“Estoy
como Adán en otoño” reflexiona mi amigo Javier cada vez que se queda
sin plata, y según el diccionario de la madre Academia lo otoñal tiene
que ver con una edad próxima a la vejez. Las profesoras confunden a sus
alumnos con palabras extrañas como equinoccio y solsticio, y aunque en
septiembre se regalan tarjetitas donde se le da la bienvenida a la
primavera, nadie en cambio dice “¡Feliz 0toño!”, porque entre otras
cositas, representa el comienzo de las actividades del año en el
hemisferio austral del planeta.
Pero....¿qué corno es el otoño? El otoño es como el hijo del medio que
(salvo en el caso único de las Trillizas de Oro) se pregunta a diario,
“aquel es el mayor y ese otro es el menor, entonces: ¿yo quién
soy?”.
El 0toño es para mi una estación hermosa, con personalidad propia, no un
estadio intermedio, ocasional e inevitable, hacia algo distinto, como la
oruga que será mariposa, un “no lugar” de paso. Pero indudablemente
tiene mala prensa entre la gente, pese a los poemas y canciones que le han
dedicado. Es como el día Lunes.
Títulos de películas y de novelas lo citan y su nombre es víctima de
las más variadas metáforas y metonimias. Para los músicos y pintores
pareciera ser la estación más inspiradora, pero muchas personas le
tienen fobia y la
acusan de “triste y nostálgico”, los chicos lo miran con recelo
puesto que con él llega la obligación de ir al colegio, y los porteros
se quejan porque tienen que barrer con más cuidado las veredas y las
terrazas, mientras que el inocente otoño parece murmurarnos a diario el
famoso proverbio chino: “ámame cuando menos lo merezca, porque es
cuando más lo necesito”.
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