El síndrome "Penélope" |
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Para
algunas mujeres existe una sola versión del amor, el imposible. El hombre no es de carne, es de debilidades, las tiene todas. Las mujeres solo una: el narcisismo terrible que las condena. Por eso no hay vidriera en la que no traten de reflejarse, ni silicona que no anhelen ponerse, o remera provocativa que no usen. Requieren urgentemente de la mirada del varón (no importa cuál ni cuántos, si son muchos o todos mejor) para configurarse, sostenerse, ser. Su lema interno pareciera exclamar, renovando a Descartes: "deséame y existiré". Y lo logran, consiguen con su paso cadencioso, sin importarles el calvario de su novio o marido cuando va acompañada, que hasta el más distraído e indiferente las mire como Alien 4 con incontinencia de baba. Pero de pronto aparece "ése", el Ulises que desafía el canto de sirenas, el que la deja y se va de viaje por el mundo. Y muchas no pueden desprenderse de su imagen. Yo
sospecho que estas mujeres sufren de lo que bautizaría como la
"enfermedad" de Penélope, aludiendo al goce secreto que tal vez
le produjo a esa solitaria mujer la permanente e infructuosa espera de su
amado y esquivo héroe griego. ¿Después cuándo? No sé, nunca, quizás. Por eso, los demás hombres nos sentimos sorprendidos al ver con qué pasividad esa señora sigue amándolo aunque él no regrese, no reconozca legalmente sus hijos, no le pase cuota alimentaria, no la toque nunca jamás. 0 por el contrario se banca ser la otra, la segunda, la que se esconde, la que viaja con él pero van en aviones separados y jamás se ven en domingo, en navidades, en restaurantes conocidos. ¿Qué tendrá el petiso que la tiene en un puño? se preguntaría un bailantero, ya lejos de los laberintos de la Ilíada. Muy sencillo: el espectro de Ulises que anida en la mente femenina tiene reflejos que no le dió el mar Egeo, pero encandilan. Porque para ella la felicidad no es algo que se experimenta en el aqui y ahora, si no sólo un estado que se recuerda. Una anécdota eterna como ese abrazo maravilloso y seguro que le dio su primer hombre imposible cuando la sostuvo por primera vez, mientras mamá atendía las visitas. Pero llega un día en que algunas chicas evolucionan, crecen y salen de esa adolescencia helénica. Empiezan a buscar una pareja en serio para encontrar el complemento posible que les permita formar un vínculo estable, su media naranja. Y ese caminar trae aparejado el deseo de ser finalmente encontradas también por el otro, por un nuevo Ulises, más real, tangible, perfectible. Un navehante con valentías y miserias pero la decisión firme de ser su compañero. Alguien para transitar juntos de la mano, y a dúo, una esperanza que se construye día a día, y que una vez hecha, no puede destejerse. |
Luis Buero |
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