Panorama de la filosofía presocrática. Dra. Rita María Buch Sánchez[1]. |
Como apuntara con acierto el escritor Jorge Luis Borges: “Clásico no es un libro que necesariamente posee tales o cuales méritos; es un libro que las generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad”[2]. Esta idea nos conduce a señalar en su justa medida, la importancia que reviste el conocimiento de las fuentes originales del pensamiento griego antiguo, para justipreciar sus significativos aportes al pensamiento filosófico universal e incluso, para constatar la vigencia de algunos de sus planteamientos. Muchos serían los ejemplos que pudieran citarse. Por sólo mencionar algunos, podrían relacionarse, desde la teoría de Heráclito acerca del fluir universal y sus planteamientos dialécticos sobre la naturaleza, hasta la teoría atomista de Leucipo y Demócrito, la importancia del método socrático en el ámbito de la pedagogía, el planteamiento de Platón acerca de la importancia que reviste la educación del ciudadano para el estado y el ideario ético de Aristóteles. Nuestro destacado intelectual Raúl Roa, al referirse a la importancia de la antigüedad griega expresaba: “Se trata de desentrañar y comprender lo que subyace en el ideal platónico de la vida, en la doctrina de la conducta de Sócrates, en la escultura de Fidias, en la comedia de Aristófanes, en la enseñanza de Protágoras, o en la oratoria de Demóstenes. Nada de ello se puede explicar por sí mismo, ni por sí solo. Se explica únicamente en función de su medio y de su tiempo. Aquella insólita floración de espíritus egregios está inserta y articulada en una estructura social y espiritual determinada. La corriente histórica en que viven inmersos les vino impuesta. Y, a la vez, han actuado sobre ésta para represarla, impelerla o transformarla. Han sido, en pareja medida, ellos y su circunstancia (…) La realidad maravillosa que fue Grecia no es una merced impar de los dioses ni un don mágico del genio helénico, sino un producto concreto de la dialéctica histórica“[3]. La
Problemática Filosófica en el Pensamiento Antiguo. Esta dialéctica histórica condujo al pensamiento griego a recorrer un largo camino de aproximadamente siete siglos, a través de los cuales se perfilan etapas bien diferenciadas, en correspondencia con los sucesivos períodos por los que atravesara la sociedad esclavista en su desarrollo, lo que condujo a que en cada uno de ellos predominara una determinada problemática filosófica, cuestión que acertadamente quedara expuesta en el valioso texto “El pensamiento antiguo” de Rodolfo Mondolfo. En primer lugar, aparece la problemática cosmológica, que se debatirá en torno al problema de lo Uno y lo Múltiple, y a la cuestión del devenir; ella agrupará en los primeros siglos de existencia de la filosofía a los llamados naturalistas, muchos de los cuales fundarían las primeras escuelas filosóficas. En tal contexto, nos encontramos sucesivamente con el pensamiento jonio, integrado por la escuela milesia (Tales, Anaximandro y Anaxímenes de Mileto) y Heráclito de Efeso; la escuela pitagórica, que floreció en Crotona; la escuela eleática (Parménides y sus seguidores) y por último, los primeros físicos del siglo V a.n.e. (Anaxágoras, Empédocles y Demócrito). Hacia mediados del siglo V a.n.e. y a la luz del florecimiento de la democracia esclavista, particularmente en Atenas bajo el gobierno de Pericles, se aprecia en el ámbito filosófico un declinar del interés por los problemas en torno al cosmos o naturaleza, pasando a un primer plano de discusión los temas que conformarán la problemática ético-político-antropológica, la cual marcará nuevos giros en el pensamiento griego antiguo, insertándose en ésta, figuras tales como Protágoras de Abdera (485-411 a.n.e.), uno de los más destacados exponentes de la Sofística (movimiento de carácter educativo y cultural, con implicaciones filosóficas) y Sócrates de Atenas (470-399 a.n.e.), quien abrirá nuevos caminos en la investigación filosófica, a partir de la importancia que otorga a la inducción y a la definición de los conceptos. Paralelamente, en el propio marco del siglo V a.n.e. – también llamado “siglo de oro” de la cultura griega - se irá conformando una línea de pensamiento caracterizada por los grandes sistemas filosóficos de Platón y Aristóteles. Estos sistemas constituirán la cabal expresión de un pensamiento filosófico maduro, en el cual se abordan múltiples problemas del más variado carácter (ontológico, gnoseológico, ético, político, estético, pedagógico, etc.), si bien se pudiera plantear de modo general, que debido a la importancia que adquiere la teoría del ser en su filosofía, ambos responden fundamentalmente a una problemática lógico-ontológica. Finalmente se observa a finales del siglo IV a.n.e. y a raíz de la difusión del pensamiento griego en el marco del helenismo, el predominio de los problemas éticos en sus principales corrientes filosóficas, es decir, el Epicureísmo, el Estoicismo y el Escepticismo. En estas corrientes – que luego se proyectarán a la filosofía romana - se puede apreciar cómo la filosofía asume una estructura triádica (física, gnoseología y ética) y cómo lo concerniente a la temática física y gnoseológica, estará subordinado a un ideal ético, a partir de la búsqueda de la felicidad, desde un punto de vista individual y a partir del tratamiento de una problemática ética. Dichas corrientes, constituirán la última manifestación auténtica del pensamiento griego antiguo y expresarán la crisis de la sociedad griega, tras el ocaso de las otroras florecientes polis, que sorprendieron al mundo con su esplendor en el siglo de oro de aquella cultura. Importancia de la Antigüedad en el
contexto del Pensamiento Filosófico Universal. El Problema de la Relación
entre Oriente y Occidente. La
filosofía antigua constituye un material de incuestionable valor para la
historia del pensamiento filosófico universal. En general, todos los
historiadores de la filosofía, y en particular, los clásicos del
marxismo-leninismo valoraron altamente las concepciones de los antiguos,
especialmente las de los griegos, señalando entre sus méritos
fundamentales, el carácter materialista ingenuo y dialéctico espontáneo
de las mismas. Engels en particular, se refirió a los griegos del
siguiente modo: "En los griegos - precisamente por no
haber avanzado todavía hasta la desintegración y el análisis de la
naturaleza - ésta se enfoca como un
todo, en sus rasgos generales. La trabazón general de los fenómenos
naturales no se comprueba en detalle, sino que es, para los griegos, el
resultado de la contemplación inmediata. Aquí es donde estriba la
insuficiencia de la filosofía griega, la que hizo que más tarde hubiese
de ceder el paso a otras concepciones. Pero es aquí, a la vez, donde
radica su superioridad respecto a todos sus posteriores adversarios metafísicos.
Si la metafísica tenía razón contra los griegos en el detalle, en
cambio éstos tenían razón contra la metafísica en el conjunto. He aquí
una de las razones de que, en filosofía como en muchos terrenos más, nos
veamos obligados a volver los ojos muy frecuentemente hacia las hazañas
de aquel pequeño pueblo, cuyo talento y actividad universales le
aseguraran tal lugar en la historia del desarrollo de la humanidad como no
puede reivindicar para sí ningún otro pueblo. Pero hay aún otra razón,
y es que en las múltiples formas de la filosofía griega se contienen ya
en germen, en génesis, casi todas las concepciones posteriores. Por eso
las ciencias naturales teóricas están igualmente obligadas, si quieren
proseguir la historia de la génesis de sus actuales principios generales,
a retrotraerse a los griegos." [4]
De
tal modo, ésta constituye, en el contexto del pensamiento filosófico
universal, un modelo clásico, rico y variado en contenido, que dejó su
huella a lo largo de todo el desarrollo filosófico ulterior. La
filosofía surge en Oriente y Occidente en el seno de la sociedad
esclavista. Las doctrinas filosóficas más antiguas que se conocen,
pertenecen al antiguo Oriente. Ya hacia mediados del primer milenio a.n.e.
y en correspondencia con el desarrollo del esclavismo, surgen y se
desarrollan las primeras concepciones filosóficas en la India y China
antiguas, y hacia fines del siglo IV y comienzos del III a.n.e. aparecen
en Egipto y Sumero-Babilonia gérmenes de pensamiento pre-filosófico,
vinculados estrechamente a la mitología y al naciente saber científico.
Paralelamente, la aparición de las primeras concepciones filosóficas en
la antigua Grecia se enmarca entre los siglos VII - VI a.n.e., en los
centros comerciales más desarrollados del Asia Menor (Mileto y Efeso) y
en las colonias griegas de la península itálica, también denominada
Magna Grecia (Elea, Crotona y otras). Resulta
prácticamente incuestionable en nuestros días,
la interrelación entre la cultura griega y la oriental en la antigüedad.
Las relaciones económicas, políticas y comerciales establecidas desde la
temprana época de las colonias jónicas de los griegos,
con los pueblos orientales de las civilizaciones más antiguas,
posibilitó el traslado a
estos territorios de las valiosas adquisiciones de la floreciente ciencia
oriental y propició que en estas ciudades surgieran originales
concepciones sobre la naturaleza, en las que se sintetizaban elementos de
conocimientos físicos, matemáticos y astronómicos. Por tal razón, la
unidad orgánica entre estas primeras concepciones y los gérmenes de
conocimientos científico-naturales, constituiría un rasgo distintivo del
período temprano en el desarrollo del pensamiento antiguo. Uno
de los problemas que suscitan permanentemente la atención de los
especialistas es la cuestión sobre la génesis, originalidad e
independencia de la filosofía occidental, respecto a la oriental. Si bien
hacia la década de 1950 se
observaba un predominio del criterio occidentalista entre los
historiadores de la filosofía, que reconocía en la filosofía griega méritos
excelsos, fruto del genio heleno o de un espíritu cultural único y casi
sublime, en los albores del siglo XXI
pocos dejaban de reconocer el preciado legado que aportó el
Oriente al Occidente, sobre todo al calor del redescubrimiento que ha
experimentado este último desde hace algunos años, de aquéllas filosofías
orientales - tan actuales, aceptadas y practicadas en nuestros días -
ante los problemas acuciantes y asfixiantes que presenta la sociedad
capitalista en los comienzos del siglo XXI, los cuales han exacerbado en
muchos, las ansias de buscar la felicidad desde un punto de vista
individual, a través del logro de la imperturbabilidad del alma humana y
la quietud de ánimo, lo que nos recuerda la ansiada ¨ataraxia¨, como
meta a alcanzar en la filosofía helenística de los últimos tres siglos
a.n.e. Será
quizás porque
el propio término
helenismo, símbolo de
la interpenetración
experimentada entre la cultura griega y oriental desde los tiempos de
Alejandro Magno, evoca la interacción cultural de ambas manifestaciones
del pensamiento antiguo desde sus orígenes, o bien porque resulta
inobjetable a la luz del avance alcanzado por los estudios especializados
sobre el tema, la presencia
de Oriente en
Occidente. Pero cierto es, que desde las primeras expresiones del
pensamiento griego, encontramos
elementos que detentan el sello inconfundible del pensamiento oriental,
como puede ser, a modo de ejemplo, la selección del agua por parte de
Tales como arjé (a partir de
la observación en sus viajes al Oriente, de la importancia del agua para
la vida y la dependencia de los cultivos a orillas del Nilo respecto a las
inundaciones de ese caudaloso río);
el simbolismo místico de los números que se aprecia en la escuela
pitagórica, o la
inmortalidad del alma y su superioridad respecto al cuerpo, en el
platonismo. Al respecto, resulta interesante el
criterio expuesto en la década de 1960 por el profesor Charles Werner,
quien considerara que si bien debe admitirse una influencia general de
Oriente sobre Grecia, no obstante, el pensamiento griego debió muy poco
al pensamiento oriental; dicha afirmación la sustenta sobre el siguiente
argumento: “Hacia
el final del pensamiento antiguo, en la época alejandrina, era opinión
muy difundida que la filosofía griega había tenido su origen en
Oriente” (...)
“Esta opinión no ha sido admitida por los historiadores
modernos. Sólo algunos autores, como Röth y Gladisch, en Alemania, han
vuelto a aceptar la tesis del origen oriental de la filosofía griega. Röth,
particularmente, quiso demostrar que la filosofía griega procedía de
Egipto. Pero esta tesis está hoy enteramente abandonada. Los
historiadores de la filosofía concuerdan en considerar que el pensamiento
griego debió muy poco al pensamiento de Oriente y que manifiesta una
creación espontánea del espíritu. Esto fue vigorosamente subrayado por
el eminente filólogo y filósofo escocés John Burnet, en el bello libro
que dedicó a la primera filosofía griega. Observa que no puede afirmarse
que los egipcios o los babilónicos tuviesen una filosofía. El único pueblo de la Antigüedad
que la tuvo, junto a los griegos, fue el hindú. Pero sería temerario
pretender que la filosofía griega vino de la India; por el contrario,
cabe pensar que la filosofía hindú procede
de Grecia. En cuanto a la teología mística de los Upanishads y del budismo, sin duda pertenece
como algo propio a la India, pero es una teología más bien que una
verdadera filosofía.” (…)
“
Así, la opinión que reina actualmente es que el pensamiento griego
posee, con respecto al de Oriente, una autonomía casi total y que
manifiesta una especie de creación. Podría resumirse esta opinión con
la frase de un autor inglés, que Théodore Gomperz puso al frente de su
gran obra Los Pensadores de Grecia:
“A un pequeño pueblo…le fue dado crear el principio de progreso. Este
pueblo fue el pueblo griego. Exceptuadas las fuerzas ciegas de la
naturaleza, nada se mueve en este universo que no sea griego por su
origen.” “Sin
embargo, todo y aceptando plenamente esta tesis, puede presentarse de
manera menos exclusiva de cómo lo han hecho ciertos autores. Sin querer
poner en duda la profunda originalidad del pensamiento griego, y sin
pretender establecer ninguna filiación de doctrinas particulares, debe
admitirse una influencia general de Oriente sobre Grecia. Con seguridad,
los griegos no recibieron de los orientales una verdadera filosofía, como
tampoco una verdadera ciencia. Pero sí recibieron de ellos los materiales
acumulados por una larguísima experiencia y por cierto esbozo de
explicación del universo. Por la invitación a pensar que les vino de
Oriente, los griegos entraron en la vía de la explicación racional,
donde debían conseguir tan esplendorosos triunfos”(…)[5] Por su parte, Nicola Abbagnano, expone en su HISTORIA DE LA FILOSOFIA un criterio eminentemente occidentalista según el cual, el origen de la filosofía en Occidente hay que buscarlo en la propia Grecia. Así, en las primeras páginas de su libro expresa lo siguiente: “Una
tradición que se remonta a los filósofos judaicos de Alejandría (siglo
I antes de J.C.) afirma que la filosofía griega se deriva del Oriente.
Los principales filósofos de Grecia habrían sacado de las doctrinas
hebraicas, egipcias, babilónicas e indias no sólo sus descubrimientos
científicos, sino incluso sus concepciones filosóficas más personales.
Esta opinión se fue difundiendo cada vez más en los siglos siguientes;
culminó en la opinión del neopitagórico Numenio, que llegó a llamar a
Platón un “Moisés aticizante”; y de él pasó a los escritores
cristianos”. “Tal
opinión no encuentra, sin embargo, ningún fundamento en testimonios más
antiguos. Se habla, ciertamente, de viajes de varios filósofos a Oriente,
especialmente a Egipto. Por Egipto habría viajado Pitágoras; por
Oriente, Demócrito; por Egipto, según testimonios más dignos de crédito,
Platón. Pero el mismo Platón (Rep. IV, 435e) contrapone el espíritu
científico de los griegos al amor del provecho, propio de los egipcios y
fenicios; y excluye así del modo más claro la posibilidad de que de las
concepciones de aquellos pueblos se haya podido y se pueda sacar inspiración
para la filosofía. Por otra parte, las indicaciones cronológicas que se
poseen sobre doctrinas filosóficas y religiosas del Oriente son tan vagas
que debe considerarse imposible establecer la prioridad cronológica de
tales doctrinas con respecto a las correspondientes doctrinas griegas”. “Más
verosímil parece a primera vista que la ciencia griega haya derivado del
Oriente. Según Herodoto, la geometría habría nacido en Egipto, debido a
la necesidad de medir la tierra y distribuirla entre sus propietarios
después de las inundaciones periódicas del Nilo. Según otras
tradiciones, la astronomía habría nacido en Babilonia y la aritmética
en el mismo Egipto. Pero los babilonios cultivaban la astronomía a causa
de sus creencias astrológicas, esto es, para poder predecir el destino de
los hombres; y la geometría y la aritmética mantenían entre los
egipcios un carácter práctico, completamente distinto del carácter
especulativo y científico que estas doctrinas presentaban entre los
griegos”. “(...)Que el pueblo griego haya inferido de los pueblos orientales, con los cuales mantenía desde siglos relaciones y cambios comerciales, nociones y hallazgos que aquellos pueblos conservaban en su tradición religiosa o habían descubierto acuciados por la necesidad de la vida, es algo que, aunque se admita a base de los pocos e inseguros datos que poseemos, no quita a los griegos el mérito original de haber tomado los primeros la actitud de la búsqueda teorética, esto es, la adopción de una disciplina de investigación que no se propone más objetivo que el enriquecimiento espiritual de la existencia. El mismo carácter personal de tal actitud, que no se reduce a la aceptación y al uso de nociones adquiridas, sino que exige el empeño individual, quita interés al hecho de que ciertas doctrinas particulares puedan derivarse de otros pueblos, puesto que la filosofía es propiamente, no el contenido doctrinal, sino el acto y la disciplina de la búsqueda. La originalidad del genio griego consiste precisamente en haberla entendido y realizado como tal; lo demuestra la historia misma de la palabra” [6]. Examinemos ahora el criterio de Emile Bréhier al respecto, quien expresa lo siguiente: (…)
“ la idea misma de emprender una historia de la filosofía supone, en
efecto, que se han planteado y resuelto, al menos de un modo provisional,
los tres problemas siguientes”:
1
- “¿Cuáles
son los orígenes y cuáles las fronteras de la filosofía? La filosofía,
¿empezó en el siglo VI a.C. en las ciudades jónicas, como lo
admite una tradición que se remonta hasta Aristóteles, o tiene un
origen más antiguo, sea en los países griegos, sea en los países
orientales? ¿La historia
de la filosofía puede y debe limitarse a seguir el desarrollo de la
filosofía en Grecia y en los países cuya civilización es de origen
grecorromano, o debe extender su mirada a las civilizaciones
orientales?”
2
- “En
segundo lugar, ¿hasta qué punto y en qué medida tiene el
pensamiento filosófico un desarrollo suficientemente autónomo como
para constituir el tema de una historia distinta de la de las demás
disciplinas intelectuales? ¿No está íntimamente unido a las
ciencias, al arte, a la religión, a la vida política, para que se
pueda hacer de las doctrinas filosóficas el objeto de una investigación
aparte?”
3
- “Por
último, ¿se puede hablar de una evolución regular o de un progreso
de la filosofía? ¿El pensamiento humano no posee desde el principio
todas las soluciones posibles a los problemas que se plantea y no
hace, en consecuencia, más que repetirse indefinidamente? O, más aún;
¿los sistemas se reemplazan unos a otros de un modo arbitrario y
contingente?” “Creemos
que para estos tres problemas no hay ninguna solución rigurosa, y que
todas las soluciones que se han pretendido darle contienen postulados implícitos.
Sin embargo, es indispensable tomar postura frente a estas cuestiones si
se quiere abordar la historia la
filosofía, y la única posición posible consiste en destacar muy explícitamente
los postulados contenidos en la solución que admitamos”. “El
primer problema, el de los orígenes, continua sin solución precisa.
Junto a aquéllos que, con Aristóteles, hacen de Tales, en el siglo VI,
el primer filósofo, había ya en Grecia historiadores que remontaban mas
allá del helenismo, hasta los bárbaros, los orígenes de la filosofía;
Diógenes Laercio, en el prólogo de sus Vidas de los filósofos, nos habla de la antigüedad fabulosa de la filosofía entre los persas y
los egipcios. Así, las dos tesis se enfrentan desde la antigüedad: ¿La
filosofía es una invención de los griegos o una herencia recibida por éstos
de los bárbaros?” “Parece
que los orientalistas, a medida que nos descubren las civilizaciones
prehelénicas, como la mesopotámica o la egipcia, con las cuales
estuvieron en contacto las ciudades de Jonia, cuna de la filosofía
griega, dan la razón a la segunda de esas tesis. Es imposible no sentir
la afinidad de pensamiento que existe entre la conocida tesis del primer
filósofo griego, Tales – que todas las cosas están hechas de agua –
y el comienzo del Poema de la
Creación, escrito muchos siglos antes en Mesopotamia: “Cuando en
lo alto el cielo era aún innominado y abajo la tierra tampoco tenia
nombre, las aguas se confundían en un todo, ante el Apsú
primigenio, padre, y la tumultuosa Tiamat, madre de todos”.
Textos como éste bastan, al menos, para hacernos ver que Tales
no fue el inventor de una cosmogonía original; las imágenes
cosmogónicas, que acaso él precisó, existían desde muchos siglos
antes. Presentimos que la filosofía de los primeros fisiólogos de Jonia
podía ser una forma nueva de un tema muy antiguo”. “Las
investigaciones más recientes sobre la historia de las matemáticas han
conducido a una conclusión análoga. Ya en 1910, G. Milhaud escribía:
“Los materiales acumulados en matemáticas por los orientales y los
egipcios eran decididamente más importantes y más ricos que lo que se
suponía generalmente hace una decena de años”. “Por
último, los trabajos de los antropólogos sobre las sociedades inferiores
aportan nuevos datos que complican aún más el problema del origen de la
filosofía” (...) “La
cuestión de las fronteras de la historia de la filosofía, vinculada a la de los
orígenes, tampoco puede ser resuelta con exactitud. Es innegable que hubo
en ciertas épocas, en los países de Extremo Oriente y sobre todo en la
India, una verdadera floración de sistemas filosóficos. Pero se trata de
saber si el mundo grecorromano, y después cristiano, por una parte, y el
mundo extremo-oriental, por la otra, tuvieron un desarrollo intelectual
completamente independiente el uno del otro: en tal caso, seria lícito
hacer abstracción de la filosofía del Extremo Oriente en una exposición
de la filosofía occidental. Pero la situación está muy lejos de ser nítida”
(...)
“A
pesar de esas dificultades, una historia de la filosofía no puede ignorar
el pensamiento extremo oriental” [7].
Una opinión que merece especial atención es la expuesta por nuestro destacado intelectual Raúl Roa, sobre el tema que nos ocupa: “El
concepto de la historia ha sufrido una radical mutación en nuestro
tiempo”. (…)” La historia, como concepto y como realidad, es un
proceso único y tiene todo el planeta por teatro. El concepto de la
historia universal, como proceso que se desarrolla de Oriente a Occidente,
fue formulado hace un siglo por el profeta del idealismo absoluto y
absolutista; pero la realidad efectiva de una historia que tuviera todo el
planeta por teatro no queda consagrada hasta nuestra época. Este contraer
la historia casi
exclusivamente a la cuenca del Mediterráneo traería, como necesaria
secuela, la singularización arbitraria en el concepto y en la realidad de
la cultura occidental. Egipto y Persia, la India y China, Babilonia e
Israel quedaron, de esta
suerte, excluidos del ámbito histórico. La cultura y la historia
empezaban por el Occidente en Grecia y Roma y su investigación se
asignaba, con imperial señorío, a la filología clásica. Griegos y
romanos eran nuestros antecesores inmediatos y su sentido de la vida norma
insuperable. No habría de prolongarse mucho, afortunadamente, esta manca
perspectiva. El súbito ensanche y el caudaloso enriquecimiento
experimentado por el horizonte histórico en estos tiempos, como
consecuencia del progreso extraordinario de la arqueología, de la etnología
y del método científico de investigación en las disciplinas históricas,
ha ratificado, plenariamente, la genial observación de Hegel, abriéndose
con el conocimiento de las culturas Atlántidas, “ un portillo a las más
extrañas posibilidades” [8].
Resulta
necesario señalar que si bien es posible establecer una correspondencia
entre las doctrinas del antiguo Oriente y las de los antiguos griegos, no
debemos soslayar el hecho de que en líneas generales, la filosofía de la
antigua Grecia constituyó un eslabón de particularidades únicas en el
devenir histórico, lo que determinó en gran medida su incidencia específica
en el subsiguiente quehacer filosófico universal. El surgimiento de la Filosofía
en la Grecia Antigua. El
surgimiento de la filosofía en Grecia se produjo en un momento decisivo
del desarrollo de las fuerzas
productivas de la sociedad esclavista; en este contexto se había
difundido el trabajo esclavo, acentuándose la separación entre el
trabajo físico y el intelectual, lo que determinó el aumento de la
producción y la apertura de las ciudades griegas a las relaciones
monetario-mercantiles, con el consiguiente auge del comercio entre ellas y el Oriente. En
comparación con la estructura social del antiguo Oriente, donde la religión
ocupaba un lugar preponderante - favoreciendo el surgimiento de las castas
sacerdotales -, la naturaleza del esclavismo griego determinó que aquí
no existiera una estrecha vinculación entre la religión y el estado, ni
una casta sacerdotal privilegiada que basara su autoridad en la
"revelación" inscripta en algún libro sagrado. Por otra parte,
el carácter politeísta y antropomorfista de la religión griega,
vinculado a otros factores tales como el desarrollo comercial entre el
Occidente y el Oriente, contribuyó en gran medida a disminuir la fuerza y
el valor de las tradiciones mítico-religiosas, así como al traslado y
afianzamiento a territorio heleno de las valiosas adquisiciones de la
ciencia oriental. Ello se corrobora con la existencia de elementos
similares en las cosmogonías orientales y en las de los poetas griegos, a
saber; el problema acerca del origen del mundo era explicado por egipcios
y babilonios a partir de una masa acuosa indiferenciada, mientras que en
los griegos - por ejemplo, en los poemas homéricos - se hacía referencia
a Tetis y Océano como dioses del mar, idea que posteriormente sería
retomada por algunos de los filósofos tempranos, como es el caso de
Tales. Asimismo, en la Teogonía hesiódica encontramos elementos
preparatorios del futuro pensamiento filosófico; en ella, las divinidades
se muestran como denominaciones de diversos fenómenos naturales, aunque
todavía bajo un ropaje mitológico, y se manifiesta - aunque de forma muy
velada - un nuevo interés por la comprensión del mundo físico a
partir de sí mismo, lo que anuncia los albores del conocimiento científico.
Esto explica que las primeras reflexiones sobre la naturaleza, aparezcan
en los griegos bajo una forma mítica y antropomórfica. En ellas se
perfilan ya, implícitamente reconocidos, los problemas que constituirían
el centro del futuro quehacer filosófico naturalista. También
en el Orfismo encontramos algunos elementos que estarían presentes en el
futuro quehacer filosófico de los griegos.
Esta doctrina religiosa - surgida hacia el siglo VIII a.n.e. en la
antigua mitología griega - ejercería gran influencia sobre la filosofía,
y especialmente sobre el pitagorismo y el platonismo antiguos. Según sus
postulados, la naturaleza humana es dual, en parte buena y en parte mala,
lo cual explica que el hombre sea mortal respecto al cuerpo e inmortal
respecto al alma. Según
ellos, el alma se encuentra aprisionada en el cuerpo y sólo con la muerte
de éste, logra su liberación. Se
ha planteado con anterioridad cómo la propia naturaleza del esclavismo en
Grecia, unida a la incidencia de otros factores ya citados, determinó una
peculiar transformación en la mitología antigua, lo que en el plano
filosófico coadyuvó a la paulatina independencia del pensamiento filosófico,
respecto al cautiverio de las ideas mitológicas. En
particular, en la Grecia antigua, este proceso se produjo con
extraordinaria rapidez, por lo que la filosofía griega temprana, aunque
permeada aún por elementos mitológicos, aparece como contrapartida del
mito, en tanto el esfuerzo intelectual de los primeros pensadores se centró
en brindar una explicación racional acerca de cómo se originó el
mundo en su diversidad cualitativa, a partir de un elemento primigenio,
material y eterno. Esta última idea resulta de máxima importancia. Las
variadas concepciones acerca de la naturaleza, partían del supuesto de la
materialidad y eternidad del fundamento o arjé de todo lo
existente, por lo que la idea acerca de una creación de la naturaleza a
partir de la nada - a la manera de los hebreos- sería totalmente ajena al
pensamiento griego. Por
otra parte, la filosofía en su surgimiento se presentó como una ciencia
general que incluía todos los conocimientos humanos sobre el mundo y su
diversidad fenoménica, como una primitiva sistematización de los
conocimientos acumulados sobre los fenómenos del universo. “Suele
decirse que la filosofía es la ciencia más antigua y que todas las
ciencias proceden de ella. Mas esta concepción, a pesar de ser tan
habitual, no es exacta. La ciencia que surgió en aquella época no era
filosofía, propiamente dicha, tal como la entendemos ahora, sino ciencia
en general, no desgajada en diversas ramas; una ciencia que no se había
emancipado aún de la religión y que incluía, además, todos los
conocimientos humanos acerca del mundo y sus diversos fenómenos. Dicho de
otro modo, en un principio surgió la ciencia general, que encerraba en
embrión todas las posteriores ramas del saber, incluida la filosofía
moderna(…) Esta ciencia planteaba y respondía en forma ingenua a
problemas que luego fueron objeto tanto de la filosofía, como de la
astronomía, de las matemáticas, la física y la biología. Por su
origen, la filosofía no tiene ninguna prioridad sobre las otras ciencias,
si tomamos en cuenta su contenido real y no el término (…)
Las ideas generales sobre el mundo se han originado y han existido
debido a los conocimientos sobre distintos fenómenos concretos, tanto de
la naturaleza orgánica como inorgánica. Por ello lo que surgió al
principio como algo diferente de la religión (en particular de la mitología) fue denominado
filosofía. Por su contenido real era una primitiva sistematización de
todos los conocimientos acumulados sobre los fenómenos del mundo, los
cuales eran tan exiguos que estaban al alcance de una sola persona, quien
podía también impulsar su desarrollo” (…) “La filosofía recién aparecida, para convertirse en una verdadera
ciencia, debía rebasar los límites de la religión tanto por su
contenido como por su forma. Mas eso no lo consigue de golpe, pues
permanece ligada a la conciencia religiosa, de una u otra manera, durante
mucho tiempo" [9].
La problemática cosmológica. Los
primeros filósofos griegos se interesaron por los problemas en torno a la
naturaleza, concebida como ordenamiento (cosmos), como un organismo
integral, vivo, dinámico. La ausencia casi total de la experimentación,
así como el escaso desarrollo de la técnica, hizo que el procedimiento
fundamental de la investigación científica fuese sólo la observación,
apoyada sobre diversas hipótesis que intentaban brindar una explicación
especulativo - racional acerca del conjunto de fenómenos y procesos que
conforman la realidad circundante. Esta
diversidad de hipótesis representó en el terreno filosófico una extensa y variada gama de concepciones, sobre la base de una problemática
filosófica común - la
cosmológica - y uno de los elementos que determinaría el desarrollo
acelerado de la filosofía y sus éxitos ulteriores, sería el hecho de
que el principio y punto de partida de ese desarrollo fuese el
naturalismo, y por ende, el materialismo filosófico. El
pensamiento filosófico temprano, si bien mostró gran heterogeneidad,
presenta elementos
coincidentes, tales como:
- La idea acerca de la infinitud del universo, expuesta por vez
primera de manera explícita por Anaximandro, quien planteó la infinitud
del universo en el espacio y el tiempo. Esta idea tiene particular
importancia, por cuanto, siendo el universo eterno en el tiempo, resulta
increado, por lo que toda explicación acerca de su origen carece de
sentido. Así, se presenta como un presupuesto incuestionable de la
filosofía temprana, la eternidad del mundo, lo que constituye un elemento
que resalta el carácter materialista de estas concepciones.
-
El materialismo ingenuo, expresado en el reconocimiento del carácter
material (concreto-sensible) del arjé, como fundamento de lo múltiple y
diverso.
-
La dialéctica espontánea, a partir de la aceptación casi unánime
del devenir de un fundamento material único, que en su fluir constante
adquiere diversas manifestaciones. Al respecto, Engels se expresaría del
siguiente modo: " Si nos
paramos a pensar sobre la naturaleza, o sobre la historia humana, o sobre
nuestra propia actividad espiritual, nos encontramos de primera intención
con la imagen de una trama infinita de concatenaciones y mutuas
influencias, en la que nada permanece lo que era; ni cómo y dónde era,
sino que todo se mueve y se cambia, nace y caduca(…) Esta concepción
del mundo, primitiva, ingenua, pero en esencia acertada, es la de los
antiguos filósofos griegos, y aparece expresada claramente, por vez
primera en Heráclito: todo es y no es, pues todo fluye, se halla en
constante transformación, en incesante nacimiento y caducidad”[10]
.
Los
primeros filósofos griegos, se interesaron - sin excepción - por los
problemas acerca de la naturaleza en su constante devenir, y este interés
se tradujo en la búsqueda del fundamento o arjé que daba unidad y
coherencia a la diversidad y multiplicidad fenoménicas (Problema de la
Uno y lo Múltiple). Asimismo, ellos asumieron (con excepción de Parménides)
como presupuesto de partida de sus concepciones, el hecho de que los
objetos y fenómenos de la realidad están en constante movimiento
(Problema del Devenir) y explicaron el mismo a partir de la propia
naturaleza y no por factores externos a la misma. Por eso, la filosofía
temprana manifestó un carácter hilozoísta, ya que ellos concibieron el
arjé o materia primordial, como dotada de vida, de animación. En
general, todos ellos reconocieron la materialidad del arjé, y en el caso
de los jonios, lo identificaron con un elemento concreto - sensible (como
el agua de Tales y el aire de Anaxímenes). Sin embargo, paralelamente al
desarrollo de la filosofía, tuvo lugar un notable desarrollo en el
proceso de la abstracción, lo cual conllevó, entre otros factores, a que
este principio o fundamento alcanzara cada vez mayor mediatez con relación
a lo concreto-sensible, a pesar de constituir propiamente su expresión.
Para ilustrar este hecho, cabría mencionar el tratamiento del mismo en
algunos pensadores, que por su importancia merecen ser destacados. Son
ellos: Anaximandro, Heráclito, Pitágoras y finalmente Parménides, en
quien se detendrá la atención, por cuanto su pensamiento constituye la
expresión de un momento transicional en la filosofía temprana de la
antigüedad. Anaximandro,
pensador de la escuela milesia, planteó como elemento primordial el appeiron,
como cantidad infinita de materia indeterminada; además de
considerarlo eterno, este pensador concibe el arjé como unidad de
elementos opuestos, (lo frío y lo caliente, lo seco y lo húmedo). Este
arjé, si bien por una parte se expresa como síntesis de lo múltiple,
por otra establece una relación de mediatez con lo concreto-sensible, lo
cual representa en los marcos del pensamiento temprano, un notable
desarrollo en el proceso de la abstracción filosófica. Por
su parte, el pensamiento heraclitiano ocupa un lugar especial
en las concepciones filosóficas iniciales. En él, la dialéctica
cobra una expresión más abstracta y elaborada. Si bien selecciona como
fundamento material del universo al fuego, como elemento
concreto-sensible - a partir de sus características singulares
(dinamismo, vitalidad, mutabilidad) -, este principio, también reconocido
como logos, se manifiesta como la racionalidad inherente al mundo.
El universo se encuentra en constante devenir, y este movimiento, lejos de
ser caótico, se halla autorregulado por la propia naturaleza, en virtud
de una suerte de ley natural, concebida como la ley de la transformación
de cada elemento en su opuesto. De tal modo, aquí el arjé pierde su
relación de inmediatez con la realidad sensible - al tiempo que la
mantiene -, por lo que se puede afirmar que si bien la dialéctica
heraclitiana permanece en esencia invariable en cuanto a contenido - con
respecto al pensamiento milesio -, cobra una nueva forma de expresión más
elaborada y abstracta. Sirvan de ejemplo, los siguientes fragmentos: Este
cosmos, uno mismo para todos los seres, no lo hizo ninguno de los dioses
ni de los hombres, sino que siempre ha sido, es y será fuego eternamente
viviente, que se enciende según medidas y se apaga según medidas. Frag.
30. Es preciso saber que la guerra es común (a todos los seres), y la justicia es discordia, y todas las cosas se engendran por discordia y necesidad. Frag. 80.
Una misma cosa es (en nosotros) lo viviente y lo muerto, y lo despierto y lo dormido, y lo joven y lo viejo; éstos, pues, al cambiar, son aquéllos, y aquéllos, inversamente, al cambiar, son éstos. Frag. 88. Del fuego son cambio todas las cosas y el fuego es cambio de todas, así como del oro (son cambio) las mercancías y de las mercancías el oro. Frag. 90.
No es posible ingresar dos veces en el mismo río, según dice Heráclito, ni tocar dos veces una sustancia mortal en el mismo estado; sino que por la vivacidad y rapidez de su cambio, se esparce y de nuevo se recoge; antes bien, ni de nuevo ni sucesivamente, sino que al mismo tiempo se compone y se disuelve, y viene y se va. Frag. 91.
Me he investigado a mí mismo. Frag. 101.
Malos testigos son para los hombres los ojos y los oídos de quienes tienen almas bárbaras. Frag. 107. Según Heráclito, la naturaleza suele ocultarse. Frag. 123.
Las cosas frías se calientan, lo caliente se enfría, lo húmedo se seca, lo seco se vuelve húmedo. Frag. 126.[11] Este
paulatino distanciamiento de lo concreto - sensible en el pensamiento
filosófico temprano, se manifiesta con mayor nitidez en corrientes como
el pitagorismo y el eleatismo, las cuales surgen y se desarrollan en las
ciudades griegas de Italia y de la isla de Sicilia hacia los siglos VI-V
a.n.e. El
desarrollo progresivo de la abstracción, observable en los filósofos
anteriormente tratados, encuentra nueva expresión en la teoría pitagórica
del número. La relación de mediatez establecida por Pitágoras y sus
seguidores entre el arjé y la realidad concreto-sensible, constituye el
resultado de una serie de factores - tales como la incidencia del Orfismo,
el desarrollo de las matemáticas, de la astronomía, de la música y
otros - que convergen en una concepción del mundo, la cual contiene en sí
posibilidades para el ulterior desarrollo del idealismo en Grecia. El
universo se expresa para los pitagóricos como conjunto de relaciones
cuantitativas, razón que los conduce a declarar al número como
esencia de la realidad. Con
el decursar del pensamiento filosófico, aparece en contraposición a la
dialéctica de los primeros pensadores, la concepción del mundo metafísica
elaborada por Parménides, pensador de indiscutible significación
en el contexto de la filosofía antigua. Por su incidencia en las posteriores concepciones filosóficas -
tanto materialistas como
idealistas - y por la importancia que tuvo su definición del ser
en la elaboración teórica del atomismo, una de las escuelas filosóficas
más importantes de la antigüedad griega,
resulta pertinente señalar algunas cuestiones que son de
fundamental importancia. Parménides
constituye una figura de transición en el desarrollo de la filosofía
antigua. Con él comienza la aparición del método de investigación de
la realidad y se inicia la elaboración de los auténticos conceptos filosóficos.
Mientras que sus predecesores y contemporáneos se habían referido - en
general - a elementos concreto-sensibles para explicar el origen de todo
lo existente, a diferencia de ellos, Parménides intenta brindar una
definición acerca del concepto general del ser; en él, el
fundamento puramente intuitivo del filosofar se sustituye por el método lógico
de investigación, y la reflexión lógica comienza a preponderar. Este
nuevo enfoque metafísico de Parménides al concebir la realidad como
ajena al devenir, determinaría su actitud contradictoria respecto a las
tendencias filosóficas fundamentales (materialismo e idealismo), lo que
ha generado las más variadas posiciones entre los historiadores de la
filosofía, a la hora de emitir una valoración sobre su pensamiento . Por
cuanto se trata de una etapa histórico-filosófica en la que estas
tendencias - materialismo e idealismo - no aparecen aún delimitadas de
manera precisa, no sería
justo valorar el pensamiento parmenídeo como idealista. Si se analiza
integralmente, debe considerarse que se trata de una filosofía
materialista, en la que encontramos presentes determinados elementos que
condicionarán futuras posiciones idealistas. Esta es la razón por la que
su pensamiento resulta en ocasiones contradictorio, y hasta opuesto al
sentido común, lo cual se comprende a partir de la singularidad de su
naturalismo, que se aparta de los parámetros del pensamiento precedente,
al expresar un momento de transición en la filosofía temprana. El
reconocimiento de la identidad del “ser” y el “no – ser” sobre
la base de una concepción dialéctica del mundo, tal y como lo había
establecido Heráclito, resultó inaceptable para Parménides. Desde su
punto de vista, si por un lado la sensoriedad demuestra el nacimiento y la
muerte de todos los fenómenos, su existencia y no existencia, por otro
lado, el pensamiento, la razón, muestra que el ser existe y no puede
dejar de existir. De aquí infiere Parménides que el pensamiento
siempre tendrá por objeto aquéllo que existe verdaderamente y no puede
dejar de existir, y esto es el ser,
lo que conlleva necesariamente a la negación del “no – ser”
como realidad. De esto se desprende que en cuanto al ser, no puede haber
surgimiento ni desaparición. Se
trata pues para Parménides, de dos opciones o caminos – el camino
de la verdad (ciencia) y el camino de la opinión (doxa) -, de los
cuales selecciona el primero como el único válido respecto al
conocimiento del ser, pues según su criterio, sólo la razón puede
brindarnos conocimiento sobre lo verdaderamente existente. Así lo expresa
en su Poema Ontológico: |
I.1 Atención, pues; que Yo seré quien hable; Pon atención tú, por tu parte, en escuchar el mito: cuáles
serán las únicas sendas investigables del Pensar. I.2 Ésta: del Ente es ser; del Ente no es no ser. Es senda de confianza, pues la Verdad la sigue. I.3 Estotra: del Ente no es ser; y del Ente es no ser, por necesidad, te he de decir que es senda impracticable y del todo insegura, porque ni el propiamente no-ente conocieras, que a él no hay cosa que tienda, ni nada de él dirías; que es una misma cosa el Pensar con el Ser. Así que no me importa por qué lugar comience, ya que una vez y otra deberé arribar a lo mismo. I.4 Menester es al Decir, y al Pensar, y al Ente ser; porque del Ente es ser; y no ser del no-ente. Y todas estas cosas en tí te mando descoger.[12] |
El
ser (lo Uno, inmutable y eterno) no surge ni se destruye, mientras que la
diversidad de fenómenos que percibimos sensorialmente, es decir, lo múltiple
en movimiento, resulta - según el filósofo –
falso e ilusorio. En
Parménides, el mundo aprehendido por la razón es unidad sin pluralidad,
reposo sin movimiento; en él, la identidad concreta de los opuestos -
propia de la dialéctica heraclitiana - se sustituye por la no -
contradicción lógica, de lo que resulta que lo contradictorio, no puede
entonces constituir el fundamento de la realidad, sino aquéllo que por
ser lo no contradictorio en sí mismo, define lo universal
existente. De este modo, Parménides arriba a una definición del ser como
identidad-abstracta. Aquí encontramos la primera manifestación
claramente expresada de una concepción del mundo metafísica, a partir de
que para Parménides existe una realidad verdadera y otra aparente, por lo
que sólo habrá una vía segura para obtener conocimiento verdadero: la
razón. En esta búsqueda de lo estable como objeto del pensamiento lógicamente
determinado, Parménides estableció una diferencia cualitativa entre la
razón y la sensibilidad, hecho que constituyó un importante precedente
en el desarrollo de la filosofía antigua. A diferencia de los objetos
perceptibles sensorialmente, cuya existencia es temporal, el ser verdadero
existe en un eterno presente. Se trata de una caracterización del ser metafísica
y no física; por ello la inmovilidad e integridad del ser en la
ontología parmenídea no significó la negación del movimiento físico,
sino la afirmación de la eternidad del
ser. En su búsqueda de lo estable como realidad metafísica, diferente de
la sustancia primaria identificable con elementos físicos - propia del
pensamiento jonio-, Parménides plasmaba su crítica al fisicalismo del
pensamiento jonio. |
I.7 Un solo mito queda cual camino: el Ente es. Y en este camino, hay muchos, múltiples indicios de que es el Ente ingénito y es imperecedero, de la raza de los “todo y solo”. imperturbable e infinito; ni fue ni será que de vez es ahora todo, uno y continuo, I.8 Porque, ¿qué génesis le buscarías? ¿cómo o de dónde lo acrecieras? que del no-ente acrecerlo o engendrarlo no admito que lo pienses o lo digas, que no es decible ni pensable del ente una manera que ya el ente no sea. ¿Por qué necesidad, ya que no tiene el Ente naturaleza ni principio, arrancarse a acrecerse o a nacer antes y no después? [13] |
Esta
caracterización del ser, condujo al eleata a concebirlo como abstracción
pura, como identidad abstracta; en tal sentido, lo Uno constituye el
fundamento, que sin estar privado de materialidad, tampoco es reductible a
ella. Retornando
al punto de partida del análisis sobre el pensamiento de Parménides,
resulta oportuno señalar que el desarrollo de la abstracción filosófica
en el pensamiento temprano (la mediatez del fundamento o arjé con
respecto a lo concreto-sensible) alcanza en Parménides un nivel
destacable que evidencia por una parte, una cierta ruptura
parcial con el carácter ingenuo
del materialismo precedente, y por otra, el intento de definir los
conceptos filosóficos fundamentales. Al rebasar los marcos de lo concreto
- sensible, Parménides puso de manifiesto la limitación fundamental del
pensamiento naturalista precedente, es decir, su carácter fisicalista,
hecho que incidiría notablemente en el desarrollo filosófico ulterior. En
lo adelante, la polémica en torno a la posibilidad del movimiento en la
realidad, reclamaría la atención central de los filósofos. Tras Parménides
y sus seguidores, quienes fieles a la doctrina de su maestro se esforzaron
por demostrar la imposibilidad del movimiento
(sobre todo Zenón, a partir de sus aporías)
la filosofía, y en
particular el materialismo del siglo V a.n.e. se daría a la tarea de
restituir la confianza en la percepción sensorial como fuente de
conocimiento, sin obviar las características esenciales del ser
parmenídeo,
tales como unicidad, eternidad e inmutabilidad. El
siglo V a.n.e. constituyó una etapa de auge de la sociedad esclavista en
la antigua Grecia. Tras las guerras greco-persas, tuvo lugar un
extraordinario progreso en la actividad
económico-social de las ciudades-estados, lo cual cobra expresión
en el florecimiento de la cultura, las ciencias y la filosofía. En este
contexto surgen numerosos focos de pensamiento filosófico, entre los que
se destacan las ciudades de Agrigento, Atenas y Abdera. En ellas,
importantes pensadores como Empédocles, Anaxágoras y los atomistas
Leucipo y Demócrito, también conocidos como los primeros físicos,
desarrollarían concepciones filosóficas con un marco carácter
materialista. En
Empédocles (492-432 a.n.e.) y particularmente en Anaxágoras (500-428
a.n.e.) encontramos los antecedentes inmediatos del materialismo atomista.
Representantes destacados de la democracia esclavista en Agrigento y
Atenas respectivamente, elaboraron peculiares doctrinas sobre la
naturaleza, herederas de la tradición del materialismo jonio. Discípulo
de Parménides, aproximadamente al mismo tiempo que Zenón, Empédocles
sin embargo buscó su propio camino filosófico, aunque conservando
algunos elementos propios de la filosofía eleática. Con respecto a la
teoría del ser, la diferencia esencial entre Parménides y Empédocles
consistió en que el primero hacía referencia a un ser único, mientras
que el segundo afirmó que la unidad del ser no excluye su pluralidad. El
filósofo de Agrigento, no obstante reconocer el carácter inmutable y
eterno del ser de los eleatas, discrepó con ellos en relación con que el
mismo debiera ser opuesto al que se manifestaba sensorialmente; en él no
encontramos una oposición a la manera parmenídea entre el ser verdadero
- aprehensible por el intelecto - y la realidad sensorialmente
perceptible. Por el contrario, Empédocles intentará resolver las
contradicciones propias del eleatismo, entre el ser verdadero como lo
puramente inteligible y la realidad dada a las sensaciones. Esta tarea sería
planteada por todos los demás filósofos naturalistas, a saber : la
vinculación del concepto del ser de los eleatas con el reconocimiento del
carácter real del mundo sensorialmente perceptible. Empédocles será el
primero que la asume. Y la resuelve promoviendo la idea acerca de las
cuatro "raíces" de las cosas: fuego,
tierra, aire y agua. Estos principios, como elementos físicos,
eternos e inmutables por su naturaleza, constituyen el fundamento de todos
los procesos y fenómenos que conforman la realidad. Se
puede considerar, que en cierta medida su pensamiento generalizó el
desarrollo de la filosofía naturalista precedente. Anterior a Empédocles,
los filósofos habían colocado
en la base del ser a uno de los elementos antes mencionados, mientras que
un rasgo característico de su filosofía es el haber señalado como
fundamento de todo lo existente a la unión de los cuatro elementos. En
el proceso de surgimiento de la diversidad cualitativa en el universo,
junto a estos cuatro elementos - los cuales poseen una fuerza interna que
actúa como principio vital activo - Empédocles admite la existencia de
dos fuerzas, el amor y el odio, que no son por sí elementos, sino
más bien, principios dinámicos, no sustanciales. Ellos son los
encargados de integrar o separar los elementos sustanciales, siendo la
interacción entre ambas fuerzas, la causa que origina las
transformaciones en la naturaleza. Por
su parte Anaxágoras, nacido en Clazómenes, fue el primero en introducir
la filosofía en Atenas, ciudad que se convierte
hacia mediados del siglo V a.n.e. en el centro de la cultura
griega, a partir de la alianza panheládica que se establece como
consecuencia de la lucha contra los persas. Este pensador elaboró una
concepción del mundo original, que merece especial atención, por cuanto
sus postulados fundamentales contienen de hecho, los cimientos para la
elaboración de una de las corrientes más originales del pensamiento
antiguo: el atomismo. En su filosofía, este pensador parte de reconocer como fundamento de todo lo existente, a infinitas partículas o "semillas" materiales, conclusión a la que arriba a partir de determinadas observaciones empíricas. Según Anaxágoras, por cuanto lo similar genera lo similar, las cosas deben estar constituidas por semillas pequeñísimas (aunque no indivisibles) las cuales entrañan cualidades diferentes. Así, los objetos que percibimos están compuestos por estas partículas y ellos se forman a partir de la combinación de las mismas; de manera inversa, la muerte ocurre en virtud de la disgregación de las partículas componentes. No obstante estar compuestos por numerosas semillas, ellos se diferencian cualitativamente por la preponderancia de partículas de una determinada cualidad. "En su sistema, el número de elementos - o "gérmenes", como los llamaba él - es infinito, y cada uno contiene en mayor o menor cantidad algo de todos los opuestos: lo caliente y lo frío, lo mojado y lo seco, y así sucesivamente, de tal manera que "hasta la nieve es negra" y "hay una parte de todo en todo". Hay una excepción a esta regla general; uno de los gérmenes, el más fino y ligero de todos, no se mezcla; y es este elemento llamado inteligencia el que, penetrando a los otros, los pone en movimiento, mezclándolos y separándolos, y mediante estas combinaciones de separación y unión ocasiona lo que los hombres describen erróneamente como el proceso de llegar a ser y dejar de ser". [14] Según
Anaxágoras, estas partículas
son puestas en movimiento por la Inteligencia o “Nous”, que actúa
como fuerza motriz mecánica, la cual les comunica el movimiento inicial,
mientras que en lo sucesivo ellas continúan interactuando conforme a su
naturaleza propia. Si
bien Anaxágoras reconoce la diversidad cualitativa existente entre los
objetos y fenómenos de la naturaleza, al mismo tiempo reconoce la
existencia de un vínculo universal entre ellos, en
tanto cada objeto o fenómeno contiene implícitamente las
cualidades de los otros. Anaxágoras
resultó un pensador de indiscutible valor en el contexto del saber
filosófico de la antigüedad. Incursionó en múltiples esferas
del conocimiento y arribó a conjeturas geniales, entre las que se
destacan, entre otras, el reconocimiento de la superioridad del hombre con
respecto a las demás criaturas, en virtud de la mano que posee, así como
la idea acerca del carácter material de las estrellas celestes, a las que
identificó con piedras ígneas y no con dioses, como era lo habitual,
cuestión que le valió ser acusado de irreligión, por lo que los
adversarios de Pericles le obligaron a abandonar Atenas hacia el 450 a.n.e. Su
concepción del mundo, elaborada sobre la base del reconocimiento de un
principio pluralista, de carácter material, como fundamento de la
diversidad fenoménica, prepararía los cimientos para la elaboración del
atomismo de Leucipo y Demócrito. La
aparición del atomismo en el siglo V a.n.e. sólo puede ser explicada a
partir de la incidencia de múltiples factores de orden histórico -
social, científico y teórico en general. Este ocupa un lugar especial en
la filosofía y en la ciencia antiguas, por cuanto constituye el sistema
filosófico más consecuente de la antigüedad y se presenta como el
resultado de la evolución del naturalismo en los primeros siglos de su
existencia. El
atomismo antiguo ha sido tradicionalmente una de las corrientes filosóficas
más combatidas, vulgarizadas y falsificadas por el idealismo filosófico
y en general, por la historiografía filosófica no marxista. Ello fue señalado
por los clásicos del marxismo-leninismo, quienes valoraron con toda
justeza la profunda significación de esta concepción del mundo
materialista, no sólo en los marcos de la filosofía antigua, sino en el
subsiguiente desarrollo filosófico universal. Lenin,
en su obra "Materialismo y Empiriocriticismo",
destacó la vigencia del partidismo filosófico, de la lucha entre
el materialismo y el idealismo como tendencias filosóficas fundamentales,
al señalar: "¿Ha podido
envejecer en dos mil años de desarrollo de la filosofía la lucha entre
el idealismo y el materialismo? ¿La lucha de las tendencias o líneas de
Platón y Demócrito en filosofía? ¿La lucha de la religión y la
ciencia? “[15] La
elaboración del atomismo se encuentra estrechamente vinculada a la
tradición del naturalismo precedente, aunque si bien responde a la
problemática filosófica común a sus predecesores, aportará soluciones
sobre la base de una concepción original y novedosa en la historia de la
filosofía griega antigua. El
atomismo constituye una de las corrientes filosóficas más importantes de
la antigüedad. Fundada por Leucipo y continuada por Demócrito de Abdera,
surge en la segunda mitad del siglo V a.n.e. y su desarrollo inicial se
enmarca en la época de florecimiento
de la democracia esclavista griega y su posterior decadencia, debido a las
guerras del Peloponeso, en que Atenas es finalmente derrotada por las
fuerzas aristocráticas lideradas por Esparta. En esta época, Abdera se
convierte en un importante centro científico a partir de las relaciones
económicas y políticas que se establecen entre la Tracia, el extremo
norte de Grecia y Persia. En ella, además de Demócrito, se destacaron
otros pensadores, tales como Protágoras - uno de los grandes
sofistas de la vieja generación - e Hipócrates, eminente médico
y naturalista de la antigüedad. Demócrito
vivió aproximadamente del 460 al 370 a.n.e.; aunque la fecha de su
nacimiento es discutida, casi todos los autores coinciden en que fue
contemporáneo de Sócrates y de Protágoras. Con respecto a este último,
existen razones para suponer que una de las principales tareas en el orden
teórico e ideológico que se planteó Demócrito, fue la refutación del
relativismo gnoseológico de los sofistas de la vieja generación, a
partir de la demostración de que la ciencia es posible, como conocimiento
totalmente confiable. Los
datos sobre su vida resultan escasos y envueltos en tradiciones
semilegendarias. Se conoce que procedente de una familia pudiente, utilizó la
fortuna que le fue legada en la realización de viajes científicos por
diversos territorios, entre los que se señalan: Babilonia, Persia, India
y Egipto. Al respecto, Marx señaló en su disertación "Diferencia
de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y en Epicuro",
como uno de los rasgos
fundamentales de la personalidad de Demócrito, su insaciable anhelo de
conocimiento, la amplitud de sus intereses científicos y el carácter
abarcador de su actividad investigativa. Los
fundamentos del atomismo fueron elaborados esencialmente en contraposición
a la metafísica de los eleatas. Éstos habían afirmado la existencia del
ser continuo e indivisible, negando el no-ser como realidad, lo que
condujo en el plano físico a la negación de la existencia del vacío.
Por su parte, los atomistas intentaron fundamentar teóricamente la
existencia del ser y el no-ser como realidades, y consideraron al
primero como el conjunto de átomos o partículas materiales
indivisibles, existentes en número infinito en la base de todos los
objetos y fenómenos de la naturaleza, y al segundo, también
desde un punto de vista materialista, como espacio vacío real,
existente tanto entre los cuerpos físicos, como entre los propios átomos.
De
tal modo, ellos establecieron conscientemente la distinción
entre lo corpóreo y lo incorpóreo, tomando como principio y punto
de partida de tal distinción, el materialismo filosófico. La propia
denominación de esta corriente proviene del postulado base de su filosofía,
acerca de la existencia de partículas materiales indivisibles (átomos)
en la base de todas las cosas. Cabría plantearse entonces la siguiente
cuestión: ¿Cómo pudo arribar Demócrito al concepto de átomo y cuál
es la significación de este concepto? Anteriormente se demostró, cómo el desarrollo de la abstracción condujo en los marcos del naturalismo al abandono de las primeras representaciones del arjé como lo concreto-sensible y a la elaboración del concepto general del ser de los eleatas, el cual expresaba como identidad abstracta, una relación de mediatez con respecto a la realidad perceptible por los sentidos. La
tarea central del atomismo consistió en superar las limitaciones
fundamentales del eleatismo, en particular la negación del movimiento en
los marcos de lo real. Como
se ha planteado anteriormente, ya Anaxágoras y Empédocles se habían
pronunciado contra esta tesis, asumiendo la tarea de fundamentar el
carácter real del mundo sensorialmente perceptible y su
movimiento, si bien conservando el postulado eleático acerca de la
imposibilidad del surgimiento y la desaparición del ser. En tal sentido,
Empédocles había elaborado su hipótesis acerca de los "cuatro
elementos o raíces de las cosas", aludiendo a las fuerzas del
"amor" y el "odio" como causa del movimiento en la
realidad. Por su parte, Anaxágoras intentó
resolver el problema, promulgando la hipótesis de la existencia de
infinitas partículas materiales, pequeñísimas, pasivas por sí mismas,
pero puestas en movimiento inicialmente, por el "Nous" o
Inteligencia universal, como fuerza motriz mecánica. Sin embargo, ninguno
de ellos planteó la imposibilidad de subdivisión del ser; el postulado
acerca del carácter indivisible de las partículas elementales de materia
es original de los atomistas y éste constituiría la base de su física y
de su filosofía materialista. Con
relación a la fundamentación atomista de la posibilidad del movimiento
en la realidad, hay que señalar lo siguiente: Por cuanto los átomos por
su pequeñez, resultan invisibles e imperceptibles por el hombre, los
atomistas tuvieron que recurrir a determinadas
analogías y observaciones, tales como la capacidad de contracción
y dilatación de los cuerpos, lo cual sugería la idea de la existencia en
su base de múltiples partículas separadas entre sí por un espacio vacío
que posibilitara el
movimiento. Según
Leucipo y Demócrito, los átomos existen en número infinito, idea que
constituye la base para la explicación de la inagotabilidad y diversidad
de los fenómenos observados en el mundo físico. La diversidad de formas
atómicas posibilita la unión de las partículas en formaciones
transitoriamente estables; de tal manera, los átomos al combinarse entre
sí dan lugar a la multiplicidad de objetos y fenómenos que componen el
universo. Estas partículas materiales e indivisibles están sometidas a
un eterno movimiento, el cual proviene de la propia naturaleza interna del
átomo, y se manifiesta en dos planos: como movimiento
original - natural y espontáneo - y como movimiento derivado,
resultado del choque entre los átomos. Como consecuencia del movimiento
atómico, en la realidad sensorialmente perceptible ocurre el surgimiento
y la desaparición de los objetos y fenómenos naturales. El doble proceso
de combinación y disgregación atómicas, origina
la vida y la muerte de los objetos y fenómenos que conforman la
realidad. Los átomos por sí mismos no se diferencian entre sí por su cualidad, sino sólo con respecto a su forma, orden y posición. De tal modo, "Demócrito considera las propiedades de los átomos tan sólo en relación a la formación de las diferencias del mundo aparencial, mas no en relación al átomo mismo". [16] De
ello se infiere que Demócrito concibe los átomos como sustrato material
que permanece constante en medio de las transformaciones, y que constituye
la base de las cualidades de los objetos, factor que lo llevará a
incurrir en una de las limitaciones fundamentales del materialismo metafísico
premarxista, a pesar de sus logros y aciertos en el
terreno filosófico-naturalista. En
su búsqueda del fundamento estable y constante de la multiplicidad
fenoménica, Demócrito había arribado a la idea de la existencia
de los átomos y el vacío como realidad que permanece inalterable en sí
misma, mientras que los
objetos y fenómenos sensorialmente perceptibles, resultan formaciones
temporales, sujetas al devenir, y por ende transitorias. Esta
idea, trasladada al plano gnoseológico, provocó una distinción entre el
conocimiento de lo estable (ciencia) y el conocimiento de lo transitorio (doxa).
La primera de estas formas nos conduce - según Demócrito - al
conocimiento de la esencia de la realidad. La razón, como nivel
cognoscitivo superior, logra penetrar lo imperceptible, mediante la
agudeza del pensamiento humano, mientras que el conocimiento sensorial nos
conduce a opiniones siempre cambiantes sobre las cualidades de los fenómenos
u objetos. Sobre esto expresará: "Dos son las formas eidéticas de
conocimiento: uno el genuino; otro, el
tenebroso, y pertenece en total al tenebroso: vista, oído, olfato,
gusto y tacto. Por el contrario, el conocimiento genuino está bien
separado del otro. Cuando el conocimiento tenebroso no puede ya, por lo pequeño de la cosa, ni ver, ni oír, ni oler, ni gustar, si sentir por el tacto - y se hace preciso, con todo, investigar más sutilmente -, sobreviene entonces el conocimiento genuino, poseedor de muy más sutil instrumento: del entender".[17] Así,
para Demócrito, las cualidades que dependen de las propiedades y
relaciones cuantificables de los cuerpos - tales como extensión, figura y
otras - resultan objetivas o primarias, en tanto ellas son inherentes a
los mismos, mientras que las cualidades como el sabor, olor, color, etc.,
por cuanto dependen en mayor medida del sujeto que las capta, resultan
secundarias o subjetivas. Esta distinción resultó una limitación de la
gnoseología democritiana. Sin embargo, ello no significó en los marcos
del atomismo una reducción de las cualidades a la subjetividad humana, en
tanto Demócrito, lejos de devaluar lo sensorial a la manera parmenídea,
intentó revalorizar los datos sensoriales, considerándolos como la
fuente primaria – aunque insuficiente - del conocimiento. En tal
sentido, su gnoseología tuvo como punto de partida el sensualismo
materialista, lo cual se manifiesta particularmente en el siguiente
fragmento: "- Leucipo y Demócrito llaman a las sensaciones y los pensamientos, cambios del cuerpo... Las sensaciones y el pensamiento nacen del llegar de las imágenes (eidolas) desde el exterior, porque a nadie, le sobreviene ni las unas ni el otro sin que lleguen las imágenes." [18] Los
eleatas habían llegado a establecer un divorcio entre lo sensorial y lo
racional. Para ellos, las percepciones sensoriales, por cuanto producen
opinión inestable en los hombres, resultaban ilusorias y no verdaderas,
tesis en la cual se apoyaría posteriormente el escepticismo, en su
subestimación del papel de las sensaciones como fuente del conocimiento,
e incluso, mucho antes, algunos sofistas como Protágoras, quien al
reducir el conocimiento a las sensaciones, había arribado a un
relativismo gnoseológico, expresado en su conocida frase:
"El hombre es la medida de todas las cosas…" Lo
interesante y novedoso en el atomismo, desde el ángulo gnoseológico, es
la relación que ellos establecen entre lo sensorial y lo racional. Desde
su punto de vista, ambos niveles de conocimiento resultan peldaños
progresivos en la comprensión de la realidad, por lo que el nivel
racional constituye la continuación y profundización del conocimiento
sensorial. En tal sentido, para ellos, la veracidad del conocimiento
intelectual depende en gran medida de nuestras percepciones. La diferencia entre ambos niveles de conocimiento aparece tratada por Demócrito, en correspondencia con el carácter materialista de sus concepciones. Lo sensorial se diferencia de lo racional, no porque se oponga a éste, sino en tanto su grado de penetración y profundización en la naturaleza de las cosas es menor con respecto al que logra la razón. “Opinión lo amargo, opinión lo dulce, opinión lo cálido, opinión el frío, opinión el color: sólo los átomos y el vacío constituyen verdad”.[19] Tras
la brecha abierta por Parménides al idealismo, al contraponer lo
sensorial a lo racional, esta idea de Demócrito sobre la relación entre
ambos niveles, constituyó un momento importante en la explicación del
conocimiento humano desde una perspectiva sensualista materialista. Sin
embargo, este problema ofrecía
dificultades insuperables por Demócrito
y en general, por el materialismo metafísico y contemplativo
premarxista. Al concebir la percepción sensorial desde un punto de vista
contemplativo y por ende, pasivo, ellos no tuvieron la posibilidad de
determinar cuáles de las propiedades sensorialmente percibidas por
nosotros en los objetos y fenómenos, pertenecen a su ser objetivo. Ello,
unido al desconocimiento del papel de la práctica material en el
conocimiento de la realidad, determinó que el materialismo atomista no
pudiera explicar satisfactoriamente la relación existente entre lo
sensorial y lo racional. Es
importante destacar el hecho de cómo concebían los atomistas la percepción
sensorial, por cuanto en ello radica el carácter materialista de su
sensualismo. En tal sentido, Demócrito plantea que las sensaciones que se
producen en el sujeto, son provocadas por la penetración de efluvios atómicos
(eidolas o emanaciones) que provienen de los objetos externos a nosotros. La
gnoseología democritiana está estrechamente vinculada a su concepción
del alma humana. Según Demócrito, el alma no posee una realidad
sustancial propia, sino que al igual que los restantes fenómenos de la
naturaleza se compone de átomos en movimiento, sólo que estos átomos
son redondos y más sutiles que los restantes, constituyendo el principio
ígneo del cuerpo. De este hecho se desprende la idea de que el alma
humana es tan mortal como el cuerpo. Éste sería uno de los puntos más
polémicos en el primer enfrentamiento conciente entre el idealismo y el
materialismo en el siglo V a.n.e, en los marcos de la contraposición
entre Platón y Demócrito. Platón,
creador del primer sistema filosófico idealista objetivo, sustentaría
sus postulados sobre la base de la inmortalidad del alma, sustituyendo la
distinción democritiana de lo corpóreo y lo incorpóreo, inspirada en su
concepción materialista del
mundo, por una suerte de dualismo que propugnará la existencia de una
realidad ideal-sustancial, independiente y determinante con respecto al
mundo sensible. Por ello, la teoría del alma democritiana, elaborada en
correspondencia con su concepción del mundo atomista constituyó,
a pesar de sus limitaciones, un importante punto de partida en la
fundamentación del ateísmo antiguo. Otro
aspecto que merece atención es el tratamiento de Demócrito con relación
a la necesidad y la
casualidad. En su teoría, la necesidad adquiere un sentido físico y
constituye el punto de partida para la explicación de todos los procesos
de la naturaleza. Para Demócrito, la necesidad es la causa de todo cuanto
acontece en el universo, lo que conlleva a la negación de la casualidad
como ausencia de causa. Por cuanto en el mundo no hay algo que surja sin
causa, no existe nada casual: "Ninguna
cosa sucede sin razón, sino que todas acaecen por una razón y por
necesidad ... Demócrito hace derivar de la necesidad todas las cosas de
las que se sirve la naturaleza, omitiendo indicar el fin". [20]
Esta
concepción del mundo, rigurosamente determinista, estuvo dirigida
fundamentalmente contra el finalismo o teleologismo, como doctrina según
la cual todo cuanto acontece en la naturaleza, existe a partir de un
objetivo o fin determinado previamente. Si bien Demócrito niega la
casualidad como ausencia de causa, la acepta en tanto negación del
finalismo en la naturaleza inorgánica; es decir, ella es lo opuesto a la
predeterminación. De este
modo, el determinismo materialista de Demócrito desempeñó un importante
papel en la lucha contra el
teleologismo y el idealismo filosóficos. La concepción del mundo democritiana significó además un importante paso de avance en la historia del ateísmo antiguo. Al señalar la mortalidad del alma, este pensador se pronunció contra la idea de la existencia de una vida ultraterrena, lo cual se expresa en el siguiente fragmento: "Algunos hombres -que sobre la disolución de la naturaleza humana nada saben, mas con saber interno saben en vida sobre su mala conducta - arrastran miserablemente el tiempo de la vida entre inquietudes y temores, dándose a fingir mentirosas fábulas sobre el tiempo posterior a su fin". [21]
Demócrito
sometió a fuerte crítica la religión tradicional, si bien ésta no se
manifestó de un modo consecuente. Según él, las ideas que sobre los
dioses sustenta la religión popular han sido generadas por el miedo de
los hombres hacia ciertos fenómenos naturales - tales como los relámpagos,
truenos, rayos y eclipses de luna y de sol- ante los cuales se llenaron de
espanto, creyendo a los dioses culpables de ello. Además,
negaba la eternidad de los dioses, lo cual se consideró en la antigüedad
como particularmente incompatible con la religión y como doctrina sacrílega,
que sería fuertemente censurada por los pensadores de la época. Por otra parte, intentó proyectar su concepción del mundo atomista a todas las esferas del saber que constituyeron su objeto de investigación, por lo que también trató de brindar una explicación científico-naturalista sobre el origen de la idea de dios, partiendo de su teoría de las emanaciones. Según su punto de vista, en el aire se concentra una gran cantidad de átomos esféricos ígneos, los que al unirse entre sí, provocan en los hombres imágenes que ellos han identificado con dioses. La existencia de estos "agregados atómicos especiales" es duradera, aunque no eterna. Sus imágenes - según Demócrito - son semejantes a los seres humanos y al proyectarse sobre ellos actúan favorable o desfavorablemente; dicha acción se hace posible por los efluvios que se desprenden de estas formaciones, - idea que condujo a Demócrito a la creencia en los milagros, en los sueños proféticos, etc.- en tanto para él, en el espacio vacío existe una multitud de imágenes demoníacas capaces de actuar sobre los hombres y susceptibles a la acción del hombre sobre ellas. En
la crítica de Demócrito a la religión tradicional se combinan elementos
del racionalismo con algunas reminiscencias de las ideas mágicas que en
él habían subsistido. Sin embargo, estas ideas no tuvieron como
fundamento la voluntad divina, ni la creencia en los poderes de fuerzas
sobrenaturales. Por el contrario, sus concepciones sobre los dioses fueron
elaboradas en última instancia sobre conjeturas científicas, en tanto
constituyeron el resultado de su intento de brindar una explicación del
problema, partiendo del postulado base de su filosofía, la estructura
atómica de la materia como fundamento de todo cuanto acontece en
el universo. La
filosofía de Demócrito conformó todo un sistema, que abordó múltiples
aspectos, además de los ya referidos. Desdichadamente se conservan
escasos e inconexos fragmentos de su obra escrita, pero suficientes para
mostrarnos algunas de sus concepciones éticas, pedagógicas y políticas,
así como el carácter multifacético de su pensamiento. A continuación
se presenta una selección de los mismos: Enemigo
es no tanto el que hace un mal cuanto el que tiene la voluntad de hacerlo.
Frag. 89 La
enemistad de los parientes es más insoportable, mucho más que la de los
extraños. Frag. 90. No
seas desconfiado para con todos, sino más bien prevenido y anda seguro.
Frag. 91. El
que acepte beneficios mire bien que habrá de devolver por trueque otros
mayores. Frag. 92. Antes
de hacer un beneficio mira quién lo va a recibir, no sea que, por habértelas
con un falso, te devuelva mal por bien. Frag. 93. Pequeños
beneficios oportunos máximos son para los que los reciben. Frag. 94. Mucho
pueden los honores en los inteligentes, cuando se dan cuenta de que son
honrados. Frag. 95. Bienhechor
es no el que mira a la recompensa, sino el que se ha propuesto hacer el
bien. Frag. 96. Muchos
que parecen ser amigos, no lo son; y muchos que no lo parecen, lo son.
Frag. 97. La
amistad de un solo hombre inteligente vale más que la de todos los imbéciles
juntos. Frag. 98. No
vale la pena de que viva quien no tenga ni siquiera un buen amigo. Frag.
99. De
mala índole es aquel a quien
no duran mucho los mejores amigos. Frag. 100. Muchos
son los que se apartan de los amigos cuando caen de prosperidad a pobreza.
Frag. 101. En
todo, lo igual es bello; mas no me lo parece serlo ni el exceso ni el
defecto. Frag. 102. El
que a nadie ama, me parece que
de nadie es amado. Frag. 103. Un
anciano es de buena gracia si es su conversación instructiva y
alentadora. Frag. 104. La
belleza del cuerpo cosa animal es cuando tras ella no hay inteligencia.
Frag. 105. Cosa
fácil es hallar amigos en la prosperidad; pero es lo más difícil de
todo hallarlos en la adversidad. Frag. 106. Buenas
palabras no ocultan obras viles ni obras buenas se enlodan con malicia de
palabras. Frag. 177. Lo
peor de lo peor es la ligereza en la educación de la juventud;
porque de la ligereza se engendran ciertos gustos de los que, a su
vez, se engendra la maldad. Frag. 178. La
educación es ornato para los dichosos, refugio para los desdichados. Frag.
180. Muy
más eficaz para la virtud resulta, evidentemente, el servirse de palabras
alentadoras y persuasivas que de la ley y de la coacción. Que
probablemente faltará en secreto quien se haya abstenido de la injusticia
por imposición de la ley; por el contrario, el que se haya dejado
conducir a lo debido por persuasión probablemente no cometerá falta
alguna ni en secreto ni en público. Por lo cual el que obra rectamente
por convencimiento y con conocimiento será de vez varón bueno y de recto
juicio. Frag. 181. Trabajosamente
consigue el aprendizaje las cosas bellas, que las feas se cosechan de por
sí sin trabajo alguno; porque, aun sin quererlo, las cosas feas le
fuerzan a uno a hacerlas; tan grande es la natural fuerza de lo feo. Frag.
182. Se
halla a veces sensatez en los jóvenes e insensatez en los viejos, porque
el tiempo no enseña cordura, que la enseñan cultivo a tiempo y
naturaleza. Frag. 183. La
ley pretende beneficiar la vida de los hombres; mas lo consigue cuando los
hombres quieren sometérsele de buen grado, que sólo en los que así la
obedecen la ley hace ostentación de su virtud. Frag. 248. La
división entre conciudadanos es nefasta para los dos bandos; pues
destruye igualmente a vencedores y a vencidos. Frag. 249. Únicamente
con concordia pueden la ciudades emprender grandes obras y aun guerras;
mas no sin ella. Frag. 250. Democracia
con pobreza es preferible a la renombrada prosperidad de las realezas; y
es tan preferible cuanto lo es la libertad sobre la esclavitud. Frag. 251. Hay
que considerar como deber supremo y superior a los demás el de hacer que
la Ciudad se gobierne bien y bellamente; y no hay que ser amigo de
oponerse a lo equitativo ni de emplear la fuerza a favor de sí y en
contra de la conveniencia general. Que una ciudad bien gobernada es el
mejor de los órdenes, y en esto se resume todo y salvado esto se salva
todo y si esto se estropea quedan estropeadas todas las cosas. Frag. 252.
[22].
Referencias:
[1]El
texto que aparece a continuación ha sido extraído íntegramente del
libro Introducción a la filosofía antigua. Editorial Félix
Varela, La Habana, 2007, de la Dra. Rita M. Buch Sánchez, Profesora
Titular de Historia de la Filosofía de la Universidad de la Habana,
Cuba.
[2]Borges,
Jorge Luis: Sobre los Clásicos. En: Páginas Escogidas.
Colección Literatura Latinoamericana. Editorial Casa de las Américas,
1988.p.242.
[3]
Roa, Raúl Historia de las Doctrinas Sociales. Ediciones
Memoria. Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, La Habana, 2001,
p. 10). [4]
Engels, F. Anti-Dühring. Edit. Pueblo
y Educación. La Habana, 1975. págs. 404-405) [6]
Abbagnano, Nicola HISTORIA DE LA FILOSOFIA. Tomo I. Edit.
Ciencias Sociales. La
Habana, 1971, págs. 3-4. [7]
Bréhier, Emile HISTORIA
DE LA FILOSOFIA. Tomo I. Edit. Tecnos. Madrid, 1988, págs.
17-21). [8]
Roa, Raúl Historia de las Doctrinas Sociales.
Ediciones Memoria. Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau.
La Habana, 2001, p. 37.
[9]
Kopnin, P.V. Lógica Dialéctica.
Imprenta Universitaria André Voisin, La Habana, s.f. p. 14-17.
[10]
Engels, F. : Anti-Dühring. Edit. Pueblo
y Educación. La Habana, 1975, p.30).
[11]
C.f. Rodolfo
Mondolfo: Heráclito. Textos
y problemas de su interpretación.
Siglo XXI Editores, S.A. México, 1973, p.p. 34 – 45. [12] Parménides : Poema Ontológico. En: García Bacca, Juan David – Los Presocráticos. Edit. Fondo de Cultura Económica. México, 2002, p.p. 39-40.
[13]
Parménides : Poema
Ontológico. En: García Bacca, Juan David – Los Presocráticos.
Edit. Fondo de Cultura Económica. México, 2002, p.p. 41-42.
[14]
C.f. Thomson,
G. Los primeros filósofos.
Edit. Ciencias Sociales. La Habana, 1978. p. 356. [16]
Marx, C. Diferencia de
la filosofía de la naturaleza en Demócrito y en Epicuro.
Edit. Ayuso, Madrid, 1971, p.88.
[17]
Demócrito: Fragmentos. En: García Bacca, Juan David. Los presocráticos.
Edit. Fondo de Cultura Económica. México, 2002 p. 353.
[18]
Stobeo, IV, 233. Referido por: Mondolfo, R. El Pensamiento Antiguo.
Tomo I. La Habana, Edit. Ciencias Sociales, 1971, p.135.
[19]
Demócrito. Frag. 5. Referido por: Mondolfo, R. El Pensamiento
Antiguo. Tomo I. La Habana, Edit. Ciencias Sociales, 1971, p.130.
[20]
Aristóteles. De gener. animal, V,8,789. Citado por: Mondolfo, R. El
Pensamiento Antiguo. Tomo I. Edit. Ciencias Sociales. La Habana,
1971, p.131. [21]
Demócrito. Fragmentos. En: García Bacca, J.D. Los Presocráticos.
Edit.. Fondo de Cultura Económica. México, 2002,
p.377. [22] Demócrito. Fragmentos. En: García Bacca, J.D. Los Presocráticos. Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 2002, p. p. 357-371. |
Dra. Rita M. Buch Sánchez
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