Zaira Rodríguez, el ensayo y la historia de la filosofía |
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Cuando me dispuse a escribir estas líneas sobre una personalidad como la de Zaira Rodríguez, tan querida y cercana a mi desarrollo personal, primero como estudiante y después como profesora universitaria, sentí que comenzaba a cumplir una deuda de honor con su memoria y a poner por escrito lo que hace muchos años tenía pendiente y he ido aplazando por los avatares del trabajo cotidiano. Hoy me dispongo a ello, con la preocupación y el temor presente de que, con el pasar de los años la memoria pueda fallar, los recuerdos puedan volverse borrosos o inexactos y, cuando menos, pueda dejar de mencionar, sin querer, algunos de los muchos aspectos meritorios de su destacada personalidad. Evocar la personalidad de Zaira Rodríguez Ugidos[1], a mi juicio la más destacada profesora e investigadora de la Universidad de la Habana en el ámbito de la Historia de la Filosofía en Cuba, en la década de 1970 y hasta el año 1985 de su accidental y trágica muerte, es para mí, que tuve el privilegio de ser su discípula y alumna ayudante, motivo de alegría y a la vez de tristeza, De tristeza, por cuanto su pérdida irreparable dejó inconclusa una obra monumental que quedó perdida en sus anotaciones docentes, planes de clase, fichaje de libros, sesiones científicas, conferencias magistrales y en fin, textos manuscritos de uso personal en su actividad docente e investigativa, todo lo cual hubiera podido constituir, ordenado por su autora, un material bibliográfico de valor inestimable para la cultura filosófica de nuestro país y de la América hispana. De alegría, porque Zaira está siempre presente entre nosotros, porque su maestría pedagógica incomparable quedó grabada en sus discípulos para siempre, formando una escuela de pensamiento y de enseñanza creadora y problémica, que invitaba a pensar y a valorar, sobre la base del criterio propio y la discusión científica y académica como base del desarrollo de las ideas. Muchas serían las cualidades a enumerar que dotaron a esta mujer excepcional. Su carácter siempre afable y su disposición a escuchar las opiniones de sus discípulos; su cultura y erudición, unidos a una modestia y sencillez sin par; su capacidad de transformar el tema filosófico más complejo en un tema comprensible a cualquier auditorio; su personalidad aglutinadora a la hora de conformar un equipo de trabajo en aras de una tarea común; su disciplina personal; su modo de enseñar con el ejemplo; su amor a la filosofía y su arte para inculcarlo a otros; su espíritu incesante de desarrollo intelectual; su preocupación por los problemas humanos de sus colegas; su disposición de ayudar al más necesitado; su exigencia consigo misma y con los demás en pro del desarrollo científico – académico, su sentido de pertenencia; su práctica humanista y su amor a la patria. Ese sentido de pertenencia y ese amor a Cuba y a su ciudad natal, quedaría grabado en su bello artículo Noción exacta del color[2] en el que evocara: “Descubrí lo que La Habana significaba para mí desde el puente del barco Rossia, que me arrancaba lentamente de aquel haz de formas soleadas que flotaba sobre el agua negra de la bahía. Entonces se inició el proceso desconcertante de la memoria que me descubría a intervalos sucesivos e inesperados, a muchas millas de distancia y durante largos meses, años de separación, lo que para mí significaba La Habana, La Habana…ese simple punto, ese insignificante punto en el mapa; ¡qué avalancha de ideas, emociones, imágenes plásticas, sentimientos, es capaz de despertar en mi memoria!”
“Esa mancha indiferente en el mapa es para mí el sentido todo de la vida, su punto de partida, el lugar de mis primeros años y de mi adolescencia; es, también y sobre todo, el punto de viraje decisivo que se abre y entrega a la Revolución; es el punto en que se forja mi noción de lo bello, de lo grande, de lo digno. Es, en resumen, mi lugar, mi pertenencia, mi raíz: es el eslabón, el puente natural que me vincula a la “patria pequeña” y me convierte día a día en un nosotros. Ella es responsable de la noción exacta que tengo de la ciudad, del color, del mar y del cielo, de la textura del aire y de la tierra; del pueblo al que pertenezco, de la época en que vivo, del idioma que hablo; lo que más me dio un sentido del ritmo y de la música; lo que formó en mí, en fin, ese entrañable sentimiento de que todo vive en mí y de que yo vivo en todo.”
Educadora por excelencia, cabría en esta evocación a su personalidad recordar el aforismo de José de la Luz y Caballero: “Instruir puede cualquiera; educar, sólo quien sea un evangelio vivo”. Y eso fue Zaira Rodríguez: ¡Un evangelio vivo! Como expresara magistralmente el Dr. Sergio Aguirre en el Aula Magna de la Universidad de la Habana, al referirse a la destacada profesora e investigadora, ante sus familiares y compañeros, un año después de su muerte: “Zaira era un carácter, un verdadero carácter, capaz de conjugar la modestia más increíblemente sincera y la dulzura temperamental con la reciedumbre más inexpugnable ante los principios (…) No creo que haya habido ningún profesor cubano de Filosofía, de la época de la Revolución, capaz de superarla (…) fue la integridad más irrestricta, incapaz de un paso hacia el retroceso. A partir de áreas de trabajo del nivel de la Universidad de la Habana y de la Academia de Ciencias de Cuba siguió siendo lo que antes había sido: la estampa de la dignidad irreductible.”[3] Por su forma de ejercer el magisterio universitario, me atrevería a afirmar que Zaira fue heredera como nadie del método socrático. Sus conferencias no eran conferencias tradicionales. Todo lo contrario; cada pensamiento que exponía invitaba al diálogo, que gustosa compartía con sus estudiantes y extendía durante el receso si así se lo pedían. Escuchaba a todo el mundo con la mayor atención y modestia y, aceptaba cualquier criterio, siempre que se lo fundamentaran. Y su modestia abría el diálogo siempre difícil para el estudiante que se enfrenta a una personalidad, aunque joven, erudita. Le hacía sentir a uno a su nivel y esto permitía cualquier intercambio de ideas que ella aceptaba y disfrutaba con absoluto respeto y atención a su interlocutor. Amaba como nadie lo que Roa llamó “el rumor de la colmena”, la docencia activa en la que el estudiante desempeña un papel activo y no simplemente receptivo, ésa que permite al profesor conocer de inmediato, hasta qué punto el estudiante ha comprendido los aspectos más complejos del tema. Tenía además, esa maestría pedagógica, que todos recordamos y aspiramos a alcanzar como homenaje a su memoria, que le permitía convertir el tema más complejo en un divertimento intelectual. Hoy, a veintidós años de su pérdida irreparable, pensamos en cuánto hubiera podido hacer y qué privilegio sería tenerla hoy entre nosotros. No obstante, en poco tiempo Zaira hizo mucho, en todos los ámbitos de la filosofía, tanto desde el punto de vista científico, como académico y pedagógico. Recordemos que después del triunfo revolucionario, la década de 1970 fue la más destacada en el campo de las publicaciones filosóficas. Las editoriales cubanas dieron una amplia cobertura a las mismas. En particular, la Editorial Ciencias Sociales, publicó a comienzos de esa década, una amplia gama de obras de los clásicos del pensamiento filosófico universal, así como de importantes historiadores y especialistas, tanto en historia de la filosofía, en general, como fue el caso de Nicola Abbagnano y su Historia de la Filosofía en tres tomos, como en determinado período de ésta; tal era el caso de Werner Jaeger y su obra Paideia. Los ideales de la cultura griega y Rodolfo Mondolfo y su antología comentada El pensamiento antiguo. Todas estas obras debían ser publicadas y, para ello, requerían una selección rigurosa, que ponderara sus aciertos y limitaciones y asimismo, cumpliera la función de garantizar una bibliografía especializada, que permitiese preparar aceleradamente a estudiantes, alumnos ayudantes y futuros profesores que cubrieran las especialidades en que se impartía esta materia. Asimismo, muchas de ellas necesitaban un prólogo introductorio, que facilitara al lector hacer una valoración científica, que justipreciara sus valores y señalara críticamente sus deficiencias. Zaira asumió esta tarea como nadie podía haberla asumido en su tiempo, a partir de su inigualable preparación profesional y su capacidad crítica, apertrechada como estaba de un dominio amplio y profundo del método dialéctico-materialista de la concepción marxista y leninista de la historia de la filosofía. Voy a referirme en el marco de este trabajo al “Prólogo a El Pensamiento Antiguo de Rodolfo Mondolfo”, modelo de ensayo histórico-filosófico; esto me permitirá alcanzar un doble propósito: Por un lado, acercarnos a la personalidad y obra del prestigioso historiador de la filosofía italiano, y por otro, conocer la alta valoración que merecía el pensamiento de la antigüedad griega, como pensamiento fundacional, para la destacada profesora universitaria, así como su modo inigualable de engranar los más diversos aspectos filosóficos a analizar, para lograr una valoración integral, justa y medida sobre el pensador objeto de su estudio, a la manera de quien teje un fino encaje que culmina en una obra bella y artística. Esto se apreciaba, lo mismo en cada una de sus clases, verdaderas joyas de la pedagogía filosófica cubana, hasta en el más breve escrito que elaboraba, en el que ningún aspecto sustancial, quedaba omitido o dejado al azar. Zaira creía firmemente en la vigencia y actualidad de los “clásicos de la Filosofía” e inculcó a sus estudiantes la necesidad de conocer profundamente su legado, tanto como parte de su preparación profesional, como para el futuro desenvolvimiento de su vida social. Para expresar sus concepciones filosóficas, Zaira asumió el ensayo como forma idónea de expresión literaria, lo que se avenía muy bien a su modo peculiar y único de expresar e hilvanar sus ideas y valoraciones, por cuanto el ensayo representa como género literario, un estilo dúctil, que propone, sugiere, sintetiza y deja abiertas aristas que permiten el diálogo y admiten nuevas propuestas y valoraciones. He escogido como muestra de su maestría literaria, el ensayo que elaborara como Prólogo a la Edición Cubana de El Pensamiento Antiguo de Rodolfo Mondolfo, editado en 1971. Cuando se relee el contenido de este Prólogo, a treinta y seis años de ser escrito, salta a la vista la vigencia del pensamiento de su autora, la actualidad de sus valoraciones, la urgencia que aún en nuestros días mantiene su reclamo de la necesidad de desarrollar permanentemente la crítica marxista-leninista a la historia de la filosofía. Es
por ello que al tratar este Prólogo como parte del objeto del presente
trabajo, intentaré exponer, como muestra de su claridad de pensamiento y
su sentido del deber intelectual hacia la historia de la filosofía, los
principios metodológicos de partida que ella asumiera, para un análisis
científico de la misma. Con el fin de destacar las ideas fundamentales
expuestas por la autora en este ensayo, las cuales constituyen verdaderas
pautas a seguir por todos los historiadores de la filosofía,
deseo mencionar las más importantes, que en nuestros días
mantienen tanto valor o más que cuando fueron escritas:
Basten estas ideas de Zaira sobre la obra de Mondolfo que nos ocupa, para justipreciar el sentido profundo, equilibrado, constructivo y actual de su crítica marxista y leninista a la historia de la filosofía, no sólo de Mondolfo, sino de otros autores clásicos sobre la historia de la filosofía. En la última de estas ideas, queda reconocida por una parte, la encomiable labor realizada por ellos, pero a la vez se distingue con precisión meridiana, la distancia que media entre las concepciones inmanentistas de Gomperz, Burnet y Windelband y la labor crítica de investigadores como Jaeger, Cassirer y Mondolfo, quienes sin ser marxistas, abrieron nuevos horizontes en la comprensión de la historia de la filosofía. En tal sentido, puede plantearse que todos los ensayos elaborados por Zaira Rodríguez sobre la historia de la filosofía resultan paradigmáticos. No podría faltar en estas líneas, la referencia a otros Prólogos elaborados por ella, a obras de los clásicos de la filosofía en la propia década de 1970. Entre ellos cabe destacar:
En cada uno de estos ensayos a manera de Prólogos, Zaira Rodríguez con maestría sin par, demuestra, dignifica y hace suyas las palabras con que inicia el último de estos prólogos citados, cuando afirma: “ Conocer el marxismo significa comprender – entre otras cosas – la crítica de Marx y Engels a toda la filosofía anterior.” Esa
es la clave que nos permite comprender, cómo pudo asumir consecuentemente
la crítica marxista a la historia de la filosofía, tarea que, aún,
espera ser continuada y enriquecida por las generaciones actuales de filósofos
y que sólo puede acometerse sobre la base de un profundo conocimiento del
marxismo. Dra. Cs. Rita M. Buch Sánchez
[1]
Zaira Rodríguez
Ugidos (1941- 1985) se graduó en 1965 de Doctora en Filosofía y
Letras, en la Universidad de la Habana. En 1970 defendió su tesis de
Candidatura a Doctora en Ciencias Filosóficas en la Universidad
Estatal de Moscú, Lomonósov. Fue
profesora de historia de la filosofía, filosofía burguesa contemporánea,
materialismo dialéctico y lógica dialéctica, e impartió cursos de
pregrado y postgrado de filosofía marxista-leninista en
la Universidad de la Habana y en la Academia de Ciencias de
Cuba. Fue subdirectora docente del Departamento para la Enseñanza del
Marxismo-Leninismo y jefa del Departamento de Materialismo Dialéctico
de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de la
Habana. Publicó numerosos artículos, ensayos y monografías y
representó a Cuba en diversos eventos internacionales. Profesora
Titular de la Universidad de la Habana e Investigadora Titular y
Vicedirectora del Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias
de Cuba, en 1985 se disponía a defender su tesis doctoral en Ciencias
Filosóficas en la Universidad Lomonósov, cuando muere repentinamente
en un trágico accidente automovilístico, lo que constituyó
una pérdida irreparable para el desarrollo de la filosofía
marxista-leninista en Cuba y en Latinoamérica. Ver: Zaira Rodríguez
Ugidos: Obras. Editorial de
Ciencias Sociales. La Habana, 1988. (Nota Biográfica). [2] Zaira Rodríguez Ugidos: Noción
exacta del color. Publicado en la Revista Universidad de la
Habana. No. 222, de enero-septiembre de 1984. En: Obras.
Edición Citada. p..p. 1-2. [3] Palabras del Dr. Sergio Aguirre en el Aula Magna de la Universidad de la Habana, el 11 de septiembre de 1986. En: Zaira Rodríguez Ugidos. Obras. Edición Citada. Presentación. p.p. VII-VIII. [4] Rodolfo Mondolfo: “La filosofía como problematicidad y el historicismo”, en Estudios de historia de la filosofía, Universidad Nacional de Tucumán, 1962, p. 728 (Citado por Zaira R.). [5] Rodolfo Mondolfo: Marx y el marxismo (estudios históricos y críticos), Fondo de Cultura Económica, México, 1960, p.7. (Citado por Zaira R.). |
Dra.
Cs. Rita M. Buch Sánchez
Doctora
en Ciencias. Doctora en Ciencias Filosóficas.
Profesora Titular y Principal de Historia de la Filosofía,
de la Universidad de la Habana, Cuba
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