de tanto rodar,
me he decidido a venir,
a ver si puedo vivir
y me dejan trabajar.
Se dirigir la mansera
y también echar un pial;
se correr en un rodeo,
trabajar en un
corral...”.
Por su parte, cien años después en consonancia, Marechal nos dice:
“Ante nuestra mirada tenemos el escenario (una geografía),
los actores listos (un pueblo) y la noción del drama
o
la
comedia que ha de representarse allí (el suceder nacional). ¡De pronto
una gran flojera, un olvido total de las consignas, un abandono del
escenario, los actores y el drama! ¿Qué sucedió aquí? ¿Un aborto del
suceder?”
[12] Luego
coincide con Hernández al sostener que la esperanza del rescate de los méritos
esenciales de la nacionalidad se encuentra ínsita en los hombres que
con su sencillez y sufrimiento - esfuerzo y más esfuerzo - han hecho y
hacen los bases cotidianas del país: los trabajadores. “Conozco estas frutas y
conozco el ademán y la cara de los hombres que las cosecharon. Necesito
agarrarme a estas frutas y aquellos hombres para saber que todavía
estamos en un país real”[13]
Por su parte, cien años después en consonancia, Marechal nos dice:
“Ante nuestra mirada tenemos el escenario (una geografía), los actores listos (un pueblo) y la noción del drama 0 la comedia que ha de representarse allí (el suceder nacional). ¡De pronto una gran flojera, un olvido total de las consignas, un abandono del escenario, los actores y el drama! ¿Qué sucedió aquí? ¿Un aborto del suceder?”[12] Luego
coincide con Hernández al sostener que la esperanza del rescate de los méritos
esenciales de la nacionalidad se encuentra ínsita en los hombres que
con su sencillez y sufrimiento - esfuerzo y más esfuerzo - han hecho y
hacen los bases cotidianas del país: los trabajadores. “Conozco estas frutas y
conozco el ademán y la cara de los hombres que las cosecharon. Necesito
agarrarme a estas frutas y aquellos hombres para saber que todavía
estamos en un país real” [13]
En síntesis: dos épocas
(¿ distintas ?). Dos
hombres (avisados). Dos poetas cuyas verdaderas convicciones patentizan
una conciencia doctrinaria insoslayable en el quehacer de la temática
nacional, en la raigambre histórica del país y, por ende, en
nuestra literatura. Los años ha pasado pero sigue siendo “privilegio
de los poetas el advertir desde la partida el final del viaje”[14] Por eso, aún hoy, escuchamos a Leopoldo:
“Padecer la Argentina de hoy, llevarla como una espina en el costado, tal es tu historia y tal vez la de muchos argentinos. Porque sé, como tú, que hay actualmente dos clases de argentinos: los que asisten al país como un banquete monstruo y los que lo sufren en sí mismos con dolores de parto [..] Tu historia es la historia de un alma y por lo tanto es la historia de un despertar, como la mía […] Lo que podemos afirmar en lenguaje directo es que nuestra Argentina irá levantándose a medida que crezca el número de los despiertos” [15]
Notas:
[1]
–
[2] –
[3]: “ El Nacional Argentino “. Paraná.
4 / X / 1860. [4] –
[5] –
[6] –
[7] –
[8]:
Rosbaco, Elbia. “ Mi vida
con Leopoldo Marechal
“.
Bs. As. Ed. Paidós. 1973.
[9]
- [10] –
[11]: Hernández, José. “ Martín Fierro “.
Introducción, notas y vocabulario de Horacio Jorge
Becco. Bs.
As. Ed. Huemul.
1967. [12] –
[13] –
[14]: Marechal,
Leopoldo. “ Megafón,
o la Guerra “.
Bs. As. Ed. Sudamericana.
1970. [15]: Marechal, Leopoldo. “ Carta a Eduardo Mallea “. Revista “ Sol y Luna “ N° 1. Bs. As. 1938. |
Ángel Gregorio Cabello
Editado por el editor de Letras Uruguay
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